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{{info|The Most Unlikely Believer in the Bible}}La Biblia nos cuenta sobre muchos actos de extraordinaria fe. En el Antiguo Testamento, el acto de fe de Abraham al ofrecer a su hijo me llama la atención como quizás el ejemplo más grandioso de fe. Pero en el Nuevo Testamento, aún no sé el nombre de la persona que, para mí, muestre el acto de fe más grandioso .  
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{{info|The Most Unlikely Believer in the Bible}}La Biblia nos relata muchos actos de una fe extraordinaria. En el Antiguo Testamento, el acto de fe de Abraham al ofrecer a su hijo, en mi opinión, se destaca por ser quizás el ejemplo de fe más grandioso. Sin embargo, en el Nuevo Testamento, aún no sé qué persona sea para mí la que muestra el acto de fe más grandioso.  
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Aquél que me más me impresiona es el ladrón moribundo sobre la cruz.  
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El que más me llama la atención es el del ladrón moribundo que está en la cruz.  
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Ahora, quizás el ladrón moribundo no tenía nada que perder y por eso decidió hacer una especie de decisión en su lecho de muerte por Cristo. Esto seguramente quitaría el brillo de su fe. Pero tal pensamiento sólo tiene sentido si examinamos el ejemplo del ladrón moribundo sin prestar tanta atención al contexto.  
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Ahora bien, quizás el ladrón moribundo no tenía nada que perder y por eso se decidió por Cristo como quien toma una decisión en su lecho de muerte. Pensarlo así seguramente quitaría brillo a su fe, pero esa posibilidad sólo tiene sentido si leemos el ejemplo del ladrón moribundo sin prestar mucha atención al contexto.  
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Como veremos, incluso si el ladrón moribundo un poco antes de su muerte, el tiempo no podría haber sido menos adaptado para la fe. Aún así, el ladrón no pudo alejarse de la gloria del Rey crucificado ante él.  
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Como podremos observar, incluso a pesar de que el ladrón moribundo creyó sólo un poco antes de su muerte, el momento no podría haber sido menos adecuado para la fe. Aun así, el ladrón no pudo apartar la mirada ante la gloria del Rey crucificado ante él.  
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'''Fe Extemporánea'''  
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'''Una fe extemporánea'''  
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En esta conversión, tenemos un cumplimiento específico de la plegaria de Cristo en la cruz. Tan pronto como Cristo había pronunciado, “Padre, perdónalos” (Lucas 23:34), el Padre respondió a esa plegaria convirtiendo a un criminal que era abusivo (Mateo 27:44) en un santo glorificado por Cristo.  
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En esta conversión, podemos ver una instancia del cumplimiento específico de la plegaria de Cristo en la cruz. Tan pronto como Cristo pronunció “Padre, perdónalos” (Lucas 23:34), el Padre respondió a esa plegaria convirtiendo a quien antes fue un criminal agraviante (Mateo 27:44) en un santo que da gloria a Cristo.  
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Mientras el criminal próximo a ser cambiado no era directamente responsable de la muerte de Cristo, él no obstante se unió con aquellos que lo eran, y por tanto fue abordado directamente cuando Cristo le pidió a Dios que “los” perdonara. Cuando el ladrón que iba a convertirse estaba haciendo lo peor en contra de Cristo, Cristo estaba haciendo lo mejor para él.  
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Si bien el criminal que estaba a punto de convertirse no era directamente responsable de la muerte de Cristo, él aun así se unió a quienes lo eran y, por tanto, la oración de Cristo cuando pidió a Dios que ''los perdonara'' se refirió también a él de forma indirecta. Mientras que el ladrón que estaba por convertirse estaba haciendo lo peor en contra de Cristo, Cristo estaba haciendo lo mejor para él.  
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La conversión de aquél criminal fue sorprendente y testifica al poder de la plegaria de Cristo y a la gracia de Dios. ¿Por qué? Esta fe del criminal no vino en un momento como en el que Cristo convirtió el agua en vino o hizo milagros, tales como caminar sobre el agua, abrir los ojos de un hombre ciego, o levantar a Lázaro de la muerte.  
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La conversión de aquel criminal fue sorprendente y testifica del poder de la oración de Cristo y de la gracia de Dios. ¿Por qué? La fe de este criminal no surgió en un momento como en el que Cristo convirtió el agua en vino o hizo milagros, tales como caminar sobre las aguas, abrir los ojos de un hombre ciego o resucitar a Lázaro.  
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Cuando Cristo estaba en la cruz, ¿alguno gritó públicamente, como Juan Bautista lo hizo, “¡Contemplen al Cordedor de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Juan 1:29)? No lo hizo, sino que vocaliza su fe en Jesús mientras él estaba en la cruz, esto es esencialmente lo que hizo el ladrón moribundo.  
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Cuando Cristo estaba en la cruz, ¿hubo alguien que haya gritado públicamente, como Juan el Bautista lo hizo, “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29)? Nadie lo hizo, pero al verbalizar su fe en Jesús mientras estaba en la cruz, esto es en esencia lo que hizo el ladrón moribundo.  
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'''Un Curso de Teología en una Cruz'''  
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'''Un curso de teología en la cruz'''  
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Quizás el ladrón moribundo simplemente era como las rocas que Jesús dijo que gritarían si sus seguidores se callaban (Lucas 19:40) - las rocas podrían hablar de la fiabilidad y gloria de Jesús pero no podrían disfrutarlo por ellas mismas. Este no parece ser el caso. El ladrón moribundo muestra que tiene una rica teología sobre la cruz, pero él finaliza recibiendo una teología incluso más rica antes de morir - una teología de esperanza.  
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Quizás el ladrón moribundo simplemente haya sido como las rocas que Jesús dijo que gritarían si sus seguidores callaban (Lucas 19:40); las rocas podrían hablar de la veracidad y gloria de Jesús pero no podrían deleitarse en él ellas mismas. Sin embargo, no parece que este sea el caso. El ladrón moribundo muestra en la cruz que tiene una rica teología, pero acaba recibiendo una teología aun más rica antes de morir: una teología de esperanza.  
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Ya que el criminal al lado de él lanzó improperios a Jesús, le mandó a salvarlos a todos, el ladrón que fue eventualmente salvado reprendió al otro criminal. “¿No temes a Dios tú, que estás en el mismo suplicio?” (Lucas 23:40). En este punto, el ladrón mostró que sin duda era un buen teólogo, ya que habló del temor de Dios.  
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Mientras que el criminal del otro lado lanzó improperios contra Jesús y lo mandó a salvarlos a los tres, el ladrón que fue finalmente salvado reprendió al otro criminal: “¿Ni siquiera temes a Dios a pesar de que estás bajo la misma condena?” (Lucas 23:40). En este punto, el ladrón mostró que sin duda era un buen teólogo, ya que habló del temor de Dios.  
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Pero su teología mejora más. Admite que la sentencia que están recibiendo es sólo una sentencia. En otras palabras, sabe que es un pecador. “Nosotros lo hemos merecido y pagamos por lo que hemos hecho; pero éste no ha hecho nada malo” (Lucas 23:41). De nuevo, su teología se eleva incluso más alto. Tiene el coraje, sabiendo que es un pecador y que Dios es de temer, de pedirle a Dios que lo recuerde cuando él entre en su reino (Lucas 23:42).  
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Pero su teología mejora aun más. Él admite que la sentencia que están recibiendo es una sentencia justa. En otras palabras, sabe que es un pecador. “Lo que nosotros ahora padecemos es justo, porque estamos recibiendo lo que merecían nuestros hechos, pero este no cometió ningún crimen” (Lucas 23:41). De nuevo, su teología se eleva incluso más alto. Sabiendo que es un pecador y que el hombre debe tener temor de Dios, tiene el coraje de pedirle a Jesús que lo recuerde cuando entre en su reino (Lucas 23:42).  
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'''Fe improbable y la Recompensa de esperanza'''  
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'''Una fe inaudita y la recompensa de la esperanza'''  
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Francamente, este es uno de los actos más grandiosos de fe mostrados en algún lugar de la palabra de Dios. Mientras muchos discípulos de Cristo lo habían abandonado ya que creían que no era el verdadero Mesías enviado de Dios para redimir Israel, ¡este criminal creyó que un hombre crucificado al lado de él tenía un reino!  
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Francamente, este es uno de los actos de fe más grandiosos que tienen lugar en toda la Palabra de Dios. Mientras que muchos discípulos de Cristo lo habían abandonado porque creían que no era el verdadero Mesías enviado de Dios para redimir a Israel, ¡este criminal creyó que un hombre crucificado a su lado tenía un reino!  
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El ladrón no estaba colocando su fe en el Señor resucitado de gloria, sino en un hombre bajo la maldición de Dios (Gálatas 3:13). ¿Cómo responde el Cristo moribundo a todo esto? ¿Cómo responde Cristo ante tal fe? ¡Le ofrece esperanza! “Él le dijo, “En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso”” (Lucas 23:43).  
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El ladrón no estaba poniendo su fe en el Señor de gloria resucitado, sino en un hombre que estaba bajo la maldición de Dios (Gálatas 3:13). ¿Cómo responde el Cristo moribundo a todo esto? ¿Cómo responde Cristo ante tal fe? ¡Le ofrece esperanza! “Él le dijo: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43).  
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El tiempo que tenía que vivir el ladrón mientras estuvo en la cruz es desconocido. En parte, eso no es importante. Lo que es importante es la esperanza que recibió cuando, momentos antes, no tenía ninguna esperanza. Esta es la belleza del evangelio. Toma la situación más desesperanzadora, incluso la crucifixión garantizada de un criminal, y ofrece lo totalmente opuesto - vida.  
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Cuánto tiempo de vida le restaba al ladrón en la cruz, no lo sabemos. En parte, eso no es importante. Lo importante es la esperanza que recibió cuando, momentos antes, no tenía ninguna esperanza. Esta es la belleza del evangelio. Toma la situación más desesperanzadora, incluso la crucifixión garantizada de un criminal, y ofrece algo totalmente opuesto: vida.  
'''Crean en el Rey, no en el Reino'''  
'''Crean en el Rey, no en el Reino'''  
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El ladrón tenía esperanza en la muerte. Pero su esperanza no era sencillamente que experimentaría vida después de la muerte. Era, de hecho, mucho mejor que eso. Le fue dicho por el mismo Cristo que estaría con Cristo en el paraíso. Muchos en el mundo están contentos por afirmar su esperanza en la vida después de la muerte, incluso hablando de “cielo”, pero ¿cuántos están dispuestos a colocar a Cristo en el centro del cielo? ¿Cuántos, como el ladrón moribundo, deseamos llegar al cielo ya que creen que el cielo es el cielo de Cristo, y desean estar con él?  
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El ladrón tenía esperanza en la muerte, pero su esperanza no era sencillamente que experimentaría vida después de la muerte. De hecho, era mucho mejor que eso. Cristo mismo le había dicho que estaría con él en el paraíso. Muchos en el mundo se contentan con afirmar su esperanza en la vida después de la muerte, incluso hablan de un “cielo”, pero ¿cuántos están dispuestos a colocar a Cristo en el centro del cielo? ¿Cuántos, como el ladrón moribundo, desean llegar al cielo porque creen que el cielo es el cielo ''de Cristo'', y desean estar con él?  
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A menudo escuchamos de personas no religiosas que simplemente creerán antes de morir, como hizo el ladrón moribundo. Bueno, quizás. Pero no deberíamos subestimar lo que está envuelto aquí en la salvación del ladrón. No creyó en Jesús como un esfuerzo de último segundo para cubrir todos sus fundamentos de la vida después de la muerte. No, el ladrón moribundo creyó que este hombre crucificado y maldecido era un Rey, y un Salvador, y un Tesoro.  
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A menudo escuchamos decir a personas irreligiosas que simplemente creerán antes de morir, como lo hizo el ladrón moribundo. Bueno, quizás sí lo hagan, pero no deberíamos subestimar lo que implica aquí la salvación del ladrón. Él no creyó en Jesús como un intento de último momento de asegurarse la vida después de la muerte. No, el ladrón moribundo creyó que este hombre crucificado y maldecido era un Rey, un Salvador y un Tesoro.  
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Es la fe como esta que está recompensada con esperanza, no la “fe” preventiva y amparable que algunos suponen que tendrán acceso en sus lechos de muerte. El ladrón, y cualquiera que se les una, reciben una expectativa confiable de bondad inimaginable que está por venir, la cual tiene su centro y un valor más grandioso sólo en Cristo.
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Es la fe como esta la que Dios recompensa con esperanza, no la “fe” preventiva que intenta minimizar riesgos, a la que algunos suponen que tendrán acceso en su lecho de muerte. El ladrón, y cualquiera que se le una, reciben una expectativa confiada de la bondad inimaginable que está por venir, la cual tiene su centro y valor más grande sólo en Cristo.

Revisión de 16:36 17 nov 2016

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Sobre esta Traducción
English: The Most Unlikely Believer in the Bible

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Por Mark Jones sobre Salvación

Traducción por Carlos Diaz

La Biblia nos relata muchos actos de una fe extraordinaria. En el Antiguo Testamento, el acto de fe de Abraham al ofrecer a su hijo, en mi opinión, se destaca por ser quizás el ejemplo de fe más grandioso. Sin embargo, en el Nuevo Testamento, aún no sé qué persona sea para mí la que muestra el acto de fe más grandioso.

El que más me llama la atención es el del ladrón moribundo que está en la cruz.

Ahora bien, quizás el ladrón moribundo no tenía nada que perder y por eso se decidió por Cristo como quien toma una decisión en su lecho de muerte. Pensarlo así seguramente quitaría brillo a su fe, pero esa posibilidad sólo tiene sentido si leemos el ejemplo del ladrón moribundo sin prestar mucha atención al contexto.

Como podremos observar, incluso a pesar de que el ladrón moribundo creyó sólo un poco antes de su muerte, el momento no podría haber sido menos adecuado para la fe. Aun así, el ladrón no pudo apartar la mirada ante la gloria del Rey crucificado ante él.

Una fe extemporánea

En esta conversión, podemos ver una instancia del cumplimiento específico de la plegaria de Cristo en la cruz. Tan pronto como Cristo pronunció “Padre, perdónalos” (Lucas 23:34), el Padre respondió a esa plegaria convirtiendo a quien antes fue un criminal agraviante (Mateo 27:44) en un santo que da gloria a Cristo.

Si bien el criminal que estaba a punto de convertirse no era directamente responsable de la muerte de Cristo, él aun así se unió a quienes lo eran y, por tanto, la oración de Cristo cuando pidió a Dios que los perdonara se refirió también a él de forma indirecta. Mientras que el ladrón que estaba por convertirse estaba haciendo lo peor en contra de Cristo, Cristo estaba haciendo lo mejor para él.

La conversión de aquel criminal fue sorprendente y testifica del poder de la oración de Cristo y de la gracia de Dios. ¿Por qué? La fe de este criminal no surgió en un momento como en el que Cristo convirtió el agua en vino o hizo milagros, tales como caminar sobre las aguas, abrir los ojos de un hombre ciego o resucitar a Lázaro.

Cuando Cristo estaba en la cruz, ¿hubo alguien que haya gritado públicamente, como Juan el Bautista lo hizo, “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29)? Nadie lo hizo, pero al verbalizar su fe en Jesús mientras estaba en la cruz, esto es en esencia lo que hizo el ladrón moribundo.

Un curso de teología en la cruz

Quizás el ladrón moribundo simplemente haya sido como las rocas que Jesús dijo que gritarían si sus seguidores callaban (Lucas 19:40); las rocas podrían hablar de la veracidad y gloria de Jesús pero no podrían deleitarse en él ellas mismas. Sin embargo, no parece que este sea el caso. El ladrón moribundo muestra en la cruz que tiene una rica teología, pero acaba recibiendo una teología aun más rica antes de morir: una teología de esperanza.

Mientras que el criminal del otro lado lanzó improperios contra Jesús y lo mandó a salvarlos a los tres, el ladrón que fue finalmente salvado reprendió al otro criminal: “¿Ni siquiera temes tú a Dios a pesar de que estás bajo la misma condena?” (Lucas 23:40). En este punto, el ladrón mostró que sin duda era un buen teólogo, ya que habló del temor de Dios.

Pero su teología mejora aun más. Él admite que la sentencia que están recibiendo es una sentencia justa. En otras palabras, sabe que es un pecador. “Lo que nosotros ahora padecemos es justo, porque estamos recibiendo lo que merecían nuestros hechos, pero este no cometió ningún crimen” (Lucas 23:41). De nuevo, su teología se eleva incluso más alto. Sabiendo que es un pecador y que el hombre debe tener temor de Dios, tiene el coraje de pedirle a Jesús que lo recuerde cuando entre en su reino (Lucas 23:42).

Una fe inaudita y la recompensa de la esperanza

Francamente, este es uno de los actos de fe más grandiosos que tienen lugar en toda la Palabra de Dios. Mientras que muchos discípulos de Cristo lo habían abandonado porque creían que no era el verdadero Mesías enviado de Dios para redimir a Israel, ¡este criminal creyó que un hombre crucificado a su lado tenía un reino!

El ladrón no estaba poniendo su fe en el Señor de gloria resucitado, sino en un hombre que estaba bajo la maldición de Dios (Gálatas 3:13). ¿Cómo responde el Cristo moribundo a todo esto? ¿Cómo responde Cristo ante tal fe? ¡Le ofrece esperanza! “Él le dijo: En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43).

Cuánto tiempo de vida le restaba al ladrón en la cruz, no lo sabemos. En parte, eso no es importante. Lo importante es la esperanza que recibió cuando, momentos antes, no tenía ninguna esperanza. Esta es la belleza del evangelio. Toma la situación más desesperanzadora, incluso la crucifixión garantizada de un criminal, y ofrece algo totalmente opuesto: vida.

Crean en el Rey, no en el Reino

El ladrón tenía esperanza en la muerte, pero su esperanza no era sencillamente que experimentaría vida después de la muerte. De hecho, era mucho mejor que eso. Cristo mismo le había dicho que estaría con él en el paraíso. Muchos en el mundo se contentan con afirmar su esperanza en la vida después de la muerte, incluso hablan de un “cielo”, pero ¿cuántos están dispuestos a colocar a Cristo en el centro del cielo? ¿Cuántos, como el ladrón moribundo, desean llegar al cielo porque creen que el cielo es el cielo de Cristo, y desean estar con él?

A menudo escuchamos decir a personas irreligiosas que simplemente creerán antes de morir, como lo hizo el ladrón moribundo. Bueno, quizás sí lo hagan, pero no deberíamos subestimar lo que implica aquí la salvación del ladrón. Él no creyó en Jesús como un intento de último momento de asegurarse la vida después de la muerte. No, el ladrón moribundo creyó que este hombre crucificado y maldecido era un Rey, un Salvador y un Tesoro.

Es la fe como esta la que Dios recompensa con esperanza, no la “fe” preventiva que intenta minimizar riesgos, a la que algunos suponen que tendrán acceso en su lecho de muerte. El ladrón, y cualquiera que se le una, reciben una expectativa confiada de la bondad inimaginable que está por venir, la cual tiene su centro y valor más grande sólo en Cristo.


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