Amén

De Libros y Sermones Bíblicos

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English: Amen

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Por John Piper sobre Alabanza
Una parte de la serie Adora a Dios

Traducción por Maria del Carmen Zanassi


Una Palabra Común a Muchos Idiomas

1 Corintios 14:6-19

La palabra “Amén” se empezó a usar sin traducir, en la mayoría de los idiomas de los países del mundo en donde la Cristiandad se arraigó. Si escuchan a una persona orar en chino, japonés, suajili, maninka, alemán, francés, ruso o árabe muy probablemente va a haber al menos una palabra que puedan entender: “Amén”, pronunciada de una manera diferente pero entendible. Una de la razones es que el Nuevo Testamento Griego la tomó del Antiguo Testamento Hebreo sin traducir (aunque el Antiguo Testamento Griego [Septuagint, LXX] raramente la mencionaba, usando “Así sea” [γενοιτο] en vez de “Amén” [Αμην]).

Por lo tanto, lo que ahora existe en todo el mundo es la palabra “Amen”, que es una transcripción directa – no una traducción – de la palabra hebrea “Amen”. Podemos darnos cuenta por nuestro texto que la palabra se introdujo en Corinto, que era una ciudad griega que hablaba el idioma griego, en el cual no existía la palabra “Amen”. En cuestión de semanas o meses, Pablo y los otros misioneros ya habían transformado la cultura de Corinto al insertar una palabra nueva a su vasto idioma griego. No fue la única. Pablo también les enseñó las palabras arameas “marana tha” (1 Corintios 16:22, Marana qa) – “El Señor viene”. Por supuesto, también les mostró una visión de la realidad que hizo trizas muchas de sus ideas preconcebidas.

La introducción de la palabra “Amén” en Grecia representa un pequeño microcosmo de lo que pasa espiritual, intelectual y culturalmente dondequiera que la Cristiandad tenga lugar en nuestra cultura. Esto da una visión de Dios y del mundo, que mantiene algunas cosas dentro de la cultura, rechaza otras y afecta a todo en la cultura. No hay culturas puras, especialmente la nuestra. Cada cultura necesita más palabras, más conceptos, más formas de ver el mundo, combinaciones más profundas de las emociones y distintos patrones de comportamiento, que todo lo inherente a cada una de ellas. Por consiguiente, una de las cosas que esta pequeña palabra “Amén” significa al introducirse en todas las culturas del mundo, es que no hay cultura, ni idioma, ni culto que sean completos en sí mismos. Siempre hay algo más que ver, saber y experimentar que la posibilidad que nos dan nuestro vocabulario limitado, los modelos de pensamiento y los sentimientos tradicionales.

Pero, seamos más específicos. ¿Por qué la palabra “Amén” llegó a Corinto? ¿Qué significaba esta palabra hebrea cuando se insertó en el vocabulario griego de los Cristianos de Corinto?

Contenido

“Amén” en el Antiguo Testamento

Antes de responder estas preguntas, vamos a dar una mirada a sus antecedentes en el Antiguo Testamento. Allí, la palabra “Amén era principalmente una respuesta de la congregación, para afirmar o asentir algo en forma convincente - una maldición o una palabra de alabanza a Dios. Por ejemplo, en Deuteronomio 27:16, los Levitas dicen: “Maldito el que desprecie a su padre o a su madre”. Y todo el pueblo dice: “Amén”. Es decir, estamos de acuerdo con esa maldición, entonces que Así sea.

O a considerar este hermoso acto de reverencia y adoración de Nehemías 8:5-6:

Y abrió Esdras el libro [la Palabra de Dios] a la vista de todo el pueblo, porque estaba parado en un lugar más alto que todos, y cuando lo abrió todo el pueblo se puso de pie. Luego Esdras bendijo al SEÑOR, el gran Dios. Y todo el pueblo respondió “Amén, Amén” mientras alzaban sus manos; luego se postraron y adoraron al SEÑOR rostro en tierra.

El “Amén” significaba ¡“SÏ, estamos de acuerdo con tu bendición! ¡Nos unimos a tu bendición! Nos hacemos eco con nuestro “Amén” de todo lo que has dicho sobre la grandeza de Dios”. Decimos: “Lo que has dicho es cierto, sólido y fidedigno”.

O a tomar el salmo 72:19: “Bendito sea su nombre para siempre y que Su gloria llene toda la tierra ¡Amén!, ¡“Y Amén!”. Aquí el salmista pronuncia su propio “Amén” y lo repite para duplicar su certeza. Ciertamente, intenta que el pueblo se una a él al decir “Amén”. Como en el salmo 106:48: “Bendito sea el Señor, Dios de Israel desde la eternidad y hasta la eternidad. Y todo el pueblo diga ¡’Amén’! ¡Alaben al SEÑOR! ‘Amén’” es la manera de la congregación de afirmar la bendición del líder. Afirmar y asentir es lo justo cuando se dicen cosas importantes a Dios o acerca de Dios en una asamblea pública. Esta es la implicación de estos textos.

“Amén” en el Nuevo Testamento

Pablo llega al Corinto greco-parlante y los instruye acerca de la palabra “Amén” – como si viniera hoy a enseñarnos una palabra en hebreo que no sabíamos. ¿Qué les enseñó? Lo podemos ver en 1 Corintios 14. Pablo está preocupado por el abuso en público del don de lenguas, la gente habla lo que nadie puede entender. No rechaza el don de lenguas. Establece algo muy por encima de eso en la asamblea Cristiana. Él dice que la edificación no llega por medio del asombro por los milagros, sino por el entendimiento de Dios. Por eso el versículo 19 dice que es mejor cinco palabras inteligibles que puedan ayudar a entender a Dios que diez mil palabras ininteligibles que hacen temblar de asombro.

Pablo pone mucho fervor para que el hablar públicamente (ya sea orar o predicar) sea un acto de entendimiento y acuerdo colectivos- no que sea una persona haciendo lo suyo y otros se aturdan. Ni siquiera que sea una persona haciendo lo suyo y otras entiendan pero en silencio. ¿Entonces qué? Su respuesta está justamente dentro de los versículos 15-16.

¿Cuál es la consecuencia entonces? Oraré con el espíritu, pero también con el entendimiento. Cantaré con el espíritu, pero también con el entendimiento. De otra manera si bendices solo en espíritu, ¿cómo dirá “Amén” a tu acción de gracias el que no tiene ese don, puesto que no entiende lo que estás diciendo?

Pablo asume algo acá. Él asume que cuando se ora en público, otras personas, además de la que está orando, dicen “Amén”. No dejemos esto de lado. Parece que le interesa a Pablo. Pudo haber dicho: no hablen de una manera incomprensible porque nadie puede edificarse en esa fe, ya que la fe viene de la palabra de Cristo que es entendida. O podría haber dicho: siempre busquen una interpretación. Pero dijo más que eso. En el versículo 16 dijo: Si oran de manera que la gente no les entienda, ¿cómo dirán ellos “Amén”?

Decir “Amén” hace que Otros se Afirmen al Cuerpo

Qué pasaría si alguien le dice a Pablo: “No me importa si la gente dice “Amén” a mis plegarias”. O si alguien dice: “No es mi costumbre o no está en mi personalidad decir algo en voz alta cuando estoy en un grupo”. ¿Qué diría Pablo? Creo que diría: Esto no tiene nada que ver con los gustos personales o con las tradiciones de la Alta Iglesia o la Baja Iglesia. Ni con la cultura, digamos, la cultura Afroamericana contra la cultura Sueco-americana. Se refiere a la voluntad de Dios de que sea una veneración colectiva, que se base en antiguos patrones bíblicos de oración y predicación, reflejada en una sola palabra que atraviesa todas las culturas.

Creo que Pablo diría: Dios nos convoca a que no seamos personas aisladas, calladas o encapsuladas durante el culto de adoración. Llegamos, escuchamos y nos marchamos en forma privada, sin que nadie sea capaz de decir lo que ama, desea o anhela, puesto que no manifestamos nada – ni eco, ni empatía -. También diría que Dios nos incita a salir de nuestros capullos de aislamiento emocional y de respuesta invisible, inaudible y no compartida. Y que es la voluntad de Dios que nos hagamos eco de Su excelencia al predicar y orar – que afirmemos la verdad de Dios en la Palabra, que nos hagamos escuchar con plegarias dirigidas a Dios llenas de deseos y anhelos.

Voy a mencionar dos razones por las que tenemos que mejorar lo que hacemos y luego terminar con dos sugerencias prácticas. Consideremos 2 Corintios 1:20. Este pasaje nos da el significado más claro y profundo de la palabra “Amén”. “Todas las promesas de Dios encuentran en Él [es decir en Cristo] su Sí [que es la traducción de “Amén”] por lo tanto a través de Él decimos “Amén” para gloria de Dios”.

Lo que hace Pablo es precisamente lo que yo trato de hacer ahora. Toma la conocida palabra “Amén” y trata de que vuelva a tener la carga teológica, que las palabras pierden tan rápidamente, para darle significado, fuerza y poder cuando la usamos.

Cristo es el “Amén” de Dios

Pablo dice que Cristo es el Sí de Dios a todas las promesas que están en la Biblia “Todas las promesas de Dios encuentran su Sí en Él”. Cristo es el “Amén” de Dios a todo lo que ha dicho. Cristo afirma y asegura las promesas con su Sangre. Ya no es un obstáculo el hecho de que no merecen la promesa de Dios de llegar a ustedes, con Su bondad y Su misericordia todos los días de sus vidas. Cristo se hace cargo de las cosas malas que merecen y pone rectitud en ustedes. Es el Sí de Dios a todas las promesas en sus vidas. Por su bien las recibirán si confían en ÉL.

En el versículo 20b, Pablo dice “…por lo tanto, a través de ÉL decimos “Amén” para gloria de Dios”. En otras palabras, la razón por la que decimos “Amén” a través de Cristo, cuando escuchamos predicar sobre las promesas de Dios, o escuchamos una plegaria de anhelo para que se cumplan las promesas de Dios, es que Cristo nos dijo “Amén”. Es el Amén de Dios a nosotros. Dios nos dice “Amén” a través de Cristo en la cruz y nosotros le respondemos “Amén” a través de Cristo con nuestras oraciones y prédicas. Por lo tanto, esta es una razón más para acrecentar nuestro asentimiento, más de lo que lo hacemos en la veneración y plegaria colectivas.

“Amén” es Parte de la Exaltación de Dios

La otra razón se encuentra en la Revelación. Juan interrumpe su predicación con un “Amén”. Si consideramos la adoración final en el cielo, vemos que “Amén” es una de las principales formas que esta adopta.

Observen la Revelación 1:7, “He aquí que ÉL [Cristo] viene con las nubes y todo ojo lo verá, y aún los que lo traspasaron y todos los linajes de la tierra se lamentarán por Él. No obstante, es [literalmente Sí], ‘Amén’”. Juan se entremete en su propia predicación cuando dice algo tan maravilloso que no puede contenerse a sí mismo. Cristo viene. Todos lo verán – todos. Aún aquellos que lo traspasaron. Y todos aquellos que no se han arrepentido llorarán. Juan interrumpe su propio sermón y dice en griego ¡Naí! Y en Hebreo ¡Amén! – Sí, Amén, Así sea, ven Señor Jesús.

El libro termina con la misma conexión. En la Revelación 22.20 Juan dice: “Aquél que da testimonio de estas cosas [es decir Cristo] dice Sí [= Amén], ciertamente vendré pronto”, después de lo cual Juan llora. “Amén. Ven, Señor Jesús” Juan le responde a Jesús “Sí” con su propio “sí”: ¡Amén! ¡Ven!

Finalmente, observemos en la Revelación 5:14 que la palabra “Amén” es esencial en los actos eternos de adoración en el cielo. En el versículo 13b Juan describe la adoración celestial. Toda la creación dice “Al que se sienta en el trono y al Cordero, sea la gloria, honor, alabanza y poder para siempre. ‘Y los cuatro seres vivientes decían Amén y los ancianos se postraron en actitud de veneración y lo adoraron’”. En otras palabras, cuando los seres que expresaban su adoración – como nosotros deberíamos hacer siempre -, oyen que se estaba exaltando a Dios, quieren participar también en esa exaltación y lo hacen con el “Amén”.

¿Qué debemos decir? ¿Qué debemos hacer?

Decir “Amén” cuando rezamos juntos

Lo fundamental es: “Seamos naturales y saludables”. Lo que quiero decir es que cuando ustedes están hablando con alguien o en la presencia de alguien, sobre cosas que son muy queridas, o dolorosas o que les dan miedo y ellos no hacen ningún comentario que les de alguna señal que están compartiendo sus valores, sus heridas o sus miedos, no hay posibilidades de tener una relación natural y sana. Actualmente eso es lo que sucede en las reuniones de oración y en la mayoría de las predicaciones. Eso no es natural ni saludable. Me temo que lo aceptamos como algo normal. La adoración disfuncional es un deshonor hacia Dios, mientras que la adoración saludable no lo es.

Una persona muestra sus sentimientos en un círculo de oración y hay silencio absoluto. ¿Qué significa esto? Probablemente, me dirían quince significados diferentes. Simplemente voy a exponerles otra manera de expresarlo. Una manera más bíblica. Mientras otros oran, ustedes susurran “Amén”, “Sí, sí”, “Umm” o “Hazlo, Señor”. Dije susurrar, por una parte porque quiero hacerlo fácil para ustedes y por otra parte porque que se supone que no tienen que tomar el control o poner atención en ustedes mismos. El tranquilo murmullo de los “Amén”, “Sí” y “Umm” es como una música de fondo que apoya al que ora y se une a él en la oración. Y al final de la oración, expresar un “Amén” intenso significa un momento poderoso ante el trono de gracia.

La pregunta trascendental es: Cuando escuchan a alguien orar ¿sienten un deseo intenso por lo que se ora? ¿Esperan ansiosos lo que Dios hará? ¿Se glorifican en el Dios que es alabado? Si es así, hagan de ese instante un momento colectivo, como Pablo nos convoca a hacerlo, y no solo una experiencia aislada, privada e individualista.

Decir “Amén” Cuando Escuchamos la Palabra Predicada

Y lo mismo debe ser con la predicación. Para mí, la predicación es una exultación expositiva. Es una especie de oración, una especie de exultación ante Dios. Voy a hablar de este tema la semana próxima. ¿Por qué la predicación es esencial en los servicios de culto colectivos? Simplemente voy a decir que prédica es adoración. Es anunciar la buenas nuevas sobre Dios en Cristo por medio de una persona a la que Dios llamó, envió y ungió para hacer de la verdad bíblica algo simple, bello y poderoso. Es algo maravilloso que esto pase cuando rendimos culto, pero no es natural ni saludable que el pueblo de Dios, generalmente, se quede en silencio. Es como si una esposa al volver a su casa cuenta extasiada a su familia la puesta de sol que vio y tanto su esposo como sus hijos la miran sin decir nada. Eso contribuye a que una relación natural y saludable sea imposible. Y también minimiza la belleza de la puesta de sol.

Dios sabe esto respecto al culto de adoración y la prédica. Por eso durante 4000 años lo hizo simple para nosotros: dispuso la palabra “Amén”. No se está hablando de gritar, dominar o distraer. Es simplemente un llamado para hacer de la oración y la prédica una exultación colectiva con la supremacía de Dios. Es un llamamiento a expresar “Sí” y “Amén” de forma auténtica y sincera.



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