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English: Adoption: The Heart of the Gospel

© Desiring God

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Por John Piper sobre Adopción por Dios
Una parte de la serie Eight Similarities Between God's Adoption of Us and Our Adoption of Children

Traducción por Paula Lara


Ocho similaridades entre la adopción de Cristo y la adopción humana

MICAH Fund Adoption Enrichment Seminar

Gálatas 4:4-8
Pero al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su hijo, nacido de mujer, nacido bajo el régimen de la ley, para rescatar a los que se hallaban sometidos a ella y para que recibiéramos la condición de hijos. Y, dado que son hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clamaba: ¡Abba, Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, también heredero por voluntad de Dios. En otro tiempo, cuando no conocíais a Dios, servíais a los que en realidad o son dioses.

Romanos 8:14-17
En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor, antes bien, habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, si compartimos sus sufrimientos, para ser también con él glorificados.

La raíz bíblica del acto de adoptar se encuentra principalmente en el Nuevo Testamento, en contraposición con el Antiguo. Sólo hay tres adopciones en el Antiguo Testamento (Moisés, Ester y Genubath, Reyes 1; 11:20). Israel es llamado hijo de Dios (Éxodo 4:22; Deuteronomio 14:1; 32:6; Jeremías 31; 9; Oseas 11:1), pero no es hasta el Nuevo Testamento que recibe el nombre de adopción.

Los cimientos de la adopción

Los cimientos más profundos y fuertes de la adopción se encuentran no en el hecho de que los humanos adopten humanos, sino en que Dios adopta hombres. Y este acto no es parte de su providencia ordinaria en el mundo; se encuentra en el corazón del evangelio. Gálatas 4:4-5 es la cita más central cuando dice: “Pero al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su hijo, nacido de mujer, nacido bajo el régimen de la ley, para rescatar a los que se hallaban sometidos a ella y para que recibiéramos la condición de hijos”. Dios no tuvo que usar el concepto de adopción para explicar cómo nos salvó, ni si quiera para explicar cómo nos convertimos en parte de su familia. Podía haber mantenido el término de nuevo nacimiento, de forma que todos sus hijos serían descritos únicamente como hijos por naturaleza (Juan 1:12-13, “Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; éstos no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nacieron de Dios”). Pero él decidió hablar de nosotros como adoptados, al mismo tiempo que hijos por un nuevo nacimiento. Este es el cimiento más esencial de la práctica de la adopción.

Ocho similaridades

Quisiera subrayar ocho similaridades entre lo que hizo Dios al adoptarnos y lo que ocurre actualmente en la adopción cristiana. Rezo porque tanto si has adoptado, o participas en el proceso de adopción, o si están considerando la adopción, Dios utilice estas comparaciones para afianzar tu confianza en que la gracia de Dios envuelve nuestras adopciones. Él ya lo ha hecho, sabe cuánto cuesta y está preparado para apoyarnos hasta su conclusión.

1. La adopción fue (para Dios) y es (para nosotros) costosa.

Pero al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su hijo, nacido de mujer, nacido bajo el régimen de la ley, para rescatar a los que se hallaban sometidos a ella y para que recibiéramos la condición de hijos. (Gálatas 4:4-5).

Rescatar significa obtener o dejar libre pagando un precio. ¿Qué precio pagó Dios por nuestra liberación y adopción? En el capítulo anterior, escuchamos la respuesta: “Cristo nos rescató de la maldición de la ley, haciéndose él mismo maldición por nosotros, pues dice la escritura: “maldito el que cuelga de un madero” (Gálatas 3:13). Dios pagó el precio con la vida de su hijo.

La adopción implica unos costes enormes. Algunos de tipo financiero; otros de tipo emocional. Hay un precio en tiempo y estrés para el resto de tu vida. No se deja de ser padre hasta el día de la muerte. Y el estrés de cuidar de hijos adultos pueden ser tan grandes o mayor que el estrés de cuidar de niños pequeños. Hay algo muy profundo y bueno en el hecho de aceptar este precio por la vida de un hijo.

Pocas cosas me producen una satisfacción mayor que ver florecer una cultura de la adopción en Belén. Significa que nuestro pueblo está buscando su felicidad en el Padre Eterno en vez de evitar el estrés y el precio de los hijos para aumentar su libertad y confort. Cuando se acepta el dolor y la alegría de los hijos en vez de recurrir al aborto o a los anticonceptivos para simplemente mantener alejados a los niños, la palabra de Dios brilla más visiblemente. Reza a Dios para que haya más personas preparadas para abrazar el sufrimiento- conocido y por venir. El precio que pagó Dios por adoptarnos fue infinitamente mayor que cualquier coste en que incurramos al adoptar y educar a nuestros hijos.

2. Para Dios y para nosotros la adopción afecta al estatus legal del hijo.

Pero al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su hijo, nacido de mujer, nacido bajo el régimen de la ley, para rescatar a los que se hallaban sometidos a ella y para que recibiéramos la condición de hijos. Y, dado que son hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clamaba: ¡Abba, Padre!” (Gálatas 4: 4-6).

Había unas realidades legales a las que Dios se tenía que enfrentar. Su propia justicia y ley exigía que fuéramos castigados y apartados de su presencia por nuestros pecados. Se pedía justicia y se reclamaba un castigo. Dios tenía que satisfacer su justicia y su ley para poder adoptar pecadores en su familia. Esto lo hizo mediante la vida, muerte y resurrección de su Hijo Jesucristo.

Esto significa que la condición de ser hijo legalmente precede a la experiencia del Espíritu que viene a darnos el trato de hijos. Somos hijos legalmente antes de experimentar la felicidad de ser sus hijos. El suceso que nos trajo la salvación (hace doscientos años en el Calvario) precede y fundamenta la experiencia subjetiva de nuestra salvación por el Espíritu hoy.

Del mismo modo ocurre con la adopción humana hoy: las transacciones legales preceden y prepara el crecimiento del sentimiento de familia. Si los trámites legales parecen largos y arduos, ten en mente que estos trámites ya están pagados, pero no con tu sangre, sino que Jesús satisfizo todos los requisitos legales derramando su sangre.

3. Dios bendice la adopción entonces y ahora concediéndonos un espíritu de filiación,

Porque sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clamaba: ¡Abba, Padre! (Gálatas 4:6)

Y vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor, antes bien, habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios (Romanos 8: 15-16).

Al adoptarnos Dios perdemos la condición de extranjeros y nos llena de sentimiento de aceptación y amor y envía su Espíritu a nuestros corazones para darnos la experiencia de ser acogidos en la familia. Lo destacable de los dos textos es el término Abba, ya que es una palabra aramea, entonces ¿por qué la usa Pablo transliterada en estas dos letras escritas en griego?

La respuesta es que era la forma en que Jesús habló a su padre, a pesar del hecho de que prácticamente nadie en la cultura judía se refería a Dios con esta palabra entrañable: Abba. Asombró a los discípulos, quienes la mantuvieron como un recuerdo precioso de la forma en que hablaba Jesús. En Marcos 14:36, Jesús reza en Getsemaní “¡Abba, Padre! Todo es posible para ti; aparta de mí esta copa, pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”. Por lo tanto, al adoptarnos, Dios nos da el mismo espíritu de su Hijo y nos garantiza sentir el afecto de los miembros de la familia de Dios.

Por la gracia divina, en nuestras familias Dios despierta un afecto en los niños adoptados en sus padres que es más profundo que los trámites legales. Son vínculos profundos personales y espirituales. Los niños adoptados no deducen que son hijos nuestros a partir de los papeles de la adopción. Un espíritu envuelve nuestra relación y atestigua esta realidad. Al igual que los demás niños de la familia, todos te llaman “papá”.

Reza a Dios para que nos dé tanto la condición legal de hijos suyos y el mismo espíritu de su Hijo para que podamos decir con una convicción profunda “Abba, padre”.

4. La adopción era (para Dios) y está (para nosotros) marcada por una transformación moral a través del Espíritu.

“En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios” (Romanos 8:14)

Dios ayuda a sus hijos a soportar la imagen moral de la familia. Podemos confiar en que ayudará a nuestros hijos cuando los llevemos ante los medios en que la gracia de Dios despierta y transforma a sus hijos

5. La adopción nos trae y trae a nuestros hijos el derecho de ser herederos del padre.

Porque sois hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clamaba: ¡Abba, Padre! De modo que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, también heredero por voluntad de Dios (Gálatas 4: 6-7)

El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, también somos herederos de Dios y coherederos de Cristo si compartimos sus sufrimientos para ser también con él glorificados (Romanos 8: 16-17).

Advierte que en Gálatas 4:7 dice que seremos herederos “por voluntad de Dios” y en Romanos 8:17 dice que somos herederos “de Dios”. En gálatas, el contexto es la promesa de Abraham; a través de Dios, es decir, al mandar a su Hijo para redimirnos, somos herederos con Abraham (¡incluso cuando la mayoría de nosotros somos gentiles!) y nuestra heredad es el mundo (Romanos 4:13). Pero en Romanos 8:17, el contexto es que nosotros, junto con Cristo somos herederos de todo lo que tiene Dios, es decir, todo. “Así que nadie se gloríe en las personas, pues todo es vuestro: ya sea Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro…, todo es vuestro. Y vosotros sois de Cristo y Cristo de Dios. (Corintios 1 3:21).

Justo después de que nos fuéramos de Inglaterra en nuestro año sabático, Noël y yo acudimos al abogado para actualizar nuestros testamentos. Todos los chicos están casados y Talitha es la única legalmente “dependiente”. Habían cambiado muchas cosas desde la última vez que hicimos testamento. Aquello fue un recordatorio de que ella heredará del mismo modo que sus hermanos. No está en una clase inferior por ser adoptada, ya que todos heredan lo mismo. De esa forma lo hizo Dios y de esa forma lo hicimos nosotros.

6. La adopción fue (para Dios) y es (para nosotros) fruto de un plan minucioso.

Dios nos ha elegido en él antes de la fundación del mundo, para que vivamos ante él santamente y sin defecto alguno, en el amor. Nos ha elegido de antemano para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, porque así lo quiso voluntariamente, para que alabemos su gloriosa benevolencia, con la que nos agració en el Amado. (Efesios 1: 4-6)

La adopción en la mente de Dios no era el Plan B. Estamos predestinados para la adopción antes de la creación del mundo. El plan A tampoco era montones de hijos que nunca pecan y no necesitan ser redimidos sino que el plan A era la creación, la caída, la redención y la adopción, de forma que puedan conocerse en su plenitud la gloria, la misericordia y la gracia divinas a través de sus hijos adoptivos. La adopción no era una segunda opción; estaba planeada desde el principio.

En nuestras vidas hay algo especialmente precioso en tener hijos mediante el nacimiento. Ese es un buen plan. Hay algo diferente, pero también especialmente precioso, en la adopción de los hijos. Cada una de estas opciones tiene su propio valor. La elección de adoptar hijos puede ser segunda en la secuencia, pero no es secundaria. Puede ser tan preciosa y significativa como tener hijos naturales. Dios puede hacer de la adopción un plan sobresaliente en nuestras vidas.

7. La adopción se hizo (para Dios) y a menudo se hace ahora (para nosotros) a partir de situaciones muy malas.

Estábamos… destinados por naturaleza, como los demás, a la ira… (Efesios 2:3).

Dios no nos encontró como expósitos increíblemente tiernos envueltos en mantas frente a su puerta. Él nos encuentra feos, y malvados y rebeldes. No somos atractivos. No somos hijos fáciles de tratar. Y, lo que es peor, el propio dios estaba enfadado con nosotros. Él odia el pecado y la rebeldía. Nosotros éramos sin duda “hijos de la ira”.

Estos son aquellos a los que Dios se empeña en adoptar. Por lo tanto, toda la adopción de Dios cruzó una división moral y cultural mayor que cualquiera de nuestras adopciones. La distancia entre lo que somos y lo que Dios es, es infinitamente mayor que cualquier distancia entre nosotros y cualquier hijo que adoptemos. Dios cruzó la mayor barrera cultural para redimirnos y adoptarnos.

Considera también, que de acuerdo con Romanos 9:4, el pueblo que Dios escogió en el Antiguo Testamento, los israelitas, fueron adoptados a partir de una situación terrible. “Son israelitas, ellos disfrutaron de la adopción filial, de la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas”. Pero ¿cómo se efectuó esta adopción? Oseas 11.1, “cuando Israel era niño, lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo”. Eran esclavos en Egipto. Pero no solo eso, a menudo se rebeló contra Dios. “Nuestros padres, estando en Egipto, no comprendieron tus prodigios. No se acordaron de tu gran misericordia, se rebelaron contra el Altísimo junto al mar de Suf” (Salmos 106:7).

Por lo tanto, Dios fue y escogió a un hijo en Egipto que a la vez era esclavo y rebelde. El patrón queda establecido: la adopción no viene solo de situaciones agradables, saludables, seguras y propicias.

8. La adopción significaba (para los cristianos) y significa (para los padres cristianos) que sufriremos ahora para experimentar la gloria más adelante.

Pues sabemos que la creación entera viene gimiendo hasta el presente y sufriendo dolores de parto. Pero no sólo ella. También nosotros mismos, que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior anhelando la liberación de nuestro cuerpo. (Romanos 8: 22-23).

Esto nos resulta extraño. ¿No hemos sido adoptados ya? ¿Por qué dice Pablo que estamos anhelando la liberación de nuestro cuerpo? Sí, ya hemos sido adoptados. Cuando Cristo murió por nosotros, el precio quedó saldado, y cuando confiamos en él, estamos legal y permanentemente en la familia. Pero el propósito de Dios para la adopción no es dejar a sus hijos gimiendo y sufriendo. Alzó a Cristo de entre los muertos con un nuevo cuerpo, y promete que parte de nuestra adopción será un nuevo cuerpo resucitado sin más limitaciones y sin más sufrimiento. Por lo tanto, lo que esperamos es la experiencia total de nuestra adopción: la resurrección de nuestros cuerpos.

Hay mucho sufrimiento en el camino de la adopción en el camino hacia la salvación completa. Pero el final es glorioso. Merece la pena. Soy consciente de que los sufrimientos del tiempo presente no se pueden comparar con la gloria que se ha de manifestar en nosotros” (Romanos 8:18).

Esto es especialmente importante para los padres con niños con discapacidades. Ellos conocen el “sufrimiento” de esta vida. Todos nosotros tenemos niños con algún tipo de discapacidad, y algunos de nosotros viviremos lo suficiente para ver a nuestros hijos crecer y morir antes que nosotros. Otros verán sus hijos morir en la guerra o en un accidente o por una enfermedad. Otros cuidarán de un hijo discapacitado hasta que uno de ellos muera. Todo este sufrimiento es un sufrimiento con esperanza, porque hemos sido adoptados por Dios y estamos destinados a resucitar y a un futuro de eterna salud, plenitud y felicidad. Merecerá la pena.

Adoptar a Talitha Ruth

En conclusión, puede que te sea de ayuda oír parte del proceso por el que pasamos Noël y yo cuando decidimos adoptar a Talitha. Estuvimos varios días evaluando la posibilidad de adoptar y rezando por ello en 1995. No era una decisión que se pudiera tomar a la ligera ni fácil. Yo tenía cincuenta años. Aquí reproduzco la carta que le escribí a Noël diciendo que sí.

Lunes, 6 de noviembre de 1996, 11:12 PM.

Querida Noël:

con la confianza en la gracia futura que todo lo engloba, estoy dispuesto a llevar a cabo la adopción de Talitha Ruth y lo estoy deseando. Quiero agradecerte que durante estos años, cuando tu corazón estaba ansioso de adoptar una hija, no me has forzado ni coaccionado en modo alguno. Has sido especialmente paciente. Has creído en la fuerza de la oración. Siempre me has apoyado a mí y a mi ministerio, y lo harías incluso aunque nunca adoptáramos. Has sido razonable en todas nuestras discusiones y sólo has dado tus razones cuando se te preguntaba. Dios fue bueno al poner en el corazón de Phoebe presentarnos a esta niña cuando lo hizo, y no antes de que estuviéramos preparados. Creo más que nunca que “el hombre hace y Dios dispone”. Esta decisión no es meramente una ponderación de pros y contras. Sería traicionarme decir eso. Y sin embargo estoy convencido de que esta decisión de adoptar honra a Dios más que el no hablarlo hecho. Desde mi perspectiva, parece que es el camino que “derramará la pasión por la supremacía de Dios en todas las cosas para gloria de todos los pueblos”. Creo que bendecirá a Belén y no estorbará nuestra obra aquí. Creo que es el camino del amor más grande para la mayoría. Y por tanto, tengo confianza en que a Dios le agrada. Lo escojo libremente y sin ninguna reserva de mi compromiso. Desecho todo pensamiento de que, porque tú iniciaste esta idea seas culpable por los obstáculos que conlleva. Del mismo modo que nuestra elección de tener hijos en primer lugar y nuestra decisión de ir a Alemania y la de dejar Bethel y convertirme en pastor, hay un compromiso común y unido de todos de que Dios estará en nuestro camino, incluyendo cualquier “providencia desagradable” con la que alcancemos la santidad. Creo que tenemos los ojos bien abiertos, aunque hemos aprendido que el dolor esperado y el dolor experimentado no son lo mismo. Hemos pasado por demasiadas cosas y hemos experimentado que la gracia de Dios será suficiente. Sus bendiciones son nuevas cada mañana y habrá bendiciones para cada prueba y maravilla en este nuevo camino para nuestras vidas Doy gracias a Dios por tenerte. Emprendo este camino contigo con alegría. Tanto si vivimos para ver crecer a nuestra hija o no, habremos hecho bien al adoptarla. La vida es muy corta, ya sean 12 horas como Ashley Hoe o 50 como yo, o 75 como mi padre, o 95 años como Crystal Andreson. Lo que importa no es que hagamos todo lo que se supone que tenemos que hacer o que hemos soñado con hacer, pero que, mientras vivimos, vivamos con la fe en la futura gracia y caminemos en el camino del amor. El tiempo está en manos de Dios no en las nuestras. Con esta convicción común, Dios mediante, aceptaremos a nuestra hija y le daremos, con todo lo que Dios inspire en nosotros, la amaremos y la haremos merecedora del Reino. Que Dios establezca los planes de nuestros corazones y lleve a Talitha Ruth (y al su futuro marido que Dios conoce) a una relación profunda y duradera con Cristo. Que sea un broche precioso alrededor de tu cuello a medida que envejezcas y una corona de pureza y felicidad en tu cabello gris. Te amo,

Johnny

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