El Pacto de Dios con Abraham

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English: God's Covenant with Abraham

© Desiring God

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Por John Piper sobre Los Pactos
Una parte de la serie The Biblical Covenants

Traducción por Maria del Carmen Zanassi


Génesis 17:1-8

El Adviento en Estados Unidos tiene sus peligros especiales. Pienso en tres.

  1. El peligro de la codicia y de la avaricia. Todos compran. Y comprar los expone a cientos de cosas que no necesitan o no querían hasta que las vieron.
  2. El peligro de la depresión. Este es tiempo de estar alegres, pero hace que las cosas empeoren cuando uno se siente solo, enfermo o desalentado.
  3. El peligro de la tensión. Todos parecen estar apurados. Hay tantos regalos por comprar, invitados para servir y decoraciones que poner; y todo bajo la presión de tiempos límites.

Lo que Necesitamos en Tiempo de Adviento

Lo que necesitamos en Adviento es alguna verdad profunda, pacífica y firme de la Palabra de Dios para que nos oriente, que mantenga nuestro rumbo, que estabilice el barco y que nos ayude a caminar por Nicolett Mall impasibles ante la codicia, libres de depresión y tranquilos entre el furor.

Necesitamos un conocimiento sólido del significado del advenimiento de Cristo que nos mantenga sobrios en un mundo intoxicado por el amor a las cosas. La verdad dominante de estos mensajes de Adviento es que la llegada de Cristo confirma los pactos de Dios. Romanos 15:8 dice: “Cristo vino a ser siervo de la circuncisión para mostrar la verdad de Dios, para confirmar las promesas hechas a los patriarcas”. Espero que en todos lados donde vayan este Adviento, se repitan a sí mismos una y otra vez: ¡Su advenimiento confirma los pactos! ¡Su advenimiento confirma los pactos! O como dice Pablo en 2 Corintios 1:20: “Todas las promesas de Dios, en Él son sí”. Todo lo prometido a Noé, Abraham, Moisés y David, y sus descendientes, está confirmado y asegurado por el advenimiento de Jesucristo. Si el pecado del hombre y la justicia de Dios fueron un obstáculo para el cumplimiento de esas promesas de los pactos, el sacrificio de Jesús ha eliminado el obstáculo para siempre. Por lo tanto, su llegada confirma los pactos. Es el sí de Dios a las promesas de los pactos. Y si somos herederos de esas promesas, Jesús es el sí de Dios para nosotros. Y el lema de nuestro tiempo de Adviento puede ser: Su advenimiento confirma los pactos para mí.

Tres Cosas para Aprender del Pacto con Abraham

Con respecto al pacto con Abraham, esta mañana quiero que aprendan tres cosas:

  1. Que ustedes, que tienen esperanza en Jesucristo y lo siguen en la obediencia de la fe, son descendientes de Abraham y herederos de las promesas de su pacto.
  2. Que estas promesas hechas a ustedes son más espectaculares que cualquier cosa que vean o escuchen en este tiempo.
  3. Que estas promesas son seguras, originadas en la veracidad invariable de Dios y confirmadas por la llegada de Cristo.

1 Aquellos que Verdaderamente son Descendientes de Abraham

Primero, ustedes, que confían en Cristo y lo siguen en la obediencia y en la fe, son los descendientes de Abraham y los herederos de las promesas de su pacto. En Génesis 17:4, Dios le dijo a Abraham: “Este es el pacto que establezco contigo y tú serás el padre de una multitud de naciones”. Pero, Génesis dejó en claro que Abraham no fue el padre de una multitud de naciones en un sentido físico o político. Por consiguiente, el significado de la promesa de Dios era que, probablemente, una multitud de naciones, de alguna manera, disfrutaría de la gracia de la condición de hijos, aunque no relacionados físicamente con Abraham. No hay dudas de lo que Dios quiso decir en Génesis 12:3, cuando le dijo a Abraham: “En ti serán benditas todas las familias de la tierra”. Desde el principio, Dios previó que Jesucristo sería el descendiente de Abraham y que todo el que confía en Cristo sería heredero de la promesa a Abraham. Por eso, Gálatas 3:29 dice: “Si sois de Cristo, entonces sois descendencia de Abraham, herederos según la promesa”. O como dice Romanos 4:16-17: “La promesa es según la gracia, para que sea firme para toda su descendencia. No solamente para [los judíos], sino también para [los Gentiles] que son de la fe de Abraham, quien es el padre de todos nosotros, como está escrito ´Te he hecho padre de muchas naciones´”.

Cuando Dios le dijo a Abraham hace 4000 años: “Este es el pacto que establezco contigo y tu serás el padre de una multitud de naciones”, posibilitó que cualquiera de nosotros, no importa a qué nación pertenezca, se convierta en hijo de Abraham y heredero de las promesas de Dios. Todo lo que tenemos que hacer es tener la misma fe que Abraham, es decir, depositar nuestra esperanza en las promesas de Dios, a tal punto que si la obediencia lo requiere, podríamos dar nuestra más querida posesión, como Abraham hizo con Isaac. No nos convertimos en herederos de las promesas a Abraham obrando para Dios, sino teniendo confianza en que Dios obra para nosotros. “Abraham se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que Dios podía hacer todo lo que había prometido” (Romanos 4:20). Esa es la razón por la cual Abraham pudo obedecer a Dios, aun cuando la obediencia parecía una calle sin salida. Él confió que Dios puede hacer lo imposible. Fe en las promesas de Dios – hoy diríamos, fe en Cristo, que es la confirmación de las promesas de Dios – es la manera de convertirse en hijo de Abraham, la obediencia es la evidencia de que la fe es genuina (Génesis 22:12-19); por consiguiente Jesús dicen en Juan 8:39 “Si fueseis hijos de Abraham, harías lo que él hizo”. Los hijos de Abraham son personas de todo el mundo, que pusieron su esperanza en Cristo y, como Abraham en el monte Moriah, por lo tanto, no dejan que sus más preciadas posesiones terrenales les impidan obedecer. Ustedes, que confían en Jesucristo y lo siguen en la obediencia de la fe, son los descendientes de Abraham y herederos de las promesas del pacto. Esta es la primera cosa que quiero que aprendan esta mañana del pacto de Abraham con Dios.

2 La Cosa más Espectacular en la que Confiar en este Tiempo

La segunda es que las promesas que llegan a ustedes como parte del pacto de Abraham son lo más espectacular que cualquier cosa que vean o escuchen en este tiempo. Solo consideren Génesis 17:7: “Estableceré mi pacto contigo y con tu descendencia después de ti, por todas sus generaciones, por pacto eterno, de ser Dios tuyo y de toda tu descendencia después de ti”. La esencia del pacto con Abraham es que Dios será Dios para nosotros. Será nuestro Dios. Cuanto más mediten en esta, aparentemente simple, verdad, más espectacular se vuelve. Jeremías nos dice lo que significa. Él cita a Dios: “Ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios…no desistiré de hacerles el bien…me regocijaré en ellos haciéndoles el bien…con todo mi corazón y con toda mi alma” (32:38-41). Uno se queda atónito tratando de imaginar lo que debe significar que el Dios que hizo los planetas, las estrellas, las galaxias, las moléculas, los protones, los neutrones y los electrones se regocije en hacernos el bien con todo su corazón y con toda su alma. Si Dios es Dios para ustedes entonces toda su omnipotencia y toda su omnisciencia están involucradas todo el tiempo en hacer el bien para ustedes en todas las circunstancias de sus vidas.

En Romanos 4:13, Pablo dice: “La promesa a Abraham y a su descendencia [es] que ellos serían herederos del mundo”. En 1 Corintios 3: 21-23 dice: “Todo es vuestro, sea…el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro, todo es vuestro, y vosotros de Cristo y Cristo de Dios”. Cuando los saduceos, que no creían en la resurrección, se aproximaron a Jesús, Él dijo (en Mateo 22:31-32): “Respecto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo: ‘Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos”. Los saduceos no se habían detenido a reflexionar y meditar sobre el significado de “Yo soy el Dios de Abraham”. No se dieron cuenta de lo espectacular que es para el creador del universo decirle a un ser humano “Seré Dios para ti…seré tu Dios”. Por eso Jesús le dice: Cuando Dios es vuestro Dios, no pueden morir. Él no es Dios de muertos, sino de vivos”. Los saduceos eran totalmente ingenuos como para pensar que la muerte podía terminar con la relación entre Dios y aquellos a los que había dicho “¡Yo soy vuestro Dios"!

Es una promesa espectacular que tiene que ocupar sus mentes a lo largo de este tiempo de Adviento. Entonces, cuando caminen por Nicolett Mall, el llamado de la codicia tendrá el mismo poder sobre ustedes que el de un vendedor ambulante tratando de vender trozos del castillo a los hijos del rey. Y la carga de la depresión hará brotar alas, el yugo de la obediencia se tornará fácil y la vastedad de la verdad que Dios es vuestro Dios eliminará por completo la tensión de estos últimos días y dejará una gran calma, como un océano profundo y tranquilo, después del hundimiento de un barco enemigo.

Primero, entonces, ustedes que tienen esperanza en Cristo, son los descendientes de Abraham y herederos de las promesas del pacto. Segundo, la promesa del pacto de que Dios será vuestro Dios es espectacular, por encima de toda imaginación. Significa que Dios involucra toda su omnipotencia y toda su omnisciencia todo el tiempo para hacerles el bien en todas las circunstancias de sus vidas, con todo su corazón y con toda su alma.

3 La Certeza de las Promesas

Tercero y último, esta promesa del pacto es segura, originada en la invariable veracidad de Dios y confirmada por el advenimiento de Cristo. “Mil años ante tus ojos son como el día de ayer que ya pasó, o como una vigilia en la noche” (Salmo 90:4). Si el Dios vivo les hubiera hecho su espectacular promesa del pacto cuatro días atrás personalmente, ¿no sería aún ahora un poder totalmente apabullante en sus vidas? Bueno, 4000 años son como cuatro días para él. Y si confían en Él como el Dios vivo, su promesa tendrá ese poder en sus vidas.

No levanten sus pecadoras manos estupefactos. Los únicos candidatos para la bendición de Abraham son los pecadores. Por eso Jesús tenía que venir a confirmar el pacto. Ni siquiera Abraham podía haber disfrutado de la bendición si Jesús no hubiera venido. También Abraham era un pecador. Mientras María llevaba en su vientre al Señor Jesús, cantaba una canción y decía “El Señor ha hecho proezas con su brazo…Ha ayudado a Israel, su siervo, para recuerdo de su misericordia, tal como dijo a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia para siempre” (Lucas 1:51; 54-55). El niño en su vientre era el recuerdo de la misericordia de Dios, como le había prometido a Abraham. Misericordia, ¡tengan en cuenta! Cristo confirma el pacto porque, en su vida de obediencia y de sufrimiento inocente, arregló las cuentas de los hijos de Abraham, para que Dios pueda ser justo y aún decirme a mí, pecador: “Yo soy tu Dios”. “Si no eximió a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros ¿cómo no nos concederá con él todas las cosas?” (Romanos 8:32). Esa promesa espectacular no puede ser comprada o ganada. Pero, puede ser creída. Y si la creen, todo cambia.


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