De dónde viene el verdadero coraje

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Por Jon Bloom sobre Miedo y Ansiedad

Traducción por Misael Susaña


¿De dónde viene el valor? ¿Y cómo lo consigues cuando lo necesitas, cuando el temor te asalta y te amenaza, y quieres acobardarte y huir hacia una cueva de protección?

Para una respuesta, miremos a una de las historias más famosas de todos los tiempos en 1 Samuel 17 –una de las historias más malinterpretadas de la Biblia.

Contenido

David y Goliat

Hace tres mil años, en el Valle de Ela, un hombre gigante llamado Goliat de Gat salió de las filas filisteas para desafiar y provocar al ejercito de Israel y a su Dios. Por cuarenta días, él retó a los guerreros israelitas, acumulando culpa sobre ellos, ya que ninguno se atrevió a aceptar su pelea-hasta-la-muerte, su reto el-ganador-se-lo-lleva-todo. Todas las mañanas él daba un paso adelante, y los hombre de Dios retrocedían.

Entonces un pastor adolescente hebreo llamado David se presentó en el campo con pan y queso para sus hermanos mayores que eran soldados y escuchó al gigante expresar su desprecio hacia el impotente ejercito de su Señor. David estaba indignado. Así que él tomó su honda de pastor, agarró unas piedras, derribó a Goliat, y cortó su cabeza.

De qué no se trata David y Goliat

Muchos piensan que la victoria de David sobre Goliat es una historia de valor personal ante enormes obstáculos. Ellos ven a David como un tipo que tenía las de perder, un Rocky Balboa del Antiguo Testamento, de pie ante un fanfarrón arrogante. Ellos lo ven como confiado en sí mismo, un joven independiente que fue lo suficientemente valiente para pelear por lo que era correcto y descansar en su propia fuerza y habilidades en vez de conformarse a las tácticas convencionales.

La moralidad popular de la historia es: ve allá afuera y enfrenta a tus gigantes porque el heroicamente valiente llega a la cima.

Pero no es de eso que se trata la historia. Es cierto que David fue valiente y que la valentía es una virtud esencial y gloriosa. Pero cuando él enfrentó a Goliat, el valor de David fue una virtud derivada. Ésta estaba siendo energizada por algo más.

La fuente del valor de David

Antes de mirar de dónde vino el valor de David, tenemos que preguntarnos por qué Saul y sus soldados carecían de tal valor, al menos en ese momento. En la superficie, la respuesta parece obvia: el campeón filisteo era de aproximadamente nueve pies de estatura e increíblemente fuerte (1 Samuel 17:4-7). Él era altamente entrenado, una máquina experimentada en la masacre que mandaba muchos oponentes a reunirse con su Creador (1 Samuel 17:33). Físicamente, todo hombre en el campamento hebreo era superado por él. Peleando, Goliat lucía como un suicida, así de simple.

Pero no es tan así de simple. En primer lugar, pelear contra Goliat no pareció algo suicida para David, quien era físicamente como los demás. Pero también, estos hombres creían en Dios y sabían la historia de Israel. Ellos sabían las historias, como Dios habían vencido un adversario gigante tras otro. Muchos de ellos habían visto personalmente a Dios hacer cosas asombrosas, como la victoria de Jonatán sobre una guarnición filistea en 1 Samuel 14.

No, a estos hombres no les faltó valor para enfrentar a Goliat porque en ese momento les faltaba fe. En ese momento, por cualquiera que haya sido la razón, a pesar de todas las historias y experiencias pasadas, Goliat parecía más grande que Dios. Cada hombre creyó que si iba en contra de este descomunal humano, sería por su propia cuenta y terminaría como alimento para aves (1 Samuel 17:44).

La profunda confianza en Dios de David

¿Que, entonces, hizo a David diferente? No fue que él tenía el valor auto-generado, crudo, y frío de las heroicas películas de acción americanas. El combustible del valor de David fue su confianza en la promesa de Dios y en el poder de Dios para cumplirla.

En el capítulo anterior, el profeta Samuel le había informado a David que Dios lo había escogido para ser el próximo rey de Israel y lo ungió ante sus hermanos (1 Samuel 16:13). David sabía esta información cuando él llegó al campamento y escuchó las risas sarcásticas de Goliat. Y él obtuvo confianza adicional al recordar como Dios lo había ayudado en el pasado (1 Samuel 17:34-36).

Esta realidad fue la fuente del valor de David. Él no estaba confiando en sí mismo, él estaba confiando en Dios.

David creyó que Dios nunca rompería su promesa, y si Goliat se hizo a sí mismo un obstáculo para la promesa de Dios, Dios podía sacarlo fuera del camino con una pequeña piedra. David vio que Dios era más grande y más fuerte que el temible filisteo. Así que, él fue a pelear sabiendo que Dios le daría la victoria sobre Goliat –y cuando lo él lo hiciera, la victoria demostraría el poder y la fidelidad de Dios, no el valor de David (1 Samuel 17:46-47).

¿Cuál es la fuente de tu valentía?

El valor no es una virtud autónoma, auto-generada. El valor siempre es producido por la fe, sea que nuestra fe esté en Dios o en algo más. El valor es una virtud derivada.

Para el cristiano, una falta de valor, lo que el escritor de Hebreos llama “retroceder” (Hebreos 10:37-38), es siempre una evidencia de una falta de fe en la promesa de Dios. Algún “Goliat” está vislumbrándose como más grande que Dios y nos humilla con su burla. Todo lo que vemos es cuán débiles y patéticos somos, y cuán inadecuados somos para enfrentarlo. Luchar contra él parece imposible, y el pensamiento nos paraliza.

Todos nosotros experimentamos este temor. También David. David es un buen ejemplo para nosotros, no tan solo porque él energizó su confianza y valor para enfrentar a Goliat con las promesas de Dios, sino también porque él frecuentemente se sintió temeroso y necesitado de animar a su alma otra vez al recordar las promesas de Dios. Una lectura rápida a través de los primeros 25 salmos muestra con cuánta frecuencia David tuvo que enfrentar temor e incredulidad.

Enójate ante el miedo

Pero la fe hizo a David más que valiente. Cuando él escuchó al filisteo desafiar al Dios viviente y su ejercito, eso hizo enojar a David. Las burlas y las acusaciones de Goliat despreciaban la gloria de Dios. Y cuando nadie se atrevió a defender el nombre de Dios, eso hizo que Dios luciera débil. David no toleraría eso.

Y esa debería ser también nuestra respuesta a cada temor y “razonamiento altivo que se levanta contra el conocimiento de Dios” (2 Corintios 10:5). Nuestros temores no son principalmente acerca de nosotros, aunque se sienta de esa manera. Nuestros temores son principalmente acerca de Dios. Ellos impugnan el carácter de Dios y lo llaman débil, o no-existente. Ellos desafían a Dios y su iglesia.

Eso es una barbaridad, y nuestro llamado es a dejar de ser cobardes y enfrentar nuestros temores, no dejándolos intimidarnos en incredulidad.

El evangelio mata-gigantes

En el nuevo pacto, no debemos luchar contra carne y sangre (Efesios 6:12), sino amar a nuestros enemigos humanos (Lucas 6:27). Sin embargo, debemos poner “todo pensamiento en cautiverio a la obediencia de Cristo” (2 Corintios 10:5). Nuestros “Goliats” son nuestro pecado remanente y “las huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales” (Efesios 6:12). Y debemos usar nuestras armas de guerra contra ellas (2 Corintios 10:4), incluyendo el escudo de la fe y la espada de la palabra de Dios (Efesios 6:16-17). Debemos apuntar a matar.

Esos gigantes, que son más grandes que nosotros y muy intimidantes para nuestra carne, serán asesinados tal como Goliat lo fue –por fe–. Y nuestro valor para enfrentarlos no vendrá de una confianza en nosotros mismos. Vendrá sólo de una confianza en las poderosas promesas de Dios.



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