A las hijas que han vivido en hogares quebrantados

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English: To Daughters from Broken Homes

© Desiring God

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Por Calley Sivils sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Roxana Verdejo


Este mundo no es íntegro. Esta realidad desfiló dolorosamente delante de mí en el hogar quebrantado de mi infancia. Quizás ocurrió lo mismo en tu hogar.

Los padres cargan muchas responsabilidades en las espaldas de los niños; más allá de los límites sanos de lo que un niño puede aguantar. Nos celebran por ser «más sabios de lo que nuestra edad indicaría», pero nosotros conocemos el secreto: se debe a que nunca tuvimos la oportunidad de ser niños.

Algunos jovencitos aprenden —bajo las enseñanzas de hombre adultos— que las mujeres son objetos que se utilizan para sacar placer. Algunas jovencitas aprenden —bajo la enseñanza de mujeres adultas— que los hombres son la escoria a quien una debe escupir. Los miembros de la familia abusan y manipulan a los niños física, verbal o emocionalmente. Las mismas personas que deben protegernos nos ignoran y lastiman. Es la confianza la que se rompe fundamentalmente y nosotros luchamos para sobrevivir. Solos.

Padres que pelean usando violencia. Padres y madres que se abandonan mutuamente. Padres que mueren. Los niños son culpados por circunstancias que les son totalmente ajenas. Nos convertimos en una esponja de la vergüenza y la repugnancia y absorbemos cada insulto y golpe.

No existe otro modo que no sea el de supervivencia.

Nada está oculto a Dios

Existen realidades desgarradoras para las hijas que quedan. Pero Dios está íntimamente familiarizado con cada momento de nuestro pasado, tando de nuestros propios pecados como de la forma en que otros han pecado contra nosotras. Nada está oculto a Sus ojos, ni nuestros deseos ni nuestros miedos en medio de la noche.

Debido a nuestro pasado, a menudo nos sentimos como «mercadería dañada». No actuamos según el guion estándar. No tuvimos la educación «correcta» o no participamos en el grupo de jóvenes «correcto» o no tuvimos la oportunidad de desarrollar las aptitudes o modales «correctos».

Los versos de la Biblia que apuntan a fortalecernos nos dejan sintiendo inseguras: «La mujer virtuosa es corona de su marido, mas la que lo avergüenza es como podredumbre en sus huesos» (Proverbios 12:4). ¿Qué pasa si no tienes a uno o a los dos de tus padres? Satanás susurra que la excelencia significa la familia correcta, el estado social correcto, un pasado correcto.

Hermana, cuando Satanás miente en tus oídos, recuérdale a Rut.

Recuerda a Rut

Si la identidad y el valor de una se basan en su familia y antecedentes, Boaz nunca hubiera considerado a una mujer pagana, especialmente una que había sido incluso destituida de esa cultrua. Y se hubiera perdido una joya. En cambio, el vio su fidelidad, el corazón de servicio por su suegra (por quien técnicamente no tenía ninguna obligación) y su persistente ética de trabajo. Era excelente en piedad.

En un acto impregnado del aroma anticipado de Jesus, Boaz vio a una pobre niña, quien probablemente había adorado a muchos ídolos durante su juventud en un país de paganos y quien tenía poco que ofrecerle como su novia, salvo su devoción por el Señor.

En lugar de repugnancia, vemos gracia y búsqueda. Lo vemos arroparla y redimiendo su honor cuando la toma como su novia. Vemos a Cristo haciendo lo mismo con una iglesia que no podría encontrar o edificiar y obrar o allanar su camino con obras hacia él, por ello él la buscó y la arropó.

Hermana, no niegues tu trauma. Está bien admitir que una está dolida. Pero no está bien revolcarse en las heridas cuando hemos sido sanadas por las heridas de nuestro Salvador.

No niegues las lágrimas que derramaste en silencio en la noche para que nadie te escuche. No niegues la frustración porque no recuerdas lo que es sentirse a salvo, la seguridad de ser amada y protegida. Pero sí niega la creencia de que las cargas que acarreas son más fuertes que las palabras de tu Salvador: «Consumado es» (Juan 19:30).

Tú no eres menos

El amor de Dios no es como el amor humano, hermana (Romanos 8:38-39). Él ve nuestras heridas con más claridad que nosotros. Y él quiere remover el veneno de la desconfianza y la vergüenza y del miedo de nuestras heridas, que duelen con frecuencia, a veces mucho.

A lo único a lo que debemos temer es al Señor, quien puede destruir el cuerpo y el alma (Mateo 10:28), no a las percepciones de las personas (incluso creyentes) o de nuestros propios corazones. Si «el temor del Señor» es realmente el principio de nuestra sabiduría y belleza (Proverbios 9:10; 31:30), y si Dios es fiel, entonces aquellos de nosotras que emergemos de hogares quebrados, que tememos, amamos y buscamos al Señor seremos llevados por su Espíritu a todos los lugares que nuestros padres no lo han hecho.

Los hogares cristianos no hacen buenos cristianos; nuestro buen Dios hace que los muertos vivan. Nadie, de un hogar quebrado o no, nace de nuevo sin él.

Hermana, ni por un minuto creas que eres menos en Cristo debido a tu historia. Todas somos nuevas creaciones, no importa nuestro pasado (2 Corintios 5:17). Tú eres vista. Tú eres amada. Tú eres valorada. Un día, todas las cosas que han causado tus lágrimas parecerán como aflicciones efímeras y livianas (2 Corintios 4:17). Un día, serás completa, como él y con él.



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