Bienaventurados los pobres en espíritu que lloran

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English: Blessed Are the Poor in Spirit Who Mourn

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Por John Piper sobre Humildad
Una parte de la serie Las Bienaventuranzas

Traducción por Maria Clara Canzani


Mateo 5:3-4 (LBLA)
Bienaventurados los pobres en espíritu,
pues de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran,
pues ellos serán consolados.

En 1978 hablé en Aspen, Colorado, en una reunión de alumnos de InterVarsity y gente de la calle. Al finalizar mi charla uno de los alumnos formuló una pregunta muy común. Dijo, "¿No es el cristianismo una muleta para la gente que no puede valerse por sí misma?"

Mi respuesta fue muy simple. Dije "Si". Punto.

Contenido

¿Qué tiene de malo una muleta?

No puedo recordar cómo siguió la conversación a partir de ahí. Por lo tanto permítanme seguirla desde este punto. Mi respuesta sería, "¿Por qué el pensamiento de que el cristianismo es una muleta se considera una crítica válida?" La gente por lo general no mira una muleta y dice, "está mal, es una muleta." La gente no piensa en general que las muletas sean cosas malas. ¿Por qué una muleta se convierte en algo malo cuando se trata del cristianismo?

Pienso que esta es la respuesta que daría la mayoría de los críticos: si el cristianismo es una muleta, entonces sólo es buena para los lisiados. Pero no nos gusta vernos a nosotros mismos como lisiados. Y por ende es ofensivo para nuestra autosuficiencia etiquetar el cristianismo como una muleta.

Pero Jesús dijo "Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores" (Marcos 2:17). En otras palabras, las únicas personas que eventualmente obtendrán lo que Jesús tiene para dar son personas enfermas, que saben que son espiritual, moralmente y muy a menudo físicamente lisiadas.

Todos tienen un credo

Todos tienen un credo. Todas las personas creen en algo y forman sus vidas alrededor de eso. Incluso los agnósticos creen con gran convicción que no se debe creer nada con gran convicción (por esto es tan difícil ser un agnóstico coherente). Todos nosotros tenemos un credo por el cual vivir, ya sea que lo podamos expresar o no.

¿Cuál es el credo detrás de la convicción de que si el cristianismo es una muleta, es indeseable e indigno de aceptación? Creo que la respuesta es esta: el credo detrás de esta crítica del cristianismo es la confianza de que no somos lisiados y que la verdadera alegría y satisfacción en la vida se deben encontrar en la búsqueda de la autosuficiencia, la confianza en uno mismo, la autodeterminación y la autoestima.

Cualquier Mesías que venga y proponga remplazar la autosuficiencia por una confianza en Dios semejante a la de un niño, la confianza en sí mismo por la sumisa dependencia de Dios, la autodeterminación por la gracia soberana, y la autoestima por la magnífica misericordia con los indignos—ese Mesías va a ser una amenaza para la religión de la auto-admiración. Esa religión ha dominado el mundo desde que Adán y Eva se enamoraron con la imagen de su propio potencial independiente cuando vieron su reflejo en el ojo de la serpiente: "No moriréis, seréis como Dios".

El credo de la autoconfianza

Ralph Waldo Emerson, poeta y filósofo norteamericano que murió hace unos 100 años, escribió un famoso ensayo titulado “Autoconfianza." En él captura el espíritu de la época, y el espíritu de nuestra época.

Confía en ti mismo, cada corazón vibra con esa cuerda de hierro. El descontento es la falta de confianza en uno mismo. Es la enfermedad de la voluntad.

¡Ajá! Ahora vemos el credo detrás de la crítica del cristianismo como muleta. La enfermedad real del mundo, según Emerson, es la falta de confianza en sí mismo. Y entonces, para su consternación, llega Cristo, no con una cura para la enfermedad ¡sino con una muleta! Cristo es un obstáculo y una ofensa para Emerson y para todos los Terry Cole-Whittaker de nuestros días—sí, incluso para nosotros—porque toma la enfermedad que nosotros más odiamos, a saber, el desamparo, y en lugar de curarla, la convierte en la entrada al cielo.

Bienaventurados los pobres en espíritu,
pues de ellos es el reino de los cielos.

Santos de las Escrituras que eran pobres de espíritu

¿Qué significa esto? ¿Qué significa ser pobre en espíritu? Para averiguarlo veamos a algunos grandes hombres de Dios en la Escrituras.

Abraham

Al interceder con el Señor sobre Sodoma y Gomorra, dijo, "He aquí, ahora me he atrevido a hablar al Señor, yo que soy polvo y ceniza " (Génesis 18:27).

Jacob

Cuando Jacob volvió a la tierra prometida tras pasar 20 años en exilio, batalló con Dios en oración y dijo, “Indigno soy de toda misericordia y de toda la fidelidad que has mostrado a tu siervo; pues con sólo mi cayado crucé este Jordán, y ahora he llegado a tener dos campamentos." (Génesis 32:10).

Moisés

Cuando Dios fue a él con una misión para sacar a su pueblo de Israel, él dijo, "¿Quién soy yo para ir a Faraón, y sacar a los hijos de Israel de Egipto?... Por favor, Señor, nunca he sido hombre elocuente, ni ayer ni en tiempos pasados, ni aun después de que has hablado a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua" (Éxodo 3:11; 4:10).

La razón por la que Dios se enojó con Moisés no es la humilde evaluación de sus propias habilidades, sino su falta de fe en la capacidad de Dios. Dios respondió y dijo a Moisés, "¿Quién ha hecho la boca del hombre? ¿O quién hace al hombre mudo o sordo, con vista o ciego? ¿No soy yo, el Señor? Ahora pues, ve, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que has de hablar" (Éxodo 4:11–12).

La respuesta a la parálisis de la baja autoestima

¿Cuál es la solución bíblica cuando una persona está paralizada por un sentido de culpa, indignidad o inutilidad? Creo con todo mi corazón que la solución no es la autoestima. Dios no dijo a Moisés, "Basta de menospreciarte. Tú eres alguien. Tú eres elocuente". Esta no es la manera bíblica. Lo que dijo Dios fue, "Basta de mirar a tu propia indignidad e inutilidad y mírame. Yo he hecho la boca. Yo estaré contigo. Yo te ayudaré. Te enseñaré lo que has de hablar. ¡Mírame y vive!"

La respuesta bíblica a la parálisis de la baja autoestima no es alta autoestima; es gracia soberana. Puedes probar si estás de acuerdo con esto si puedes repetir gustosamente las palabras de Isaías 41:14, "No temas, gusano de Jacob… yo te ayudaré —declara el Señor— y tu Redentor es el Santo de Israel". En otras palabras, la manera que tiene Dios para liberar y movilizar a las personas que se ven a sí mismas como gusanos, no es decirles que son mariposas maravillosas, sino decirles "Yo te ayudaré. Yo soy tu redentor... Ve ahora a Egipto, y yo estaré contigo" .

El secreto de William Carey

William Carey no tenía una alta autoestima. Él se castigaba una y otra vez por su pecado. Cuando el incendio de 1812 destruyó docenas de sus preciosos manuscritos, no le echó la culpa al diablo. Él dijo, "¡Qué insondables son los caminos de Dios!" Luego se acusó a si mismo de felicitarse de manera exagerada por su trabajo y dijo, "El Señor nos ha golpeado, tenía el derecho de hacerlo, y nosotros merecemos sus correcciones" .

Cuando sobrevivió a cuatro de sus camaradas de misión, escribió a Andrew Fuller: "Yo no sé por qué se preserva un árbol tan infructuoso, pero el Señor es demasiado sabio para equivocarse". Cuando murió en 1834 en Serampore, se colocó una simple lápida en su tumba con las palabras que había solicitado. Al escucharlas, quiero que te preguntes ¿cuál era el secreto de William Carey? ¿Cómo pudo perseverar durante 40 años sobre todos los obstáculos—como un hombre sencillo, sufriendo fiebres recurrentes, rengueando durante años por una lesión del año 1817, y aun así traduciendo la Biblia completa a seis idiomas y partes de ella a otros 29 idiomas—? ¿Cuál fue el secreto de esta utilidad y productividad para el reino? En la lápida de su tumba se lee,

WILLIAM CAREY
Nació el 17 de agosto de 1761
Murió el 9 de junio de 1834
Un despreciable, pobre y desvalido gusano,
caigo en Tus brazos amorosos.

El secreto para William Carey no era la autoestima. Fue pobre de espíritu hasta el final. "Un despreciable, pobre y desvalido gusano," se llama a sí mismo, conociendo muy bien sus pecados y fracasos.

Su secreto estaba en la última línea de su epitafio: "Caigo en Tus brazos amorosos". Este fue su secreto al morir y este fue su secreto en la vida. Él se arroja, pobre, desvalido, despreciable, en los amorosos brazos de Dios. Porque conocía la promesa de Jesús: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque a ellos les pertenecen los brazos misericordiosos y poderosos del Rey de reyes.

Más santos de las Escrituras que eran pobres en espíritu

Mi oración es que todos nosotros en Bethlehem encontremos el secreto de la productividad, la utilidad y la felicidad NO en los placeres de la autoestima, sino en el poder de la gracia soberana. "No temas, gusano de Jacob. . . Yo te ayudaré, dice el Señor".

David

"Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás" (Salmo 51:17). Todos están de acuerdo en que éste es el espíritu que complace a Dios cuando has sido sorprendido en adulterio y asesinato. ¿Pero qué pasa cuando estamos haciendo bien las cosas?

Cuando se estaba haciendo la colección para el templo, David oró, "Pero ¿quién soy yo y quién es mi pueblo para que podamos ofrecer tan generosamente todo esto? Porque de ti proceden todas las cosas, y de lo recibido de tu mano te damos" (1 Crónicas 29:14).

En otras palabras, aun cuando David y su pueblo estuvieran realizando un acto de virtud, David no cedió a los impulsos de la autoestima. En cambio fue llevado por los impulsos de la gracia soberana: "¡Quiénes somos nosotros para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes! ¡A Dios sea la estima, a Dios! Y no a nosotros, incluso en nuestra virtud".

Salomón

"Señor Dios mío, has hecho a tu siervo rey en lugar de mi padre David, aunque soy un muchacho y no sé cómo salir ni entrar" (1 Reyes 3:7).

Job

"He sabido de ti sólo de oídas, pero ahora mis ojos te ven; por eso me retracto y me arrepiento en polvo y ceniza" (Job 42:5–6).

Isaías

"¡Ay de mí! ¡Porque perdido estoy, pues soy hombre de labios inmundos y en medio de un pueblo de labios inmundos habito, porque han visto mis ojos al Rey, el Señor de los ejércitos!" (Isaías 6:5).

Entonces aprendemos de Job e Isaías que una fuente de humildad es ver a Dios en su poder y santidad.

Juan el Bautista

"Yo bautizo en agua, pero entre vosotros está Uno a quien no conocéis. El es el que viene después de mí, a quien yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia... Es necesario que Él crezca, y que yo disminuya" (Juan 1:27; 3:30). ¿Podría ser esto el motivo de que Jesús dijera: "Entre los nacidos de mujer, no hay nadie mayor que Juan" (Lucas 7:28)? "Si alguno desea ser el primero, será el último de todos y el servidor de todos” (Marcos 9:35).

El cobrador de impuestos

Jesús dijo una parábola de un fariseo y un cobrador de impuestos que fueron al Templo a orar. Con respecto al cobrador de impuestos dijo, "Pero el recaudador de impuestos, de pie y a cierta distancia, no quería ni siquiera alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “Dios, ten piedad de mí, pecador.” Os digo que éste descendió a su casa justificado" (Lucas 18:13–14). Que es simplemente otra forma de decir "Bienaventurados los pobres en espíritu."

El centurión

"Jesús iba con ellos, pero cuando ya no estaba lejos de la casa, el centurión envió a unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes más, porque no soy digno de que entres bajo mi techo; por eso ni siquiera me consideré digno de ir a ti, tan sólo di la palabra y mi siervo será sanado... Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la multitud que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado una fe tan grande" (Lucas 7:6–9).

La mujer cananea

Cuando Jesús rechazó su pedido de ayuda, dado que ella no era judía, ella dijo, "Sí, Señor, pero también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos". A lo que Jesús responde, "¡Oh, mujer, grande es tu fe!"

Así, aprendemos del centurión y de la mujer cananea que la pobreza de espíritu está en el corazón de lo que es la fe verdadera.

Pedro

Cuando vio el poder de Jesús en el Lago de Genesaret, "Al ver esto, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús, diciendo: ¡Apártate de mí, Señor, pues soy hombre pecador!". (Lucas 5:8).

Pablo

"Yo sé que en mí, es decir, en mi carne, no habita nada bueno; porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no" (Romanos 7:18).

"Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros" (2 Corintios 4:7).

"Yo planté, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento. Así que ni el que planta ni el que riega es algo, sino Dios, que da el crecimiento" (1 Corintios 3:6–7).

"Para salvar a los pecadores, entre los cuales yo soy el primero. Sin embargo, por esto hallé misericordia, para que en mí, como el primero, Jesucristo demostrara toda su paciencia como un ejemplo para los que habrían de creer en Él para vida eterna" (1 Timoteo 1:15–16).

¿Qué es entonces la pobreza en espíritu?

La razón por la que digo que hay una SENSACIÓN de impotencia, una SENSACIÓN de quiebra, una SENSACIÓN de impureza y una SENSACIÓN de indignidad es que, objetivamente hablando, todos somos pobres de espíritu. Todos, ya sea que lo sientan o no, son impotentes sin Dios, están quebrados y son impotentes, impuros e indignos frente a Dios. Pero no todos son "bienaventurados."

¿Quién es bienaventurado?

Cuando Jesús dice, "Bienaventurados los pobres en espíritu", no se refiere a todos. Se refiere a quienes lo sienten. Por eso es tan apropiado tomar la primera y segunda bienaventuranzas juntas. "Bienaventurados los que lloran", aclara el aspecto subjetivo de ser pobre de espíritu.

Bienaventurados son los pobres en espíritu que lloran. Bienaventuradas las personas que sienten profundamente sus deficiencias, sus culpas, sus fracasos, su indignidad y su vacío—que no tratan de ocultar esas cosas bajo una capa de autosuficiencia, sino que son honestos al respecto y lo lamentan y son conducidos a la gracia de Dios.

¡Bienaventurado eres tú! Porque serás confortado. ¡No temas, gusano de Jacob! ¡No temas, Moisés, Jeremías (Jeremías 1:6–8), Isaías, Pedro! Porque estaré contigo, Yo te ayudaré, Yo te fortaleceré, Yo te sostendré con mi victoriosa mano derecha. Tuyo es el mismísimo reino de Dios. Amén.



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