¿Qué dice el infierno sobre Dios?

De Libros y Sermones Bíblicos

Revisión a fecha de 20:48 19 nov 2019; Pcain (Discusión | contribuciones)
(dif) ← Revisión anterior | Revisión actual (dif) | Revisión siguiente → (dif)
Saltar anavegación, buscar

Recursos Relacionados
Leer más Por Greg Morse
Indice de Autores
Leer más sobre Cielo & Infierno
Indice de Temas
Recurso de la Semana
Cada semana enviamos un nuevo recurso bíblico de autores como John Piper, R.C. Sproul, Mark Dever, y Charles Spurgeon. Inscríbete aquí—es gratis. RSS.

Sobre esta Traducción
English: What Does Hell Say About God?

© Desiring God

Compartir esto
Nuestra Misión
Esta traducción ha sido publicada por Traducciones Evangelio, un ministerio que existe en internet para poner a disponibilidad de todas las naciones, sin costo alguno, libros y artículos centrados en el evangelio traducidos a diferentes idiomas.

Lea más (English).
Como Puedes Ayudar
Si tú puedes hablar Inglés bien, puedes ofrecerte de voluntario en traducir

Lea más (English).

Por Greg Morse sobre Cielo & Infierno

Traducción por Andrea Ledesma


Contenido

La verdad que muchos no resisten oír

De niños, amamos las historias. Nos recostamos en la cama o nos acurrucamos en el regazo de nuestros padres, mientras la voz de mamá o papá nos transporta a mundos ficticios. Exploramos Dónde viven los monstruos. Nos sumamos a la pregunta de ¿Eres tú mi mamá? Nos quitamos el sombrero ante Babar; aprendemos lecciones de vida con La telaraña de Charlotte. Y extendemos los brazos hacia El árbol generoso. También nos preguntamos de verdad a qué saben Huevos verdes con jamón.

Luego crecemos. Aunque, por suerte, no tanto como para traspasar armarios hacia Narnia, o cavar hoyos de cinco por cinco en El misterio de los excavadores con Stanley Yelnats, o como para vivir en dichos hoyos con El Hobbit. Podríamos imaginar ver los colores por primera vez con El dador de recuerdos o elevarnos en una Nimbus 2 000 con el chico que tiene una cicatriz en forma de rayo. Los seres humanos somos criaturas de historias.

Y como tales, nacemos con una habilidad única: la de detectar partes que desencajan en las narrativas, tal como una tecla errónea que se queda pegada en el piano. Muchos pequeños le dicen a su papá: «¡No debe ser así!». Pero, por desgracia, muchos oyen la historia de Dios y hacen el mismo reclamo cuando él lee aquel capítulo que permanece durante la eternidad.

La verdad que algunos corazones no resisten

Mientras que muchos luchan contra la existencia del infierno (o mientras nosotros mismos lo hacemos), ese sentido innato reaparece. Muchos leen lo siguiente: «Y estos irán al castigo eterno», para ser atormentados con fuego y azufre, día y noche, sin suspensión ni descanso, para siempre (Mateo 25:46; Apocalipsis 14:9–11). Y, reflexivamente, comentan: «No debe ser así». Sacuden sus cabezas y se preguntan, ¿Cómo es que esa es una buena historia? Ellos intentan rescatarnos desde la ortodoxia con Rob Bell, quien escribe lo siguiente:

Contar una historia sobre un dios que inflige castigos implacables a las personas porque no hicieron ni dijeron lo correcto, o porque no creyeron en ello, durante un breve margen de tiempo llamado vida no es una muy buena historia. (Love Wins, 110)

Para Bell y los demás, la falta del «felices para siempre» para todos (o al menos para la mayoría) es un disparate. Para ellos, incluso la aniquilación pareciera ser un mejor final. Un dios que castigaría a los seres humanos durante una eternidad es devastador, hiriente, insoportable, traumatizante, terrífico, cruel, malo, insostenible, inaceptable, horrible, desagradable. En palabras de Bell, este dios es un ser que ni la música ni el café pueden apaciguar.

Entonces, el desafío no se trata de solo probar la existencia del infierno desde nuestra exégesis, sino de responder por qué la historia de Dios es mejor de lo que habríamos creado. Porque lo es. Debemos intentar razonar con el corazón, ya que Jesús nos enseñó una verdad extraordinaria cuando sostuvo que la mente malinterpretará lo que el corazón detesta: «¿Por qué no entienden mi lenguaje? Porque no pueden acoger mi mensaje» (Juan 8:43). Y eso sucede con muchas personas hoy en día cuando consideran el infierno.

Cuatro verdades sobre el infierno

No debemos tomar este tema a la ligera. Estamos hablando de un infierno real para personas reales durante una eternidad real; un lugar en el que hubiera sido mejor no haber nacido que haber entrado. Un sitio de fuego. Castigo. Destierro. Oscuridad en el exterior. Maldición. Destrucción. Angustia. Segunda muerte. Un lugar donde los gusanos tienen un festín, donde los hombres fuertes lloran, y donde rechinan los dientes. Esas ocho letras describen un castigo sin fin para quienes hemos conocido durante un corto período.

La manera en la que Pablo consideró la perdición de sus parientes, y la manera en la que Jesús lamentó el descreimiento de Israel nos enseñan que no debemos dejar de lado nuestro amor por los perdidos mientras debatimos si la perdición eterna es un castigo apropiado por sus pecados. Tenga en cuenta estas cuatro verdades.

1. Quién estará en el infierno

Lo primero que hay que tener en cuenta es qué tipo de criatura estará por siempre bajo la ira de Dios. Es posible que la pequeña anciana que se mostró a sí misma como una vecina altruista, tierna, paciente, indulgente y amable tenga un singular funeral. Pero la persona elogiada no es la dama que ella realmente era ni la que será en la próxima eternidad. Dios la ha ocultado de nosotros. En la muerte, Dios recupera toda la virtud que prestó y el torrente del perverso corazón de la dama se desata por completo. Será entregada en su totalidad a su pecado (Romanos 1:24, 26, 28).

El odio de Dios, la impaciencia, los pensamientos lujuriosos, la codicia, la difamación, la crueldad saldrán en estampida hacia delante. El diablo que se mostró como una semilla en la tierra crecerá para convertirse en bosques. La luz de la gracia común desaparecerá de ella, y ella será entregada a las tinieblas que tanto amó (Juan 3:19). Su total depravación, que ahora está expuesta, hará que los santos que más se preocuparon por ella se estremezcan. El pecado, entronizado completamente, deshumaniza.

Podemos ver la maduración de la impiedad en nuestra propia vida. Mientras duerme en su cuna, el pequeño Adolf se convierte en Hitler. Jezabel deja de lado sus muñecas para asesinar profetas. Pero ellos no se comparan con el cambio que se origina cuando uno se endurece, y se enfrentan con el Maestro que odian. Dios redujo los años de nuestra vida para evitar que ocurra tal maduración (Génesis 6:3). Mientras que la mayoría de los habitantes del cielo descienden a la tierra, los habitantes del infierno son, en su mayoría, seres humanos.

Juan arroja luz sobre aquellos atormentados en libro del Apocalipsis. Estas criaturas aún odiarán a Dios, insultarán el nombre de nuestro Señor, blasfemarán al Espíritu Santo que vive en nuestro interior, incluso cuando se encuentran bajo el dolor del juicio.

El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, y su calor comenzó a quemar a la gente. Los hombres fueron abrasados y empezaron a insultar a Dios, que tiene poder sobre tales plagas, en vez de reconocerle y darle gloria.
El quinto ángel vació su copa sobre el trono de la bestia, y al instante su reino quedó sumido en tinieblas y la gente se mordía la lengua de dolor. Insultaron al Dios Altísimo a causa de sus dolores y de sus llagas, pero no se arrepintieron ni dejaron de hacer el mal. (Apocalipsis 16:8–11)

Entre morderse en angustia, todavía mueven sus lenguas mordisqueadas para insultar a nuestro Dios. Con justa razón, C.S. Lewis los llamó «horrores inmortales». Mientras prefieren quemarse antes que salvarse, compartirán la fe de su padre: el diablo. ¿Qué tipo de hermandad compartirán los hijos de luz con estas criaturas, cuando ambos son vistos como realmente serán?

2. Qué dice el infierno sobre Dios

Como Bell, algunos piensan que Dios no puede ser glorificado en el infierno. «La creencia de que incontables masas de gente sufrirán por siempre no trae la gloria de Dios. La restauración trae la gloria de Dios, no el tormento eterno. La reconciliación trae la gloria de Dios, no la angustia sin fin. La renovación y el regreso hacen que la grandeza de Dios brille a través del universo, no el castigo sin fin» (Love Wins, 108).

Contemple la sabiduría del hombre. A esto, el apóstol Pablo responde lo siguiente:

¿Y qué, si Dios, dispuesto a demostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia a los vasos de ira preparados para destrucción? Lo hizo para dar a conocer las riquezas de su gloria sobre los vasos de misericordia, que de antemano Él preparó para gloria, es decir, nosotros, a quienes también llamó, no solo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles (Romanos 9:22–24).

El infierno, como el resto de la creación, cuenta la gloria de Dios. Aunque Bell sostenga que no es así, Dios indica que sí lo es. El Todopoderoso no se avergüenza por ello. La justa venganza de Dios contra aquellos que intercambiaron su gloria y lo negaron durante toda su vida no será guiada en un callejón oscuro. Él muestra su ira y hace notorio su poder. ¿Por qué? Para comunicarles la totalidad de su gloria a sus hijos.

Contrario a cómo podríamos escribir la historia de redención, el lago de fuego nos anima con el recordatorio de que nuestro Dios es poderoso, virtuosamente severo y absolutamente misericordioso hacia sí mismo. Según el plan de Dios, el cielo no será tal sin el recordatorio de la justa condena de Dios, que va incluso más allá de la eterna exposición de las cicatrices de Cristo. Estaremos calmos. Estaremos asombrados. Estaremos agradecidos por la misericordia de Dios hacia nosotros.

Los irredentos odian esto. Ya comienzan a rechinarles los dientes. Comienzan con los hombres como el fin de todas las cosas y no le permitirán a Dios el derecho de su divinidad: «Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y tendré compasión del que yo tenga compasión» (Romanos 9:15). Demuestran cuán presuntuosa puede ser la criatura cuando le dice a Dios que él debe salvar a todos los hombres. Cuando están en estado de shock, no quieren decir que Dios tendría misericordia con cualquiera, sino que no les mostrará a todos la misericordia obtenida a costa de la sangre.

3. Qué dice el infierno sobre Dios

En todas las discusiones sobre el infierno, debemos recordar que el Hijo de Dios sabe más de lo que cualquier otra persona sabrá, incluso todos aquellos que están inmersos en él para siempre. Miles de vidas después, sin estar más cerca del fin que cuando empezaron, no se acercarán a decir las palabras que pronunció el Salvador en los evangelios: «¡Consumado es!» (Juan 19:30). Con todo el tormento por el que atraviesan, aún permanecen cerca de la superficie de ese lago en llamas que Dios, por puro amor a su gente, sumergió hasta el fondo.

Cuando Pablo, el apóstol que sentía una angustia incesante por sus hermanos, sus parientes (Romanos 9:1-3) y que trabajó para su salvación (Romanos 10:1–4), tuvo en cuenta la negativa de la criatura hacia el amor del Señor, amor que supone el infierno, dijo: «Maldito sea el que no ama al Señor. ¡Maran atha! ¡Ven, Señor!» (1 Corintios 16:22). En otras palabras, dijo que, cuando consideró la rechazada propuesta de Jesucristo, quien no se arrodilló a preguntar, sino que se agachó hacia la tumba, es propio que tal persona fuera condenada.

¿Acaso el rey de la gloria viajó desde el trono celestial hacia un horroroso establo, hacia la pila de basura de una cruz para sumergirse bajo el fuego de la ira de Dios? ¿Para ser rechazado por hormigas que prefieren su lujuria, sus apetitos y que se prefieren a sí mismas antes que a él? ¿Cuál será el resultado cuando un mundo se desplace y esquive al rey de la gloria para llegar a vidas de pornografía e ESPN? El infierno. Dios llama a los ángeles y les dice: «Espantaos, oh cielos, por esto, y temblad, quedad en extremos desolados, declara el Señor. Porque dos males ha hecho mi pueblo: me han abandonado a mí (y ahora a mi hijo), fuente de aguas vivas, y han cavado para sí cisternas, cisternas agrietadas que no retienen el agua» (Jeremías 2:12–13). Hades testifica que elegir algo antes que a Cristo (no el infierno en sí mismo) es eternamente aterrorizante.

4. Qué aprendemos de los cuentos de hadas

Quizás, deberíamos prestarles más atención a las historias de nuestros hijos. El patrón es familiar: el reino inmaculado cae, la tierra es maldecida, el mal saca ventaja. Esto sienta las condiciones para que el héroe desafíe la maldición y, a gran costa de él mismo (autosacrificio), conquiste al dragón, mientras da paso al último estado que supera al primero, mientras la luz brilla más para quienes han visto la oscuridad.

Sin embargo, recuerden cómo concluyen estas historias: la bruja, el monstruo, el rey del mal y sus secuaces quedan derrotados y desterrados del reino. ¿Alguna vez vieron a un niño llorar por ellos? Ningún niño que conozca se queja de la muerte de Scar, Lord Voldemort o el Rey Brujo de Angmar. Mientras la analogía se descompone, como inevitablemente todas lo hacen, aún debemos preguntar por qué. Porque sabemos que es correcto que los villanos sean castigados. Simplemente no nos gusta que nosotros (y también nuestros seres queridos) seamos, por naturaleza, los villanos de las narrativas.

Los escritores del Antiguo así como del Nuevo Testamento exaltan algo peculiar en estos tiempos modernos: Dios, el hombre de la guerra, da muerte a sus enemigos. El hombre moderno, hecho más a imagen del humanismo laico que del Santísimo de Israel, se pregunta: ¿Cómo puede ser que canten sobre el ahogamiento del ejército del Faraón de Dios en el mar? (Éxodo 15). Nuestros ancestros espirituales celebraban la santidad de Dios, su poder y su amor para salvar a la gente de sus enemigos, mientras que los egipcios lo consideraban desagradable.

Pero, ¿es acaso esto desalmado? ¿Insensible? ¿No podremos disfrutar del cielo mientras que aquellos que conocimos están en el infierno? El Libro de Dios, junto con los cuentos de hadas y las historias épicas, nos enseña que la muerte de los malos define los romances y las comedias, no las tragedias. Algún día, el lago de fuego será tapado, el malvado señor de la guerra y todos sus subordinados serán conquistados, y celebraremos la victoria de nuestro Rey sobre quienes maldijeron el nombre de su Hijo y devoraron a su gente.

Cuando pensamos en la historia de la eternidad, debemos silenciar esa protesta carnal que Dios pone en el banquillo para defenderse ante nuestras sensibilidades. Él es el alfarero, nosotros somos la arcilla. Él es completamente sabio, todos nosotros somos insensatos, a excepción de él. Él es el juez del mundo; seguramente hará el bien. Y el bien incluye el infierno; incluye arrojar a Sauron y sus orcos a la completa oscuridad en el Monte del Destino. Al hacerlo, comunica la totalidad del alcance de su poder y su gloria hacia su gente, la completa gracia de su hijo, y la perfecta armonía de su propósito y su plan, en el cual los redimidos no identificarán ni una parte fuera de contexto.


Vota esta traducción

Puntúa utilizando las estrellas