¿Te complaces con las debilidades?

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English: Are You Content with Weaknesses?

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Por Jon Bloom sobre Fe

Traducción por María Gigliola Montealegre-Chaves


Todos los días, y a medida que tratamos de seguir a Jesús, lidiamos con las constantes debilidades que habitan en nuestros cuerpos, emociones, relaciones, familias, vocaciones e iglesias. Estamos "sujetos a flaquezas" (Hebreos 5:2) que nos tientan al desaliento y a veces a la exasperación.

Pero uno de los regalos más valiosos de la Segunda Carta a los Corintios, especialmente los capítulos 11 y 12, es que, por medio de Pablo, Dios nos enseña una gran paradoja del evangelio sobre la vida de fe: la gracia de Dios se puede ver con más claridad y degustar con mayor intensidad durante nuestras debilidades que durante nuestras fortalezas.


Pablo estaba profundamente preocupado por la iglesia de Corinto ya que los "súper apóstoles" se habían abierto camino hasta Corinto. Ellos eran unos parásitos charlatanes que habían seguido la estela de Pablo y que ahora lo calumniaban.

Así que Pablo escribió esta carta. Pero su principal preocupación no era su reputación. La escribió, porque estos hombres estaban desviando la gloria de Dios y poniendo en peligro a los Corintios al distorsionar el evangelio, además de desacreditar a Pablo para incrementar su superioridad. Esto obligó a Pablo a convocar a estos impostores y contrastar su doctrina, su naturaleza y sus obras con las suyas.

Pero fue muy tortuoso para él, ya que al defenderse sentía que estaba "hablando como si hubiera perdido el juicio" (2 Corintios 11:23). De mala gana, Pablo enlistó las revelaciones que había recibido, las formas en que había sufrido a causa del evangelio y de las iglesias, y de cómo a nivel personal nunca se había beneficiado económicamente de los Corintios.

¿Por qué Pablo estaba tan reacio a hablar de estas cosas? Era por algo mucho más que la incómoda vergüenza. A Pablo le preocupaba centrar la atención sobre sus dones, sus experiencias y su entereza ya que esto podría ocultar la gracia de Dios y él probablemente estaría haciendo lo mismo que los "súper apóstoles" estaban haciendo. Era muy peligroso "alardear" de sí mismo.

¿Qué tan peligroso? Ponte a prueba. ¿Qué piensas cuando lees en la Segunda Carta a los Corintios sobre los azotes, las palizas, los encarcelamientos, los naufragios, los peligros, el hambre, los riesgos y las alucinantes revelaciones de Pablo? ¿Te comparas con él? ¿Ves su fe, su inteligencia, su coraje, su tenacidad, su ética de trabajo y piensas: "a la par de Pablo yo soy un cristiano deplorable"?

Ese era un peligro que Pablo temía, porque cuando eso sucede solemos apartar la mirada de Cristo, dejamos de confiar en la suficiencia de su gracia y miramos nuestras propias experiencias y logros en comparación con los demás como base de nuestra aceptación de Dios.

Nuestra naturaleza caída anhela la gloria propia. Buscamos la admiración de los demás. Nos encanta el mito del superhéroe porque queremos ser uno de ellos. Por lo tanto queremos dar a conocer nuestros éxitos y fortalezas y ocultar nuestros fracasos y debilidades; y ya que los mejores, los más fuertes y los más competentes se ganan la admiración humana, nos sentimos tentados a creer que ellos impresionan a Dios de igual manera.

Eso es lo último que Pablo quiere hacernos creer. Pablo sabía mejor que nadie que no son los logros humanos los que muestran la gracia de Dios, sino la impotencia humana.

A pesar de sus logros, Pablo se veía a sí mismo como el primero de los pecadores (1 Timoteo 1:15). Además de la gracia de Dios al darle el don gratuito de la justicia de Cristo, todos los logros de Pablo eran "basura" (Filipenses 3:8-9). Pablo conocía la impotencia de la propia justicia (Filipenses 3:6-9). Sabía quién lo había traído a la fe (Hechos 9:5), quién lo llamó a ser apóstol (Romanos 1:1), quién lo envió a convertir a los gentiles en discípulos (Romanos 1:5) y lo llamó a padecer por su causa (Hechos 9:16). Sí, Pablo sabía que trabajaba mucho más que los demás, pero sabía que no era él, sino la gracia de Dios que estaba con él (1 Corintios 15:10).

Y una de las razones por las que lo sabía tan a fondo era porque Jesús lo había disciplinado. Conocer cómo Pablo le daba morada al pecado podría deberse al poder y a la fecundidad que experimentaría. Jesús le regaló una "espina en la carne" y un "mensajero de Satanás" para que lo acosaran (2 Corintios 12:7). Serían un recordatorio constante para Pablo de que dependía de Jesús para todo.

¿Verdad que es fascinante el poder y la sabiduría de Dios? ¡Él reclutó a un mensajero de Satanás para que sirviera a Pablo! Debió de haber sido algo exasperante para los demonios. Jesús sabe cómo exponerlos al vituperio público (Colosenses 2:15).

Pero al igual que nosotros, Pablo no reconoció de inmediato la espina como un regalo. Abogó por la liberación. Pero Jesús le respondió: "Te basta mi gracia pues mi poder se perfecciona en la debilidad" (2 Corintios 12:9).

Esto le abrió a Pablo un mundo de entendimiento. La demostración de la fortaleza de Dios a través de lo débil fue atada a lo largo de la historia de la redención que culmina en la cruz.

Es por eso que Pablo dijo: "Si tengo que gloriarme, me gloriaré en cuanto a mi debilidad" (2 Corintios 11:30). Incluso fue más allá: "Entonces, por amor a Cristo, me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte" (2 Corintios 12:10).


El Señor, al igual que lo hizo con Pablo, te ha asignado ciertas debilidades. ¿Estás feliz con ellas?

Por debilidades no quiero decir pecado: "Por tanto, no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal para que no obedezcáis sus lujurias" (Romanos 6:12). Tampoco quiero decir insensatez: "Como perro que vuelve a su vómito, es el necio que repite su necedad" (Proverbios 26:11).

Pero todos tenemos diferentes tipos de limitaciones constitucionales, enfermedades, discapacidades ("debilidades") y adversidades circunstanciales ("insultos, privaciones, persecuciones, angustias"). Todos ellas nos hacen gemir. Al principio parecen ser las ladronas de la alegría. Sin embargo lo que Dios quiere que conozcamos a través de este texto es que Él nos las ha dado para nuestro gozo - sí, nuestra alegría - incluso si es Satanás quien nos acosa.

Aquí está el secreto: cuanto más consciente estés de la gracia de Dios más humilde, piadoso, agradecido, paciente, misericordioso, complaciente y gozoso serás. Y tú eres más consciente de la gracia de Dios cuando eres débil que cuando eres fuerte.

Dios usará las fortalezas que te ha dado. Desde luego que Él utilizó las fortalezas de Pablo. Pero si lo que anhelas es complacerte en Dios, entonces agradécele por tus debilidades, porque es a través de ellas que tú y los demás sabrán realmente que la gracia de Dios es suficiente.



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