¿Por qué Dios habría de aceptarme?

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English: Why Would God Ever Accept Me?

© Desiring God

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Traducción por Sandra Gresati

Transcripción de audio

“En consecuencia, ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”(Romanos 5:1). La razón de nuestra esperanza es que Dios, en base a Jesucristo, me declara justo. Eso es lo que significa “justificar”: que Dios me declara justo.

Pongo mi fe en alguien que es justo, en aquél que murió por mis pecados y ya no pongo más mi fe en mi o en nada a mi alrededor. Renuncio a toda confianza en mí mismo. Pongo mi fe en Jesús y en Dios, y a causa de Jesús, me toma como a Jesús. Su justicia (podemos imaginarla como una vestimenta) es mía ahora. Estoy en él y por lo tanto, lo que él es, lo es por mí. Él es justo y es aceptado, por lo que ahora yo soy justo y soy aceptado sólo por fe. Esa es la razón de nuestra esperanza.

Algún día, cuando esté frente a Dios como juez, no imploraré por mi propia justicia. Imploraré por su justicia y mi fe en él. Así que te pregunto ahora: ¿qué implorarás cuando estés frente al Hacedor y Juez en, tal vez, veinte años –treinta, cuarenta, cincuenta o incluso 3 horas? ¿Cuál será tu súplica cuando diga: “Qué derecho tienes como pecador, de estar en mi completamente perfecta presencia en el cielo?” ¿Cuál será tu respuesta?

Si tratas de decir: “Era bueno como Joe”, eso no bastará. Podrás haber sido tan bueno como Joe. Pero eso no ayuda. “Me bauticé”. Eso tampoco ayuda. “Fui miembro de la Iglesia Bautista de Bethlehem. Esa es una buena razón”. Incorrecto. No es ninguna buena razón. Esa es la súplica incorrecta. Cristo es bueno y todos somos pecadores.

Sólo espero que algunos de ustedes en esta habitación no sean cristianos y quiero explicarlo de una manera muy clara: no te conviertes en cristiano por ir a una iglesia, ser bautizado y seguir las reglas. Te conviertes en un cristiano cuando quitas toda esperanza de tu propia justicia, de tu propio valor y te lanzas como una persona totalmente incapaz hacia Cristo por su justicia, su perdón y su misericordia.

Entonces, la respuesta cuando Dios te pregunte: “Qué derecho tienes a mi santa presencia”?, desde el fondo de mi corazón, espero que sea: “No tengo derecho de estar en tu presencia. Pero tu evangelio dice que si creemos en aquél que tiene derecho de estar en tu presencia, tu Hijo, quien murió en mi lugar y llevó todos mis pecados, su justicia contará por la mía. Y por lo tanto, imploro a Cristo. ¿Puedo entonces pasar y gozarte siempre por Cristo?”

Una gran sonrisa saldrá del rostro de Dios. Él dirá: “Esta es muy buena respuesta, que exalta a Cristo, que honra a Dios y que muestra humildad, y ciertamente, por él, puedes pasar, ahí donde toda la gloria la recibe él.

Quiero ser muy claro sobre la razón de nuestra esperanza. Puedes tener esperanza por ser salvado de esta manera y la meta es que “Nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios”(Romanos 5.2). Ahora, Dios puede preguntarte cuando estés frente a él en el juicio, “Qué derecho tienes a entrar aquí?”, pero sospecho que puede preguntarte: “Por qué quieres entrar aquí?”. Y si contestas: “No me gusta estar enfermo, mi madre está ahí, el infierno es caliente”, esas son tres malas respuestas.

No son incorrectas, pero no honran a Cristo. Honran a la salud, dan honor de tu mamá y a tu miedo al dolor. Pero querrás honrar a Dios con esta respuesta. ¿Cuál es la respuesta? “Quiero ver la gloria de Dios en la faz de Cristo por siempre con un gozo creciente. Por eso quiero entrar ahí. Quiero ver y saborear la belleza más espectacular del universo por siempre y siempre con una apreciación cada vez más grande de ella. Por eso quiero entrar ahí.”.

Y Dios tendrá de nuevo la sonrisa en su cada y dirá: “Amén. Jesús sea alabado. Así me siento con respecto a mi Hijo. ¿Quieres ver mi gloria y la faz de Cristo? Entra. Esa es la razón por la que la gente entra aquí. Sí, verás a tu mamá. Sí, nunca más estarás enfermo. Sí, estarás fuera del infierno. Pero será mejor que estés conmigo, o todo será acerca de ti, y eso no es lo que el cielo realmente es”.

Así que tenemos la razón de nuestra esperanza en la justicia y muerte de Cristo y nuestra fe por la cual estamos revestidos de justicia. Y tenemos la meta de nuestra esperanza: ver su gloria. Esta es la esperanza que enjugará cada lágrima y rectificará todo lo malo y nos hará sentir que todo valió la pena. Toda la tribulación habrá valido la pena. Ahora, déjenme leerles un versículo que me encanta de Pablo, porque tu día llegará. 2 Corintios 4.17:

“Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento”.

Esto quiere decir que experimentarás cuando pruebes la gloria de Dios del otro lado de la muerte o cuando venga, tendrá más peso que todo el dolor en esta vida –no importa cuánto habrá sido. Tendrá más peso que toda la miseria en cada relación por cuanto caminaste con Cristo a través de ella. Tendrá más peso que toda tribulación, y verás atrás y dirás que fue una ligera y momentánea aflicción en comparación.

Aquí y ahora, se siente pesado y muy largo. Pero no lo es. No lo es. Regocíjate en la esperanza.


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