Cómo (no) seguir siendo tibio

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English: How (Not) to Stay Lukewarm

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Por Greg Morse sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Andrea Ledesma


Durante años pensé que era cristiano.

Juraba tener una relación con Dios.

Creía que podía morir en cualquier momento y ser recibido en el cielo.

No lo era. No lo hice. No lo sería.

No tenía ninguna clasificación para alguien que pensaba que era un seguidor de Cristo y de verdad no lo era. Supuse que si tenía el deseo de ser un cristiano, Dios debería recibirme con una resonante alegría. Nunca leí que habría personas el día del juicio que saludarían a Jesús enfáticamente, lo llamarían «Señor, Señor» y aun así serían rechazadas por él (Mateo 7:21–23). Nunca nadie me dijo que las personas harían tantos trabajos grandiosos para Dios y aun así se perderían.

Me convencí de que estaba a salvo de la ira de Dios. Nadie me comentó que la boca de Dios vomitará al «cristiano» tibio (Apocalipsis 3:16). Nadie me informó que si Dios no era el primero en mi corazón, no tenía ni la necesidad urgente de arrepentimiento ni estaba perdido. Según Francis Chan, era tibio y me encantaba.

Contenido

Tibio y me encanta

No maldije tanto. No me acosté con gente por ahí. Fui a la iglesia casi todos los domingos. Debo ser un cristiano.

Dije que Jesús murió por mis pecados. Canté las canciones que aparecían en la pantalla. Recé antes de las comidas. Felicité a Dios por mis logros atléticos. Debo ser un cristiano.

Sí, Dios no era mi todo. Sí, nunca leí su palabra. Sí, no rezaba tanto. Sí, en secreto amaba el pecado. Si, la santidad parecía terriblemente aburrida. Sí, rara vez lo alababa en público o pasaba tiempo con él en privado. Pero él entendía. Después de todo, yo solo era humano. Nadie es perfecto.

Si Dios no hubiera intervenido, me habría despertado de mi engaño a un lago de fuego. Imaginé que me di un festín en la mesa de gracia, bebí del cáliz de la vida eterna, pero estaba comiendo basura y bebiendo agua de las cloacas. Estaba soñando, como los que fueron descritos en Isaías:

«Y será como cuando un hambriento sueña, y he aquí, está comiendo; pero cuando despierta, su hambre no ha sido satisfecha. O como cuando un sediento sueña, y he aquí, está bebiendo; pero cuando despierta, he aquí, está desfallecido, y su sed no ha sido aplacada» (Isaías 29:8).

Habría sido la criatura más miserable en toda la perdición.

Y me mantuve en mi engaño, silencié mi consciencia y me convencí de que todo estaba bien con Dios por esta simple estrategia: me negué a leer el libro de Dios y me comparé con las personas a mi alrededor.

Cómo seguir siendo tibio

Comparar mi fe con otros a mi alrededor (hasta con quienes no son cristianos) fue la forma más fácil, tal como expresa C.S. Lewis, de bajar por la leve pendiente hacia el infierno.

LA MIRADA DESPECTIVA

Menospreciaba a quienes eran «menos» cristianos para confirmar mi autocomplacencia. La garantía de mi salvación venía en gran parte de que me creía, externamente, mejor que muchas de las cabras que creen ser ovejas.

Recé como los fariseos: Dios, gracias por que no soy como otros hombres, fornicadores, mentirosos, adúlteros. No sabría que era un cristiano sin ellos.

Cuando un pato se compara con otros patos, se corona a sí mismo como un cisne.

LA MIRADA APRECIATIVA

Cuando me encontraba con creyentes reales, sentía momentos de profunda convicción. Pero para seguir siendo tibio, concluí que estos eran, simplemente, estelares cristianos.

En vez de ubicarlos en la categoría de «los vivos», mientas yo estaba en la de «los muertos», concluí que ellos eran los Vengadores. Ellos eran los cristianos que tenían 10; yo era el cristiano que tenía 7 o 6.50, pero ambas calificaciones querían decir que aprobábamos. Solo porque no pertenecía al equipo de los cristianos ilustres no significaba que no estuviera en él, ¿verdad?

Y una vez que hube establecido la categoría de los superhéroes cristianos, busqué las razones para ubicar en ella a los creyentes que me incomodaban. ¡Oh, quiere ser pastor! Oh, fueron misioneros durante varios años. Oh, crecieron en un hogar cristiano toda su vida. Oh, solo tienen una personalidad que se emociona por todo. Eso lo explica.

Con gusto me rendí a ser un hobbit espiritual. Después de todo, ellos estaban demasiado involucrados en el grupo.

Donde no miré: la Biblia

Cuando era tibio, el libro de Dios estaba lleno de polvo y sin abrir en mi habitación.

Luego, Dios me llevó hacia su palabra y me salvó. Se encontró con un triste hobbit de aproximadamente dos metros en su fría y húmeda habitación. Hizo que viviera a través de su espíritu y su palabra. La viva fe consumió la tibia calidad de la iglesia en el incontenible Dios de la Biblia.

Allí leí que debes nacer de nuevo para entrar al reino (Juan 3:3). Allí leí que amar a Jesús por sobre los demás (padre, madre, hijo, hija, cónyuge) no era solo para los súpercristianos, sino para todo aquel que siguiera a Jesús (Mateo 10:37–39). Allí leí que Dios se disgustó conmigo por honrar con los labios antes de las comidas y un domingo a la mañana, mientras mi corazón permanecía alejado de él (Isaías 29:13–14). Allí leí que podría buscar las Escrituras en miles de estudios bíblicos, y aun así negarme a verdaderamente ir a Jesús y tener vida (Juan 5:39–40).

Allí leí que no podría ser lo suficientemente bueno como para agradecerle a Dios (Lucas 17:10). Que de ninguna manera podría agradarle mientras haya vivido en la carne (Romanos 8:8). Allí leí que estaba legítimamente maldito por no amar a Jesús (1 Corintios 16:22) y que el castigo sería el tormento eterno (Apocalipsis 14:11).

Allí leí que Dios no era un niño socialmente raro, desesperado por que alguien se sentara con él en el comedor. Allí leí que su nombre es «Rey de reyes y Señor de señores» (Apocalipsis 19:16) ante quien toda rodilla se doblará (Filipenses 2:10). Allí leí que no me necesitaba (Hechos 17:25); que si me negaba a adorarlo, las piedras clamarán (Lucas 19:40). Allí leí que yo fui creado para su gloria, no él para la mía (Isaías 43:7).

Allí leí que si era lánguido al apreciar a Cristo, arrepentirme de los pecados y me negaba a rendirme en una alegre obediencia, él me vomitaría de su boca (Apocalipsis 3:15–16).

Buenas noticias para los tibios

Pero también leí allí que mientras éramos peores que tibios, el Rey de reyes murió por nosotros (Romanos 5:8). Que a pesar de que me gané la muerte por mi pecado y mi apatía, la dádiva de Dios es la vida eterna en Cristo (Romanos 6:23). Allí también leí que Jesús no vino por quienes están sanos, sino que su compasión y gracia son para quienes están enfermos en sus pecados (Lucas 5:31).

Allí también leí que si tenía sed y no tenía dinero, Dios me invitaba a venir y calmar mis necesidades en él (Isaías 55:1). Allí también leí que si estaba cansado de trabajar por aquello que no me complacía y recurría a él, él me alimentaría con comidas abundantes, me daría vida y haría conmigo un pacto eterno a través de su hijo (Isaías 55:2–3).

Allí también leí que el Señor está cerca de cualquiera que quisiera volver a él para que lo perdonara. Que al pecador más vil (y tibio) le ofrece perdón absoluto y compasión más allá de lo que se atrevería a esperar (Isaías 55:6–9). Allí leí que su invitación se compró a costa del Hijo de Dios (Isaías 53:1–12).

Si eres tibio y estás leyendo esto, te tengo buenas noticias: aún hay tiempo. Arrepiéntete. Cree. Alégrate. Vive.


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