Cuatro hábitos de un corazón feliz

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English: Four Habits of a Happy Heart

© Desiring God

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Por Marshall Segal sobre Hedonismo Cristiano

Traducción por Patricia Alvarado


La felicidad de hoy no está prometida, y se rehúsa a ser asumida.

La verdadera felicidad — del tipo que realmente ancla, satisfice, inspira y dura — no es algo que tiene que tomarse por hecho. No es una expectativa fácil, predecible o razonable, ni siquiera lleva a la libertad y descanso del fin de semana. La felicidad es trabajo duro. Si eres honesto, realmente no tengo porque convencerte de eso. Ya habrás experimentado demasiados lunes, demasiados jueves e incluso, demasiados viernes.

Las razones por las cuales la felicidad es tan comúnmente vaga son los obstáculos en nuestros corazones - el pecado que aún permanece, aún engaña y aún se opone a lo que es mejor para nosotros. Se mete en nuestras vidas de formas destructivas y creativas con mentiras que matan, algunas evidentes e intolerables, otras sutiles y convincentes.

El salmo 130 pone palabras a un patrón de convicción, arrepentimiento, espera y alabanza que purifica el pecado y glorifica al Salvador. Es un paradigma para buscar la felicidad entre las realidades diarias de la tentación, debilidad, desánimo y fallas.

El llanto

Desde lo más profundo, oh SEÑOR, he clamado a ti. ¡Señor, oye mi voz!

Estén atentos tus oídos a la voz de mis súplicas. SEÑOR, si tú tuvieras en cuenta las iniquidades, ¿quién, oh Señor, podría permanecer?(Salmo 130:1–3)

La culpa es un afecto horrible y adecuado para el corazón humano. Todos hemos experimentado la muerte (Efesios 2:1) y nos regodeábamos en las profundidades del pecado, y destrucción segura. (Efesios 2:3). Todos comenzamos con Dios allá — sin excepciones, sin escusas, sin esperanza. Pero Dios y por medio de la gracia, hemos sido rescatados del infierno, restaurados por la fe y renovados en Cristo.

Todavía, después del milagro de la resurrección — nos dio vida juntamente con Cristo, y con Él nos resucitó, y con Él nos sentó en los lugares celestiales en Cristo Jesús (Efesios 2:5–6) — estamos llamados a luchar contra lo que quede de nuestro yo antiguo. El dolor sobre nuestros pecados es algo bueno y piadoso siempre que desee más de Dios y más de Su parecido en nosotros. Hay una culpa— un llanto — que nos lleva a Dios, no lejos de Él, a Sus caminos de restauración, no lejos hacia el aislamiento. Todos estamos condenados por nuestros propios actos, pero la misericordia de Dios puede triunfar por encima de todo mal y nos lleva de regreso a casa hacia Él.

La Bienvenida

Pero en ti hay perdón, para que seas temido. (Salmo 130:4)

Somos recibidos en casa por el perdón constante de un Padre contrario a lo espantoso. Eso es, sin el refugio que encontramos en Jesús. Si no lo conocemos como infinitamente santo, poderoso y justo, nunca lloraremos y nunca conoceremos la plenitud y dulzura de su perdón.

El Dios perfecto que castiga toda injusticia pagó nuestra deuda completa cuando inmoló a Su Hijo en la cruz (Isaías 53:10). Y éste Dios — nuestro Dios — perdona para ser temido. De cierto modo, Dios tiene más gloria, más fama y más temor en el mundo cuando salva a los pecadores. No renunció a su renombre para rescatarnos. Él lo resaltó y completó. El perdona y salva para ser visto por todo lo que es Él.

“Dios no renunció a su renombre para rescatarnos. Él perdona y salva para ser visto por todo lo que Él es”.

La Espera

Espero en el SEÑOR; en El espera mi alma, y en su palabra tengo mi esperanza. Mi alma espera al Señor más que los centinelas a la mañana; sí, más que los centinelas a la mañana. (Salmo 130:5-6)

Cuando conocemos a un Dios como el nuestro— el Dios que todo lo sabe, que todo lo hace bien y que todo lo perdona — esperaremos por Él. No hay otra manera de responder a un Dios de tan terrible ira y misericordiosa bienvenida. Si hemos visto y probado que Él es Dios, nos despertaremos queriendo más de Él, pidiendo más de Él, haciendo el espacio en nuestros días, planes y sueños para su venida y encuentro con nosotros.

Siempre estamos esperando este lado del cielo. Esperando tener la sabiduría para esa decisión tan difícil. Esperando por el empuje en esa relación. Esperando que Él corrija las cosas a nuestro alrededor. Esperando que Él responda las difíciles interrogantes en nuestros corazones. Esperando que Él nos complete y nos santifique. Esperando a que Él vuelva a recrear el mundo y todo lo que hay en el. Esperando a que Él lleve de regreso a casa a sus hijos e hijas. Nunca dejamos de esperar hasta el regreso de Jesús.

Sin embargo, más que nada, estamos esperando por Él — por más y más de Él. Y en cada tipo de espera, estamos esperándolo también. Él es el poder que sustenta y la dirección que nos guía, y el significado culminante de nuestras vidas. Todo es en relación a Él. “Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas” (Romanos 11:36). Así esperamos por Él y solo por Él.

La Alabanza

Oh Israel, espera en el SEÑOR, porque en el SEÑOR hay misericordia,
y en El hay abundante redención; El redimirá a Israel de todas sus iniquidades. (Salmo 130:7–8)

Mientras que siempre estamos esperando por este lado del cielo, Dios también siempre está moviéndose. Siempre nos está dando razones para recordarlo, dar gracias y regocijarnos. Desde el momento en que creo la tierra, el sol y los mares, ha querido inspirar adoración. Y todo lo que Él hace es digno de alabanza — sin envidia, alabanza diligente, pero una alabanza espontánea, asombrante y afectiva. Todo lo que Él hace debería elevar nuestros corazones. No siempre tiene ese efecto en nosotros pero eso no es problema de Él. Todo acerca de Él es más Bueno de lo que imaginamos, especialmente la vida en abundancia que da a rebeldes infieles y no merecedores como tú y como yo.

La esperanza que tenemos con Él no puede contenerse. No estará atrapada en nuestros corazones o en nuestros hogares o incluso en nuestras reuniones de la Iglesia. La esperanza es tan entera, tan real, tan cautivadora, tan transformadora que corre dentro de nosotros frenéticamente buscando una manera de escapar, esperando desesperadamente ser compartida con los demás. “Esperen en el Señor”.

La alabanza es la manera en que los redimidos responden al bien que tenemos con Dios. Es la invitación al mundo de venir, comprar y comer, sin dinero y sin precio. Es el sonido de la felicidad del alma en Él.




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