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Por David Mathis sobre Alabanza

Traducción por Susana Belvedere

Para adorar a Dios en las buenas y en las malas

Sé vivir con limitaciones, y también sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, tanto para estar satisfecho como para tener hambre, lo mismo para tener abundancia que para sufrir necesidad; (Filipenses 4:12)

Él no es solo el Dios de nuestros buenos momentos. Él es Dios de todos los momentos. Lo cual significa que Él es también Dios de los malos momentos.

Él no es solo Dios cuando prosperamos, como Pablo escribe en Filipenses 4:12, sino también cuando escaseamos. Él es Dios cuando tenemos de más para comer y cuando tenemos hambre. Él es Dios en la abundancia y en nuestra necesidad. Él es Dios de todas y de cada una de las circunstancias. Y esto es una noticia maravillosa, porque la vida es mucho más que buenos momentos.

Aun y especialmente las cosas malas

Cuando Pablo dice en Romanos 8:28 que “todas las cosas ayudan a bien a los que aman a Dios”, el tema no es convencernos de que todas las buenas cosas en nuestra vida colaboran para nuestro bien, eso ya lo sabemos, es fácil imaginar que las cosas buenas ayudan a bien.

El tema es que aun y especialmente “las cosas malas” en nuestra vida, los momentos más difíciles, nuestro poderoso y misericordioso Padre hace que ayuden a nuestro bien eterno.

Para estar seguros de que entendemos este punto, los siguientes versículos mencionan las peores cosas posibles: tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro, espada (Romanos 8:35), aun el ser sentenciados a muerte por nuestra fe (Romanos 8:36). Estas cosas terribles, las grandes dificultades, el peor sufrimiento, ¿definitivamente nos tirarán abajo y nos harán daño? “No”, Pablo nos dice, “en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:37).

Los momentos de mayor importancia

Es verdad que los buenos momentos son para cantar, “Bendice alma mía al Señor”. Dios quiere que adoremos su santo nombre cuando la vida nos sonríe, cuando sale el sol, cuando amanece un nuevo día. Él quiere que cantemos con gratitud y alabanza cuando todo está bien y cuando es fácil ver su bondad, amor, paciencia y benevolencia. En el mejor de los tiempos, sí, deberíamos prestar atención a algunas de las diez mil razones que tenemos para adorarle.

Pero los tiempos cuando cantamos verdaderamente más que nunca antes, son cuando “lo que pueda pasar” es durísimo y “lo que viene en mi camino” es lo más difícil. Es en las etapas más duras de la vida, cuando sufrimos las grandes pérdidas, que aprendemos a adorar en una nueva profundidad y con una más espesa y rica sustancia.

Los momentos de mayor importancia en la vida y etapas de intensa adoración del alma, normalmente no llegan cuando la vida está en su punto culmine sino cuando nuestras fuerzas fallan, cuando llegamos al fin, o nuestro amado o amada están cerca de llegar al fin. Esos son los momentos cuando descubrimos como nunca antes que Dios verdaderamente está con nosotros trascendiendo las bendiciones de esta vida y siendo lo que más necesitamos.

Tendremos diez mil cosas para adorarle durante los mejores momentos, pero esta una razón puede ser suficiente en los peores: Él es Dios. Y no importa lo que podamos perder, nada nos separará de Él.

Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor. (Romanos 8:38-39)

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