Dios Obra Maravillas

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Por Jonathan Parnell sobre Fe

Traducción por Patricia Alvarado


Todos hemos visto algún tipo de concierto hecho por niños. Ya sea en la Iglesia o en la escuela, la mayoría de la gente ha ido a algún tipo de ensamble de niños de algún tipo. Los niños, mientras más pequeños mejor, se ponen en su lugar mientras el maestro los dirige. Han estado practicando por semanas, ensayando sus líneas, cantando sus canciones y ahora el gran día ha llegado. Los disfraces están listos, la audiencia está ya en sus lugares y casi nunca falla, que los niños se salgan del plan.

¿Qué es lo que hacen? Saludan, claro.

Lo han visto. Los jovencitos escanean la audiencia hasta que encuentran a sus padres y no dejan de saludar hasta que Mamá y Papá dicen hola. Levantan las manos lo más alto que pueden, moviéndolas una y otra vez, ¡Hola, soy yo, soy yo! ¡Papá soy yo! Esto no es parte de la coreografía, no van a encontrarlo en el programa. Pero a nadie le importa. De hecho, no podemos evitar sonreir. Es muy tierno. Nos gusta siempre y cuando la figura paterna este ahí para responder.

Contenido

Sigue Saludando

Pero imaginen por un momento que están en éste concierto y empiezan a ver como se desenvuelve esta escena tan familiar. Sucede como por lo general, pero esta vez hay un niño que no deja de saludar. Ha encontrado a su papá, lo ha saludado y llamado e incluso brincado varias veces pero Papá no responde.

Imaginen, si gustan, que ésta escena se repite durante todo el concierto, que el evento termina y todo el mundo se va hasta que sólo quedan dos personas en el auditorio. Es sólo el niño en el escenario y el papá en los asientos. El niño sigue saludando; el papá se mantiene quieto. Y así sucede por horas. Entonces las luces se apagan, los pisos han sido ya barridos, los basureros han sido vaciados, el edificio ha sido cerrado. Pero el niño sigue ahí, ahora para en medio de la oscuridad, saludando sin cesar, llamando al hombre que está sentado en silencio en los asientos; “Papá, soy yo! ¡Soy yo!

En el Silencio

No hay nada de bueno acerca de eso, aunque no sea una experiencia anormal, por lo menos no como ese niño debió de haberse sentido, al menos no para el salmista en el Salmo 77.

Este salmo de Asaf comienza, “Mi voz se eleva a Dios, y a El clamaré; mi voz se eleva a Dios, y El me oirá. En el día de mi angustia busqué al Señor; en la noche mi mano se extendía sin cansarse; mi alma rehusaba ser consolada” (Salmo 77:1–2).

El está llamando y no parará. El extiende su mano en la oscuridad, agitándola una y otra vez. “La verdadera traducción es”, de acuerdo a John Peter Lange, “Mi mano se extendió en la noche y no estuvo quieta”- lo cual no es muy diferente del niño en el concierto. Su brazo está levantado, su mano continúa moviéndose, pero el no obtiene respuesta. ¿Por qué Dios sólo se queda sentado ahí? ¿Por qué no me responde? Estas son las preguntas hechas en tales circunstancias, las preguntas que se conviertes en incendio a través del terreno árido de nuestras almas sedientas. Son las preguntas que finalmente engendran preguntas como,

¿Rechazará el Señor para siempre, y no mostrará más su favor?
¿Ha cesado para siempre su misericordia?
¿Ha terminado para siempre su promesa?
¿Ha olvidado Dios tener piedad,

Hacia Donde nos Dirige

En cierto sentido, aunque realmente las sentimos, estas son preguntas tontas. Entonces preguntemos si Dios ha dejado de ser Dios. Recuerden, después de todo, ese amor inalterable no es lo único que hace, sino quién es Él. La gracia es su esencia. Compasión es su corazón. Su fidelidad no tiene límite. Sus promesas no están limitadas por cuotas (Éxodo 34:5–7). Al hacer estas preguntas, entonces, el pensar que Dios ha cesado su amor, es preocuparse de que Dios haya cambiado, de que de alguna manera, Él no es quien solía ser. A veces visitamos este lugar. Pensamos de esa manera algunas veces cuando nos sentimos en la oscuridad, agitando nuestras manos una y otra vez, preguntándonos que le pasa a Dios.

Tendemos a creer que el niño del concierto es tan paciente al seguir saludando, pero en realidad, es el papá quien es demasiado paciente para seguir permitiéndoselo.

Dios no tiene que llevarte a donde lo hace. Él no tiene por qué sentarse ahí y dejarte seguir saludando. Él te ve, te escucha. Él pudiera decir una sola palabra y lo sabrías. Pero Él no lo hace, y debe ser porque hay algo glorioso que pasa en esos momentos de nuestra espera.

Él nos conduce, tal vez por su silencio circunstancial, para recordar todas las cosas que ya ha dicho. Es hacia donde el salmista va y hacia donde intenta llevarnos. Salmo 77:11–14:

Me acordaré de las obras del SEÑOR;
ciertamente me acordaré de tus maravillas antiguas.
Meditaré en toda tu obra, y reflexionaré en tus hechos.
Santo es, oh Dios, tu camino;
¿qué dios hay grande como nuestro Dios?
Tú eres el Dios que hace maravillas,

Sabemos quien es Él. Sabemos que Él no cambia. Podemos seguir saludando a Dios, siempre y cuando sigamos recordando sus obras. Podemos recordar sus hechos y sabes que Él sabe. Papá, sabes que soy yo. Sé que sabes que soy yo. Y yo sé que Tú eres el Dios que obra maravillas.

Dios Obra Maravillas

“Maravillas.” Esta es una palabra importante en el Viejo Testamento. Atiende a la obra de Dios en el éxodo, cuando Él, majestuoso en santidad, rescata a su pueblo a través de obras gloriosas y maravillas (Éxodo 15:11). Es la obra de Dios por el bien de Su pueblo que nunca esperaríamos. Es del tipo que nunca olvidarías, del tipo que cambia las cosas. Y es lo que el salmista necesita recordar de Dios. El necesita recordar que Dios es fiel a sus promesas, que Él hará todo lo que Él dice que hará – incluso cuando voltea de cabeza la sabiduría del mundo. Ahí es donde Él va cuando saluda en el silencio de la noche y es donde podemos unirnos con Él.

También tenemos que recordar que Dios obra maravillas y existe una cruz que lo prueba. Podemos orar con el salmista, meditando en las obras poderosas de Dios al concentrarnos en la más poderosa de todas.

Dios obra maravillas — de formas misteriosas y profundas que nadie esperó aquel Viernes en el Gólgota. ¿El Mesías asesinado? ¿El Hijo de Dios crucificado? Dios obra maravillas – en las tempranas horas del Domingo cuando María encontró la tumba vacía, cuando corrió a decirles a los discípulos, cuando Tomás se rehusó a creer, cuando Jesús se les apareció ocho días después y dijo extendiendo sus brazos: “Acerca aquí tu dedo, y mira mis manos; extiende aquí tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente”, (John 20:27).

Saluda en la oscuridad. Llama Su nombre. Y sabe que Él escucha, que Él está ahí, que Él es el Dios que obra maravillas – y Él responderá en Sus tiempos perfectos.



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