Dos maneras de guardar silencio ante su majestad

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English: Two Ways to Be Silent Before Majesty

© Desiring God

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Por John Piper sobre Alabanza
Una parte de la serie Taste & See

Traducción por Javier Matus


Antes de 1980, la cara oriental del Monte Everest nunca había sido escalada. Entonces, un grupo de alpinismo de EE.UU. habló con Andrew Harvard para que investigara esa posibilidad. El ejemplar de julio de National Geographic registra sus hallazgos y la subsiguiente escalada de cinco semanas en 1983. Como siempre, vi más de Dios en esta historia que los editores previeron.

Hay dos maneras de estar quieto ante la majestad: la quietud de la belleza y la quietud de la ceguera.

Andrew Harvard escribió: “Nada me preparó para esa inolvidable primera vista. Al rodear una pendiente con vista al gran Glaciar Kangshung del Tíbet, de repente me enfrenté a una inmensa masa de hielo y roca emergiendo hacia la bóveda del cielo. Durante muchos momentos me quedé inmóvil ante la majestad de la escena —la virtualmente desconocida cara oriental del Monte Everest.”

Anhelo los momentos inmóviles como éste ante la majestad de Dios quien talló al Everest con Su cortaplumas. “O Señor, abre mis ojos para que mire las cosas majestuosas y maravillosas de Tu Palabra y Tu mundo. Mi pueblo y yo estamos hambrientos de la quietud de la belleza magnífica. Aliméntanos con vistas de Tu gloria.”

Pero hay otra clase de quietud ante la majestad. La quietud de la ceguera. Hay una magnífica fotografía de tres alpinistas subiendo penosamente hacia lo alto de una cresta de 7.300 m con las nubes debajo de ellos y los picos gigantescos alrededor de ellos. Están quietos. Sin embargo, el subtítulo dice, “Ignorando la majestad que les rodea, los alpinistas cansados suben penosamente por las cuestas empinadas encima del Contrafuerte.”

Esta es la gran y trágica quietud de la Iglesia cristiana en la monotonía de la “adoración”. La quietud de la ceguera ante la majestad de un Dios Monte Everest. “¡O Señor, abre nuestros ojos! Ayúdanos al entrar a la hora de la adoración para rodear un poco la pendiente tibetana de la revelación y estar de pie en quietud ante el infinito Glaciar de Dios.”

Rodeando la esquina contigo,

El Pastor John


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