Cuando no tienes tiempo de orar

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{{info|When You Don’t Have Time to Pray}}Está oscuro. La casa en silencio. Faltan todavía 3 horas para el desayuno.  
{{info|When You Don’t Have Time to Pray}}Está oscuro. La casa en silencio. Faltan todavía 3 horas para el desayuno.  
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Abrigado lo suficiente como para ir afuera, bajo las escaleras hacia mi estudio en el sótano y prendo la luz del escritorio. Intermitentemente tomará un rato hasta que la polvorienta lamparita color amarillo enfoque sobre la biblia abierta debajo. La mesa está servida; mi alma ha estado hambrienta, y ahora llegué justo a tiempo. El banquete está frente mío. Está oscuro. Y el desayuno se servirá recién en tres horas.  
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Abrigado lo suficiente como para salir, bajo las escaleras hacia mi estudio en el sótano y prendo la lámpara de escritorio. Parpadea una o dos veces antes de que su polvorienta luz amarilla enfoque la Biblia abierta debajo. La mesa está servida; mi alma ha estado hambrienta, y ahora llegué justo a tiempo. El banquete está frente a mí. Está oscuro. Y el desayuno todavía tardará tres horas en servirse.  
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Pero luego escucho pasos. Es raro. ''¿Pasos ahora? ¿Tan temprano?'' Pero espera, ''no solo unos pasos, algunos pasos— ¿muchos pasos?'' Miro hacia las escaleras para encontrarme con mis tres hijos raramente despiertos, deambulando por ahí con los ojos dormidos. Uno necesitaba ir al baño, el otro tuvo una pesadilla y el tercero quería tener una fiesta. Atendí a cada uno y los escolté de vuelta a la cama. Luego estoy bajando las escaleras otra vez solamente para escuchar de nuevo los pasos enseguida. Y me vuelvo a encargar. Hay lágrimas y abrazos y vuelta a retomar el gastado camino hacia mi estudio. Pero las lágrimas y abrazos no logran que los niños se duerman. Y no pasó mucho hasta que tuve que volver arriba otra vez, y después debajo de nuevo. Arriba, abajo, puertas se abren, puertas se cierran, y así una y otra vez— ''¡Dios estoy tratando de orar!''  
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Pero luego, escucho pasos. Es raro. ''¿Pasos ahora? ¿Tan temprano?'' Pero espera, ''no solo son unas pisadas, o dos — ¿quizás tres?'' Vuelvo a subir las escaleras para encontrarme con mis tres hijos extrañamente despiertos, deambulando por ahí con los ojos dormidos. Uno necesitaba ir al baño, el otro tuvo una pesadilla, y el tercero solo quiere hacer fiesta. Atiendo a cada uno y los acompaño de vuelta a la cama. Luego bajo las escaleras otra vez, solamente para escuchar de nuevo los pasos unos momentos despúes. Y me vuelvo a encargar. Algunas lágrimas y abrazos y vuelta a retomar el gastado camino hacia mi estudio. Pero las lágrimas y abrazos no logran que los niños se duerman. Y no pasa mucho tiempo hasta que tengo que volver arriba otra vez, y después de vuelta abajo. Arriba, abajo, puertas se abren, puertas se cierran, así una y otra vez— ''¡Dios estoy tratando de orar!''  
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¿Y qué se puede hacer con esto? Y supongo que debería haberme puesto un halo y subir flotando las escaleras buscando un sublime momento. Supongo que debería haber reprimido mi enojo y sufrido que “los niños vengan a mí”. Después pienso, yo solo quería orar—''necesito orar''. Pero todas estas distracciones. Espera, ¿puedo decir realmente eso? ¿Son realmente distracciones? No. Claro que no. Los celulares podrían ser distracción, los Twitter pueden ser distracción, mirar lo que está pasando en Instagram o repasar una contestación más de los emails podrían ser distracción, pero no mis hijos, no las personas, no ellos.  
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¿Y qué se puede hacer con esto? Supongo que debería haberme puesto un halo y subir flotando las escaleras al encuentro de un sublime momento. Supongo que debería haber reprimido mi enojo y dejar que “los niños vengan a mí”. Pero, de nuevo, yo solo quería orar — necesitaba orar. Sin embargo, había todas estas distracciones. Espera, ¿puedo decir eso de verdad? ¿Son realmente distracciones? No. Claro que no. Los teléfonos inteligentes podrían ser una distracción, revisar el Twitter puede ser una distracción. Mirar lo que está pasando en Instagram o conseguir contestar un email más podrían ser distracciones, pero no mis hijos, no las personas, no de la misma forma.  
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Aun así, tuve el sentimiento de estar distraído, porque estaba impedido de prestar total atención a algo bueno, correcto y necesario por tener que hacer algo bueno, correcto y necesario.  
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Aun así, tuve el sentimiento de estar distraído, porque estaba impedido de prestar total atención a algo bueno, correcto y necesario, porque debía hacer algo bueno, correcto y necesario.  
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Ya es de día, la casa está bulliciosa y ya pasó el desayuno.  
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Ya es de día, la casa está bulliciosa. El desayuno se retrasa.  
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Espero sentirme cerca de Dios, pero ahora estoy a punto de salir más frustrado que antes. Todavía hambriento. No he probado lo que esperaba probar. No pude orar diez cosas por mi esposa o siete cosas por mis hijos o nueve cosas por mi alma. No pude orar mucho por las misiones de Dios en el mundo o para que su nombre sea santificado—ni sé si podrías llamarlo oración.  
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Esperaba sentirme cerca de Dios, pero ahora estoy a punto de acabar más frustrado que antes. Todavía hambriento. No he probado lo que esperaba probar. No pude orar diez cosas por mi esposa o siete cosas por mis hijos o nueve cosas por mi alma. No pude orar mucho por las misiones de Dios en el mundo o para que su nombre sea santificado—ni sé siquiera si podría llamarse oración.  
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Pero allí de rodillas, tratando de encender todo de nuevo, todo lo que me salió decir fue “Ayúdame”. No tuve nada para traer, ni siquiera un pensamiento que hile coherentemente. Era un hombre distraído. Me sentía un tonto, arruinado y roto como en mil pedazos de barro barato. Era nada.  
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Pero allí de rodillas, tratando de volver a comenzar una vez más, todo lo que pude decir fue “Ayúdame”. No tenía nada que llevarle, ni siquiera un hilo de pensamiento coherente. Era un hombre distraído. Me sentía tonto, arruinado y roto en mil pedazos de barro barato. No era nada.  
Pero ahí estaba.  
Pero ahí estaba.  
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Y si Dios iba a decirme algo era que podía clamar eso.  
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Y si Dios me estaba diciendo algo, era que podía afirmar eso.
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Allí estaba, de rodillas dependiendo de su inconmensurable gracia que ha obrado en mi vida, descansando mis brazos en sus misericordias, miles y miles de misericordias. Me di cuenta entonces de que, por su gracia, por lo que él ha hecho, que así como oxidado o tonto o arruinado mi corazón se pueda sentir y como fracturado pueda parecer mi día o como distraído yo pueda estar, todavía soy suyo. ''Suyo soy''.  
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Estaba ''allí'', de rodillas, dependiendo de su inconmensurable gracia que ha obrado en mi vida, descansando mis brazos en sus misericordias, miles y miles de misericordias. Me di cuenta entonces de que, por su gracia, por lo que Él ha hecho, a pesar de todo lo oxidado que se pudiese sentir mi corazón, de todo lo tonto, agotador y fracturado que pudiese parecer mi día, o cómo pudiese estar de distraído, todavía era suyo. ''Soy suyo''.  
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Y si, lo pasaremos de nuevo mañana otra vez. Me tengo que ir a servir cereal.
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Así que mañana, lo volveremos a pasar. Tengo que irme a servir cereal.

Revisión de 02:12 22 nov 2016

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Sobre esta Traducción
English: When You Don’t Have Time to Pray

© Desiring God

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Por Jonathan Parnell sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Susana Belvedere

Está oscuro. La casa en silencio. Faltan todavía 3 horas para el desayuno.

Abrigado lo suficiente como para salir, bajo las escaleras hacia mi estudio en el sótano y prendo la lámpara de escritorio. Parpadea una o dos veces antes de que su polvorienta luz amarilla enfoque la Biblia abierta debajo. La mesa está servida; mi alma ha estado hambrienta, y ahora llegué justo a tiempo. El banquete está frente a mí. Está oscuro. Y el desayuno todavía tardará tres horas en servirse.

Pero luego, escucho pasos. Es raro. ¿Pasos ahora? ¿Tan temprano? Pero espera, no solo son unas pisadas, o dos — ¿quizás tres? Vuelvo a subir las escaleras para encontrarme con mis tres hijos extrañamente despiertos, deambulando por ahí con los ojos dormidos. Uno necesitaba ir al baño, el otro tuvo una pesadilla, y el tercero solo quiere hacer fiesta. Atiendo a cada uno y los acompaño de vuelta a la cama. Luego bajo las escaleras otra vez, solamente para escuchar de nuevo los pasos unos momentos despúes. Y me vuelvo a encargar. Algunas lágrimas y abrazos y vuelta a retomar el gastado camino hacia mi estudio. Pero las lágrimas y abrazos no logran que los niños se duerman. Y no pasa mucho tiempo hasta que tengo que volver arriba otra vez, y después de vuelta abajo. Arriba, abajo, puertas se abren, puertas se cierran, así una y otra vez— ¡Dios estoy tratando de orar!

¿Y qué se puede hacer con esto? Supongo que debería haberme puesto un halo y subir flotando las escaleras al encuentro de un sublime momento. Supongo que debería haber reprimido mi enojo y dejar que “los niños vengan a mí”. Pero, de nuevo, yo solo quería orar — necesitaba orar. Sin embargo, había todas estas distracciones. Espera, ¿puedo decir eso de verdad? ¿Son realmente distracciones? No. Claro que no. Los teléfonos inteligentes podrían ser una distracción, revisar el Twitter puede ser una distracción. Mirar lo que está pasando en Instagram o conseguir contestar un email más podrían ser distracciones, pero no mis hijos, no las personas, no de la misma forma.

Aun así, tuve el sentimiento de estar distraído, porque estaba impedido de prestar total atención a algo bueno, correcto y necesario, porque debía hacer algo bueno, correcto y necesario.

Ya es de día, la casa está bulliciosa. El desayuno se retrasa.

Esperaba sentirme cerca de Dios, pero ahora estoy a punto de acabar más frustrado que antes. Todavía hambriento. No he probado lo que esperaba probar. No pude orar diez cosas por mi esposa o siete cosas por mis hijos o nueve cosas por mi alma. No pude orar mucho por las misiones de Dios en el mundo o para que su nombre sea santificado—ni sé siquiera si podría llamarse oración.

Pero allí de rodillas, tratando de volver a comenzar una vez más, todo lo que pude decir fue “Ayúdame”. No tenía nada que llevarle, ni siquiera un hilo de pensamiento coherente. Era un hombre distraído. Me sentía tonto, arruinado y roto en mil pedazos de barro barato. No era nada.

Pero ahí estaba.

Y si Dios me estaba diciendo algo, era que podía afirmar eso.

Estaba allí, de rodillas, dependiendo de su inconmensurable gracia que ha obrado en mi vida, descansando mis brazos en sus misericordias, miles y miles de misericordias. Me di cuenta entonces de que, por su gracia, por lo que Él ha hecho, a pesar de todo lo oxidado que se pudiese sentir mi corazón, de todo lo tonto, agotador y fracturado que pudiese parecer mi día, o cómo pudiese estar de distraído, todavía era suyo. Soy suyo.

Así que mañana, lo volveremos a pasar. Tengo que irme a servir cereal.


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