Cuando el gozo se siente muy distante

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English: When Joy Feels Far Away

© Desiring God

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Por Scott Hubbard sobre el Gozo

Traducción por Ana M Burger


¿Qué haces cuando lo has intentado todo, pero sientes que el gozo todavía está muy distante?

Has leído tu Biblia en silencio y en voz alta, cinco versículos seguidos, incluso libros completos. Has pegado promesas en tarjetas, pizarras, y en el dorso de tu mano. Te has congregado con el pueblo de Dios, liberado de la presión de tus amigos, buscado los pecados de los que no te has arrepentido. Has orado, oh, has orado, solo y con otros, en tu habitación y en largas caminatas. Tal vez, en la desesperación, has ido a retiros espirituales, ayunado por períodos prolongados, prestado atención a impresiones que pensaste que podrían ser de Dios.

Pero aún así, la oscuridad. El silencio. La duda.

¿Me oye Dios? ¿Él me conoce? ¿Está Dios ahí? ¿Soy suyo?

Contenido

Recordatorios simples

A veces, cuando el gozo se siente muy lejos, necesitamos escuchar algunos simples recordatorios.

Al decir simples recordatorios, no me refiero a soluciones simplistas. Es posible que ya hayas escuchado gran parte de ellas: consejos de personas que, aunque bien intencionadas, asumen que el problema no es tan grave, ni la solución es tan difícil. "Simplemente haz x", dicen. Si pudieran saber...

La Biblia nunca da soluciones tan simplistas. Sin embargo, nos recuerda una y otra vez verdades simples que somos propensos a olvidar. Es posible que estas verdades no levanten la oscuridad. Pero pueden hacernos brillar como estrellas entre las nubes, recordándonos que hay un mundo de luz que no podemos ver, fortaleciéndonos para seguir caminando hasta el amanecer.

En el Salmo 40, el Rey David da cuatro recordatorios simples para aquellos cuyo gozo se siente muy lejano: la oscuridad es normal. Dios esta cerca. El gozo se acerca. Ten esperanza en Dios.

La oscuridad es normal

David nos recuerda, primero, que las temporadas de oscuridad son normales para el pueblo de Dios. Y temporadas es la palabra correcta. El Salmo 40 no describe la tristeza de una tarde, sino más bien una oscuridad larga y difícil.

Observa, por ejemplo, la longitud de la oscuridad de David. "Al Señor esperé pacientemente", comienza (Salmo 40:1, LBLA). Nunca llegamos a saber cuánto tiempo estuvo David sentado en las sombras. Solo sabemos que, durante un tiempo, clamó al Señor y recibió a cambio esa mísera palabra: espera.

Notemos también la persistencia de la oscuridad de David. En el punto medio del salmo, David parece haber escapado "del hoyo de la destrucción" y "del lodo cenagoso" (Salmo 40:2). Pero luego, inesperadamente, vuelve a caer (Salmo 40:11-13). Su regreso al pozo casi lo deshace: "el corazón me falla" (Salmo 40:12).

Finalmente, observa la presencia continua de la oscuridad de David. Al final del salmo, David todavía se ve envuelto en las sombras. En lugar de regocijarse, se lamenta: "estoy afligido y necesitado". Y en lugar de alabar, suplica: "Dios mío, no te tardes" (Salmo 40:17).

La canción de David acerca de la felicidad perdida, encontrada, y perdida de nuevo, escarmienta nuestras expectativas de tener gozo en este tiempo. Su experiencia, junto con la de tantos otros, nos recuerda que no debemos extender nuestras manos para aferrar el cielo demasiado pronto. Todas las cosas aún no se han hecho nuevas; todas las emociones aún no están sanas; la plenitud de gozo aún no es nuestra. Mientras caminemos en un cuerpo frágil y llevemos dentro de nosotros un enemigo mortal, nuestro gozo, aunque real, se mezclará con la oscuridad.

La oscuridad, aunque se sienta muy agonizante, es una oscuridad compartida. Compartida con salmistas, profetas y apóstoles. Compartida con santos delante de nosotros y a nuestro lado. Y compartida, por supuesto, con nuestro Salvador. "No estamos en un camino no transitado", nos recuerda C.S. Lewis. "Más bien, en la carretera principal" (Cartas a Malcolm, 44).

Dios está cerca

Sin embargo, el negro no es el único color en el pincel de David. Este salmo, tan lleno de melancolía, está más que equilibrado por la esperanza. La oscuridad es normal, sí lo es. Pero Dios está cerca.

Incluso cuando las oraciones de David parecían navegar hacia el cielo sin ser escuchadas, estaban, de hecho, siendo acogidas por el Dios que nunca se apartó de su lado (Salmo 40:1). Incluso cuando David se encontró nuevamente en el pozo, Dios se acercó a él con misericordia y fidelidad (Salmo 40:11). Incluso cuando David se sintió pobre y necesitado, y su corazón casi le fallaba (Salmo 40:12), podía decir: "El Señor me tiene en cuenta" (Salmo 40:17).

"Pero si Dios está tan cerca", podríamos preguntarnos, "¿por qué la oscuridad es normal?" A veces, por supuesto, la oscuridad es culpa nuestra, como lo fue la de David, al menos en parte (Salmo 40:12). Dios siempre ha estado cerca, pero nosotros mismos hemos entrado en el pozo. No obstante, con frecuencia, el pueblo de Dios se sienta en la oscuridad sin culpa propia. Y en esos momentos, recordamos que el Señor que nos ama, que nos ha amado hasta la muerte, tiene algún propósito que solo puede tomar forma a medianoche.

No necesitamos mirar más allá del Hijo mayor de David, cuyos pasos resuenan a través de este salmo (Salmo 40:6–8; Hebreos 10:5–7). Comparado con la oscuridad que Jesús soportó, la de David era solo una sombra pasajera. Nadie estaba más cerca de Dios que su propio Hijo. Sin embargo, nadie tuvo un camino más oscuro.

Resístete a juzgar la cercanía de Dios por el brillo de tu cielo. Si perteneces a Jesús, no estás abandonado u olvidado; tu Señor, siendo infinito como es, piensa en ti (Salmo 40:17).

El gozo se acerca

La cercanía de Dios, por tanto, no significa que nunca caminaremos en la oscuridad. Pero sí significa que la oscuridad nunca es un fin, sino solo un medio: las pistas, no la estación; el camino a casa, no la chimenea. En la oscuridad, Dios afina las cuerdas de nuestras almas, preparándolas para la alabanza que viene.

En el tiempo de Dios, el gozo que parecía estar tan lejos de David regresó: "Me sacó... asentó mis pies sobre una roca y afirmó mis pasos. Puso en mi boca un cántico nuevo, un canto de alabanza a nuestro Dios” (Salmo 40:2–3). El recuerdo del gozo perdido y restaurado lo alienta a orar al final del salmo, cuando la alegría ha huido una vez más de él: “Regocíjense y alégrense en ti todos los que te buscan; que digan continuamente: ¡Engrandecido sea el Señor!" (Salmo 40:16).

La confianza de David en el gozo venidero no significa que su oscuridad no fuera tan profunda después de todo; significa que el gozo, para aquellos en Cristo, es siempre más profundo y seguro que la oscuridad, eternamente más profundo, infinitamente más seguro. Es posible que no sientas la verdad de ello en este momento. Pero ¿Puedes, con esperanza contra esperanza, imaginarte a ti mismo cantando, riendo de nuevo, diciéndole a todos los que escuchen, "¡Grande es el Señor!"?

El gozo perdido no tiene por qué seguirlo estando. Para los que están en Cristo, no lo hará. Aunque su gozo en el Señor parezca apenas titilar en este momento, algún día volverá a estallar en llamas. Incluso si la oscuridad persiste en gran medida durante el resto de tu peregrinación terrenal, algún día te pararás firmemente sobre la roca, tus pies ya no se resbalarán; algún día cantarás un cántico nuevo, tu boca ya no suspirará. Por más oscuridad que enfrentes en esta batalla por el gozo en Dios, no es, como dice Samuel Rutherford, "digno de ser comparado con nuestra primera noche de bienvenida al hogar del cielo" (La Gracia de Cristo 21). La plenitud de gozo se acerca, cristiano. Gozo supremo, gozo eterno, un mundo sin fin.

La esperanza en Ėl

Sin embargo, la promesa de gozo venidero no pertenece a todos los que caminan en la oscuridad. Pertenece a aquellos que, incluso en su oscuridad, nunca dejan de buscar a Dios. Notemos la frase calificativa en la oración de David: "Regocíjense y alégrense en ti todos los que te buscan" (Salmo 40:16). El último recordatorio de David, pues, llega a nosotros como una exhortación: Espera en Dios.

Sigue esperando a tu Dios, incluso cuando tarda mucho. Sigue aferrándote a sus promesas, incluso cuando parezca que las ha abandonado. Sigue clamando a Él, incluso cuando no estés seguro de que escuche. Sigue buscando su rostro, incluso cuando menos quieras hacerlo. Rechaza la tentación, cuando te halles cansado de esperar, de "caer en falsedad" (Salmo 40: 4) - de buscar algún refugio aparte de Dios que prometa alivio inmediato. Espera, aferrate, ora, busca y confía en que tu Dios vendrá.

Pronto, la oscuridad no será normal, sino inexistente. Dios no estará simplemente cerca, sino visible. El gozo no solo será real, sino pleno y para siempre. Como Thomas Kelly escribe en "Alabado sea el Salvador, vosotros que lo conocéis"

Entonces estaremos donde querríamos estar,
Entonces seremos lo que deberíamos ser,
Cosas que ahora no son, ni podrían ser,
Pronto serán nuestras.

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