Dios te responderá en medio de tu crisis

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English: God Will Answer in Your Crisis

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Por David Mathis sobre Sufrimiento

Traducción por Carlos Diaz


Se acerca tu crisis. Si no ha llegado, o si no estás en medio de una en este momento, tu tiempo vendrá.

Y no solo una crisis. En su severa misericordia, Dios puntúa nuestras vidas en esta era decadente con momentos de crisis de grados variables, diseñados para nuestro bien eterno. Por miles de años, el pueblo de Dios ha conocido “momentos de problemas” y “días de sufrimiento”, algunas veces demasiado bien. Y lo mismo sigue hoy día. Nuestro Padre nunca prometió que nuestro ser siendo el suyo significaría que no tendramos el nuestro.

Una y otra vez, las Escrituras describen a los fieles no como aquellos que nunca vieron problemas, sino como aquellos que clamaron a Dios en sus crisis. Los hombres y mujeres que recordamos como modelos enfrentaron los más grandes momentos de problemas y días de sufrimiento. Y Dios escuchó sus clamores de ayuda. No fue sordo entonces — ni lo es hoy — a las voces de su pueblo, sin embargo es grande o humilde, especialmente en crisis.

Contenido

En Problemas y en Sufrimiento

Nuestro Dios no es solo el Dios que habla — notable como es — sino también, maravilla tras maravilla, el Dios que escucha. Cuando Santiago nos llama ser “rápidos para escuchar” (Santiago 1:19), nos llama para que seamos como nuestro Padre celestial. Tenemos a un Padre “que escucha al que ora” (Salmos 65:2), quien atiende a la voz de nuestras súplicas (Salmos 66:19). Nuestro Dios no solo ve a todo su pueblo, si no que ve el suyo de una forma especial, como aquellos a quienes El se ha pactado a sí mismo por amor. Escucha a su pueblo con el oido de un Esposo y un Padre. No está molestado o anodadado por nuestras peticiones — especialmente no en problemas y sufrimiento.

Los Salmos en particular celebran el deseo de Dios de escuchar y ayudar a su pueblo en sus “días de sufrimiento” y “tiempo de problemas”. David testificó que Dios había sido para El “una fortaleza y un refugio en el día de mi sufrimiento” (Salmos 59:16, también 9:9; 37:39; 41:1). Sabía a dónde voltear cuando venía una crisis: “Yo te invoco en el momento de la angustia; porque tú me respondes” (Salmos 86:7). “Él me cobijará en su tienda de campaña en el momento del peligro” (Salmos 27:5). Y David sabía hacia dónde apuntar a los demás: “¡El Señor te haga triunfar en el momento del peligro!” (Salmos 20:1). “El Señor es un baluarte para el oprimido, un baluarte en los momentos de peligro” (Salmos 9:9).

Y no solo David, sino también el salmista Asaf: “Busco al Señor en el momento de mi angustia” (Salmos 77:2). Dios mismo dice, “Invócame en los momentos de peligro: yo te libraré, y tú me glorificarás” (Salmos 50:15). Lejos de ser molestado por nuestros clamores por ayuda, Dios está honrado cuando volteamos hacia El con nuestras cargas. Quizás lo más impactante de todo es el refrán del Salmo 107 (cuatro veces): “Pero en la angustia invocaron al Señor, y él los libró de sus tribulaciones” (versículos 6, 13, 19, 28). Esta no es solo la historia de Israel una y otra vez, sino también la nuestra.

Nuestro Dios está en su esplendor en nuestras crisis.

Contemplen a Nuestro Dios

Este es como nuestro Dios ha sido desde el comienzo. Este es el Dios de Abraham e Isaac. Y a este es quien Jacob, en sus muchos altos y bajos, sus muchos esfuerzos y luchas, descubrió que Dios es: “el Dios que me oyó el día de mi angustia” (Génesis 35:3).

El Dios de Jacob no es como los falsos dioses de las naciones aledañas. No es como los dioses nativos del tío de Jacob, Laban (Génesis 31:19, 34–35). Y no como los dioses canaanitas de los hijos de Jacob habrían descubierto a medida que saqueaban Siquem (Génesis 34:29; 35:2). Los otros “dioses” no responden en el día de sufrimiento. Sencillamente son hechos por las manos e imaginación humanas. Son juguetes para bebé. No responden. No actúan.

La vida de Jacob fue una sucesión de momentos de crisis, y Dios comprobó para él mismo fiel como el Dios que escucha y responde. Justo como Dios vio a Lía en su crisis (Génesis 29:31) y recordó a Raquel de la suya (Génesis 30:22), él ve, él escucha, él recuerda, él cuida. El es el Dios vivo que desea que nos acerquemos a él, que luchemos con él (Génesis 32:22–28), no solo en nuestras circunstancias, en nuestro momento de crisis. Este es el Dios de Jacob — y el Dios de Nahúm (Nahúm 1:7), Obdías (Obdías 12, 14), Jeremías (Jeremías 16:19), y Ezequías (Isaías 37:3).

Su Còmo y Cuándo

En nuestra finitud y caída, puede parecernos, a veces, que Dios se está escondiendo él mismo en nuestros momentos de crisis (Salmos 10:1). Pero si venimos ante él amablemente, sin albergar el pecado en nuestros corazones (Salmos 66:18; también 1 Pedro 3:7), podemos esperar que “en verdad Dios ha escuchado; ha atendido a la voz de mi plegaria” (Salmos 66:19). Y aún así la escucha de Dios no significa que él siempre — o incluso generalmente — responda los cómo y cuándo que esperamos o deseamos.

Cuando recordamos a nuestro Dios como aquél que nos responde en nuestro momento de crisis — como lo hizo para Jacob y los salmistas y profetas — no asumimos que responde como nosotros lo haríamos o exactamente cuando quisiéramos. Jacob, por ejemplo, pasó veinte años bajo la tiranía de Laban, y su hijo José pasó treinta años sucumbiendo, sucumbiendo, sucumbiendo — vendido como esclavo, acusado falsamente, encarcelado, luego olvidado — antes que Dios los ascendiera. Nuestro Dios obra en su “momento apropiado” (1 Pedro 5:6), en su “debida temporada” (Gálatas 6:9).

El de hecho nos escuchará y responderá, pero a menudo en formas, y en disposición, que no anticipábamos. Sus formas y pensamientos son más altos que los nuestros (Isaías 55:8–9), y lo hace “en mayor abundancia”, no menos, de lo que pedimos o pensemos (Efesios 3:20). En Cristo, no asumimos que nuestro Dios no está viéndonos, o escuchándono, o respondiéndonos ya que nuestras vidas no están desenvolviéndose de acuerdo a nuestros planes. Lejos de asumir que no está respondiendo, queremos recibir sus misericordias severas a medida que continúa haciendo su sorprendente obra de historia desenvolvente, y nuestras vidas, no acuerdo con las expectativas humanas, de acuerdo a sus planes y propósitos infinitamente majestuosos. Lo cual vemos claramente en el momento de crisis del propio Hijo de Dios.

Su más grande respuesta

“Y llevó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan. Comenzó a llenarse de temor y angustia” (Marcos 14:33). Allí, en ese jardín de crisis, Jesús “presentó ruegos y súplicas a aquel que podía salvarlo de la muerte; éste fue su sacrificio, con grandes clamores y lágrimas, y fue escuchado por su actitud reverente” (Hebreos 5:7). Dios escuchó a su Hijo en su momento de crisis, pero no dejó que pasara la copa. No lo salvó de la muerte. Que dios escuchara y respondiera a Jesús no significaba salvación de la cruz, sino salvación a través de la cruz.

Su Padre “salvándolo de la muerte” pudiera haber significado protección de la muerte. Pero sus formas fueron más altas. Hizo en mayor abundancia de lo que estamos propensos a pedir o a pensar. El Dios de rescate que dio a su Hijo este momento no fue una protección de la muerte, sino una gracia sostenible a través de la muerte. Luego la resurrección. Y a menos que Jesús regrese primero, todos enfrentaremos pronto la muerte, y la respuesta de Dios hacia nosotros será una gracia sostenible en ella, y la resurrección por otro lado.

Nuestro Dios es demasiado real, y demasiado grande, y demasiado glorioso para obrar de acuerdo a nuestras expectativas humanas y agendas convenientes. Nos ama demasiado para normalmente hacer lo que deseamos cuando deseamos en nuestros momentos de crisis. Pero siempre nos ve. Siempre nos escucha. Y en Cristo, él responderá, no necesariamente cuando y como queramos, pero con la respuesta que necesitamos, dolorosa como pudiera ser ahora, para nuestro bien y gloria suprema.


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