El eterno amanecer del gozo

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English: Joy’s Eternal Sunrise

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Por Sam Storms sobre el Gozo

Traducción por Javier Matus

<p>Por qué el cielo nunca será aburrido

Me encantan los artículos de noticias con titulares como “Los 10 lugares más agradables para vivir” o “Las ciudades menos caras en los Estados Unidos” o “Los mejores lugares en los Estados Unidos para jubilarse”. Pero no es porque quiera saber dónde se ubica mi estado o ciudad. Mi curiosidad se enfoca en las razones que se dan: todo desde el clima hasta los impuestos hasta las tasas de criminalidad hasta la disponibilidad de empleo y otros factores similares.

Mi esposa y yo estamos profundamente felices de vivir en Oklahoma City, a pesar del tornado ocasional. Pero ni este lugar ni tu lugar de residencia pueden comenzar a compararse con la vida en el cielo nuevo y la tierra nueva. ¿Qué es lo que hace tan atractiva la perspectiva de nuestra morada eterna? ¿Qué hace que el cielo sea tan celestial?

Él será nuestro Dios

El apóstol Juan declara que esta presente tierra y los cielos de arriba pasarán (Apocalipsis 21:1) cuando Jesucristo regrese para destruir a Sus enemigos y para consumar Su reino. Pero esta presente tierra no da paso a una existencia puramente espiritual en algún lugar de las nubes arriba. “El primer cielo y la primera tierra” dan paso a “un cielo nuevo y una tierra nueva”.

Los que aman pescar, navegar, esquiar en el agua y reflexionar sobre la extensión y la belleza del océano podrían estar molestos porque, según la visión de Juan, “el mar ya no existía más” (Apocalipsis 21:1). Pero esto no significa que no habrá cuerpos de agua en la tierra nueva para que los disfrutemos. En la Biblia, el mar a menudo se considera un símbolo del mal, el caos y los poderes antirreino con los que Yahweh debe luchar en contra (Isaías 17:12-13; 27:1; 51:9-10; 57:20; Jeremías 46:7-8; Job 26:7-13). El mar es el origen de la bestia, así como de las naciones paganas y rebeldes que se oponen al reino de Dios (Apocalipsis 13:1; 17:2, 15). También es el lugar de los muertos (Apocalipsis 20:13) y la ubicación de la actividad comercial idólatra del mundo (Apocalipsis 18:10-19).

Esta es, entonces, la forma en que Juan dice que, en la nueva creación, todo ese mal y corrupción e incredulidad y oscuridad serán expulsados. También están ausentes las lágrimas de tristeza, la muerte, el duelo, el llanto y todo dolor, ya sea emocional o físico (Apocalipsis 21:4).

Pero lo que hace que el cielo sea celestial no es la ausencia de las cosas que no nos gustan ahora en la tierra, sino la presencia de Dios. El cielo nuevo y la tierra nueva serán gloriosos, no principalmente porque no habrá pecado o muerte o dolor o lágrimas, sino porque Dios está allí. Dios estará con nosotros. Seremos Su pueblo, y Él será nuestro Dios (Apocalipsis 21:3).

No hay mayor bendición

Dos bendiciones en particular resaltan el hecho de que la vida en el cielo nuevo y la tierra nueva será de gozo y satisfacción infinitas. “Al que tuviere sed”, declara el Señor, “Yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida” (Apocalipsis 21:6). ¿Por qué no dice simplemente “al que cree”? ¿Por qué “al que tuviere sed”? ¿Y por qué, al final del libro, se le da agua a quien la “quiera” (Apocalipsis 22:17)?

El punto de Juan es que la fe o la creencia salvadora es más que un simple acuerdo intelectual con la verdad del evangelio. La fe salvadora, la creencia que conduce a la vida eterna —la creencia que apaga la sed del alma seca y desesperada— es en esencia un anhelo y un deseo de la satisfacción que solo Cristo puede brindar. En pocas palabras, ¡todos en el cielo serán cristianos hedonistas!

La segunda de las dos bendiciones es la promesa de Dios de que Él será nuestro Dios y nosotros seremos Sus hijos (Apocalipsis 21:7). No hay bendición más grande que esta: ser un hijo de Dios. Como Sus amados hijos e hijas, obtenemos a Dios y todo lo que Dios tiene. Tal como el padre del hijo pródigo, que dejó de lado la preocupación por la dignidad personal y corrió por ese camino para abrazar a su hijo arrepentido (Lucas 15:20), Dios viene a nosotros con un anillo y una túnica y una fiesta interminable de cada bendición espiritual.

Excelencias interminables

Pero ¿cómo podemos saber que este gozo y deleite profundo en Dios será interminable? Innumerables cosas en esta vida satisfacen, pero solo por una temporada. Prácticamente todo de lo que dependemos va y viene. No importa cuánto disfrutemos de una experiencia, eventualmente se desvanece. Con el tiempo pierde su capacidad de cautivar y emocionar. ¿No también nuestro gozo sufrirá de entropía? ¿Cómo podría Dios sostener en nosotros no solo la presencia de gozo en el cielo nuevo y la tierra nueva sino también su aumento sin fin, incesante y expansivo?

La respuesta está enraizada en la infinidad de Dios. Él es el único Ser en el universo del que nunca se puede decir: “Eso es todo lo que hay; ya no hay más”. Dados suficiente tiempo y paciencia, podríamos eventualmente contar cada grano de arena en las costas de la tierra. No son infinitos en número. Lo mismo puede decirse de las estrellas en el cielo. Aunque indudablemente hay billones y billones de ellas, no son ilimitadas o sin número.

¡Pero Dios sí lo es! Él es verdaderamente sin límite. Hay en Dios una plenitud inagotable de poder y perfección. Sus atributos no tienen fin. Y con cada atributo, hay una altura, una profundidad, una anchura y una longitud infinitas. Si en algún momento algo acerca de Dios llegara a una conclusión o fuera exhaustivamente comprendido, dejaría de ser Dios. Dios es, por definición, infinito en bondad, belleza, poder y majestad —y estos son solo el comienzo de un suministro interminable de características, atributos y aspectos.

Esto significa que lo que se puede ver, conocer y experimentar de Dios es igualmente ilimitado. Y si nuestra vista, conocimiento y experiencia nunca cesan, ni nunca agotan por completo todo lo que hay en Él, así también debe ser con nuestro disfrute de todo lo que Él es y hace. Con cada revelación de una faceta más de Su Ser inconmensurablemente complejo, viene más gozo, más fascinación, más emoción, más amor, más adoración.

Gozo en un cuerpo glorificado

Si vives con temor de que la revelación interminable del esplendor de Dios abrume y eventualmente haga corto circuito a tus facultades de comprensión y disfrute, recuerda las palabras de Jonathan Edwards, quien dijo:

Sin lugar a duda, Dios puede idear la materia para que tenga otro tipo de proporciones, que pueden ser de un tipo muy diferente, y puede generar otro tipo de placer en ese sentido, y de una manera inconcebible para nosotros, que será mucho más deslumbrante y exquisito… Nuestros espíritus animales [es decir, nuestros sentidos físicos] también serán capaces de proporciones inmensamente más finas y exquisitas en sus movimientos de lo que son ahora. (Obras de Jonathan Edwards, 13:328)

O de nuevo, en el cielo nuevo y la tierra nueva, “cada facultad perceptiva será una entrada de deleite” (Obras, 18:721).

Cuando Cristo vuelva, nuestros cuerpos serán glorificados y, por lo tanto, liberados de debilidad, fragilidad y oscuridad. Nuestro intelecto y nuestros sentidos se intensificarán y magnificarán, y su capacidad para ver, tocar, sentir, oír y oler aumentará enormemente y ya no se verá obstaculizada por enfermedades o distracciones. Nuestra experiencia de satisfacción gozosa en Dios no sufrirá limitaciones, y ninguna penetrará las profundidades de nuestro deleite.

Más vista, más deleite

El gozo en el cielo nuevo y la tierra nueva nunca ocurre en un vacío, sino que es el fruto inevitable de nuestra comprensión cada vez mayor de Dios y Su amor, gracia, belleza y bondad. Con cada nueva revelación viene un entendimiento correspondiente que a su vez alimenta la llama del deleite y la euforia.

El gozo aumentará para siempre porque nunca habrá un momento en que la grandeza de Dios disminuya o se seque. A lo largo de los siglos venideros, por siempre y para siempre, en cada instante seremos los receptores de una presentación cada vez mayor y más impresionante, más fascinante y, por lo tanto, inevitablemente más agradable que antes de la gracia y la gloria de Dios.

Si nuestras ideas y pensamientos de Dios aumentan en el cielo, entonces también debe aumentar el gozo, el deleite y la fascinación que generan esas ideas y pensamientos. A medida que crece la comprensión, también crece el afecto y la fascinación. Edwards lo puso de esta manera:

Por lo tanto, el conocimiento de ellos aumentará hasta la eternidad; y si su conocimiento lo hace, sin duda también lo hará su santidad. Porque a medida que aumenten en el conocimiento de Dios y de las obras de Dios, más verán de Su excelencia; y cuanto más vean de Su excelencia… tanto más lo amarán; y cuanto más amen a Dios, más deleite y felicidad… tendrán en Él. (Obras, 13:105)

Fieles y verdaderas

Pero ¿cómo podemos estar tan seguros? ¿Cómo sabemos que todo no es un sueño imposible? ¿Cómo podemos estar seguros de que, si ponemos nuestra esperanza en esta promesa, no se derrumbará sobre nosotros y nos dejará decepcionados, como ha sucedido en tantas otras instancias en esta vida? Juan provee la respuesta en Apocalipsis 21:5: “Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas”.

Y sabemos que son fieles y verdaderas porque son las palabras del que es “el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin” (Apocalipsis 21:6). Dios ha apostado su reputación en ello. Su honor y fidelidad están en juego. Lo dijo, y por lo tanto sucederá.


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