Dios hizo el mundo para la adoración

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English: God Made the World for Worship

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Por John Piper sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Alicia Mateos Castro


Contenido

Su gloria en individuos y reuniones

El alma humana individual, que ve debidamente la gloria de Dios y saborea debidamente la gloria de Cristo, es el centro del propósito de Dios al crear el mundo. Hasta que entendamos en cierta medida el por qué, no podremos comprender por qué la realidad colectiva de la iglesia que venera es esencial al propósito de Dios al crear el mundo.

Así, lo que espero hacer en este mensaje es establecer un rumbo bíblico entre dos errores. Por un lado quiero que evitemos el error de pensar que la relación entre la adoración del alma humana individual y Dios es en sí misma el propósito principal de Dios en la creación. No lo es.

Por otro lado, quiero que evitemos el error de estar tan fascinados por la realidad de la adoración colectiva del pueblo de Dios — el cuerpo de Cristo, el templo de Dios, la esposa de Cristo — que perdamos de vista que la intensidad esencial, continua y eterna del afecto del alma individual por Dios es fundamental para la existencia de la realidad colectiva de la iglesia que venera.

El Nuevo Testamento no nos permite olvidar, descuidar o banalizar la importancia radical, esencial y eterna de la adoración individual de la persona humana. Y el Nuevo Testamento no nos permite que olvidemos, descuidemos o banalicemos que la existencia de la belleza centelleante de la esposa de Cristo es más que la suma de sus partes llameantes, aunque no menos.

Alma individual y gloria

Empecemos centrándonos en la relación entre el alma individual y el propósito principal de Dios en la creación. Una de las afirmaciones más claras de la Biblia sobre el propósito principal de Dios en la creación está en Isaías 43:6–7:

Trae a mis hijos desde lejos
Y a mis hijas desde los confines de la tierra,
a todo el que es llamado por mi nombre,
y a quien he creado por mi gloria.

O en Efesios 1:11–12: “ [Él] obra todas las cosas conforme al consejo de su voluntad a fin de que nosotros. . . seamos para alabanza de su gloria”. Y Romanos 11:36: “Porque de él, por él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria para siempre. Amén”.

Dios creó el mundo, sostiene el mundo, lo gobierna, lo salva para demostrar su gloria— su grandeza, su belleza, su valía, toda su perfección. Lo vemos a lo largo de la Escrituras:

Los cielos, las montañas, las colinas, los bosques de árboles, los ríos y las praderas — todos fueron creados para cantar la gloria de su Hacedor. Y lo hacen. Como lo hace el coro más brillante de 150 cantantes increíbles reunidos para entonar la obra de Händel El Mesías en Pascua, junto con los músicos más increíbles de la orquesta más consumada. Cuando interpretan con excelencia y cantan con tanta belleza esas verdades bíblicas magníficas reflejan la gloria de Dios, igual que árboles aplaudiendo.

Por qué la adoración debe ser con aprecio

Pero, si Dios recibe tanta gloria de los de ecos externos de su excelencia en las cosas que ha hecho — incluyendo a los músicos, científicos y atletas increíbles — ¿por qué existe necesidad alguna de que el alma humana individual tenga cualquier afecto por Dios? ¿El propósito de Dios de ser glorificado no se alcanza en cualquier caso?

No. Dios no tiene intención de que se le glorifique a medias.

Un rey puede ser glorificado por sus grandes logros, su poder y su sabiduría si gobierna su reino con mano de hierro y se ocupa de que se construyan grandes fortalezas, y edificios hermosos y jardines y los ciudadanos, por coerción, se ven obligados a convertirse en músicos excelentes e interpretar para él las mejores piezas. Tal vez este rey tenga una reputación por su poder en el mundo.

Pero no es tan grande o no se le glorifica tanto como a un rey amado por su pueblo —admirado, venerado, estimado, apreciado, valorado, anhelado— tanto que, por afecto a su rey, estos súbditos felices construyen fortalezas, edificios, jardines y obras musicales aún mejores. Un rey es más glorificado por un pueblo que le valora que por uno acongojado. Dios no tiene intención de que se le glorifique a medias.

No todos los sonidos son canciones de adoración

Jesús dijo a los escribas y fariseos: “¡Hipócritas! Bien profetizó Isaías de ustedes cuando dijo: ‘Este pueblo con sus labios me honra, pero su corazón está muy lejos de mí. Pues en vano me rinden culto’” (Mateo 15:7–9). Aquí tenéis un uso excelente de labios: “Me honras con tus labios. Mi honor, mi gloria, suena desde tus labios. Me está glorificando tu boca, igual que me glorifican las montañas, los árboles y los ríos que no tienen alma, e igual que me glorifica una coral fantástica que entona el coro del Aleluya’”.

Pero Jesús dice que sus corazones— sus almas humanas individuales — están lejos de él. ¿Qué quiere decir? Jesús nos cuenta en Mateo 15:9: “Pues en vano me rinden culto”. En vano. Esto quiere decir: “El eco externo de mi excelencia es cero cuando se compara con la esencia de la adoración para la que creé este mundo. Cero”.

¿Por qué? “No creé este mundo para recibir una nada magnífica de los corazones de los humanos creados a mi imagen— sea cantando el ‘Coro’ del Aleluya sin creérselo o siguiendo la rutina del culto colectivo en la iglesia un domingo por la mañana. No creé el mundo por eso. Creé el mundo no solo para oír el eco de mi excelencia en las maravillas externas del mundo creado, incluidos los humanos creados a mi imagen, sino también por el eco de mi excelencia en el afecto de mi pueblo”.

Y si ese afecto falta —si no se confía, ama, valora y aprecia a Jesús— resonarán sobre nuestra adoración y nuestras interpretaciones corales las palabras de Dios a través de Amós 5:23:

Aparten de mí el ruido de sus cánticos,
pues no escucharé ni siquiera la música de sus arpas.

Y casi se sobreentiende (pero es tan importante que lo diré) que este afecto por Dios absolutamente esencial ocurre en el alma humana individual — o en el corazón, como dice Jesús en Mateo 15:8. Por eso la intensidad vital, continua y eterna del afecto de la persona humana individual por Dios es absolutamente esencial para cumplir el propósito de Dios al crear el mundo, es decir, no ser glorificado a medias (igual que hacen los árboles y músicos descreídos), sino como debe ser en el afecto del corazón.

Reuniones y gloria

Ahora seguimos con esta pregunta: si el afecto del alma humana individual por Dios es esencial para el propósito de autoglorificación Dios al crear el mundo, ¿cómo da lugar ese afecto a la realidad colectiva de la iglesia que venera? Porque está claro por el Nuevo Testamento que el propósito principal de Dios no es tener millones de de almas humanas aisladas, independientes con un afecto encendido por Dios, como grandes solos.

Dios está creando una iglesia global y diversa representada como el cuerpo de Cristo, el templo de Dios, la esposa de Cristo. En Efesios 5:27 Pablo presenta la iglesia como la esposa de Jesús y dice que el propósito de Cristo al venir y morir era “presentársela a sí mismo, una iglesia en toda su gloria sin que tenga mancha, ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada”. Cristo quiere tener una esposa bonita. Eso no es lo mismo que decir que aspira a tener muchos fieles individuales. Ella es más que la suma de sus partes, aunque no menos.

Esta conferencia está consagrada a bendecir iglesias entendidas como expresiones locales de la realidad emergente, eterna, colectiva y devota que es la esposa de Cristo. Lo que las iglesias locales hacen en su adoración colectiva es un ensayo de esa vocación eterna de adoración colectiva de la esposa de Cristo.

A Dios y al otro

El texto que conecta el centro de la adoración del individuo que ama a Jesús con esta realidad colectiva es Efesios 5:18–19: “…sino sean llenos del espíritu. Hablen entre ustedes con salmos, himnos y cantos espirituales cantando y alabando con su corazón al Señor” (Efesios 5:18–19). Fijaos en esas tres dimensiones: todos los cantos son con “ su corazón,” todo es “al Señor” y para todo “hablen entre ustedes”.

Da igual si la letra de la canción es (en dirección vertical) “We Come, O Christ, to You” o (en dirección horizontal) “Come, Christians, Join to Sing”. Sea dirigido a Dios o al ser humano en ambos casos es a Dios y en ambos casos es al ser humano porque en la adoración colectiva todo el mundo oye todas las canciones y Dios atiende a cada una. Y todas se cantan desde el corazón o no son adoración. Ese es el designio de Dios cuando ensayamos para la adoración colectiva eterna de la esposa.

Lo que queda claro de esas tres dimensiones en Efesios 5:18–19 es que el lugar donde nace la adoración y su esencia es el corazón humano. Ahí es donde la gloria de Cristo despierta el afecto exaltado que magnifica su grandeza y belleza. Y de la fragua de este afecto exaltado por Cristo arden las llamas en canciones a Dios y al pueblo.

La realidad colectiva de la adoración de la esposa de Cristo surge cuandoDios combina la adoración ardiente de los corazones individuales en una nueva realidad —la esposa de Cristo que venera — primero en nuestras reuniones y al fin en la adoración completa, perfecta y eterna de la esposa. Este es el propósito principal de Dios en la creación.

¿Por qué? ¿Qué tiene la realidad colectiva de la esposa que canta que hace que su adoración sea el propósito principal de Dios, en vez de los devotos entusiastas? ¿Por qué designó Dios que los corazones de los individuos, ardientes por el afecto sagrado hacia Dios, se combinaran en una nueva realidad colectiva, la esposa de Cristo que venera? Daré a esa pregunta tres respuestas bíblicas e intentaré elevar todo lo que pueda la importancia de la adoración colectiva unida. Es el ensayo y muestra del fin principal de la creación.

1. La alegría compartida aumenta la alegría.

En primer lugar está lo que se indica en Corintios 2:2–3, donde Pablo comenta el misterio de la unión de las almas cuando la alegría individual pasa a ser alegría compartida. Pablo dice a la iglesia, “Porque si yo les causo tristeza, ¿quién será el que me alegre sino aquel a quien yo entristecí?” Y: “…confiando en todos ustedes de que mi gozo sea el mismo de todos ustedes”.

En el cuerpo de Cristo, donde estamos unidos espiritualmente en él, ocurre algo profundo en la experiencia de la alegría en Dios. No es solo que la realidad colectiva sea el conjunto de alegrías solitarias. Pablo dijo, “Mi gozo es el mismo que el de todos ustedes, y el suyo es el mío. Mi gozo es mayor porque el suyo es mío, y el suyo es mayor porque el mío es suyo”.

Así, la totalidad del afecto exaltado por Cristo que existe especialmente en el culto colectivo es mayor que la de la suma de los afectos individuales. La esposa que venera es el propósito de la creación porque la interpenetración de la alegría exaltada en Cristo es algo nuevo, mayor, que glorifica más a Dios que el conjunto de la alegría de los corazones individuales que veneran.

2. Voces diversas entonan armonías más bellas.

En segundo lugar, la armonía unificada de voces diversas es más bella que el sonido más claro de voces al unísono. Es algo glorioso cuando mil voces, como el toque de una trompeta, suenan al unísono. Pero cuando esas voces se unen en una armonía de diversidad unificada, surge algo aún más glorioso.

Y esto no es solo un fenómeno musical. Es cierto para mucha de la diversidad que Dios reúne en su iglesia — a través del tiempo y la geografía. Diversidades étnicas, de edad, masculinas y femeninas, de personalidad, gustos y preferencias, de la voz. (Pensad en voces como Bob Dylan y Pavarotti.)

En la diversidad unificada de la esposa de Cristo que venera se crea algo más bello y se glorifica más a Cristo como el Creador, Redentor y Amado de esa esposa. Por eso es fundamental la adoración colectiva de la esposa de Cristo.

3. Los diferentes afectos muestran la valía de Dios.

Y en tercer lugar, Dios designó que Cristo tuviera una esposa que venera y no solo adoraciones de individuos porque la grandeza, la belleza y la valía del Líder se revelan por la diversidad que puede inspirar y unir en un movimiento, un cuerpo, una esposa.

Por eso la canción del cielo en Apocalipsis 5 llama la atención sobre la valía de Cristo — precisamente porque compró a tanta gente diversa y la unió en un reino y un sacerdocio que canta.

Cantaron una nueva canción que decía:
Digno eres de tomar el libro
y de abrir sus sellos,
porque tú fuiste inmolado y con tu sangre compraste para Dios
a gente de toda tribu, lengua y nación.
Y los has hecho un reino y sacerdotes para nuestro Dios;
y reinarán sobre la tierra” (Apocalipsis 5:9–10).

La gloria de Cristo brilla con más fuerza porque él es la clase de Líder-Redentor que mantiene unida la alianza y el afecto de tantas personas, tribus, lenguas y naciones en nuestro reino que adora.

El universo fue creado para mostrar la valía del Cordero, y en él la gloria de Dios. Cuando os reunáis para la adoración colectiva el próximo domingo recordad que, grandes o pequeños, no sois solo individuos que rinden culto, sino una manifestación, una muestra, un ensayo del fin para el que Dios hizo el mundo: la fuerza combinada de las almas individuales se incendia en algo más — la alegría, armonía diversidad de afectos mayores de la esposa de Cristo que venera — el propósito de todas las cosas.


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