Cuando Dios no está cerca

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English: When God Does Not Draw Near

© Desiring God

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Por Marshall Segal sobre Sufrimiento

Traducción por Ada Asencio-Ovalle


Cuando estás desesperado porque Dios intervenga en medio de tus problemas, ¿en dónde en la Biblia usualmente buscas esperanza?

En la última década, 2 de Crónicas 16:9 ha sido mi favorito: “Porque los ojos del SEÑOR recorren toda la tierra para fortalecer a aquellos cuyo corazón es completamente suyo”. Dios no se tarda en ver nuestras necesidades. Él no está distraído o preocupado. Sus ojos recorren para fortalecer a aquellos que son suyos. Él es un padre atento y un consolador tenaz.

La intensidad y sensibilidad de el amor de Dios en este versículo hacen las siguientes seis palabras más impactantes:

“Tú has obrado neciamente en esto.” (2 de Crónicas16:9) </dd>

Cuando el profeta Ananías le recordó al Rey Asa que los ojos de Dios recorrían toda la tierra, él estaba advirtiendo al rey, incluso condenándolo, no reafirmándolo o consolándolo. ¿Cuál era su mensaje para Asa? Si buscas la ayuda de Dios en tu desesperación, nada ni nadie podrá lastimarte. Pero si corres a buscar ayuda a algún otro lugar y no buscas a Dios, nada ni nadie podrá salvarte.

Contenido

Como confiar en Dios

Asa sabía que la amabilidad de Dios de repente enviaba fortaleza. Justo dos capítulos anteriores, cuando un millón de etíopes descendieron ante su ejército y él fue superado de dos a uno, invocó al Señor su Dios, “SEÑOR, no hay nadie más que tú para ayudar en la batalla entre el poderoso y los que no tienen fuerza;

ayúdanos, oh SEÑOR Dios nuestro, porque en ti nos apoyamos y en tu nombre hemos venido contra esta multitud. Oh SEÑOR, tú eres nuestro Dios; que no prevalezca hombre alguno contra ti.” (2 Crónicas 14:11)

¿Qué clase de corazón recorre Dios para apoyar? Primero, uno que reconoce que no hay nada ni nadie que puede ayudar como Él — “SEÑOR, no hay nadie más que tú para ayudar.” Dios no promete a ayudar a aquellos que lo tratan como un último recurso y no como la primera defensa. Asa buscó inmediatamente a Dios cuando los etíopes los invadieron, no a sus propios recursos y no a sus aliados, sabía que solamente Dios era más grande que todos sus enemigos.

Segundo, a aquel cuyo corazón es intachable delante de Dios reconociendo su propia debilidad y la fortaleza de Dios: “SEÑOR, no hay nadie más que tú para ayudar en la batalla entre el poderoso y los que no tienen fuerza.” Los etíopes eran más poderosos, en fuerza y número. Judá, la nación a cargo de Asa, era débil. Sin embargo, el rey sabía que su Dios confunde la sabiduría incluso del hombre más sabio y vuelca el poder de los ejércitos más fuertes— haciendo al poderoso, débil y al débil, poderoso para revelar más su propia magnificencia.

Tercero, Asa toma el paso más valiente con confianza en Dios. El oró: “ayúdanos, oh SEÑOR Dios nuestro, porque en tí nos apoyamos y en tu nombre hemos venido contra esta multitud.” Porque ellos confiaron en el Dios soberano para que actuara, ellos no huyeron ni se escondieron, si no que avanzaron. Ellos fueron a la batalla que no podían ganar por si mismos.

¿Qué sucede cuando Asa corre a Dios por ayuda? Dios corre a pelear por Asa: “Y el SEÑOR derrotó a los etíopes delante de Asa y delante de Judá, y los etíopes huyeron.” (2 Crónicas 14:12). Asa confió en el Señor y Dios derrotó a millones de soldados.

Tus guerras no terminan

Pero el corazón de Asa no permaneció entero a Dios. Cuando Baasa, rey de Israel, ataco Judá, aunque Asa ya había visto a el Señor derrotar a un millón de etíopes porque él había orado, el rey busca a Siria para ayuda — y no a Dios.

Entonces Asa sacó plata y oro de los tesoros de la casa del SEÑOR y de la casa del rey, y los envió a Ben-adad, rey de Aram, que habitaba en Damasco. . . Y escuchó Ben-adad al rey Asa y envió a los comandantes de sus ejércitos contra las ciudades de Israel, y conquistaron Ijón, Dan, Bel-maim y todas las ciudades de almacenaje de Neftalí. (2 Crónicas 16:2, 4)

Con la ayuda de Siria, Asa ganó la batalla, pero perdió el apoyo del Señor. Los ojos resplandecientes que una vez habían recorrido todo para ayudarlo, ahora se escondieron de él “Tú has obrado neciamente en esto” dijo el profeta, “desde ahora habrá guerras contra ti” (2 Crónicas 16:9).

Dios no te ayudará

Cuando corremos a alguien o a algo para excluir a Dios, eso revelamos, en el fondo, que confiamos en nosotros mismos en lugar de Él. Creemos que nosotros sabemos lo que es mejor para nosotros que Dios. En lugar de detenernos, orar y buscar el apoyo y dirección de Dios, desbloqueamos nuestros teléfonos y buscamos en nuestros contactos a alguien como Siria.

Cuando el conflicto estalla en nuestros matrimonios y amistades y olvidamos realmente detenernos y pedirle ayuda a Dios, ¿deberíamos sorprendernos cuando los conflictos se vuelven más frecuentes y volátiles? Cuando nuestros ministerios están estancados en pantanos de problemas relacionales u organizacionales y nosotros seguimos aplazando oraciones concertadas acerca de estos problemas, ¿esperamos que las aguas no se levanten mucho más altas mientras que nuestros pies se hunden cada vez más profundo? Cuando decisiones importantes merodean como una nube tormentosa y hacemos todo lo que hemos pensado posible, excepto lo más importante, ¿no sentimos como que un millón de enemigos se han alineado en contra nuestra?

Asa nos enseña a través de un molesto fracaso: si confiamos en nosotros mismos y buscamos en algún otro lugar ayuda, no solamente Dios se apartará de nosotros, sino que las guerras nunca terminarán.

La peor forma de morir

¿Qué tal si Asa hubiera visto que tanto perdería cuando ganó la batalla sin Dios? ¿Qué tal si él hubiera visto cuan trivial y temporal su victoria sería? ¿Qué tal si él hubiera escuchado? En lugar, Asa rechazó el mensaje del profeta: “Entonces Asa se irritó contra el vidente y lo metió en la cárcel, porque estaba enojado contra él por esto.” (2 Crónicas 16:10). Así de molesta es la autosuficiencia cuando es confrontada con la verdad — en Asa y en nosotros.

Tres horribles años pasaron hasta la muerte de Asa: “En el año treinta y nueve de su reinado, Asa se enfermó de los pies. Su enfermedad era grave, pero aún en su enfermedad no buscó al SEÑOR, sino a los médicos.” (2 Crónicas 16:12). ¿Habrá una muerte más lamentable? El prefirió morir en las manos de un médico que confiarse a él mismo a Dios. Jesús diría “Los que están sanos no tienen necesidad de médico” (Marcos 2:17) — incluso cuando la enfermedad sube de los pies a el corazón.

Cuando lo necesitas

Cuando Dios nos recuerda, por medio de su palabra, cuanto lo necesitamos, ya sea el orgullo que se levanta en ira para defenderse o la humillación nos enviará de rodillas con un gozo abatido. Cuando sentimos la necesidad de Dios y aún así nos resistimos a correr hacia Él, no debiéramos esperar que Él corra a nosotros. El no apoyar㼠 nuestra autosuficiencia porque esta dice muy poco de Él. Otro rey, el humilde rey David, hubiera advertido a Asa (y a cualquier otro como él), “Porque el SEÑOR es excelso, y atiende al humilde, más al altivo conoce de lejos.” (Salmo138:6).

Sin embargo, si corremos a Dios y confiamos en Él, echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros.”(1 Pedro 5:7), confiando en aquel que no eximió ni a su propio Hijo por nosotros nos dará todo lo que necesitamos para un gozo eterno, (Romanos 8:32), Dios mismo nos ayudará — siempre que lo necesitemos, cuando sea que nos sintamos débiles, quien sea y lo que sea que se ponga en contra nuestra, cueste lo que cueste.

Si sus ojos recorren la tierra entera para rescatar a un rey antiguo y errante, cuanto más correrá al rescate de aquellos por los que su Hijo murió para salvar.


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