Cuando Dios interrumpe tus planes

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Estábamos de vacaciones recientemente cuando Dios interrumpió mis planes. Mi familia y yo viajamos cientos de millas para quedarnos en un hotel en la playa. Había organizado pasar un día con amigos. Pero en medio de la noche, justo antes de mi programado día libre, uno de mis hijos despertó enfermo. Pasé todo el día siguiente encerrada, mirando, a través de la ventana, la
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Hace poco estábamos de vacaciones con mi familia cuando Dios interrumpió mis planes. Habíamos viajado cientos de millas para quedarnos en un hotel en la playa. Había organizado pasar un día visitando amigos. Pero entonces, en medio de la noche, justo antes del día libre que había programado, uno de mis hijos despertó enfermo. Pasé todo el día siguiente encerrada, mirando a través de la ventana del hotel el largo trecho de playa que estaba apenas fuera de mi alcance.
==== Una vida interrumpida ====
==== Una vida interrumpida ====
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Mi vida está llena de interrupciones, inconvenientes, frustraciones y eventos inesperados. Las cosas se rompen. Ocurren accidentes. El teléfono suena justo cuando entro en la cama. El tráfico me hace llegar tarde. Cuando no podemos gastar más, se descompone un electrodoméstico. Enfermedades inesperadas cambian mis planes organizados cuidadosamente. Puedo seguir y seguir. Probablemente ustedes también.  
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Mi vida está llena de interrupciones, inconvenientes, frustraciones y eventos inesperados. Las cosas se rompen. Ocurren accidentes. El teléfono suena justo cuando entro en la cama. El tráfico me hace llegar tarde. Justo cuando no podemos gastar más, se descompone un electrodoméstico. Enfermedades inesperadas cambian los planes que organicé tan cuidadosamente. Podría seguir con una lista más y más larga. Probablemente ustedes también.  
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El problema es que, por lo general, manejo muy mal las interrupciones. Reacciono con frustración y rabia. Como una niña pequeña, quiero patear el piso y decir, “¡No es justo!” Culpo a los demás por molestarme. Hasta celebro mis propias fiestas de autocompasión.  
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El problema es que, por lo general, no sé lidiar bien con estas interrupciones. Reacciono con frustración y rabia. Como una niña pequeña, quiero patear el piso y decir: “¡No es justo!”. Culpo a los demás por las molestias. Hasta celebro mis propias fiestas de autocompasión.  
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Aun cuando estas interrupciones inesperadas me toman por sorpresa, ellas no toman a Dios por sorpresa. No son eventos aislados, sin sentido. De hecho, las interrupciones son puestas divinamente en mi camino por una razón. Dios utiliza estas interrupciones para hacer que me parezca más a Cristo.  
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Aun cuando estas interrupciones son inesperadas y me toman por sorpresa, a Dios no lo toman por sorpresa. No son eventos fortuitos y sin sentido. De hecho, las interrupciones son puestas en mi camino por obra divina y por alguna razón. Dios las utiliza para hacer que me parezca más a Cristo.  
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El tráfico lento, un hijo enfermo o una reparación costosa no parecen herramientas importantes en nuestra santificación, pero lo son. Por lo general, ignoramos estas interrupciones e inconvenientes y en su lugar esperamos que Dios trabaje en nuestra vida a través de circunstancias importantes que la cambien. Pero la verdad es que no tendremos con frecuencia en nuestras vidas grandes acontecimientos que nos hagan confiar en Dios y obedecerle de manera profunda. No seremos llamados a construir un arca o llevar a un hijo único al Monte Moriah. Por el contrario, es en estas pequeñas frustraciones e interrupciones, en las cosas simples de la vida, donde se nos da la oportunidad de confiar en Dios, de obedecerle y ofrecerle gloria.  
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El tráfico lento, un hijo enfermo o una reparación costosa no parecen ser instrumentos importantes en nuestra santificación, pero lo son. Por lo general no le damos importancia a estas interrupciones e inconvenientes y en su lugar esperamos que Dios trabaje en nuestra vida a través de circunstancias extraordinarias que marquen un antes y un después. Pero la realidad es que en la vida no ocurren con frecuencia esos grandes acontecimientos que nos hacen confiar en Dios y obedecerle de una manera más profunda. No seremos llamados a construir un arca o a llevar a un hijo único al Monte Moriah. Por el contrario, es en estas pequeñas frustraciones e interrupciones, en las cosas simples de la vida, donde se nos da la oportunidad de confiar en Dios, obedecerle y darle gloria.  
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Así lo explica Paul Tripp:  
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Paul Tripp lo explica así:  
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Ustedes y yo no vivimos en una serie de momentos importantes, dramáticos. No pasamos de decisión importante a decisión importante. Todos vivimos en una serie infinita de momentos pequeños. El carácter de una vida no se forma en diez grandes momentos. El carácter de una vida se forma en diez mil pequeños momentos de la vida diaria. Son los temas de las luchas que emergen de esos pequeños momentos los que revelan lo que realmente está sucediendo en nuestros corazones (Más Blanco que la Nieve, p. 21).
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Usted y yo no vivimos en una serie de momentos importantes y dramáticos. No vivimos pasando de una decisión importante a la otra. Todos vivimos en una serie infinita de momentos pequeños. El carácter de una vida no se define en diez grandes momentos. El carácter de una vida se forma en diez mil pequeños momentos de la vida diaria. Son las luchas que emergen de esos pequeños momentos las que revelan lo que realmente está sucediendo en nuestros corazones (''Whiter Than Snow'' [Más blanco que la nieve], p. 21).
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==== Interrupciones de gracia ====
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==== Las interrupciones de la gracia ====
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Estos diez mil pequeños momentos vienen en forma de niños pidiendo que juguemos un juego cuando estamos atareados con otra cosa. Son los momentos en los que estamos atrapados detrás de un autobús escolar cuando ya estamos tarde para una cita o cuando se desinfla una rueda camino al trabajo. Están en todos estos momentos del día cuando las cosas no salen como queremos, nuestros planes fallan y nuestra vida es interrumpida.  
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Estos diez mil pequeños momentos son aquellos en los que los niños nos piden que juguemos un juego justo cuando estamos atareados con otra cosa. Son los momentos en los que estamos atrapados detrás de un autobús escolar cuando ya estamos llegando tarde a una cita, o cuando se nos desinfla una rueda del auto camino al trabajo. Son todos esos momentos del día en los que las cosas no salen como queremos, nuestros planes se ven frustrados y nuestra vida interrumpida.  
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Es en estos momentos donde el zapato aprieta - donde nuestra fe es puesta a prueba y miramos hacia abajo para ver si estamos parados sobre rocas o arena. ¿Creemos realmente que Dios tiene el control de todos los detalles de nuestra vida? ¿Creemos realmente que su gracia es suficiente para ayudarnos a sobrellevar el día? ¿Creemos realmente que el evangelio de Cristo es lo suficientemente poderoso no solo para salvarnos eternamente, sino también para apoyarnos y fortalecernos en medio de las interrupciones de la vida? ¿Creemos realmente que Cristo es suficiente para satisfacer las necesidades más profundas de nuestro corazón?  
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Es en estos momentos en los que el zapato aprieta cuando nuestra fe es puesta a prueba y miramos hacia abajo para ver si estamos parados sobre la roca o la arena. ¿Creemos realmente que Dios tiene el control sobre todos los detalles de nuestra vida? ¿Creemos realmente que su gracia es suficiente para ayudarnos a sobrellevar el día? ¿Creemos realmente que el evangelio de Cristo tiene poder suficiente no solo para salvarnos eternamente, sino también para sostenernos y fortalecernos en medio de las interrupciones de la vida? ¿Creemos realmente que Cristo es suficiente para satisfacer todas las necesidades más profundas de nuestro corazón?  
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Estas interrupciones son actos de la gracia de Dios. Nos obligan a examinar estas preguntas. Nos hacen enfrentar nuestros pecados. Son la manera que tiene Dios de quitarnos el velo de los ojos y hacernos ver que necesitamos el evangelio en todo momento del día. Son la luz que brilla en las cavidades más oscuras de nuestro corazón, revelando lo que está allí realmente los pecados e ídolos que hemos arrinconado en una esquina, pensando que si no podemos verlos, no deben existir.  
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Estas interrupciones son actos de la gracia de Dios. Nos obligan a examinarnos a la luz de estas preguntas. Nos hacen enfrentar nuestros pecados. Son la manera en que Dios nos quita el velo de los ojos y nos hace ver que necesitamos el evangelio en todo momento del día. Son la luz que brilla en las cavidades más oscuras de nuestro corazón, revelando lo que está allí realmente: los pecados e ídolos que hemos arrinconado en una esquina, pensando que si no podemos verlos, no deben existir.  
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==== El aviso que necesitamos  ====
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==== El recordatorio que necesitamos  ====
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Estas interrupciones nos recuerdan que no hemos descifrado la vida y que no podemos hacerlo solos. Son como la vara del pastor, que nos saca de nuestro camino errante y nos lleva de regreso hacia el Gran Pastor. Necesitamos estas interrupciones. Más que nada, nos acercan a la cruz de Cristo donde debemos recordar el evangelio y recibir su gracia y perdón.  
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Estas interrupciones nos recuerdan que no tenemos la vida resuelta y que no podemos hacerlo solos. Son como la vara del Pastor, que nos saca de nuestro camino errante y nos lleva de regreso hacia el Gran Pastor. Necesitamos estas interrupciones. Más que ninguna otra cosa, nos acercan a la cruz de Cristo, donde recordamos el evangelio y recibimos su gracia y perdón.  
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Es difícil considerar que todos estos pequeños eventos e interrupciones de nuestro día han sido colocados divinamente como oportunidades para crecer en gracia, pero es así. Y considerarlos como tal nos ayuda a dejar de prestar atención a nosotros mismos y enfocarnos en Cristo, quien se preocupa más por nuestra transformación que por nuestra comodidad diaria. En lugar de darnos una vida fácil, la interrumpe con gracia y nos muestra lo que más necesitamos - él mismo.  
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Es difícil ver que todos estos pequeños eventos e interrupciones frustrantes que ocurren en nuestro día han sido colocados por Dios como oportunidades para crecer en gracia, pero es así. Y verlos así nos ayuda a dejar de mirar hacia nosotros mismos y a poner nuestros ojos en Cristo, quien se preocupa más por nuestra transformación que por nuestra comodidad diaria. En lugar de darnos una vida fácil, la interrumpe con gracia y nos muestra qué es lo que más necesitamos: él mismo.  
¿Y tú? ¿Tu vida está llena de interrupciones? ¿Ves la mano de Dios trabajando en ellas?  
¿Y tú? ¿Tu vida está llena de interrupciones? ¿Ves la mano de Dios trabajando en ellas?  
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Última versión de 03:32 22 sep 2015

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Sobre esta Traducción
English: When God Interrupts Your Plans

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Por Christina Fox sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Laura Coloma


Hace poco estábamos de vacaciones con mi familia cuando Dios interrumpió mis planes. Habíamos viajado cientos de millas para quedarnos en un hotel en la playa. Había organizado pasar un día visitando amigos. Pero entonces, en medio de la noche, justo antes del día libre que había programado, uno de mis hijos despertó enfermo. Pasé todo el día siguiente encerrada, mirando a través de la ventana del hotel el largo trecho de playa que estaba apenas fuera de mi alcance.

Una vida interrumpida

Mi vida está llena de interrupciones, inconvenientes, frustraciones y eventos inesperados. Las cosas se rompen. Ocurren accidentes. El teléfono suena justo cuando entro en la cama. El tráfico me hace llegar tarde. Justo cuando no podemos gastar más, se descompone un electrodoméstico. Enfermedades inesperadas cambian los planes que organicé tan cuidadosamente. Podría seguir con una lista más y más larga. Probablemente ustedes también.

El problema es que, por lo general, no sé lidiar bien con estas interrupciones. Reacciono con frustración y rabia. Como una niña pequeña, quiero patear el piso y decir: “¡No es justo!”. Culpo a los demás por las molestias. Hasta celebro mis propias fiestas de autocompasión.

Aun cuando estas interrupciones son inesperadas y me toman por sorpresa, a Dios no lo toman por sorpresa. No son eventos fortuitos y sin sentido. De hecho, las interrupciones son puestas en mi camino por obra divina y por alguna razón. Dios las utiliza para hacer que me parezca más a Cristo.

El tráfico lento, un hijo enfermo o una reparación costosa no parecen ser instrumentos importantes en nuestra santificación, pero lo son. Por lo general no le damos importancia a estas interrupciones e inconvenientes y en su lugar esperamos que Dios trabaje en nuestra vida a través de circunstancias extraordinarias que marquen un antes y un después. Pero la realidad es que en la vida no ocurren con frecuencia esos grandes acontecimientos que nos hacen confiar en Dios y obedecerle de una manera más profunda. No seremos llamados a construir un arca o a llevar a un hijo único al Monte Moriah. Por el contrario, es en estas pequeñas frustraciones e interrupciones, en las cosas simples de la vida, donde se nos da la oportunidad de confiar en Dios, obedecerle y darle gloria.

Paul Tripp lo explica así:

Usted y yo no vivimos en una serie de momentos importantes y dramáticos. No vivimos pasando de una decisión importante a la otra. Todos vivimos en una serie infinita de momentos pequeños. El carácter de una vida no se define en diez grandes momentos. El carácter de una vida se forma en diez mil pequeños momentos de la vida diaria. Son las luchas que emergen de esos pequeños momentos las que revelan lo que realmente está sucediendo en nuestros corazones (Whiter Than Snow [Más blanco que la nieve], p. 21).

Las interrupciones de la gracia

Estos diez mil pequeños momentos son aquellos en los que los niños nos piden que juguemos un juego justo cuando estamos atareados con otra cosa. Son los momentos en los que estamos atrapados detrás de un autobús escolar cuando ya estamos llegando tarde a una cita, o cuando se nos desinfla una rueda del auto camino al trabajo. Son todos esos momentos del día en los que las cosas no salen como queremos, nuestros planes se ven frustrados y nuestra vida interrumpida.

Es en estos momentos en los que el zapato aprieta cuando nuestra fe es puesta a prueba y miramos hacia abajo para ver si estamos parados sobre la roca o la arena. ¿Creemos realmente que Dios tiene el control sobre todos los detalles de nuestra vida? ¿Creemos realmente que su gracia es suficiente para ayudarnos a sobrellevar el día? ¿Creemos realmente que el evangelio de Cristo tiene poder suficiente no solo para salvarnos eternamente, sino también para sostenernos y fortalecernos en medio de las interrupciones de la vida? ¿Creemos realmente que Cristo es suficiente para satisfacer todas las necesidades más profundas de nuestro corazón?

Estas interrupciones son actos de la gracia de Dios. Nos obligan a examinarnos a la luz de estas preguntas. Nos hacen enfrentar nuestros pecados. Son la manera en que Dios nos quita el velo de los ojos y nos hace ver que necesitamos el evangelio en todo momento del día. Son la luz que brilla en las cavidades más oscuras de nuestro corazón, revelando lo que está allí realmente: los pecados e ídolos que hemos arrinconado en una esquina, pensando que si no podemos verlos, no deben existir.

El recordatorio que necesitamos

Estas interrupciones nos recuerdan que no tenemos la vida resuelta y que no podemos hacerlo solos. Son como la vara del Pastor, que nos saca de nuestro camino errante y nos lleva de regreso hacia el Gran Pastor. Necesitamos estas interrupciones. Más que ninguna otra cosa, nos acercan a la cruz de Cristo, donde recordamos el evangelio y recibimos su gracia y perdón.

Es difícil ver que todos estos pequeños eventos e interrupciones frustrantes que ocurren en nuestro día han sido colocados por Dios como oportunidades para crecer en gracia, pero es así. Y verlos así nos ayuda a dejar de mirar hacia nosotros mismos y a poner nuestros ojos en Cristo, quien se preocupa más por nuestra transformación que por nuestra comodidad diaria. En lugar de darnos una vida fácil, la interrumpe con gracia y nos muestra qué es lo que más necesitamos: él mismo.

¿Y tú? ¿Tu vida está llena de interrupciones? ¿Ves la mano de Dios trabajando en ellas?



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