El gozo no es opcional

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English: Joy Is Not Optional

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Por David Mathis sobre el Gozo

Traducción por Christina Henderson


Contenido

A Dios le importa tu felicidad

El gozo es esencial para la vida cristiana. Las Escrituras son claras: El pueblo de Dios ha recibido el mandamiento de regocijarse y se caracteriza por el regocijo.

Nuestro Padre Celestial no es indiferente a nuestra felicidad. El gozo no es un aderezo en el entrante lleno de obligaciones de la vida cristiana. El gozo no es la crema en nuestro pastel, sino un ingrediente esencial en una compleja masa.

Con esto no queremos decir que en la vida sólo hay gozo, sino que en la mayoría de nuestras dolorosas pérdidas y sufrimientos, descubrimos cuán profundamente fluyen las reservas de gozo Cristiano. Es ahí, en la dificultad y en la oscuridad, dónde paladeamos la esencia de tal gozo – no es estrecho, ni frívolo, ni vacío, sino espeso, sustancial y pleno.

El gozo es posible

Escuchar que el gozo no es opcional llega a algunos oídos con promesa y esperanza. Si el gozo es esencial, entonces eso tiene que significar que el gozo es posible. En un mundo de pecado, sufrimiento, desorden y miseria, son buenas noticias oír que el gozo es factible.

Para empezar, el gozo es ordenado a través de toda la Biblia. Fue ordenado por Dios a su primer pueblo del pacto, Israel, especialmente en los Salmos: “Alégrese Israel en su Creador; regocíjense los hijos de Sion en su Rey” (Salmo 149:2, LBLA). “Se regocijará Jacob y se alegrará Israel” (Salmo 14:7). “Justos, alegraos en el Señor” (Salmo 97:12). “Servid al Señor con alegría” (Salmo 100:2). “Alegraos en el Señor y regocijaos, justos; dad voces de júbilo, todos los rectos de corazón” (Salmo 32:11). Hay, literalmente, cientos de ejemplos más a través del Antiguo Testamento.

Más allá de Israel, Dios da mandamiento a todas las naciones de regocijarse en su Hacedor (“Alégrense y canten con júbilo las naciones” Salmo 67:4), y aún da mandamiento de que el mundo natural se una en el gozo (“Alégrense los cielos y gócese la tierra”, Salmo 96:11).

En el Nuevo Testamento, Dios mismo, en plena humanidad, no cambia su melodía una vez que se convierte en “el varón de dolores” en nuestro mundo caído (Isaías 53:3), sino que ordena nuestro gozo de la forma más completa posible, y nos da aún más razones para regocijarnos. “Regocijaos y alegraos, porque vuestra recompensa en los cielos es grande” (Mateo 5:12). “Saltad de gozo” (Lucas 6:23). “Regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” (Lucas 10:20). Sí, el gozo es posible, un gozo tan real y tan auténtico que nos volvemos hacia nuestros vecinos para decirles, “Alegraos conmigo” (Lucas 15:6, 9).

Y como si hasta este punto no hubiera quedado lo suficientemente claro, el apóstol Pablo explica aún más claramente en sus cartas a las iglesias. “Gozándoos en la esperanza. . . . Gozaos con los que se gozan” (Romanos 12:12, 15). “Por lo demás, hermanos, regocijaos" (2 Corintios 13:11). “Estad siempre gozosos” (1 Tesalonicenses 5:16). Y entonces, el maremoto de gozo de Filipenses: “Regocijaos de la misma manera, y compartid vuestro gozo conmigo” (Filipenses 2:18). “Regocijáos en el Señor” (Filipenses 3:1). “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4). Esto no significa que nos hacemos insensibles a los multifacéticos dolores de la vida en el tiempo en que vivimos, sino que en Cristo nosotros tenemos acceso a ese gozo subterráneo que es simultáneo con y mucho más profundo que el más grande de nuestros dolores – nosotros estamos “como entristecidos, mas siempre gozosos” (2 Corintios 6:10).

Una razón de que la Biblia sea tan incesante en insistir en nuestro gozo se debe a la bondad de Dios. El imperativo al gozo en nosotros, está basado en el indicativo del bien en Él. “Y te alegrarás por todo el bien que el Señor tu Dios te ha dado” (Deuteronomio 26:11). El gozo en el corazón de la criatura corresponde a la bondad en el corazón del Creador. El gozo es la respuesta precisa en el receptor a la bondad del Dador.

Pero yo no estoy gozoso

Algunos oyen posibilidades en los mandatos al gozo; otros oyen problemas. Y ambas respuestas son justificadas. Somos pecadores, muertos espiritualmente por naturaleza (Efesios 2:1-3). Con frecuencia somos emocionalmente inconsistentes y espiritualmente sordos. Aun estando en Cristo, a diario nos montamos en la ondulante montaña rusa que pasa de corazones aletargados a espíritus estimulados, y otra vez de vuelta a la sequedad.

Aquellos que nos conocemos a nosotros mismos, estamos aprendiendo a ser honestos con la realidad, a aceptar cuán poco tenemos gozo de verdad, y a pedirle a nuestro Padre una y otra vez, “Restitúyeme el gozo de tu salvación” (Salmo 51:12).

Para tales personas aletargadas y conscientes de sí mismas, oír que el gozo no es opcional puede parecer plagado más de condenación que de posibilidades. Puede ser un nuevo peso que llevar sobre unos hombros ya sobrecargados.

Pero nuestra falta de gozo no es el final de la historia. En la ecuación hay todavía una pieza infinitamente poderosa.

Dios está totalmente comprometido con tu gozo

En vista de nuestros interminables fracasos, son espectaculares las buenas nuevas de que Dios mismo está totalmente comprometido con nuestro gozo eterno en Él. De hecho, hay un sentido en el cual Él está tan comprometido con nuestro gozo, como lo está con su objetivo supremo en el universo: Ser honrado y glorificado, porque nuestro gozo está ligado a su Gloria. En las palabras de la frase poética de John Piper: “Dios es más glorificado en ti cuando tú estás más satisfecho en Él”.

Dios es justo, y por lo tanto no es indiferente a su gloria. Y las buenas nuevas para aquellos de nosotros que nos apropiamos de la sangre y de la justicia de su Hijo, es que Él no es indiferente a nuestro gozo. No el “gozo” tenue, frívolo, vacío que las meras circunstancias externas en un mundo caído pueden ofrecer, sino el gozo denso, sustancial, rico que puede correr más profunda y ampliamente que los escenarios más tristes que, en otros aspectos, ofrece la vida.

En Cristo, no solo es que Dios ya no está contra nosotros en ira omnipotente, sino que ahora Él está por nosotros – por nuestro gozo profundo e imperecedero – en todo su omnipotente amor. Su promesa a través de Jeremías llega a nosotros en Cristo: “Me regocijaré en ellos haciéndoles bien, y ciertamente los plantaré en esta tierra, con todo mi corazón y con toda mi alma” (Jeremías 32:41).

Nuestro gozo no será perfecto en esta vida; siempre nos esforzaremos y lucharemos. Tendremos nuestras angustias y ansiedades. Tendremos nuestros altibajos. Pero aún aquí, nosotros tenemos gozo. No solamente está en camino el gozo indomable, sino que, aún ahora, degustamos la dulzura, especialmente en el sufrimiento. “A quien sin haberle visto, le amáis, y a quien ahora no veis, pero creéis en El, y os regocijáis grandemente con gozo inefable y lleno de gloria” (1 Pedro 1:8)

Son buenas nuevas que el gozo en la vida Cristiana no es opcional, porque el peso final de nuestro gozo no recae sobre nuestras débiles espaldas, sino sobre los hombros poderosos de Dios mismo.


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