Deja a un lado el peso de las expectativas navideñas

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English: Lay Aside the Weight of Christmas Expectations

© Desiring God

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Por Jon Bloom sobre

Traducción por Laura Coloma


Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo. (Filipenses 2:3)

En época de Navidad es bueno que recordemos lo peligrosas que son las fantasías.

No me refiero a las fantasías tipo Narnia. Hablo de cómo, a partir de deseos egocéntricos, construimos ideas y expectativas acerca de cómo queremos que sean las cosas y las proyectamos hacia personas y eventos.

Las expectativas alimentadas con fantasías pueden fácilmente convertirse en tiranas. En Navidad son, por lo general, los Scrooges y Grinches de nuestra celebración. Para ser menos halagador, son los demonios en el jardín del amor misericordioso de Dios.

Para los cristianos, Navidad es la celebración de la encarnación, ese momento maravilloso, impenetrable y misterioso cuando el Verbo que hizo todas las cosas y las sostuvo por la palabra de su poder (Hebreos 1:3) se hizo carne y habitó entre nosotros (Juan 1:14). Cuando YHWH “fue hecho un poco inferior a los ángeles” (Hebreos 2:9). Cuando el que no conoció pecado, entró al mundo como un bebé ensangrentado, para que hiciera pecado por nosotros en una cruz ensangrentada, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él (2 Corintios 5:21).

Selah.

No fue como lo esperaban

Si existe una fiesta para celebrar y adorar a Dios por su control soberano sobre aquellas cosas que no van como esperamos esa es la Navidad. Pocas cosas salieron como José y María esperaban. José no esperaba la dolorosa decisión de divorciarse de María. No esperaba todos los desvíos difíciles e imprevistos que los llevó a Belén, luego a Egipto y finalmente de vuelta a Nazaret. Ninguno esperaba que ese Niño santo naciera en un establo de desesperanza.

Nadie esperaba que el Mesías viniera de Galilea (Juan 7:52), nadie esperaba que no hubiese (formalmente) estudiado (Juan 7:15) y nadie esperaba que fuese, literalmente, el Hijo de Dios (Juan 10:30-33).

Navidad es la celebración de la llegada del inesperado Jesús.

Selah.

Cuidado con el eco vacío

Por eso debemos saber cuánto influye en nosotros la fiesta de la cultura americana que llamamos Navidad, porque es prácticamente una fábrica de expectativas alimentadas con fantasías. Es un collage mezclado con imágenes y cuentos de la Inglaterra de Dickens, de la América de Rockwell, de nuestra propia infancia y del mercado de consumidores. Está arreglado con nociones vagas de alegría y paz (ecos vacíos de sus orígenes en Lucas 2:10) y en ocasiones incluye escenas sentimentales de un Niño sabio, radiante, en un pesebre rodeado de ganado sereno y semitas y persas con apariencia europea. Y todo esto está junto a la banda sonora de una súper estrella pop trans-generacional.

El mito falso de esta Navidad es que si podemos lograr que se vea como el collage extravagante y confuso que tenemos en mente, sentiremos el “espíritu de la Navidad” y seremos felices.

El problema es, por supuesto, que cada quien tiene un collage diferente. El resultado es que las expectativas de la fantasía navideña son decepcionantes. Y casi siempre el egoísmo sofoca al amor, azota en alguna forma de rabia agresiva o pasiva y destruye toda alegría y paz que podría haber habido.

Es por esto que las fantasías son peligrosas. Casi siempre son intentos egoístas de buscar felicidad forzando a la realidad a adaptarse a nuestra imaginación, sobre lo cual no tenemos poder. Las fantasías hacen peticiones inalcanzables y nos desilusionan, a nosotros y a los demás.

El espíritu verdadero de la Navidad

Así que, a medida que se acercan las celebraciones, decidamos despojarnos del peso y el pecado que nos envuelven (Hebreos 12:1) en las fantasías egoístas de la Navidad y veamos a Jesús.

el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (Filipenses 2:6-8)

Ese es el verdadero espíritu de Navidad. Cristo no se aferra; él sirve. Y cómo sirve.

El Adviento es la celebración de la llegada inesperada de Jesús en un momento inesperado, en un lugar inesperado, para pagar el precio inesperado e incomprensible a fin de dar, inesperadamente, a los pecadores el regalo inmerecido del perdón total de los pecados y el regalo inimaginable de la vida eterna.

La Navidad no se trata de cumplir nuestras expectativas de las fiestas. Se trata de celebrar el logro inmenso de Jesús por nosotros y seguir sus pasos de siervo humilde.

Así que, en estas fiestas, cuando las cosas no salgan como queramos, regocijémonos en el Dios que rige lo inesperado y,

Nada hagáis por egoísmo o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de vosotros considere al otro como más importante que a sí mismo. (Filipenses 2:3)

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