¿Te escuchas–o te hablas a ti mismo?

De Libros y Sermones Bíblicos

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'''Transcripción de audio'''  
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El escritor del Salmo 42 predica a su propia alma. Esta es una de las lecciones más importantes de la vida. Verso 5: “¿Por qué estás abatida, alma mía? Entonces, habla a su alma. “¿Por qué estás abatida, alma mía? ¿Por qué estás agitada dentro de mí? Mi esperanza puesta en Dios; porque rezaré otra vez, mi salvación y mi Dios. “Esa es una lección esencial que hay que aprender.  
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El autor del Salmo 42 predica a su propia alma. Esta es una de las lecciones más importantes de la vida. Verso 5: “¿Por qué te abates, alma mía”
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Así que está hablando a su alma. “¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez por la salvación de su presencia”. Esa es una lección esencial que hay que aprender.  
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Permíteme leerte un párrafo del libro de Martyn Lloyd-Jones. Cuando leí este párrafo hace años pensé “Tengo que hacer eso. Tengo que hacer más de eso.” Aquí un pasaje.  
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Permíteme leerte un párrafo del libro de Martyn Lloyd-Jones. Cuando leí este párrafo hace años pensé “Tengo que hacer eso. Tengo que hacer más de eso”, Esto es lo que escribió.  
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<blockquote>¿Te has dado cuenta de que la mayor parte de tu desdicha en la vida se debe a que en vez de hablar contigo mismo te escuchas? Toma esos pensamientos que te llegan al despertar por la mañana. No los has creado tú, pero están ahí, hablándote. Ellos vuelven a recordarte el problema de ayer. Alguien está hablando. ¿Quién está hablando? Tú mismo estás hablando contigo. Ahora, la cura de este hombre en el Salmo 42 fue esta: en lugar de dejar que este ser hable con él, él comienza a hablar consigo mismo. “¿Por qué estás abatida, alma mía?” pregunta. Su alma le ha estado deprimiendo, abrumando. Entonces, se levanta y dice: Ser, escúchame por un momento, voy a hablarte.(''Depresión espiritual'', 20–21) </blockquote>  
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¿Tú haces eso? Es posible que dada la manera en que estoy conectado, gran parte de mi conversación conmigo mismo sea derrotista. Me digo todo tipo de malas noticias. Y puedo imaginarme mi ser malo diciéndome, “se supone que debes darme buenas noticias. Yo soy el que tiene las malas noticias” Y me junto con mi antiguo ser y le digo más malas noticias. Él tiene malas noticias, yo tengo malas noticias, y no es de extrañar que nos desanimamos.  
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¿Te has dado cuenta de que la mayor parte de tu desdicha en la vida se debe a que en vez de hablarte a ti mismo, simplemente te escuchas? Toma esos pensamientos que te llegan al despertar por la mañana. No los has creado tú, pero están ahí, hablándote. Ellos vuelven a recordarte el problema de ayer. Alguien está hablando. ¿Quién está hablando? Tú mismo estás hablando. Ahora bien, el tratamiento de este hombre en el Salmo 42 fue este: en lugar de dejar que este yo le hablase, él comienza a hablar consigo mismo. “¿Por qué te abates, alma mía?” pregunta. Su alma le ha estado deprimiendo, abrumando. Entonces, se levanta y dice: “Escúchame por un momento, voy a hablarte”. (''Depresión espiritual'', 20–21)
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¿Tú haces eso? Es posible que, debido a mi forma de ser, gran parte de mi conversación conmigo mismo sea derrotista. Me digo todo tipo de malas noticias. Y puedo imaginarme mi yo malo diciéndome, “se supone que debes darme buenas noticias. Yo soy el que tiene las malas noticias” Y hago equipo con mi antiguo yo y le digo más malas noticias. Él tiene malas noticias, yo tengo malas noticias, y no es de extrañar que nos desanimemos.  
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Pues aquí estamos, a este lado de la cruz. Jesús ha venido. ¿Cómo te gustaría predicarte a ti mismo ahora? Tú predicas el evangelio a ti mismo. Consiste en lo siguiente:  
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Así que aquí estamos, a este lado de la cruz. Jesús ha venido. ¿Cómo nos podemos predicar ahora a nosotros mismos? Predicándonos el Evangelio. Consiste en lo siguiente:  
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<blockquote>Escucha ser, escucha bien, Gaitero. Si Dios está para ti, ¿quién puede ir en contra de ti, ser? El, que no le perdonó la vida a su propio hijo, sino que renunció a él por ti, ser, ¿no nos dará él gratuitamente todas estas cosas? ¿Quién te acusará a ti, elegido de Dios? Es Dios quien justifica, ser. No, es Jesús quién murió –sí, él fue elevado. Él está a la derecha de Dios e intercede por ti, ser. ¿Qué te puede separar a ti, ser, del amor de Dios? </blockquote>  
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Si alguna vez existe una razón para memorizar Romanos 8, será para convertirlo en auto-predicación- para predicar a uno mismo porque esas palabras son dinamita para la salvación de cientos de circunstancias. Por tanto, aprende a predicarte a ti mismo. Y si lo haces en voz alta, sólo pensarán que llevas uno de esos auriculares en el aeropuerto.
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Escucha yo, escucha bien, Piper. Si Dios está por ti, ¿quién puede ir en contra de ti? El, que no eximió ni a su propio hijo, sino que lo entregó por ti, yo, ¿no nos concederá también todas estas cosas? ¿Quién te acusará a ti, elegido de Dios? Es Dios quien te justifica. No, es Jesús quién murió, el que también resucitó. Él está a la diestra de Dios e intercede por ti. ¿Qué te puede separar del amor de Dios?
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Si hay algún motivo para memorizar Romanos 8, es para convertirlo en auto-predicación- para predicarlo a uno mismo, porque esas palabras son dinamita para salvarnos de cientos de circunstancias. Por tanto, aprendamos a predicarnos a nosotros mismos. Y si lo hacemos en voz alta en el aeropuerto, sólo pensarán que llevamos puestos unos de esos auriculares.

Revisión de 15:09 9 dic 2017

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Traducción por Romina Mendoza


Transcripción de audio

El autor del Salmo 42 predica a su propia alma. Esta es una de las lecciones más importantes de la vida. Verso 5: “¿Por qué te abates, alma mía” Así que está hablando a su alma. “¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez por la salvación de su presencia”. Esa es una lección esencial que hay que aprender.

Permíteme leerte un párrafo del libro de Martyn Lloyd-Jones. Cuando leí este párrafo hace años pensé “Tengo que hacer eso. Tengo que hacer más de eso”, Esto es lo que escribió.

¿Te has dado cuenta de que la mayor parte de tu desdicha en la vida se debe a que en vez de hablarte a ti mismo, simplemente te escuchas? Toma esos pensamientos que te llegan al despertar por la mañana. No los has creado tú, pero están ahí, hablándote. Ellos vuelven a recordarte el problema de ayer. Alguien está hablando. ¿Quién está hablando? Tú mismo estás hablando. Ahora bien, el tratamiento de este hombre en el Salmo 42 fue este: en lugar de dejar que este yo le hablase, él comienza a hablar consigo mismo. “¿Por qué te abates, alma mía?” pregunta. Su alma le ha estado deprimiendo, abrumando. Entonces, se levanta y dice: “Escúchame por un momento, voy a hablarte”. (Depresión espiritual, 20–21)

¿Tú haces eso? Es posible que, debido a mi forma de ser, gran parte de mi conversación conmigo mismo sea derrotista. Me digo todo tipo de malas noticias. Y puedo imaginarme mi yo malo diciéndome, “se supone que debes darme buenas noticias. Yo soy el que tiene las malas noticias” Y hago equipo con mi antiguo yo y le digo más malas noticias. Él tiene malas noticias, yo tengo malas noticias, y no es de extrañar que nos desanimemos.

Así que aquí estamos, a este lado de la cruz. Jesús ha venido. ¿Cómo nos podemos predicar ahora a nosotros mismos? Predicándonos el Evangelio. Consiste en lo siguiente:

Escucha yo, escucha bien, Piper. Si Dios está por ti, ¿quién puede ir en contra de ti? El, que no eximió ni a su propio hijo, sino que lo entregó por ti, yo, ¿no nos concederá también todas estas cosas? ¿Quién te acusará a ti, elegido de Dios? Es Dios quien te justifica. No, es Jesús quién murió, el que también resucitó. Él está a la diestra de Dios e intercede por ti. ¿Qué te puede separar del amor de Dios?

Si hay algún motivo para memorizar Romanos 8, es para convertirlo en auto-predicación- para predicarlo a uno mismo, porque esas palabras son dinamita para salvarnos de cientos de circunstancias. Por tanto, aprendamos a predicarnos a nosotros mismos. Y si lo hacemos en voz alta en el aeropuerto, sólo pensarán que llevamos puestos unos de esos auriculares.


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