Dios Nos Hiere Porque Nos Ama

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Última versión de 19:09 5 jun 2020

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English: God Wounds Us Because He Loves Us

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Por Marshall Segal sobre Sufrimiento

Traducción por Mariana Ramirez


Muy seguido, el amor que necesitamos más es el que menos queremos. Este amor se siente tan duro, tan contundente, es tan desagradable en el momento que normalmente no lo reconocemos como amor.

“Hijo mío, no tengas en poco la disciplina del Señor, ni te desanimes al ser reprendido por Él; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo” (Hebreos 12:5-6 LBLA)

A veces el amor del Señor hacia nosotros se siente como lo opuesto al amor, pero eso es solo porque nosotros no podemos ver todo lo que Él ve. Detrás del dolor que permite hay un amor aún más real para aquellos por los que envió a su Hijo (Juan 3:16)

El mundo nunca llamaría a ningún tipo de dolor “amor”. El mundo simplemente no tiene categorías para Dios haciendo lo necesario para llevarnos a Él -- su fuerza, su justicia, su ayuda, su paz. Pero su amor hacia nosotros hace que las limitadas categorías del mundo exploten y superan las expectativas.

Como Dios nos Hiere

Podemos ver este amor inesperado y doloroso en el libro de Amós. Dios ha hecho todo lo razonable para despertar a su pueblo a sus pecados y rescatarlos de la rebelión contra Él, pero ellos simplemente no ceden.

Él retuvo los alimento para que estuvieran hambrientos: “Yo también os he dado dientes limpios en todas vuestras ciudades, y falta de pan en todos vuestros lugares; pero no os habéis vuelto a mí” (Amós 4:6 LBLA). Dios estaba dispuesto a verlos pasar hambre si eso es lo que hacía falta para que tuvieran hambre de Él de nuevo.

Él detuvo la lluvia para que tuvieran sed: “Y además os retuve la lluvia cuando aún faltaban tres meses para la siega; hice llover sobre una ciudad y sobre otra ciudad no hice llover; sobre una parte llovía, y la parte donde no llovía, se secó. Así que de dos o tres ciudades iban tambaleándose a otra ciudad para beber agua, y no se saciaban; pero no os habéis vuelto a mí” (Amós 4:7-8 LBLA) Dios estaba dispuesto a que estuvieran sedientos si eso es lo que hacía falta para que tuvieran sed de justicia.

Él corrompió los campos para arruinar su cosecha: “Os herí con viento abrasador y con añublo; y la oruga ha devorado vuestros muchos huertos y viñedos, vuestras higueras y vuestros olivos; pero no os habéis vuelto a mí” (Amós 4:9 LBLA). Dios estaba dispuesto a comprometer el sustento de su gente si eso es lo que hacía falta para que ellos llamaran a Él para todo lo que necesitaban.

Lo más devastador, incluso mató a sus seres queridos: “Envié contra vosotros una plaga, como la plaga de Egipto, maté a espada a vuestros jóvenes, junto con vuestros caballos capturados, e hice subir hasta vuestras narices el hedor de vuestro campamento; pero no os habéis vuelto a mí … Os destruí como Dios destruyó a Sodoma y a Gomorra, y fuisteis como tizón arrebatado de la hoguera; pero no os habéis vuelto a mí” (Amós 4:10-11 LBLA). Dios estaba dispuesto a verlos morir si es lo que se necesitaba para que ellos realmente vivieran.

¿Por qué, Señor?

El retuvo los alimentos, “ pero no os habéis vuelto a mí.” El retuvo el agua, “ pero no os habéis vuelto a mí.” Incluso mató a sus seres queridos, “ pero no os habéis vuelto a mí.” El propósito de Dios no era la destrucción, sino la reconciliación. Su motivación no era la venganza, sino la compasión. No estaba blandiendo su poder y justicia como un castigo, sino como una invitación. En cada gramo de sufrimiento, Él llama a su gente, Vuelvan a mí.

Vemos este tipo de amor a lo largo de los profetas. Dios está dispuesto a retener cualquier cosa para llevar a su pueblo a casa con Él. Una y otra vez, el dolor que permite esta diseñado para llevarnos a la comodidad, esperanza, y sanación, no desesperación.

Permite que suframos para que nos volvamos y recibamos compasión: “Abandone el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase al Señor, que tendrá de él compasión, al Dios nuestro, que será amplio en perdonar” (Isaías 55:7 LBLA). El dolor se puede sentir como la ira feroz de Dios en el momento, pero en realidad nos revela su cálida compasión hacia nosotros. Joel dice, “Rasgad vuestro corazón y no vuestros vestidos; volved ahora al Señor vuestro Dios, porque Él es compasivo y clemente, lento para la ira, abundante en misericordia, y se arrepiente de infligir el mal” (Joel 2:13 LBLA).

Para que regresemos y seamos sanados: “Y el Señor herirá a Egipto; herirá pero sanará; y ellos volverán al Señor, y Él les responderá y los sanará” (Isaías 19:22 LBLA). El Señor si quita. El Señor si ataca. El Señor rasgará. Todo para que pueda sanar. Oseas canta, “Venid, volvamos al Señor. Pues Él nos ha desgarrado, y nos sanará; nos ha herido, y nos vendará” (Oseas 6:1 LBLA).

Para que regresemos y seamos redimidos: “He disipado como una densa nube tus transgresiones, y como espesa niebla tus pecados. Vuélvete a mí, porque yo te he redimido” (Isaías 44:22 LBLA). Cuando regresamos al Señor, no encontramos resistencia ni reluctancia. Este Padre corre a recibir a su hijo pródigo (Lucas 15:20). Por fin encontramos redención.

Para que regresemos y encontremos descanso: “Porque así ha dicho el Señor Dios, el Santo de Israel: En arrepentimiento y en reposo seréis salvos; en quietud y confianza está vuestro poder. Pero no quisiste” (Isaías 30:15 LBLA). Cuando sufrimos, soportando decepción o rechazo, batallando con enfermedad o discapacidad, en la pérdida de un ser querido, queremos descansar más que nada - descanso del dolor, de las preguntas, de la duda, de las ansiedades. Trágicamente, muchos de nosotros corremos lejos de Dios e intentamos encontrar descanso, cuando el sufrimiento está diseñado para llevarnos a descanso verdadero con Él. Dios cuelga el mismo letrero sobre toda batalla: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y cargados, y yo os haré descansar. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mateo 11:28-29 LBLA).

Para que regresemos y nos regocijemos: “Volverán los rescatados del Señor, entrarán en Sión con gritos de júbilo, con alegría eterna sobre sus cabezas. Gozo y alegría alcanzarán, y huirán la tristeza y el gemido” (Isaías 35:10; 51:11 LBLA). Satanás merodea como un león, esperando para devorar al vulnerable. Como se aprovecha de los débiles y vulnerables, usualmente se enfoca en aquellos que están sufriendo. El diablo quiere que tu vida sea todo dolor y nada de gozo, pero Dios quiere que tu encuentres un gozo más profundo y duradero en tu dolor y sufrimiento (2 Corintios 6:10). Cuando empezamos a ver todo lo que Dios hace por nosotros en medio de la adversidad, no solo aprendemos a tolerar nuestras debilidades y aflicciones, sino que “muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades” (2 Corintios 12:9 LBLA).

Para que regresemos y tengamos a Dios: “ Y les daré un corazón para que me conozcan, porque yo soy el Señor; y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, pues volverán a mí de todo corazón” (Jeremías 24:7 LBLA). Al final, el regalo más dulce que Dios nos da cuando nos hiere es que nos da más de Él. Cuando regresamos a Dios, tenemos a Dios (1 Pedro 3:18). Él no es un cartero sobrenatural sin nombre que nos entrega lo que necesitamos, y que luego es olvidado. Él es el primer y más grande regalo que nos da a todos nosotros. Vale cualquier cosa que tengamos que perder o sufrir para tenerlo.

Si no regresas

Dios le suplica a su gente que regresen - que regresen a casa - pero el versículo en Amós 4 termina de una manera ominosa. El Señor le advierte a Israel,

“Por tanto, así haré contigo, Israel; y porque te he de hacer esto,prepárate para encontrarte con tu Dios, oh Israel.
Pues he aquí el que forma los montes, crea el viento y declara al hombre cuáles son sus pensamientos,
el que del alba hace tinieblas y camina sobre las alturas de la tierra: el Señor, Dios de los ejércitos, es su nombre” (Amós 4:12-13 LBLA).

Aun si regresamos a Dios o no cuando estamos heridos, lo conoceremos un día. El sufrimiento que experimentamos ahora está diseñado para llevarnos a Él como un preciado hijo o hija. Pero si nos negamos, lo encontraremos como un enemigo, nuestro sufrimiento será peor para siempre. Una eternidad apartados de Él, y contra Él, hará que años de dolor se vean como algo ligero y momentáneo en comparación.

No tengas miedo de sentir dolor en el sufrimiento, de llorar el dolor, deja que dirija a Dios, no lejos de Él. Él te está hiriendo con amor, y te está suplicando que corras a Él.


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