Diez Mil Cosas Que No Podemos Ver

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English: Ten Thousand Things We Can’t See

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Por Jonathan Parnell sobre La Gracia de Dios

Traducción por Susana Belvedere

“La cercanía de Dios es mi bien” dice el salmista.

A pesar de que el malvado prospera, a pesar de que la maldad se lleva a cabo, a pesar de que las circunstancias del pueblo de Dios son desoladoras, todo tiene sentido en la presencia de Dios (Salmo 73:17). En ese lugar el alma atribulada es revivida. El indomable temperamento es dominado. “Sin embargo”, el salmista continúa, “yo siempre estoy contigo; tú me has tomado de la mano derecha. Con tu consejo me guiarás y después me recibirás en gloria” (Salmo 73-23-24).

Desde el principio hasta el fin, Dios está con su pueblo. Esto es lo que nos hace diferente (Éxodo 33:14-16).

Donde vayamos Él va. Siempre. La cercanía de Dios es nuestro bien (Salmo 73:28).

Pero luego nos encontramos con el Salmo 74.

Inmediatamente después de esta declaración, de recordar la presencia de Dios, de habitar cerca de Él, el siguiente anuncio del salmista llamado Asaf comienza: “Oh Dios, ¿por qué nos has rechazado para siempre? (Salmo 74:1). Esto se opone directamente a las buenas noticias del salmo anterior. El Salmo 73 dice que la presencia de Dios es nuestro bien, pero el Salmo 74 dice,

¡El enemigo ha destruido todo en tu santuario! (versículo 3)

Tus adversarios han rugido en medio de Tu lugar de reunión. (versículo 4)

Han quemado todos los santuarios de Dios en la tierra. (versículo 8)

Cuando El No Hace Nada

¿Lo ves? El lenguaje en este pasaje se refiere totalmente a la presencia de Dios y el panorama es de destrucción. El ataque del enemigo apunta con precisión a esa única cosa en la cual el pueblo de Dios está esperanzado. Y peor, a Dios parece no importarle. Él no hace nada al respecto, así parece. Por consiguiente el versículo 11 dice:

¿Por qué retiras Tu mano, Tu diestra? ¡Sácala de dentro de tu seno, destrúyelos!

En otras palabras, Dios, ¿no ves lo que está sucediendo? Tus enemigos están prevaleciendo sobre nosotros y tú tienes las manos en los bolsillos. ¡Por favor haz algo!

Tiene sentido, ¿no? La presencia de Dios, lo más valioso que los salmos nos enseñan, la estima más grande sobre todas las cosas, aún ésta no está fuera del alcance del enemigo, ¿o sí?

El Hace Todo

Un cambio rotundo se produce en el versículo 12. “Aun así”, el salmista dice —glorioso giro—“Con todo, Dios es mi Rey, desde la antigüedad, Él que hace obras de salvación en medio de la tierra.” (Salmo 74:12). Es en ese momento de caos, cuando todo está dado vuelta, cuando lo que aguardamos con gran expectativa se desmantela, el salmista se detiene y recuerda. El recuerda que cuando las circunstancias no aportan, Dios siempre está trabajando. Dios siempre está trabajando en 10,000 cosas que no vemos. Siempre.

El salmista sabe que Dios actúa. “Tú dividiste”, el salmista recuenta, y “tú quebraste” y “tú aplastaste” y “tú diste” y “tu separaste” y “tú secaste” y “tuyo es el día” y “tuya también la noche” y “tú has establecido” y “tú has preparado” y “tú has creado” (Salmo 74:12-17). El salmista saca los ojos de sí mismo, de su entorno, y recuerda. Nos cuenta 10,000 cosas.

Porque Él Hizo Esto

Y lo sabemos. Hemos visto esto anteriormente. Tenemos todo el cuadro completo.

Hubo un día cuando los enemigos de Dios golpearon con precisión aquello en lo cual su pueblo estaba esperanzado. Ocurrió un día cuando la presencia de Dios no solo fue saqueada sino su propia encarnación—Dios con nosotros—fue ultrajada. Los enemigos de Dios prevalecieron sin piedad. El Hijo de Dios colgado en la cruz, y el Padre aparentemente con las manos en los bolsillos. Ni el Mesías quedó fuera del alcance de sus enemigos. ¿O sí?

Mira, en ese momento de desolación—en este Caos del caos— todo parecía destruido y dado vueltas. Pero, a pesar de toda la evidencia y casi todas las cosas llegando a su fin, no todo estaba terminado.

Parecía que el mal había alcanzado la victoria. Que Dios había muerto. Que sus enemigos habían triunfado. Pero no fue así.

Fue en su muerte, cuando nuestra esperanza parecía desvanecerse, que Jesús en realidad la asegura con firmeza. Mientras la oscuridad cubría la tierra, sobre el grito de abandono del Hijo, mientras la luz se iba atenuando, el Padre llevaba a cabo su eterno propósito para el mundo. Más allá de lo que parecía suceder, más allá de lo que las circunstancias podían sugerir, Dios fue victorioso. El domingo en la mañana lo comprueba.

Por lo tanto, justo cuando creíamos que él se había ido para siempre, en realidad él estaba siendo levantado como aquel que nunca nos dejará o abandonará− Aquel que puede decir “He aquí yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Diez mil cosas, recuerda. Y aquí por lo menos tienes una.

Si, la cercanía de Dios es mi bien.


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