¿Le estas dando las sobras a Dios?

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English: Does God Get Your Leftovers?

© Desiring God

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Por Bonnie McKernan sobre Oración

Traducción por Mariana Ramirez

Aprender a Orar en un Mundo Lleno de Distracciones

Orar es difícil. Siempre ha sido la disciplina espiritual con la que mas batallo. Le echo la culpa a todo tipo de cosas - mi vida ocupada, mi mente que se distrae fácilmente, mis hijos tan ruidosos, mi personalidad, el hecho de que me comunico mejor por escrito que verbalmente - la lista sigue. “No es mi don”, digo. Algunas personas simplemente tienen el don de ser guerreros de la oración mientras que yo realmente amo leer y estudiar la palabra de Dios, creo que Dios nos creó para servir diferentes propósitos ¿No es así?

No.

Mil veces no. Durante mucho tiempo pensé de esa manera y creer esa mentira era una tragedia. Es ignorar uno de los regalos más grandes que se nos ha dado.

Orar es reconocer a Dios y su participación en nuestra vida. Nuestras deficiencias en la oración no pueden ser compensadas aumentado el tiempo que leemos la Biblia, el ministerio, la comunidad o escuchando sermones. Nada puede tomar el lugar de la oración en la vida cristiana.

Puedo decir por experiencia propia que un alma sin oración es un alma muerta.

Los Pobres en Oración no son Bendecidos

Dándome cuenta de mi batalla con la oración, me puse a estudiarla. Hable con personas sobre el tema, leí sermones y comentarios de generaciones pasadas sobre la oración intentando entender. Al hacer esto me di cuenta de lo pobre que era en oración, pero también de la profunda deficiencia de oración en la iglesia - particularmente en mi generación.

No es ningún secreto que nuestra cultura occidental da muchas oportunidades a una vida anémica de oración. Nuestras agendas están totalmente llenas. Nuestros teléfonos inteligentes y la tecnología nos mantienen conectados a todos menos a Dios. Derramamos nuestras vidas y emociones en todo tipo de redes sociales, dejándonos poco para poner delante de Dios en oración.

Mientras leía comentarios y sermones sobre la oración de hace cientos de años, me di cuenta de algo, ellos tomaban la oración muy enserio pero también discutían sobre el cuidado que se debe de poner en la oración para que no sean infectivas y descuidadas. Realmente entraban en detalle sobre cómo orar y cómo no orar.

¿Le estas dando las sobras a Dios?

En nuestra cultura de “todo se vale”, no nos gusta pensar que puede existir una manera correcta y una incorrecta en algo que se siente tan personal. Sin embargo, cuando dejamos que nuestras preferencias dicten nuestras oraciones, serán débiles e inefectivas, no como las oraciones de los justos (Santiago 5:16). Por el bien de nuestras familias, iglesias, nación y el bien nuestro, no debemos conformarnos con un “algo es mejor que nada”. Como Charles Spurgeon dijo:

Hay una noción vulgar de que la oración es algo fácil, un tipo de negocio común que se puede hacer sin cuidado ni esfuerzo… Debemos arar con cuidado y orar con cuidado. Mientras mejor sea el trabajo, más atención se merece. Estar ansioso en la tienda e irreflexivo en el closet es poco menos que una blasfemia, es una insinuación de que a Dios le podemos dar lo que sea, pero el mundo debe de tener lo mejor de nosotros.

¿La oración requiere tan poco de nosotros que nos conformamos dándole a Dios nuestras sobras descuidadas, cuando no hay nada particularmente apremiante en el trabajo o nada interesante en Facebook? Si queremos revivir a nuestras familias, nuestra iglesia y nuestra nación, entonces debemos revivir la oración - y debe comenzar con nosotros.

Un buen punto de inicio para mí, fue entender lo que la oración es y no es.

Lo que NO es la oración

La oración no es un ritual vacío y rutinario. ¿Cuántas veces nuestros labios se mueven, pero nuestros corazones se quedan quietos? Decimos nuestras oraciones muy seguido, pero ¿Qué tan seguido oras realmente? Si todo lo que estamos ofreciendo son palabras, igual estaríamos ofreciendolas a un ídolo de piedra. Que nuestras oraciones nunca sean menos fervientes que nuestras opiniones y emociones más fuertes y publicaciones en redes sociales.

La oración no es solo “platicar” con Dios. “Orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17 LBLA) no significa que platiquemos todo el tiempo con Dios sobre todo y nada mientras descuidamos el acto de ir intencionalmente ante el trono de Dios para buscar fervientemente en nuestros corazones y nuestra alma, una oración honesta. Sería como un matrimonio que solo consiste en mandar mensajes de texto. Amo cuando mis pensamientos vagan hacia Dios mientras ofrezco pequeñas alabanzas y oraciones durante el día. Eso debería de pasar, pero eso no puede ser todo lo que suceda - debemos ir más profundo.

El acceso libre que Cristo compró para nosotros no es una libertad de ligereza ante Dios - es una invitación a acercarnos al trono del Dios Todopoderoso. La libertad de ir audazmente ante el trono de la gracia de Dios no cambia lo que Dios es (Hebreos 4:16). Nuestro estado fue el cambio, nunca el del Rey inmutable.

La oración no es sobre nosotros; es sobre Dios. Es lo que aleja nuestros ojos de nosotros mismos y los enfoca en nuestro Dios bueno y poderoso. La receta para una oración débil y estéril es el auto - auto-suficiencia al pensar que realmente no necesitamos la oración; engreimiento al pensar mucho en nuestra propia bondad y muy poco en nuestro pecado; y el egoísmo al pensar más que nada en nuestras propias necesidad y deseos cuando oramos. Adora a Dios por lo que Él es, no por lo que nos puede dar. Dios debe ser el objeto, Cristo el medio y el Espíritu Santo debe ayudarnos.

Lo que Sí es la oración

La oración es volver nuestras almas a Dios. Es la comunicación con nuestro Padre celestial, y la poderosa fuerza que une al hijo con el Padre, la tierra y el cielo, la impotencia del hombre y la omnipotencia de Dios. Es contacto directo hecho posible solamente a través de Cristo Jesús, cuya justicia nos cubre y nos provee acceso ilimitado a acercarnos con confianza al Dios perfecto. Se logra mediante el gemido del Espíritu Santo dentro de nosotros y suplicando por nosotros (Romanos 8:26-27).


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