Decepcionarás a alguien y debes hacerlo

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English: You Must and Will Disappoint Someone

© Desiring God

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Por Ann Swindell sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Kaired Pereira


Contenido

Aprendiendo a decir No por fe.

Nuestra familia se ha mudado por todo el país para que mi esposo tome una posición pastoral, Y me había comprometido en compromisos y oportunidades. Era la esposa del nuevo pastor, y sentí la responsabilidad de asistir a estudios de La Biblia, encuentros y reuniones sociales. Es lo que otros esperaban de mí, asumí que necesitaba decir que sí.

Pero mi entusiasmo por encajar, hacer nuevo amigos y cumplir con los roles no mencionados de la esposa del pastor, había cometido un error evidente: realicé muchas elecciones basadas más en el temor que por la fe.

Me preocupé de que si no estaba de acuerdo con todo, podría fallar en hacer amigos, decepcionar a los congregantes y fallar en vivir a la expectativa de la gente. Así que me inscribí en los estudios de La Biblia, accedí a la cena, acepté ayudar en la enfermería.

El miedo a errar me ha conducido a aceptar demasiados compromisos. Me encontré a mí misma mal humorada y ansiosa. Mientras todo a lo que decía que sí era algo bueno en sí mismo, aprendí rápidamente que no todo era bueno para mí en esta época. Mi esposo e hijos sintieron las consecuencias de mi estrés. Sentí mi cuerpo en tensión constante. ¿Por qué? Porque tenía miedo de decir que no.

Cuando Dejamos que el Miedo Nos Conduzca

El miedo conduce nuestras elecciones en cualquier momento, necesitamos reconocerlo como una alerta roja de que no caminamos en el sendero del Espíritu. En Juan 14, Jesús le dice éstas profundas palabras a sus discípulos: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” (Juan 14:27).

Cuando Jesús ofrece éstas palabras a sus discípulos, sólo Él sabe que ellos enfrentarán la decisión más intensa de sus vidas. El camino está en frente, y ellos deberán elegir entre alinearse a Jesús mientras es erróneamente acusado y asesinado o alinearse a los líderes religiosos y la multitud.

Sabemos cómo sigue la historia. Cada uno de ellos abandona a Jesús. Ellos se sucumben ante su temor a los Fariseos y al tumulto, y cuando Jesús es arrestado, ellos huyen. Pedro va tan lejos como desconocer a Jesús, incluso jurando no conocer a ése hombre.

¿Por Qué Sucumbimos?

¿Por qué estos discípulos ―que conocen a Jesús tan íntimamente― se alejaron de él a la primera señal de persecución?

Ellos tuvieron miedo. Y el miedo nos hace tomar decisiones que no son ni piadosas ni buenas. Cuando tenemos miedo, operamos fuera de nuestra auto-preservación y auto-protección, en vez de en un lugar de confianza de todo corazón en Dios y de gozo en Él. Nos enfocamos más en complacer a la gente, en vez de complacer a nuestro señor (Juan 12:43). Y el apóstol Pablo nos advierte: “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.” (Gálatas 1:10).

Jesús dijo sus preciosas palabras acerca de la paz a sus discípulos porque sabía que ellos podrían tener miedo ― miedo acerca de lo que otros pensarían o harían cuando su maestro fuera llevado a juicio, golpeado y asesinado brutalmente ―. Pero Cristo también sabía que lo que tenía para ofrecerles ― su paz duradera― era más fuerte que el temor. Él les pedía que confiaran en Él, en vez de los fugaces y vacíos deseos de sus líderes y la multitud.

Como Liberar el Miedo

Jesús le estuvo pidiendo a sus discípulos que hicieran algo difícil, y pide lo mismo de nosotros todos los días. Entonces, ¿Cómo podemos hacerlo prácticamente? ¿Cómo podemos liberar nuestros corazones del miedo que hace que estemos de acuerdo con cosas que no son ni buenas ni piadosas (ni ahora ni nunca)? ¿Cómo podemos desligarnos de complacer a las personas?

1. Inunda tu mente con las palabras de Dios.

Jesús es claro acerca de lo que significa amarlo y seguirlo: “…El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. El que no me ama, no guarda mis palabras…” (Juan 14:24-24). Nosotros tenemos que conocer las palabras de Cristo para saber lo que significa obedecerlo ― Para preservar guardar su palabra―. Nosotros debemos comenzar aquí, sumergiéndonos en La Biblia, así que debemos estar dispuestos a discernir y aprobar lo que es bueno y placentero para Dios, más que ver lo que es bueno o placentero para otros o nosotros.

2. Enfócate en la recompensa eterna.

Mientras podría parecer un beneficio temporal el hacer, decir, o encargarse de cosas aquí en la tierra por el bien de complacer a otros, la verdad es que otras personas no tienen potestad sobre nuestras vidas o nuestro futuro. Ellos no pueden salvarnos, satisfacernos, entregarnos o asegurarnos nuestro destino eterno. Sólo Cristo puede hacerlo, y Él promete recompensarnos con la eternidad cuando lo sigamos y obedezcamos sólo a Él (Mateo 25:23, Revelaciones 2:7).

3. Pide a otros que te ayuden a decir no.

Necesitamos pedir a otros creyentes a tomar la dura y santa decisión de decir no cuando necesitemos hacerlo. Es difícil decir no cuando sabemos decepcionaremos a otros ―especialmente cuando nos están pidiendo que hagamos algo inherentemente bueno―. Pero no podemos decir si a todo siempre, y no queremos operar bajo el miedo o la frustración a otros, más que el deseo de agradar a Cristo. Pídele a tu esposo, amigos y pastor que te ayuden a responder a las oportunidades desde una posición bíblica y de oración, más que de una posición de miedo de decepcionar a alguien más.

=Lo que no es propio que hagas

La paz y el miedo no pueden existir en el mismo corazón al mismo tiempo. En lugar del miedo a los demás, Jesús nos da de sí mismo. Y cuando buscamos a Cristo y a su reno a través de su palabra ―a través de una eterna perspectiva y junto a los santos― podemos decir que sí al llamado de Dios y no a lo que no es propio de que hagamos.

Aunque posiblemente decepcionemos a otros temporalmente, podemos seguir adelante con confianza, sabiendo que en última instancia estamos complaciendo al Creador y Redentor de nuestras almas. Él nos dará su paz aquí en la tierra, junto con la promesa de la recompensa eterna y deleitándose en Él hoy mientras lo seguimos y obedecemos su palabra.


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