Cómo Argumentar con Dios

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English: How to Argue with God

© Desiring God

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Por John Piper sobre Oración
Una parte de la serie Summer Psalms

Traducción por Maria del Carmen Zanassi


Salmos de Verano
Mensaje de Domingo a la Noche

Salmo 143

En la primavera pasada, leí un sermón que Charles Spurgeon predicó en Londres hace más o menos un siglo. El texto que el usó en ese sermón era Job 23:3-4, donde Job dice de Dios: "¡Quién me diera a saber dónde encontrarle, para poder llegar hasta su trono! Expondría ante Él mi causa, llenaría mi boca de argumentos”. Spurgeon observó que:

Los santos de antaño acostumbraban, como Job, a realizar un argumento organizado al exponer su causa ante Dios. Como un demandante que va a la corte, que no lo hace pensando en exponer su caso espontáneamente, sino que entra a la sala de audiencias con su demanda bien preparada, sabiendo también cómo comportarse en la presencia del juez ante quien está apelando; por eso es mejor acercarse al trono del Rey de Reyes con premeditación y preparación, tanto como sea posible, sabiendo lo que vamos a hacer, cuál es nuestra posición y qué es lo que deseamos obtener (“Effective Prayer”, Gospel Mission, p.4).

Luego dio su opinión personal que, de acuerdo a mi experiencia, parecía verdadera. Dijo:

Las mejores oraciones que jamás haya escuchado en nuestras reuniones de oración han sido aquellas que están llenas de argumentos. A veces, mi alma se enternece bastante al escuchar a los hermanos que vienen a Dios, sintiendo realmente la necesidad de misericordia, y que tienen que obtenerla, porque ellos le suplicaron a Dios primero que se las conceda por una razón, luego por otra, por una tercera, una cuarta y una quinta razón, hasta que despiertan el fervor de toda la asamblea (“Effective Prayer, p.10).

Desde que leí este sermón de Spurgeon, me he vuelto más y más consciente de cómo los santos de las Escrituras oraban de esta manera. Especialmente, algunos de los salmos muestran a David llenando su boca de argumentos hacia Dios. Creo que vamos a encontrar mucha ayuda para nuestra vida de oración si vemos algunas de estas plegarias, específicamente, el Salmo 143.

Me gustaría que tratáramos de responder tres preguntas de este salmo.

  1. ¿Qué desea David?
  2. ¿Cómo se propone obtenerlo?
  3. ¿Cómo argumenta con Dios?

Lo que David Desea

Primero, ¿qué quería David? La mejor manera de responder esto es juntar todas sus peticiones y ver si todas están en la misma categoría. Hay unas quince peticiones:

Vs.1

Oh Señor, escucha mi oración,
presta oído a mis súplicas,
respóndeme

Vs.2

No entres en juicio con tu siervo

Vs.7

Respóndeme,
no escondas de mí tu rostro

Vs.8

Por la mañana hazme oír tu misericordia
Enséñame el camino por el que debo andar

Vs.9

Líbrame de mis enemigos

Vs.10

Enséñame a hacer tu voluntad
Tu buen Espíritu me guíe a tierra firme

Vs.11

Consérvame la vida
Saca mi alma de la angustia

Vs.12

Extirpa a mis enemigos
Y destruye a todos los que afligen mi alma

Cuando los agrupamos, se ajustan en tres categorías. La primera es el deseo general de ser escuchado y que le respondan, como en los versículos 1 y 7: “Escucha mi oración, presta oído a mis súplicas, respóndeme”. David desea que Dios, primero de todo, esté dispuesto a oír sus peticiones más específicas. Si Dios mirara hacia otro lado, ignorando a David, entonces todas sus súplicas y argumentos serían en vano.

Todas las otras peticiones entran en dos grupos, el deseo de David de seguridad y el deseo de piedad. Su deseo de ser piadoso aparece en el versículo 8: “Enséñame el camino por el que debo andar”, y en el versículo 10: “Enséñame a hacer tu voluntad… guíame a tierra firme”. Hay una gran lección para nosotros, concretamente, cada vez que imploremos a Dios por alguna bendición física o material, siempre debemos incluir una oración sincera para nuestra transformación moral y espiritual. La vida de David estaba en peligro y él suplicaba protección y amparo. Sin embargo la pura existencia, el ansia de mantenerse vivo, no dominaron tanto la mente de David como para que se olvide de la esencia de vivir. ¿Para qué seguir viviendo? Para el creyente la vida terrenal no es un fin en sí mismo. Hay razones para vivir que justifican el deseo de seguir vivo y una de esas razones es hacer la voluntad de Dios, caminar de la manera que Dios ha designado (vv. 8,10). Por eso, David no implora simplemente salvación y seguridad. Le suplica a Dios que le enseñe y lo guíe a “una tierra de integridad” (que es cómo se puede explicar el v.10b). No solo quiere seguir viviendo; quiere vivir para Dios.

Pueden medir su temperatura espiritual viendo si sus plegarias están realzadas con expresiones de deseo de crecer en piedad. ¿Le suplican a Dios para ser más alegres, amorosos, pacientes, amables, afectuosos, sinceros, disciplinados, etc.? O, ¿solo le imploran para que los saque de esta o aquella dificultad financiera, o de alguna enfermedad o situación difícil en el trabajo? Si es así, recuerden que Dios no nos creó y redimió simplemente para vivir y hacerlo prósperamente; nos creó y nos redimió para que seamos santos como lo es Él, para vivir en su benevolencia y así glorificarlo. Entonces, seamos como David, y cada vez que anhelemos tener vida y seguridad, expresemos a Dios que deseamos tener vitalidad espiritual y piedad tanto como la vida misma.

Las otras peticiones de este salmo entran en la categoría de súplicas por seguridad. Primero, seguridad con respecto a los enemigos humanos: versículo 9 “Líbrame de mis enemigos, oh Señor”, versículos 11, 12: “Oh Señor, consérvame la vida . . .sácame del peligro, destruye a mi enemigo y aniquila a mis opresores”. David fue un gran guerrero y no hay duda de que, desde que Saúl lo perseguía, en los primeros tiempos, hasta el final de su carrera de lucha, frecuentemente fue asediado por enemigos que querían eliminarlo de la escena. Y aún en tiempos de aparente paz había peligro de intrigas dentro de su propia corte. Recuerden que su hijo Absalón trató que la gente dejara de tenerle afecto a David.

¿Cómo podemos seguir desempeñándonos cuando sabemos que hay fuerzas hostiles que nos rodean, que pueden irrumpir a veces y hacernos daño? ¿Esto no nos robará la paz, poniéndonos siempre en el límite y haciéndonos sentir preocupados? Sí, lo hará hasta que hayamos buscado a Dios como lo hizo David, orado sinceramente y argumentado a nuestra manera ante Él en su paz.

Pueden pensar que una oración para librarse de los enemigos tiene muy poco que ver con sus vidas tranquilas en la segura Norteamérica suburbana. Y es cierto que pocos de nosotros corren riesgos con los enemigos humanos, como le pasó a David. Pero, hay hostilidades que surgen en el trabajo y en el vecindario que pueden terminar en abuso. Mary Stauffer, probablemente, nunca pensó que las hostilidades contra ella podrían permanecer vivas durante 15 años y luego irrumpir contra ella como lo hicieron.

Para evitar, sin embargo, que nos pongamos contentos porque la animosidad hostil realmente no forma parte de nuestra experiencia, recordemos lo que Jesús les enseñó a sus discípulos que oraran: “No nos dejes caer en la tentación, líbranos del mal”. Todos tenemos un enemigo, cuya hostilidad contra nosotros nunca termina y que está empeñado en nuestra destrucción total, es decir, la destrucción de nuestra fe. Por lo tanto, cuando leemos estos salmos, no sería contrario al espíritu de los mismos si recordamos a nuestro archienemigo, el mal, y luego pedimos a Dios que nos libre de su poder y destruya todas sus fuerzas. Entonces, podremos cantar con Martin Luther:

Aún si hay mil demonios
Prontos a devorarnos
No temeremos porque Dios quiso
Que su verdad triunfe a través de nosotros.
No temblamos por el príncipe
De la oscuridad siniestra
Podemos soportar su furia
Pues condenado es ya
Una pequeña palabra lo derribará

Pero hay otra persona de cuya enemistad David quiere escapar. Quiere escaparse del juicio de Dios. Versículo 2: “No entres en juicio con tu siervo”. David no solo necesita un lugar para protegerse de sus adversarios humanos, sino que necesita protegerse de su adversario divino. Pero, ¿adónde se puede huir del juicio de Dios?

Cómo Ora David

Eso nos lleva a la segunda pregunta que queremos contestar, específicamente: ¿Cómo se propone David obtener la piedad y la seguridad que desea? La respuesta obvia es orando. Este simple hecho me parece alentador, porque David fue un gran hombre; sabemos que era buen mozo, fuerte, sabio, sensible y frecuentemente tenía muchas personas que trabajaban para él a su disposición. Sin embargo, David sin dudar toma el rol de mendigo ante Dios. Lo encuentro muy alentador porque si David no necesitaba hacer eso, entonces podría ser que Dios requiera que todos tengamos la fuerza y las condiciones de David para superar nuestros problemas. Pero, en realidad, el Rey David solo puede orar. Orar es algo que podemos hacer todos no importa cuán sencillos, débiles y torpes seamos. Por lo tanto, es muy estimulante ver a David sometido a la oración para obtener lo que necesita.

Para responder la pregunta ¿adónde podemos huir del juicio de Dios?, hay una sola respuesta que mantenga alguna esperanza: correr hacia Dios. Cuando un niñito desobedece a su papá y provoca su enojo tiene dos posibilidades. Puede irse por la puerta trasera, lo que es imposible no solo porque su padre es más rápido, sino porque en la casa de su padre está la comida y la ropa que el niño necesita para vivir. La otra posibilidad es que corra a los brazos de su padre, estreche su cuello y suplique misericordia. El único escape al juicio de Dios está en la misericordia de Dios. Y allí es adónde huye David. En Dios se puede escapar de todos los adversarios, incluyendo a Dios. Nunca traten de huir de Él; siempre es más veloz. Pero, más aún, solo con Él hay alegría y felicidad completas para siempre.

Hay un uso sorprendente del lenguaje en el Salmo 143, lo cual me hace pensar que es mejor que modifique mi afirmación de que el único escape del juicio de Dios está en la misericordia de Dios. Este sorprendente uso del lenguaje se nota inmediatamente cuando formulamos nuestra tercera y última pregunta: ¿Cómo argumenta David su caso ante Dios? O para ponerlo de otra manera: ¿Sobre qué bases cree que puede pedirle a Dios piedad y seguridad?

Lo que sorprende de los versículos 1 y 2 es que David no solo corre a buscar la misericordia de Dios para escapar de su juicio, sino también la justicia de Dios. “¡Respóndeme por tu fidelidad y por tu justicia! No entres en juicio con tu siervo, porque ningún hombre es justo ante Ti”. Esto parece opuesto. Si nadie es justo ante Dios, incluso yo, ¿entonces no resulta suicida pedirle a Dios que nos responda con justicia? Lo sería si la justicia divina significara solamente su estricta adhesión a una ley de justicia distributiva, según la cual cada persona obtiene lo que se merece. Pero, este no puede ser el significado de justicia en el versículo 1. David, el pecador, nunca le suplicaría a Dios que actuara con justicia si ésta significara darle a una persona solamente lo que merece.

¿Qué significa entonces? bueno, tiene correlación con la justicia de Dios. “Respóndeme en tu fidelidad, en tu justicia”. Quizás entonces, la justicia de Dios es el ser justo por sus promesas, a las cuales Él es siempre fiel. Seguramente es justo para Dios cumplir el pacto con David y con los israelitas en general. Pero, mi problema con esta solución es que, en todos los argumentos de David acerca de por qué Dios tiene que ayudarlo, nunca apela de forma explícita al pacto o a una promesa.

Para ver esto, hagamos una lista de los argumentos que David reúne, o todas las bases sobre las que pide ayuda.

Vs. 1:

Por tu fidelidad
Por tu justicia

Vs.2:

Porque no es justo ante Ti ningún viviente

Vs.3:

Pues el enemigo me ha perseguido
Ha aplastado mi vida contra la tierra
Me ha hecho morar en lugares tenebrosos

Vs.4:

Y en mí languidece mi espíritu
Mi corazón está consternado

Vs.7:

Mi espíritu desfallece
Que no llegue a ser yo como los que descienden al pozo

Vs.8:

Porque en Ti confío
Por Ti elevo mi alma

Vs.9:

He corrido hacia Ti para refugiarme (cubrirme de Ti)

Vs.10:

Porque Tú eres mi Dios

Vs.11:

Por amor a Tu nombre
Por tu justicia

Vs.12:

Por tu constante amor (misericordia)
Pues yo soy tu siervo.

Seguramente esto es lo que quería decir Job con presentar, de manera organizada y ordenada, nuestro caso ante el Señor, argumentado ordenadamente al orar. Pero, noten que David no dice “pues Tú hiciste un pacto conmigo” o “porque me lo prometiste”. Por consiguiente, me predispongo a buscar otro significado de la justicia divina del versículo 1, en vez de “hacer lo correcto” por el pacto.

Tomo mi pista de otro lugar del salmo, donde la justicia de Dios y su fidelidad eran correlativas. En el versículo 11, la justicia de Dios tiene correlación con su compromiso a su propio nombre: “Por amor a tu nombre, preserva mi vida, por tu justicia, saca mi alma de la angustia”, por lo tanto, me parece que la fidelidad del versículo 1, es probable que signifique principalmente la fidelidad de Dios a su propio nombre, y solo secundariamente su fidelidad a las promesas del pacto. Si es así, entonces la justicia de Dios, probablemente, signifique: hacer lo correcto por su nombre, es decir, buscando preservar el honor de su nombre. Para respaldar esto podemos ver Salmos 7:17, donde el nombre y la justicia de Dios se unen otra vez: “Daré gracias al Señor de acuerdo a su justicia y cantaré alabanzas al nombre del Señor”. Si sigo el rastro con David, entonces, la justicia de Dios es su compromiso para honrar su nombre. Sería una equivocación total si Dios permitiera que su nombre fuese deshonrado o menospreciado. David lo sabe y por lo tanto sabe que es una roca sólida e inalterable a la que puede apelar.

Cómo argumenta David

¿Cómo puede David tener esperanzas que la lealtad de Dios a su propio nombre motive a Dios a salvarlo en vez de castigarlo por su pecado, el cual admitió en el versículo 2? La respuesta a esta pregunta se obtiene si vemos todos los argumentos que David usa con Dios.

Además de llamar la atención sobre la fidelidad, justicia, misericordia y lealtad de Dios a su propio nombre, David genera otras dos clases de argumentos: uno es su desesperado lamento; la otra es su fe en Dios. Versículos 2-4: “No entres en juicio conmigo” pues si me castigas estoy perdido, porque como pecador, si pretendes humillarme, mira, ya estoy destruido, mi espíritu desfallece, estoy consternado por mi condición, sediento como tierra seca. No necesitas derribarme, estoy indefenso. Por lo tanto, David argumenta desde su lamento desesperado.

Pero, eso en sí mismo no es muy persuasivo hasta que agrega el otro grupo de argumentos, específicamente, el argumento sobre su fe. Estos son cruciales. Versículos 8-10: “Porque en ti confío . . . a ti elevo mi alma . . . en ti me refugio . . . porque tú eres mi Dios”. Versículo 12. “Porque soy tu siervo”. Ese es el vínculo crucial entre la justicia de Dios y la respuesta a la oración de David. La seguridad de David es que si él confía en Dios con todo su corazón, elevando su alma con el anhelo puesto solo en Él, buscando refugio únicamente en Él y afirmando que Él es su único Dios, entonces el honor de Dios está en juego en la salvación de David. Sería una mancha para el nombre de Dios si alguien que depositó todas sus esperanzas en ese nombre resultara destruido.

Por lo tanto, David encontró una manera de escapar al juicio de Dios – al correr a sus brazos y llenarse la boca de argumentos, que mostraban que el nombre de Dios estaba en juego en cuanto si David era salvado o no.

Hay tanto aquí para que aprendamos. Como conclusión voy a repasar tres cosas brevemente. Primero, no permitan que la pecaminosidad ponga trabas a la búsqueda de ayuda en Dios. Desde el principio, David admitió que si Dios lo juzgaba solo poniendo la mirada en sus pecados, estaba condenado a morir. Todos somos mendigos pecadores ante Dios.

Segundo, cuando apelen a Dios, háganlo llenándose la boca de argumentos. Argumenten desde su desesperado lamento; argumenten desde la naturaleza justa de Dios, es decir, su fidelidad para mantener el honor de su nombre; y argumenten desde la fe o la esperanza en Dios. Corran a los brazos de su Padre y llenen sus oídos de argumentos.

Finalmente, solo pidan siempre lo que honre a Dios. Y una de las mejores maneras de asegurarse de hacerlo es realzando todas sus oraciones con pedidos de piedad, además de seguridad. Es decir, oren, no solo como dice Salmos 79:9: “Ayúdanos, oh Dios . . . por la gloria tu nombre; líbranos y perdona nuestros pecados por amor de tu nombre”, sino que también oren como dice Salmos 31:3: “Porque Tu eres mi roca y mi fortaleza, y por amor de tu nombre me conducirás y me guiarás”.



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