Al Precio de la Propia Sangre de Dios

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English: At the Price of God's Own Blood

© Desiring God

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Por John Piper sobre Ministerio Pastoral
Una parte de la serie Eldership: Serving the Lord with Humility, Tears, and Trials

Traducción por Rob Dods


Hechos 20:28

Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo os ha hecho obispos para pastorear la iglesia de Dios, la cual El compró con su propia sangre.

Recientemente he sido conmovido al leer sobre la vida de Nicolaus Ludwig von Zinzendorf. Muchos de ustedes saben de él. Otros no. Era un alemán, nacido en 1700, que fundó una comunidad de cristianos fervientes llamada Herrnhut (“La Vigilia del Señor”). La comunidad llegó a ser parte de la Iglesia Morava y fue mejor conocida por su celo misionero sin precedente.

Contenido

El Compromiso de Zinzendorf con la Sangre de Jesús

En 1727 la comunidad empezó una “vigilia de oración” permanente que duró 100 años ininterrumpida. Hubo alrededor de 300 personas en la comunidad al comienzo, y varias se comprometieron a orar durante una de las 24 horas del día. En 1792, 65 años después, con la lámpara de oración aún encendida, la pequeña comunidad había enviado a 300 misioneros a los pueblos no alcanzados de las Indias Occidentales, Groenlandia, Laponia, Turquía, y América del Norte. Estaban completamente y radicalmente dedicados a dar a conocer a Jesús.

Menciono esto no sólo porque sueño con una iglesia saturada de oración y totalmente entregada a Cristo y dispuesta a dejar todo para su llamado. Lo menciono esta mañana porque detrás de esta comunidad en Herrnhut hubo una experiencia de humildad profunda, y limpieza, y poder basada en la sangre de Jesús.

Después de terminar la universidad, Zinzendorf hizo un viaje por Europa viendo algunos de los lugares culturales más importantes. Fue entonces cuando pasó algo muy inesperado. En el museo de arte en Dusseldorf vio una pintura por Domenico Feti titulada “Ecce Homo” (“He aquí el Hombre”). Era un retrato de Cristo con la corona de espinas apretada en su cabeza y sangre escurriendo por su cara.

Debajo del retrato se encontraban las palabras, “He hecho esto por ti; ¿Qué has hecho por mi?” Toda su vida, Zinzendorf recordó ese encuentro como algo que le cambió la vida por completo. Mientras se paraba allí, de alguna manera viendo sufrir y sangrar a su Salvador, se dijo a si mismo, “Lo he amado por mucho tiempo, pero realmente nunca he hecho nada por Él. Desde ahora en adelante hare lo que Él me guie a hacer.”

Por el resto de su vida la sangre de Jesús ocupó un lugar central en la doctrina y devoción de Zinzendorf y su comunidad en Herrnhut. Cuenta la historia que cuando los dos primeros jóvenes misioneros abordaron el barco en Copenhague para zarpar hacia las Indias Occidentales, quizás para no volver jamás (20 de los primeros 29 misioneros a Santo Tomás y Santa Cruz murieron en esos primeros años), levantaron sus manos como en un pacto sagrado y gritaron a sus amigos en la orilla, “¡Que el Cordero que fue inmolado reciba la recompensa de su sufrimiento!”

La Pregunta Ante Nosotros Hoy

Mi mensaje va a ser corto el día de hoy porque quiero apartar una buena porción de tiempo para alabar al Señor y orar juntos antes de participar en la Santa Cena. Y la pregunta que quiero que hagas a ti mismo y al Señor mientras te preparas para la Mesa del Señor es esta: “¿El Señor ha obtenido la recompensa de su sufrimiento en tu vida?” Cuando piensas en la sangre de Jesús escurriendo por su cara, proveniente de las espinas, y de sus manos y pies y su costado abierto, ¿estás contento con lo que Él tiene de ti? ¿Ha obtenido libremente de tu mano la compra que hizo? ¿O estás reteniendo algo de la recompensa de su sufrimiento?

Lo que Dios Compró al Precio de Su Propia Sangre =

Para ayudarnos a contestar esa pregunta muy personal, déjame tomar unos minutos para meditar contigo en la sangre de Cristo. ¿Qué compró Dios al precio de su propia sangre?

Hechos 20:28 dice que compró la iglesia. “Tened cuidado de vosotros y de toda la grey, en medio de la cual el Espíritu Santo os ha hecho obispos para pastorear la iglesia de Dios, la cual El compró con su propia sangre.”

Por lo tanto, cuando Zinzendorf se paró ante la pintura en Dusseldorf como un miembro creyente y fiel de la iglesia de Jesucristo, podría decir basada en la autoridad de este texto: “Estas llagas estaban destinadas para comprarme. Estas gotas de sangre fueron derramadas para obtenerme.” Nunca lo pudo superar. No era propiedad suya; fue comprado por un precio. ¿Tú te levantas en la mañana y dices, “No soy propiedad mía hoy. Pertenezco a otro. He sido comprado por un precio. Y viviré cada momento de este día para que el Gran Comprador de mi alma reciba la recompensa completa de su sufrimiento?”

Tres Elementos de la Recompensa del Sufrimiento de Cristo

¿Y qué significaría eso en la práctica diaria? Déjame mencionar tres cosas.

1. La Purificación y el Embellecimiento de Su Pueblo

La recompensa del sufrimiento de Cristo y la compra de su sangre es la purificación y el embellecimiento de su pueblo, su novia.

Efesios 5:25-26, “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se dio a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado por el lavamiento del agua con la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada.”

Entonces, ¿qué compró al sangrar? ¿Cuál fue la recompensa de su sufrimiento? Versículo 26: para santificarla (la iglesia). La santidad de su pueblo será su recompensa. Versículo 27: a fin de presentársela a si mismo…sin mancha ni arruga ni cosa semejante. Así que su recompensa será la belleza de Su novia—ella será esplendida y gloriosa en el banquete de bodas del Cordero.

Por lo tanto, le pregunto otra vez antes de tomar esta copa sagrada, ¿estás esforzándote con todas tus fuerzas para rendir a Jesús la recompensa de su sufrimiento – para ofrecerle lo que ha comprado? O dicho en otras palabras, ¿tu corazón está en sintonía con el suyo? Su corazón que consideró a tu santidad como algo por la cual valía la pena morir. ¿Estás asignando el mismo precio a tu santidad que Él? ¿O descuidas lo que Él murió para comprar?

Entonces en primer lugar, la recompensa del sufrimiento de Cristo es la santidad de su pueblo. Sufrió y sangró y murió para obtener un pueblo y para santificarlo – para hacer que su novia fuera pura y bella. Tu santidad – tu belleza espiritual – es la recompensa de su sufrimiento y la compra de su sangre. Y Él lo tendrá de todos que son realmente suyos.

2. El Celo de Su Pueblo de Buenas Obras

En segundo lugar, la recompensa del sufrimiento de Cristo es el celo de su pueblo de buenas obras.

Tito 2:14 dice, “quien se dio a sí mismo por nosotros, para redimirnos de toda iniquidad y purificar para si un pueblo para posesión suya, celoso de buenas obras. “

Él se entregó a si mismo para hacer un pueblo celoso de buenas obras. Derramó su sangre para comprar tu celo de justicia y misericordia práctica, de benevolencia y bondad, de valentía y compasión. Pon mucha atención en esto: Él no murió solamente para hacer que dejes de hacer algunas cosas malas. Tampoco murió simplemente para hacer que hagas algunas cosas buenas. Murió para hacerte celoso de buenas obras. Sufrió y sangró y murió para darte celo de hacer lo bueno.

¿Tienes celo de hacer bien a la gente? ¿El bien eterno por medio de su salvación? ¿Y el bien temporal como un medio para alcanzar ese fin? ¿O estás negando a Cristo la recompensa de su sufrimiento? ¿Qué significa que Cristo se entregó en dolor agonizante para hacerte celoso de buenas obras, si no estás tomando pasos para llegar a ser celoso de buenas obras?

El celo de esos primeros misioneros moravos era insaciable. Y creo que la razón es porque nunca olvidaron la sangre de Jesús. Nunca dejaron de pensar: mi vida, mi santidad, mi celo por el bien de las almas fue comprado al precio de su sangre. ¡Cómo no puedo vivir para su honor cada vez que respiro! ¿Cómo no puedo ofrecerle libremente lo que Él ha comprado con su sangre?

Tu celo por el bien de las personas es la recompensa de su sufrimiento. ¿Estás con Él o en su contra en su sufrimiento?

3. Una Iglesia Redimida de Cada Grupo Étnico

Por último, la recompensa del sufrimiento de Cristo es una iglesia redimida de cada tribu y lengua y pueblo y nación.

En Apocalipsis 5:9 el Cordero de Dios es alabado con estas palabras, “Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos, porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre compraste para Dios a gente de toda tribu, lengua, pueblo y nación.”

Por su sangre Él ha redimido personas de cada pueblo en el mundo – cada tribu, cada grupo de lenguas, cada cultura, cada grupo étnico. La recompensa de su sufrimiento es la cosecha de los elegidos de todos los pueblos del mundo. En otras palabras, la sangre de Jesús no fue derramada solamente para comprar tu santidad y tu celo de buenas obras; sino la santidad y las buenas obras de toda la iglesia universal de Dios incluyendo a las ovejas que no están en el redil todavía.

¿Tu Corazón Late Con el Corazón de Jesús?

Entonces le pregunto de nuevo: ¿tu corazón late con el suyo en esta mañana? ¿Estás buscando en tu vida las cosas que Él sangró para obtener? Cuando nos acerquemos a la Mesa del Señor en unos momentos y con la copa y el pan proclamemos su muerte, ¿podrás decirle con una conciencia limpia, “No hay nada que quiero más in mi vida que lo que tu sangraste para obtener; no hay ninguna recompensa en mi vida que quiero más que la recompensa de tu sufrimiento”?

Si examinas tu vida y encuentras deficiencias (y todos las encontraremos), no olvides esto: la recompensa de su sufrimiento también es el perdón de pecados (Efesios 1:7), la justificación por fe (Romanos 5:9), y la reconciliación con Dios (Romanos 5:10), y la limpieza de conciencia (Hebreos 9:14), y la victoria final sobre Satanás (Apocalipsis 12:11).

En los siguientes minutos hagamos negocios serios con Dios y con su Hijo. Hay confesión suficiente para todos nosotros. Y hay necesidad de oración seria sobre los defectos en nuestras vidas que revelan una indiferencia terrible al precio que pagó Jesús para nuestra santidad y nuestro celo de buenas obras y nuestra pasión por la evangelización mundial.

No sueltes a Dios en esta hora hasta que puedas decir, de lo más profundo de tu corazón, “Señor Jesús, no hay nada que quiero más en mi vida que lo que tu sangraste para obtener.”


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