Cuando los Pastores Deberían Ser Temerosos

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English: When Pastors Should Be Fearful

© The Gospel Coalition

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Por Paul Tripp sobre Ministerio Pastoral

Traducción por Manuel Bento Falcón


En un mundo quebrantado por el pecado que no funciona como era la intención de Dios hay razones para que todo pastor esté preocupado. Sería tonto y poco sabio no estarlo. Pero debes guardar tu corazón de ser gobernado por el miedo. Así que demos una mirada honesta al miedo y el ministerio pastoral.

Hay razones para estar preocupado en las relaciones con gente imperfecta. Toda persona con la que ministras y a la que ministras es un ser humano imperfecto necesitado de redención. Nadie a tu alrededor tiene un corazón completamente puro. Nadie es totalmente libre de pensamientos, deseos, ansias, o motivos pecaminosos. Nadie dice siempre lo correcto. Nadie toma siempre las decisiones correctas. Nadie es siempre noble en sus intenciones. Nadie está libre de actos de egoísmo o auto-engrandecimiento. Nadie es completamente leal. Nadie cuida siempre tu espalda. Por eso, las relaciones en el cuerpo de Cristo son complicadas e impredecibles. En ellas experimentamos algunos de nuestros gozos más gratificantes y nuestros dolores que más se retuercen. Es piadoso y responsable tener temor de cómo el pecado puede crear luchas de poder, grupos divisivos de aliados, actitudes críticas y de juicio, quejas auto-centradas, deslealtad, y finalmente división.

El temor puede ser algo muy bueno y piadoso. El temor que te lleva a proteger a la gente en tu ministerio de los peligros de la maldad real que existe tanto dentro como fuera de ellos es algo muy bueno. El temor que hace abrir los ojos, dirigido por el evangelio y combativo con el pecado que al mismo tiempo descansa en la gracia de Jesús es una muy buena manera de vivir en un mundo que en si mismo está aún gimiendo a la espera de redención.

El temor puede ser algo impío y peligroso. El temor puede superar a tus sentidos. Puede distorsionar tu pensamiento. Puede secuestrar tus deseos. Puede capturar tu meditación de tal manera que pases más tiempo preocupándote de lo que podría ser que considerando al Dios que es. El temor puede hacer que tomes malas decisiones a corto plazo y fracases al hacer buenas decisiones a largo plazo. El temor puede hacer que olvides lo que sabes y pierdas la visión de quién eres. El temor puede hacerte desear el control que nunca tendrás. Puede causar que desconfíes de gente en la que tienes razones para confiar. Puede hacer que estés demandando en lugar de servir. Puede hacer que corras cuando deberías quedarte y quedarte cuando en verdad deberías correr. El temor puede hacer que Dios parezca pequeño y tu circunstancia grande como un telar. El temor puede hacer que busques en la gente lo que solamente puedes conseguir del Señor. El temor puede ser el abono de tus preguntas más profundas y tus mayores dudas. Tu corazón fue cableado para temer, porque fuiste diseñado para la vida moldeada por el temor a Dios. Pero no puede permitirse que el temor horizontal gobierne tu corazón, porque si lo hace, te destruirá a ti y a tu ministerio.

El temor solamente se conquista con el temor. La verdadera solución es el temor de Dios. Sólo el temor de Dios tiene el poder espiritual para superar todos los miedos horizontales que pueden capturar el corazón. Esos temores relacionales-situacionales-de localización solo son puestos en su adecuado lugar y se les da su adecuado tamaño con un temor mayor---el temor del Señor. Quizás es una porción de lo que se dice en Proverbios cuando declara, "El principio de la sabiduría es el temor de Dios." El permitirte ser girado y retorcido por el temor que sea que te tome en ese momento es una manera poco sabia, inestable e improductiva de vivir. El vivir para aliviar el temor nunca conduce a estar libre de temor. Simplemente te hace más preocupado por el temor, más alerta al temor, y finalmente más temeroso. Solamente cuando Dios se vuelve mayor que cualquier cosa que estés enfrentando puedes ser protegido y liberado de forma práctica del miedo que o bien te paraliza o bien hace que tomes decisiones absurdas.

Una vida sabia, estable y sin miedo no requiere que niegues lo que estás encarando. En lugar de eso, una vida tal mira a lo que sea que estés enfrentando desde la perspectiva de un temor gloriosamente liberador y motivador por Aquel que gobierna todas las cosas que de otra forma temerías. Sólo cuando la gracia hace que el temor de Dios gobierne tu corazón puedes estar lleno de fe y debidamente temeroso al mismo tiempo.


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