Dios tiene un propósito para mi enfermedad de Lyme

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English: God Has a Purpose for My Lyme Disease

© Desiring God

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Por Sarah Walton sobre Sufrimiento

Traducción por Silvana Borghi


Contenido

Tres promesas para cualquier sufrimiento.

Mientras mi hija de siete años se doblaba de dolor en el sofá, me miraba con tristeza y confusión en sus ojos, dijo: «Mami, no quiero herir tus sentimientos, pero hubiera que deseado que no nos hubieras tenido estando enferma, así no nos transmitías la enfermedad de Lyme».

Sin duda aquel comentario me podría haber hecho sentir como si me pusieran sal en una herida (a pesar de no saber que estaba enferma antes de tener hijos), afortunadamente el Espíritu me dio la capacidad de escuchar sus palabras como una búsqueda y no como una acusación.

Mientras mi propia mente se apresuraba a responder la verdadera pregunta con la que, a menudo, luchaba; me convencí a mí misma que Dios, en su soberanía infinita, había permitido esto. Compartí con mi hija que Dios sabía la cantidad de días de nuestra vida, los cabellos sobre nuestra cabeza y las luchas que tenemos que enfrentar, incluso antes de nuestra creación.

Jesús, gracias

Mientras conversábamos sobre lo difícil que era estar herido, cómo se sentía de injusto y sobre cómo la enfermedad a veces nos hacía sentir enojados, tristes y confundidos; le recordé a ella (y a mi propio corazón) que porque Él es un amoroso y buen Dios, la única razón por la cual Él me podría haber advertido que podría pasar esta terrible enfermedad a mis hijos es porque tenía un buen y amoroso propósito. Quizás no lo entendamos ahora, pero un día, si ponemos nuestra confianza en Él, podremos enfrentar dentro de poco esta enfermedad. Un día estaremos con Jesús.

Mientras sus ojos empezaban a brillar, conversamos sobre el cielo y la promesa que si ponemos nuestra fe en Jesús, nuestro sufrimiento y dolor terminará y que estaremos con Él en un nuevo cuerpo por toda la eternidad.

Acosté a mi hija enseguida de escuchar su plegaria «Jesús, gracias por tener un propósito para el padecimiento de la enfermedad de Lyme y que esta no durará para siempre».

Aquella noche vi el poder del Evangelio obrar en el corazón de mi pequeña hija a través del dolor que hacía mucho llevaba y liberarla. Aunque ella podía comprenderlo en un nivel superficial, era una imagen poderosa de mi propio corazón, recordándome la manera que Cristo toma nuestra aflicción, cuestionamientos y dolor e infunde vida en lo que, de otra manera, sería desesperanza.

Si en el día de hoy está sufriendo o luchando por entender por qué Dios permite algo así en su vida, yo lo animo a recordar que estas verdades evangélicas son nuestras gracias, lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz.

1. Nos afligimos con esperanza.

Podemos dar puñetazos por la angustia y llorar sobre lo que hemos perdido mientras rendimos nuestros corazones heridos y vacíos ante los pies de Jesús. Confiamos que Él puede con nuestro dolor. Sin embargo, no podemos dejarnos estar allí. Necesitamos permitir que la verdad del evangelio le hable a nuestra angustia y la cuestione.

Decimos a nuestro dolor «porque en el sacrificio de Cristo, este dolor ya no tiene sentido y es un recordatorio de la eternidad sin esperanza de la que nos salvó». Puedo secar mis lágrimas, levantarme y seguir adelante en la fortaleza de Cristo, puedo confiar que Él tomó el control y que fielmente trabajará en formas que no es posible que vea en este momento

John Piper dijo de manera poderosa que «a veces se llora profundamente sobre la vida que esperamos que hubiera sido. Se hace duelo por las pérdidas. Entonces se lava la cara. Se confía en Dios. Y se abraza la vida que se tiene.

2. Nuestro dolor tiene un propósito

Si no rendimos nuestras vidas a Cristo, entonces el dolor puede ser propuesto para despertarnos a nuestra necesidad de Él. Una vez que depositamos nuestra fe en Cristo, Dios utiliza nuestro dolor para dirigirnos a Cristo, para dejar de aferrarnos al mundo, hacernos de un pensamiento más hacia la eternidad, moldearnos más a Su imagen y brindarle gloria a través de esto.

Sin embargo, es posible que no veamos los que bienes terrenales son provenientes de nuestras circunstancias, podemos confiar que Dios está al mando trabajando en el propósito que tiene para nosotros. Podemos ver con Job «Yo sé que tú puedes hacer todas las cosas, y que ningún propósito tuyo puede ser estorbado» (Job 42:2).

Como vemos en Job, el Señor le permitió luchar con su angustia, incluso desesperanzado con la vida misma. Él preguntaba por qué Dios le había traído tanta destrucción a su vida. El sufrimiento no fue usado para destruir a Job sino para llevarlo a un lugar de mayor humildad, respetabilidad y entrega, como así también para usar su vida como testimonio del poder y la soberanía de Dios. Sobre todo, Dios se reveló a sí mismo a Job como un Dios todo poderoso y que todo lo sabe, quien al final silenciará sus porqués.

Si nos quedamos estancados en el ciclo de preguntarnos «los porqués» y rechazamos rendirnos y humillarnos nosotros mismos ante Dios, a quien nunca entenderemos, entonces nos encontraremos atrapados en una desesperanza miserable. Pero si le pedimos a Cristo que nos ayude a llevar nuestro dolor a la cruz, seremos capaces de hacer descansar nuestra fe en que Dios es quien dice quién es y que será fiel a sus promesas.

3. Nuestro Sufrimiento Terminará

Lejos de Cristo, nuestro pesar terrenal no sería nada más que una mirada desesperanzada de nuestra eternidad. Porque por el sacrificio de Cristo, Él se llevó consigo el dolor y el castigo que merecíamos y nos hizo uno solo con el Espíritu Santo. Por lo tanto, podemos confiaren la promesa de Dios que nuestro sufrimiento terminará.

Entonces, no perderemos nuestro corazón. Aunque nuestro ser externo se esté consumiendo, nuestro ser interior se renueva día a día. Pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación, al no poner nuestra vista en las cosas que se ven, sino en las que no se ven; Porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas. (2 Corintios 4:16-18)

Como mi hija y yo luchamos con el dolor que esta enfermedad le ha causado a mi familia, nuestro dolor y nuestros ojos se levantaron y nuestra carga se aligeró mientras nos maravillamos ante la promesa de lo que estaba por venir. No te quita el dolor pero te da esperanza y vida.

Aunque nuestros ser exterior pueda estar experimentando el dolor de consumirse, nosotros (como hijos de Dios) tenemos la garantía de que nuestra «aflicción momentánea nos está preparando un peso eterno de gloria más allá de toda comparación». Esto requiere que nosotros miremos más allá de lo que podemos ver, fijemos los ojos en lo invisible. Y mientras miremos a Cristo, podremos llegar a ser más parecidos a Él, mientras anhelamos aquel día en que estaremos en la gloria eterna con Él.

Lleva tu dolor a la cruz

No importa lo que estés enfrentando hoy, Cristo puede exhalar esperanza a nuestros corazones sufrientes, darnos la fuerza a nuestros cuerpos cansados y llenar nuestra vida débil y quebrada con su poder.

Lleva tu dolor a los pies de la cruz y regocíjate en la resurrección de Cristo. Ruega a Dios porque, habiendo derrotado al poder del pecado y de la muerte, Cristo vive e intercede por nosotros. Si Cristo dio su propia vida por nosotros, podemos confiar en que seguramente será fiel para proveernos y llevarnos a través de lo que son sus buenos propósitos. Un día seremos libres del dolor del mundo y entraremos a una eternidad inimaginable y gloriosa con nuestro Salvador.



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