Clamor de angustia y acción de gracias

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English: Cry of Distress and Voice of Thanks

© Desiring God

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Por John Piper sobre Figuras Bíblicas
Una parte de la serie The Minor Prophets

Traducción por Karla Alvarado


La oración de Jonás

Jonás 2

Jeroboam II fue rey de Israel (el reino del norte) por 41 años, durante la primera mitad del siglo octavo antes de Cristo. 2 Reyes 14:25 dice, “Él restableció la frontera de Israel desde la entrada de Hamat hasta el mar de Arabá, conforme a la palabra que el Señor, Dios de Israel, había hablado por medio de su siervo el profeta Jonás, hijo de Amitai, que era de Gat-hefer”. Ya que Jonás 1:1 identifica al profeta Jonás, hijo de Amitai, podemos inferir con seguridad que este es el mismo hombre, y que vivía en el reino del norte de Israel a principios y mediados del año 700 antes de Cristo.

Contenido

El llamado de Dios y la rebelión de Jonás

De acuerdo con Jonás 1:1-2, vino la palabra del Señor a Jonás diciendo: “Levántate, ve a Nínive, la gran ciudad, y proclama contra ella”. Para entender lo que esto significó para Jonás, puede ser útil recordar que en este tiempo Amós estaba clamando por los pecados de Israel y dijo que Dios iba a levantar una nación contra ella, es decir, a Asiria (Amós 6:14). Nínive era la ciudad principal de Asiria. Así que justo cuando Amós estaba profetizando sobre el destino de su patria a manos de Asiria, Dios le dijo a Jonás que fuera a predicar a Nínive, la ciudad principal de Asiria. Es como si Dios le dijera a Ronald Sider que predijera la Tercera Guerra Mundial, mientras envía a Jerry Falwell a celebrar avivamientos en Moscú. (Sin embargo, esperaría que fuéramos más atentos a Sider en comparación con la respuesta que Israel le dio a Amós y que Jerry Falwell se dirigiera a Moscú mucho más atento que Jonás a Nínive).

La mayoría de ustedes recuerdan en términos generales lo que sucedió. Jonás no fue al este de Nínive sobre el río Tigris. Se fue en un barco a Jope con destino a Tarsis (probablemente en España). Dios lanza una tormenta contra el barco. Cuando las oraciones de la tripulación resultan inútiles, despiertan Jonás y le dicen que ore. Luego echaron suertes para ver quién había sido el culpable por tal tormenta, y la suerte cayó a Jonás. Cuando le preguntaron quién era, dijo, “Soy hebreo, y temo al Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra” (1:9). Cuando la tripulación preguntó qué podría calmar la tormenta, Jonás dijo, “Tomadme y lanzadme al mar, y el mar se calmará en torno vuestro” (1:12). Es un enigma para mí por qué Jonás se ofreció tan fácilmente a dar su vida por el bien de marineros paganos (1:5), cuando un par de semanas más tarde se enoja con Dios por salvarle la vida a 120.000 ninivitas paganos. Probablemente la disposición de Jonás a morir en el mar Mediterráneo se debió principalmente a remordimiento y vergüenza. Se da cuenta de lo tonto que fue tratar de huir “de la presencia del Señor” (1: 3). ¿Cómo se puede huir del Señor, quien hizo el mar y la tierra (1:9)? Dios le ha perseguido y ha expuesto su necedad. Su culpa es tan evidente que simplemente se entrega a la sentencia de muerte, o al menos eso parece.

La tripulación lo tiró por la borda, y la tormenta cesó. Jonás se hunde, ¿y qué sucede? Lo primero que sucede no es la aparición de un gran pez que se traga a Jonás. Antes del pez, viene el clamor de angustia. A pesar de que Jonás sabía que era culpable, aunque sabía que merecía la muerte y a pesar de que había entregado su vida a la justicia de Dios, aún en el momento en que la muerte era inminente, Jonás recordó que el Dios a quien había servido tan imperfectamente seguía siendo “clemente y compasivo, lento para la ira y rico en misericordia, y que te arrepientes del mal con que amenazas” (4: 2). Y clamó al Señor por misericordia. Entonces el Señor envió un gran pez para rescatar a Jonás. El Señor tuvo piedad de su profeta y lo salvó de milagro en el vientre de un pez.

El capítulo 2 es la oración de Jonás mientras estaba consciente dentro del pez. Él relata su clamor de angustia en el mar y agradece por su liberación.

La historicidad de Jonás

Antes de ver este capítulo, permítanme mencionarles brevemente por qué considero este libro como histórico y no como una parábola. No sólo fue Jonás un personaje histórico, como hemos en 2 Reyes 14:25, sino que también, en el Nuevo Testamento, Jesús trata la historia de Jonás como histórica. Él dice en Mateo 12:40, “Porque como estuvo Jonás en el vientre del monstruo marino tres días y tres noches, así estará el Hijo del Hombre tres días y tres noches en el corazón de la tierra. Los hombres de Nínive se levantarán con esta generación en el juicio y la condenarán, porque ellos se arrepintieron con la predicación de Jonás, y mirad, algo más grande que Jonás está aquí”. Aquellos que respetamos la sabiduría de Jesús seremos tardos en dudar de su juicio. Él pensó que la historia era histórica, por lo que nosotros debemos hacerlo también. Si nos preguntamos cómo puede un hombre sobrevivir en el vientre de un pez durante tres días, la respuesta es que probablemente no podría, así como una persona no puede permanecer tres días en una tumba y vivir de nuevo. Es por eso que Jesús lo llama una “señal”. En Mateo 12:39 dice: “Una generación perversa y adúltera demanda señal, y ninguna señal se le dará, sino la señal de Jonás, el profeta”. Jesús sabía que esto no fue un acontecimiento ordinario. Era una señal milagrosa de la intervención misericordiosa y poderosa de Dios. No tiene sentido tratar de explicarlo científicamente como las señales del ministerio de Jesús. Jonás clamó por ayuda y Dios lo salvó milagrosamente con un pez.

Dios contesta el clamor de angustia de sus hijos

Al menos brevemente, Jonás estuvo consciente en el pez; lo suficiente como para darse cuenta de que Dios le había salvado de ahogarse en el mar. Y durante ese período (o quizás períodos) de conciencia, Jonás ora. Es lo que dijo en el capítulo 2. Así que cuando lea esta oración, tenga en cuenta que cuando Jonás se refiere a la angustia del pasado, se refiere al tiempo que pasó en el mar, no al tiempo que pasó en el pez. El mar es la amenaza de muerte. El pez es el refugio de salvación. El clamor de angustia es el pasado (¡en el mar!); la voz de confianza y agradecimiento es el presente (en el pez). Leamos la oración.

Jonás 2:1-2 dice: “Entonces oró Jonás al Señor su Dios desde el vientre del pez, y dijo: ‘En mi angustia, clamé al Señor, y El me respondió’”. La simple afirmación que resume lo que sucedió cuando Jonás se hundió en el mar es que clamó al Señor, y Dios le respondió enviándole el pez. Hay mucho ánimo para nosotros que quiero que vean. La idea general que quiero señalar es que Dios le responde a sus hijos cuando claman a él en la angustia. Por lo que creo que el texto nos da algunas indicaciones específicas de cómo y por qué Dios nos responde cuando clamamos a él en la angustia. Primero, Dios nos responde a pesar de nuestra culpa. Segundo, Dios nos contesta a pesar de su juicio. Tercero, Dios nos responde y nos libra de circunstancias imposibles. Cuarto, Dios nos responde en el momento preciso. Quinto, Dios nos responde por etapas, que no siempre son situaciones agradables. Sexto, Dios nos responde con el fin de ganar nuestra lealtad y agradecimiento total. Finalmente, Dios nos responde en nuestra angustia, aún siendo culpables, a fin de que seamos misericordiosos como él es. Veamos estos puntos con el fin de animarnos a clamar a Dios con más confianza.

A pesar de nuestra culpa

En primer lugar, Dios responde a nuestro clamor de angustia incluso cuando somos culpables. Jonás no iba de camino a Nínive cuando cayó por la borda, estaba huyendo de Dios. Era culpable de desobediencia y por eso estaba en el mar. Algunos de ustedes están en problemas en este momento justamente por desobediencia. Y si se está preguntando, “¿habrá esperanza? ¿se apiadará Dios de mí y escuchará mi clamor de angustia?”, vean el corazón de Jonás. Su angustia fue el fruto de su culpa, pero Dios le respondió y le dio otra oportunidad.

Esta no es una enseñanza aislada en las Escrituras. Escuchen el mismo escenario en Salmos 107:10-15,

Moradores de tinieblas y de sombra de muerte, prisioneros en miseria y en cadenas, porque fueron rebeldes a las palabras de Dios y despreciaron el consejo del Altísimo [como Jonás]… humilló pues, sus corazones con trabajos, tropezaron y no hubo quien los socorriera. Entonces en su angustia clamaron al Señor, y El los salvó de sus aflicciones; los sacó de las tinieblas y de la sombra de muerte, y rompió sus ataduras. Den gracias al Señor por su misericordia y por sus maravillas para con los hijos de los hombres.

Si su desobediencia es la causa de su angustia, arrepiéntase y clame al Señor. Él le responderá a pesar de su culpa.

A pesar de su juicio

En segundo lugar, Dios responde a pesar de su juicio. Note lo que dice el versículo 3: “pues me habías echado a lo profundo”. Según el versículo 1:15, fue la tripulación del barco la que tomó a Jonás y lo lanzó al mar. Pero Jonás sabe que todo fue por parte de Dios. Dios estaba enojado por la desobediencia de Jonás, y exigía castigo. Supongo que nada nos puede desesperar más en nuestra angustia que la idea de que Dios nos puso ahí porque está enojado con nosotros. Y creo que la mayoría de nosotros podría decir, si Dios me ha puesto en esta pésima situación porque está disgustado conmigo, entonces no tiene sentido pedir ayuda en oración. Pero Jonás oró por su liberación del mismo Dios que lo arrojó al mar. Y el Dios que lo lanzó, escuchó su oración e hizo un milagro para salvarlo. Aun cuando Dios esté disgustado con nosotros, nunca nos aflige sólo por castigarnos. Sus propósitos siempre incluyen redención. Job 36:15 dice: “El libra al afligido en medio de su aflicción, y abre su oído en tiempos de opresión”. La adversidad es redentora, no solamente correctiva. Incluso si ha sentido como si la propia mano de Dios está en contra suya en su angustia, no pierda las esperanzas de recurrir a él. Él responde a sus hijos a pesar de su propio juicio.

En circunstancias imposibles

En tercer lugar, Dios nos responde y nos libra de circunstancias imposibles. Los versículos 5 y 6 describen lo extrema que era la situación de Jonás: “Me rodearon las aguas hasta el alma, el gran abismo me envolvió, las algas se enredaron a mi cabeza. Descendí hasta las raíces de los montes, la tierra con sus cerrojos me ponía cerco para siempre”. Sería terrible caer por la borda y quedar abandonado cuando el mar está tranquilo, pero cuánto peor sería ser lanzado en una tormenta con olas de 6 o 9 metros de alto y sentirse tan inmerso en la profundidad que se piensa hasta aquí llegué. Y como si eso fuera poco, a medida que lucha por respirar, cae en una pila de algas, y se le enredan alrededor de su cabeza y cuello. Es una escena aterradora. Dios permitió que las circunstancias se volvieran imposibles antes de rescatar a Jonás.

No estoy seguro de por qué, pero al parecer en la vida cristiana, las angustias y los problemas vienen en grupos. No se esparcen según nuestra fuerza para hacerles frente. A menudo, las circunstancias avanzan hasta el punto en que no podemos ver ninguna salida. Pero es entonces que debemos recordar el aprieto en el que se encontraba Jonás. Era imposible, mas no para Dios (Marcos 10:27). Cuando clamamos al Señor en nuestra angustia, él nos responde y nos libra de situaciones imposibles.

En el momento preciso

En cuarto lugar, Él responde en el momento preciso. El versículo 7 dice: “Cuando en mi desfallecía mi alma, del Señor me acordé; y mi oración llegó hasta ti, hasta tu santo templo”. En palabras nuestras diríamos, “cuando perdía la conciencia, me acordé del Señor”. Jonás todavía estaba orando sin recibir respuesta alguna justo antes de desmayarse. De hecho, es probable que sí se haya desmayado y haya recuperado la consciencia varios días después, dándose cuenta de que había sido rescatado en el vientre de un pez. A menudo, Dios responde nuestras oraciones en el último momento. Más de un santo ha gemido con Habacuc, diciendo: “¿Hasta cuándo, oh Señor, pediré ayuda, y no escucharás?” (Habacuc 1:2). Pero Jonás nos anima a ser implacables en nuestra oración, a seguir clamando a Dios, incluso al punto de desmayarnos, y en creer que Dios responderá en el momento preciso.

Por etapas

En quinto lugar, Dios responde nuestro clamor de angustia por etapas, y no todas estas etapas son agradables. Debemos quitar de nuestra cabeza la idea de la oración contestada en todo o nada. Podemos estar bien seguros de que cuando Jonás clamó a Dios, él no dijo: “¡Oh Dios, ponme en el vientre de un pez por tres días!”. Probablemente dijo: “Dios, sálvame, no soy digno de tu presencia, ten piedad”. Pero la respuesta de Dios vino por etapas. El vientre de un pez no parece salvación, pero lo fue: a Jonás se le concedió despertar para darse cuenta de que había sido rescatado de ahogarse y de que hay esperanza. Él no se queja de su entorno. Él acepta la primera etapa de salvación por parte de Dios como garantía de tierra, y concluye su oración en el vientre del pez afirmando: “La salvación es del Señor”.

No descarte las obras parciales de Dios. Si él elige salvarle y sanarle por etapas, él tiene sus buenos propósitos, y debemos estar agradecidos por cualquier mejora a nuestra condición. El vientre de un pez es mejor que las algas en el fondo del mar, incluso si no es Palestina. Dios nos responde por etapas, no todas son agradables.

Para ganar nuestra lealtad y agradecimiento

En sexto lugar, Dios responde a nuestro clamor de angustia con el fin de ganar nuestra lealtad y agradecimiento totales. Los versículos 8 y 9 muestran cómo una oración a Dios debe terminar después de la liberación: “Los que confían en vanos ídolos su propia misericordia abandonan, mas yo con voz de acción de gracias, te ofreceré sacrificios. Lo que prometí, pagaré. La salvación es del Señor”. La respuesta a la oración de Jonás ha producido su propio efecto. Ha asombrado a Jonás pues nadie abandonaría al Señor para dejarse sus ídolos. Dios le enseñó a Jonás que si abandonas al Señor, abandonas su misericordia. Y él ha llenado a Jonás con acción de gracias. Dios responde las oraciones para que el agradecimiento esté lleno de su gloria. Lo que significa que aquellos que tienen un espíritu de agradecimiento son los mejores candidatos para que sus oraciones sean respondidas (Filipenses 4:6). Pablo dijo en 2 Corintios 1:11, “cooperando también vosotros con nosotros con la oración, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don que nos ha sido impartido por medio de las oraciones de muchos”. Y el Señor dijo en el Salmos 50:15, “e invócame en el día de la angustia; yo te libraré, y tú me honrarás”. Dios nos responde en la angustia para ganar nuestra lealtad total y llenarnos de acción de gracias por su misericordia.

A fin de que seamos misericordiosos como Él

Finalmente, Dios nos responde en nuestra angustia, aún siendo culpables, a fin de ayudarnos a ser misericordiosos como él es. Para mostrarles de dónde saco esta idea debemos terminar la historia. En el capítulo 3, después de que Jonás regresó a tierra, Dios lo envía nuevamente a Nínive. Jonás va y predica el juicio, y en el versículo 3:5 dice: “Los hombres de Nínive creyeron en Dios”. Luego, en el versículo 10 se da la respuesta de Dios: “Y vio Dios sus acciones, que se habían apartado de su mal camino; entonces se arrepintió Dios del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo”.

Ahora veamos lo que ha sucedido en los tres primeros capítulos. Jonás desobedeció a Dios. Dios lo amenaza con destrucción. Jonás clama en su angustia, y Dios le responde y le da una nueva oportunidad de vivir. Entonces, con los ninivitas, ellos desobedecieron a Dios (1:2). Dios los amenaza con destrucción (3:4). Ellos claman en su angustia, y Dios les responde y les da una nueva oportunidad de vivir. Dios le mostró misericordia a Jonás para que Jonás aprendiera a mostrarle misericordia a los ninivitas.

El libro de Jonás muestra un mensaje fuerte y claro sobre Dios, es decir, su misericordia no se limita a Israel sino que se extiende a cualquiera que confíe en él y se arrepienta de su pecado. Lo que salva no es la nacionalidad sino la fe. Ese es un gran mensaje del evangelio que proviene del Antiguo Testamento. Pero no creo que sea el punto principal de este libro. El libro realmente trata sobre Jonás, sobre y usted y yo y la forma en que deberíamos ser si tenemos un Dios misericordioso como este. El punto principal del libro de Jonás no es, “Dios es misericordioso”. El punto principal es: “Sea misericordioso así como vuestro Padre celestial es misericordioso”. La última lección sobre oración en el libro de Jonás es que Dios nos responde con misericordia para que seamos misericordiosos.

Esto se confirma si tan solo vemos a Dios terminar su trabajo con Jonás en el capítulo 4. Los versículos 1 y 2 muestran que Jonás falló en aprender la lección del pez: él se enojó porque Dios perdonó a los ninivitas. Él sigue siendo un instrumento rebelde de misericordia. Así que sale de la ciudad a esperar y nota lo que Dios hace en el versículo 6. Así como (en 1:17) Dios dispuso de un pez para salvar a su profeta, así también en el versículo 4:6 él dispone de una planta para salvar a Jonás de la incomodidad del sol. Dios intentará enseñarle una vez más. Sólo que esta vez el plan de la lección se invierte. Jonás no pasará de angustia a liberación (como sucedió en el mar), sino de liberación a angustia. El versículo 6 dice que Jonás se alegró sobremanera con la planta, así como se alegró al ser salvo en el mar.

Pero al día siguiente Dios dispuso que un gusano marchitara la planta, y luego dispuso de vientos bochornosos del este y de un sol caluroso que abatieron a Jonás, y Jonás se enojó. Entonces Dios viene y con su palabra pone al descubierto el corazón de Jonás. Básicamente lo que dice al final del capítulo 4 es lo siguiente: “Te compadeces de la planta y te enojas cuando la destruyo, pero cuando me compadezco de 120.000 personas que no conocen su mano derecha de la izquierda, te enojas conmigo”.

Y si el libro hubiera registrado el resto del trato de Dios con Jonás, creo que habría terminado así (que es igual de importante para nosotros): “Jonás, ¿no ves lo que estaba tratando de enseñarte cuando respondí a tu clamor de angustia y envié al pez a salvarte? Me compadecí de ti, a pesar de tu culpa. Tuve misericordia de ti a pesar de mi propio juicio. Te salvé de circunstancias imposibles. Te rescaté en el momento oportuno. Dispuse de un pez para salvar tu vida. Agradeciste por mi misericordia y me prometiste tu lealtad. Jonás, Jonás, sé misericordioso, así como yo he sido misericordioso contigo”.


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