El Placer de Dios en aquellos que tienen Esperanza en Su amor

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English: The Pleasure of God in Those Who Hope in His Love

© Desiring God

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Por John Piper sobre La Gracia de Dios
Una parte de la serie The Pleasures of God

Traducción por Dorval A. Lara Riveroll


Salmo 147:10-11

No se deleita en la fuerza del caballo,
ni se complace en las piernas ágiles del hombre.
El Señor favorece a los que le temen,

a los que esperan en su misericordia.

Nuestro enfoque en los Placeres de Dios

Hasta ahora hemos enfocado nuestra atención en los placeres que Dios tiene en sí mismo y en su obra.

Y le complació el golpear a su Hijo, porque en ese gran acto de juicio el compromiso tormentoso de las dos grandes pasiones de Dios fueron casadas- su pasión por la gloria de su nombre, y la pasión de su amor hacia los pecadores.

La Suposición Detrás de Nuestro Enfoque

Pueden recordar que nuestra suposición detrás de todos estos mensajes ha sido la convicción que expresa Henry Scougal en su libro, La vida de Dios en el Alma del Hombre, a saber, que "El valor y excelencia de un alma debe medirse por el objeto de su amor." En otras palabras, si amamos cosas baratas y sin valor, revelamos lo pequeña y barata que es nuestra alma.

El alma se mide por sus vuelos
Algunos bajos, otros altos
El corazón se conoce por sus deleites
Y los placeres nunca mienten

Tomamos como punto de partida en esta serie la persuasión de que esto también es verdad en cuanto a Dios, no sólo del hombre. El valor y excelencia del alma de Dios se mide por el objeto de su amor. Y creo que lo hemos visto surgir una y otra vez: el objeto del amor de Dios son aquellas cosas que son infinitamente hermosas y valiosas.

Asi es que Dios es un gran ejemplo para nosotros. Nos muestra lo que un alma excelente debe amar por sobre todas las cosas. Debemos amar

Si los amaramos mas, nuestras almas serían más grandes y mejores por ello, y estaríamos más hechos a la imagen y semejanza de nuestro Creador.

Un Momento de Cambio en la Serie

El día de hoy marca un momento de cambio en la serie, porque hasta ahora nos hemos enfocado en el tipo de acitudes y acciones humanas en que Dios se deleita. Nos hemos enfocado primero en el amor de Dios por su propia gloria. Y creo que este orden es muy importante

Comenzando con el Centro del Evangelio-Dios

Necesitamos ver (¡y aquellos a los que amamos en este mundo necesitan ver!) primero y ante todo, que Dios es Dios:

Pero nosotros sí somos deficientes sin él; la gloria de su compañía es el arroyo de agua viva del que hemos estado sedientos toda nuestra vida.

A menos que comencemos con Dios de esta forma, cuando el evangelio venga a nosotros, inevitablemente nos pondremos en el centro de él. Sentiremos que nuestro valor, y no el valor de Dios, es la fuerza impulsora en el Evangelio. Veremos el origen del evangelio en el deleite de Dios en nosotros en vez de originado en la gracia que crea un camino para que los pecadores se deleiten en Él.

Pero el evangelio es la buena nueva que Dios es el fin satisfactor-total de todos nuestros deseos, y que aunque no nos necesita, y que de hecho está separado de nosotros por nuestros pecados que lo menosprecian, Él ha, dentro del gran amor con el que nos amó, hecho un camino para que los pecadores beban en el río de sus deleites a través de Jesucristo. Y no nos cautivará esta buena noticia a menos que sintamos que él no estaba obligado a hacer esto. No estaba coartado u obligado por nuestro valor. Él es el centro del Evangelio. La exaltación de su gloria es la fuerza que mueve al Evangelio. ¡El evangelio es un evangelio de gracia! Y la gracia es la voluntad de Dios para amplificar el valor de Dios al darle a los pecadores el derecho de deleitarse en Dios sin oscurecer su gloria.

Y los santos de Dios aman la centralidad de Dios en el evangelio:

Y así por siete semanas nos hemos enfocado en los placeres que Dios tiene directamente en sí mismo y en la libertad de su obra para mostrar inequívocamente que Dios es el centro del evangelio. Solo hemos insinuado el tipo de respuesta del hombre que traería placer a Dios.

Moviéndonos a Nuestra Respuesta al Evangelio

Pero ahora estamos listos. Ahora, Dios mediante, seremos capaces de ver por qué las respuestas humanas que Dios exige y disfruta vienen como buenas nuevas a los pecadores y aún mantienen a Dios como centro de su propio afecto.

Si el evangelio exige una respuesta de los pecadores, entonces la exigencia misma debe ser una buena noticia en lugar de ser una carga adicional, ya que de otra forma el evangelio no sería un evangelio. Y si el verdadero evangelio bíblico tiene a Dios en el centro, entonces la respuesta que exige deberá engrandecerlo a Él y no a nosotros.

Ahora, ¿qué tipo de respuesta puede cumplir ambas cosas: buenas noticias para los pecadores y gloria a Dios?

Nuestro texto tiene la respuesta. Salmo 147:10-11,

No se deleita en la fuerza del caballo,
ni se complace en las piernas ágiles del hombre.
El Señor favorece a los que le temen,
a los que esperan en su misericordia.

Comencemos con el versículo 11 y preguntemos por qué Dios se complace en aquellos que le temen y en los que esperan en su amor. Luego iremos al versículo 10 y refinaremos nuestra respuesta preguntando por qué Dios no se deleita en la fortaleza del caballo y en la agilidad del hombre.

Temiendo y Esperando en Dios Simultáneamente.

Primeramente déjenme preguntar esto: ¿les parece extraño que debamos ser motivados a temer y tener esperanza al mismo tiempo y hacia la misma persona? "El Señor favorece a los que le temen, a los que esperan en su misericordia." ¿Tienes esperanza en aquel a quien temes y temes a aquel en quien tienes esperanza?

Usualmente es todo lo contrario: si tememos a alguien, esperamos que alguien más venga a ayudarnos. Pero aquí se supone que debemos temer a aquel en quien tenemos esperanza y tener esperanza en aquel a quien tememos. ¿Qué significa esto?

Creo que significa que debemos permitir que la experiencia de la esperanza penetre y transforme la experiencia del miedo, y dejar que la experiencia del miedo penetre y transforme la experiencia de la esperanza. En otras palabras, el tipo de miedo que debemos tener hacia Dios es lo que queda del miedo cuando tenemos una firme esperanza en medio de él.

El Miedo de una Terrible Tormenta ártica

Supongamos que exploras un glaciar desconocido en el norte de Groenlandia en la desolación del invierno. Justo al llegar a un risco con una vista espectacular de miles y miles de montañas nevadas, puntiagudas por el hielo, se desata una tormenta terrible. El viento es tan fuerte que surge el miedo de que pueda arrojarte a ti y a tu grupo hacia el acantilado. Pero en el medio de la tormenta, descubres una hendidura en el hielo donde puedes esconderte. Aquí, te sientes seguro, pero el gran poder de la tormenta ruge y la observas con una especie de placer que te hace temblar mientras avanza entre los glaciares distantes.

Al principio, existía el miedo de que esta terrible tormenta y el espectacular terreno pudieran cobrarse tu vida. Pero después encontraste un refugio y tuviste la esperanza de que estarías a salvo. Sin embargo no todo lo que se llama miedo se devaneció. Solamente la parte que hacía sentir tu vida amenazada. Aún queda el temblor, el asombro, la sensación de que nunca querrás enfrentarte con una tormenta como esa o ser adversario de tal poder.

El Temor del Poder de Dios

Y así es también con Dios. Los versículos 16-17 dicen, "Manda la nieve como lana; esparce la escarcha cual ceniza. Arroja su hielo como migas de pan; ¿Quién puede resistir ante su frío?" El frío de Dios es algo de temerse - ¡quien puede pararse contra él! Y los versículos 4-5 señalan el mismo poder de Dios en la naturaleza: "Cuenta el número de las estrellas, y a todas ellas les pone nombre. Grande es nuestro Señor, y muy poderoso; su entendimiento es infinito."

En otras palabras, la grandeza de Dios es más grande que el universo de estrellas y su poder está detrás de el irresistible frío de las tormentas árticas. Sin embargo, enconcha sus manos alrededor nuestro y dice, "Refúgiate en mi amor y deja que los terrores de mi poder se conviertan en la asombrosa pirotecnia de tu alegre cielo nocturno." El temor de Dios es lo que queda de la tormenta cuando llegas a un lugar seguro donde puedes observarla justo en medio de ella.

Y en ese lugar de refugio te dices a ti mismo, "Esto es asombroso, esto es terrible, esto es poder increíble; Oh la emoción de estar ahí en el centro del asombroso poder de Dios, ¡estando protegido por el mismo Dios! ¡Oh que terrible cosa el caer en las manos del Dios viviente sin esperanza, sin un Salvador! ¡Mejor tener una piedra de molino atada al cuello y ser arrojado a las profundidades del mar que ofender a este Dios! ¡Que maravilloso privilegio el conocer el favor de este Dios en el medio de su poder!"

Y así nos obtenemos una idea de como sentimos esperanza y miedo al mismo tiempo. La esperanza convierte el miedo en un temblor de felicidad y asombro pacífico; y el miedo se lleva todo lo trivial de nuestra esperanza y la hace seria. Los terrores de Dios hacen que los placeres de su pueblo sean intensos. La compañía alrededor del fuego es más dulce cuando la tormenta está rugiendo fuera de nuestra cabaña.

El Deleite de Dios en Quien le Teme y Tiene Esperanza en Él

Ahora, ¿Por qué Dios se deleita en aquellos que lo experimentan de esta forma-en la gente que le teme y tiene esperanza en su amor?

Seguramente es porque nuestro miedo refleja la grandeza de su poder y nuestra esperanza refleja la recompensa de su gracia. Dios se deleita en aquellas respuestas que reflejan su magnificencia.

Esto es justamente lo que nosotros esperariamos de un Dios que sea autosuficiente y que no tenga necesidad de nosotros- un Dios:

Dios se complace en aquellos que tienen esperanza en su amor porque esa esperanza denota la libertad de su gracia. Cuando exclamo "Dios es mi única esperanza, mi roca, mi refugio!" estoy olvidándome de mi mismo y llamando toda la atención sobre los recursos ilimitados de Dios.

La Respuesta que Cumple Dos Cosas

Recuerdas la pregunta que hicimos hace un momento: ¿qué clase de respuesta puede Dios exigirnos para que la demanda nos dé buenas nuevas y gloria a Él? La respuesta es: la exigencia de tener esperanza en su amor.

Buenas Noticias para los Pecadores

Como pecador sin rectitud propia, estando frente al Dios autosuficiente y santo, ¿qué orden preferirías escuchar sino esta:? "¡Espera en mi amor!". Si tan sólo lo supiéramos, cada uno de nosotros se encuentra varado en el hielo de Groenlandia, y el viento sopla ferozmente. Nuestra posición es tan precaria que sólo con que inhalemos demasiado profundamente, nuestro peso cambiará y nos desplomaremos hacia nuestra muerte. Dios viene a nosotros y dice en ese momento "Yo te salvaré, y te protegeré de la tormenta. Pero con una condición." Tu corazón se hunde. Tu cara se aplana contra el hielo. Tus uñas están hundidas. Puedes sentirte desvanecer. Sabes que incluso si mueves tus labios, caerás. ¡Sabes que no hay nada que puedas hacer por Dios!

Entonces el enuncia el mandamiento del evangelio: mi requerimiento es que tengas esperanza en mi. ¿No son buenas nuevas para esta mañana? ¿Qué podría ser más sencillo que tener esperanza en Dios cuando todo lo demás está abandonándote? Y esto es todo lo que él requiere. Ese es el evangelio.

Gloria a Dios.

Pero estas no solo son buenas nuevas para nosotros los pecadores. También es la gloria de Dios el poner sólo este requerimiento sobre nosotros. ¿Por qué? Porque cuando tienes esperanza en Dios, muestras

Cuando tienes esperanza en Dios, demuestras que eres tú quien tiene necesidad, no Dios (Salmo 50: 10-15; 71:4-6, 14).

La belleza del evangelio se encuentra en esa sencilla exigencia ("¡Pongan su esperanza en el amor de Dios!") escuchamos las buenas noticias y Dios se queda con la gloria. Y es por eso que Dios se deleita en aquellos quienes tienen esperanza en su amor- porque en este simple acto de esperanza se glorifica su gracia y los pecadores se salvan. Este es el mandamiento del evangelio que mantiene a Dios al centro- el centro de su afecto y el nuestro.

El Deleite de Dios No Está en los Caballos y Piernas

Ahora preguntemos por qué Dios no se deleita en los caballos y piernas. Versículo 10:

No se deleita en la fuerza del caballo, ni se complace en las piernas ágiles del hombre.

No porque no se Deleite en Lo que Ha Hecho

El asunto aquí no es que los caballos fuertes o las piernas fuertes sean malos. Dios los hizo. Él se regocija en la fuerza y libertad de los poderosos caballos. Le pregunta a Job,

¿Das tú al caballo su fuerza?
¿Revistes su cuello de crin?
¿Le haces saltar como la langosta? . . .
escarba en el valle, y se regocija en su fuerza;
sale al encuentro de las armas.
Se burla del temor y no se acobarda,
ni retrocede ante la espada . . .
no se está quieto al sonido de la trompeta.
Cada vez que la trompeta suena, como que dice: "¡Ea!",
y desde lejos olfatea la batalla,
las voces atronadoras de los capitanes y el grito de guerra.
(Job 39:19–25)

Sino Porque Podemos Poner Nuestra Esperanza en Ellos

No, el asunto no es que este animal glorioso sea malo. El punto es que en el día de la batalla los hombres ponen su esperanza en los caballos en lugar de poner su esperanza en Dios. Proverbios 21:31, sin embargo, dice, "Se prepara al caballo para el día de la batalla, pero la victoria es del Señor." y por tanto el Salmo 20:7 dice, "Algunos confían en carros, y otros en caballos; mas nosotros en el nombre del Señor nuestro Dios confiaremos."

A Dios no le disgusta la fuerza de los caballos y las piernas humanas. Él se disgusta con aquellos que ponen la esperanza en sus caballos y en sus piernas. Se disgusta con la gente que pone su esperanza en los misiles o en el maquillaje, en tanques o bronceados, en las bombas o el fisicoculturismo. Dios no se complace en la eficiencia corporativa o en presupuestos balanceados, o en sistemas de bienestar o en vacunas nuevas o en educación o elocuencia o en la excelencia artística o en los procesos legales cuando estas cosas son el tesoro en el que tenemos esperanza o el logro del cual nos jactamos.

¿Por qué? Porque cuando ponemos nuestra esperanza en los caballos y las piernas, los caballos y las piernas se quedan con la gloria, no Dios. Y estamos perdidos, no salvados.

Entonces les pido en esta mañana, por el bien de su alma y por la gloria de Dios: basen su esperanza en el poder y el amor de Dios, no en ustedes mismos ni en cualquier cosa que puedan conseguir.

El Señor favorece a los que le temen, a los que esperan en su misericordia.

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