El fruto de la esperanza: el amor

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English: The Fruit of Hope: Love

© Desiring God

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Por John Piper sobre Esperanza
Una parte de la serie Hope in God!

Traducción por E. G.


Colosenses 1:3-8

«Siempre que oramos por vosotros, damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues hemos oído de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todos los santos, a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos. De esta esperanza ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio, que ha llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo, y lleva fruto y crece también en vosotros, desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad. Así lo aprendisteis de Epafras, nuestro consiervo amado, que es un fiel ministro de Cristo para vosotros, quien también nos ha declarado vuestro amor en el Espíritu».

La pregunta que nos hacemos en el mes de julio es: ¿Cuál es el fruto de la esperanza cristiana?

La semana pasada respondimos que el fruto de la esperanza es la alegría, porque en Romanos 12:12, Pablo ordena a los cristianos permanecer «gozosos en la esperanza». En otras palabras, Dios nunca manda a un cristiano ser feliz si no hay nada que esperar. Pero el evangelio es la buena noticia de que siempre hay algo que esperar, algo tan bueno que cualquier sufrimiento que se nos pueda exigir será leve y pasajero en comparación (2 Corintios 4:17). Y ya que siempre hay un futuro seguro y feliz reservado para el cristiano, la orden permanece en vigor: ¡Permaneced gozosos siempre! Y de nuevo lo digo: ¡Permaneced gozosos!

Contenido

¿La Esperanza cristiana produce amor o evasión?

Ahora alguien podría objetar y decir: «la teología está tan orientada hacia futuro y tan lejana del mundo que aleja la mente de la gente de las necesidades apremiantes del presente y las encierra en sí mismas y a su propia felicidad espiritual privada». En otras palabras, no produce amor; produce evasión.

Y así debemos preguntarnos, ¿es verdad que cuando los cristianos orientan sus corazones encarecidamente e intensamente hacia la perspectiva futura de compartir la gloria de Dios, y ver al Señor resucitado, y ser liberados del pecado y la enfermedad, y vivir en alegría para toda la eternidad, cuando los cristianos orientan sus corazones con un anhelo profundo y una fuerte confianza en todo esto, llegan a tener una mente tan celestial que no son de ninguna utilidad terrenal? ¿Se convierten en seres centrados en sí mismos y caen presos de la evasión?

El mensaje de hoy pretende demostrar que la Biblia retrata exactamente lo contrario. Enseña y demuestra que una sólida confianza en las promesas de Dios y una preferencia apasionada por la alegría del cielo sobre la alegría del mundo libera a la persona del egocentrismo mundano, del lamento paralizante y la autolástima, del miedo y de la avaricia y de la amargura y de la desesperación y de la pereza y de la impaciencia y de la envidia. Y en lugar de todos estos pecados, la esperanza da como resultado el fruto del amor.

Mentalidad celestial y mentalidad mundana

El problema de la Iglesia de hoy no es que haya demasiadas personas enamoradas de forma apasionada del cielo. ¡Nómbreme a tres! El problema no es que los cristianos que profesan estén dándole la espalda al mundo, que inviertan la mitad de jornada leyendo las escrituras y la otra mitad cantando su gozo en Dios continuamente, indiferentes a las necesidades mundanas. El problema es que los cristianos que profesan están invirtiendo diez minutos en leer las escrituras, y luego medio día en ganar dinero y la otra mitad en divertirse y en pensar en qué gastarlo.

No es la mentalidad celestial la que obstaculiza el amor. Es la mentalidad mundana la que detiene el amor, incluso cuando se disfraza de rutina religiosa durante el fin de semana. ¿Dónde está esa persona cuyo corazón se siente enamorado con pasión de la prometida gloria del cielo y se percibe a sí misma como exiliada y extranjera en la Tierra? ¿Dónde está la persona que ha saboreado la belleza de la época venidera de tal manera que los diamantes del mundo le parecen adornos, el entretenimiento mundano, algo vacío, y las causas morales del mundo demasiado limitadas porque no tienen una visión de la eternidad? ¿Dónde está esa persona?

No es una esclava de la televisión, o de comer, o de dormir, o de beber, o de ir a fiestas o de pescar o de hacer vela o de hacer mil bobadas para mantenerse ocupada. Es una persona libre en un territorio extranjero. Y su única pregunta es esta: ¿Cómo puedo maximizar mi goce en Dios para toda la eternidad mientras estoy exiliado en esta Tierra? Y su respuesta es siempre la misma: realizar obras de amor.

Solo existe una cosa que satisface el corazón cuyo tesoro está en el cielo: realizar las obras del cielo. ¡Y el cielo es un mundo de amor! No son las cuerdas del cielo las que atan las manos del amor. Es el amor al dinero y al ocio y a la comodidad y al elogio: estas son las cuerdas que atan las manos del amor. Y el poder para separar esas cuerdas es la esperanza cristiana.

Lo digo de nuevo con todo mi convencimiento: no es la mentalidad celestial la que obstaculiza el amor en esta Tierra. Es la mentalidad mundana. Y, por lo tanto, la gran fuente de amor ¡es la confianza poderosa y liberadora de la esperanza cristiana!

¡Vamos a consultar las Escrituras para ver si esto es así!

Cuatro observaciones sobre el amor

Nuestro texto es Colosenses 1, especialmente los versículos 3-8. Me gustaría formular cuatro breves observaciones sobre el amor que aparecen en este texto y, a continuación, juntarlas para obtener una guía para nuestras vidas, y luego ejemplificar la cuestión principal de algunas muestras bíblicas de personas cuyo amor llegó fruto de la esperanza.

1. Fruto público

La primera observación sobre el amor es que el amor es un fruto público. No se puede mantener en secreto. Versículo 4:

«Hemos oído de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todos los santos.

Los colosenses tiene una reputación para su fe y su amor». Por lo tanto, puedo inferir que su fe y su amor se han convertido en algo público. Han cumplido las palabras del Señor: «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mateo 5:16). El amor no es simplemente un asunto privado y secreto. Siempre involucra a otras personas, por lo que se hace público. Es un fruto público.

2. Fruto de la esperanza:

La segunda observación sobre el amor es que es el fruto de la esperanza. Es el desbordamiento de la fuente de la esperanza. Versículos 4-5a:

«Hemos oído de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todos los santos, a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos».

La relación entre los versículos 4 y 5 muestra que la esperanza es la causa del amor. Tienen amor hacia todos los santos, A CAUSA de la esperanza guardada para ellos en el cielo. La palabra «esperanza», aquí en el versículo 5, se refiere al contenido de nuestra esperanza, a aquello que se espera, a las alegrías reales guardadas por nosotros en el cielo. No solo se refiere al sentimiento de esperanza en nuestros corazones.

Pero si usted pregunta cómo un futuro distante beneficia la causa del amor en el tiempo presente, la respuesta es que la esperanza guardada para nosotros en el cielo inspira la esperanza y la confianza y la libertad en el presente. La relación entre la esperanza objetiva que se guarda en el cielo y el amor activo por los santos en la Tierra es una experiencia subjetiva de esperanza que brota en nuestros corazones.

La segunda observación sobre el amor es que lo provoca la esperanza, es el fruto de la esperanza.

3. Fruto del evangelio

La tercera observación es que el amor es un fruto del evangelio. Seguimos desde la mitad del versículo 5, dice:

«De esta esperanza [es decir, sobra la esperanza guardada en el cielo], ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio, que ha llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo, y lleva fruto y crece también en vosotros, desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad».

El evangelio está produciendo fruto y crece allá donde se predica, igual que ocurrió entre los colosenses. Así que cuando Pablo se entera de que la fe y el amor florece entre los colosenses, lo ve no solo como una prueba del poder de la esperanza, sino que también como prueba del poder del evangelio. El amor es fruto de la esperanza. Y el amor es fruto del evangelio.

Y esto es fácil de entender porque el versículo 6 dice que la esperanza se ha oído en la palabra de la verdad, el evangelio. Deberíamos tenerlo en cuenta cuando compartamos el evangelio: es un mensaje de las promesas de Dios ofrecido a quienes obstaculizan la esperanza en las promesas del mundo e inician la esperanza en las promesas de Dios.

Así, hemos visto que el amor es un fruto público, es el fruto de la esperanza; y el amor es un fruto del evangelio.

4. Fruto del Espíritu

La cuarta observación es que el amor es el fruto del Espíritu. El versículo 7 continúa diciendo que los colosenses habían escuchado el evangelio «de Epafras, nuestro consiervo amado, que es un fiel ministro de Cristo para vosotros, quien también nos ha declarado vuestro amor en el Espíritu».

Así, el amor que los colosenses tienen para Pablo y para todos los santos no es natural en el corazón humano. Ocurre «en el Espíritu». Se trata, como se dice en Gálatas 5:22, un «fruto del Espíritu». Por eso Pablo da gracias a Dios en el versículo 3 por haber oído hablar de su fe y de su amor: «Siempre que oramos por vosotros, damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues hemos oído de vuestra fe… y del amor». Si hubiera sido una invención y un producto de los colosenses, Pablo se lo habría agradecido a ellos. Pero puesto que la fe y el amor son una obra de Dios, Pablo da gracias a Dios.

Tres cosas que hacer para producir el fruto del amor

Ahora juntemos estas cuatro observaciones de forma que constituyan una guía para nuestras vidas. Si nuestro objetivo es producir el fruto público del amor, si queremos vivir de una forma que honre visiblemente a Dios, el texto nos invita a hacer tres cosas.

1. Preste atención al evangelio

Nos invita a prestar atención al evangelio. De forma práctica, significa escuchar la Palabra de Dios. Lea la Palabra de Dios, sobre todo las promesas y advertencias. El versículo 5 dice que aprendemos sobre la esperanza por la palabra verdadera, el evangelio. Cada día tenemos que orientar nuestra mente hacia la palabra verdadera.

2. Estar en el Espíritu

El texto nos invita a estar en el Espíritu. El versículo 8 dice que el amor de los colosenses es un amor «en el Espíritu». El Espíritu es el que marca la diferencia: si el evangelio le creará esperanza o le dejará frío.

Pablo describió cómo llegó el evangelio a los tesalonicenses: «Nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre» (1:5-6). El resultado fue que había tanta esperanza que se regocijaron incluso en medio de la aflicción (versículo 6), y se convirtieron en imitadores del Señor.

Así que debemos procurar abandonar toda autoconfianza cuando escuchamos la Palabra de Dios, y buscar el poder del Espíritu Santo, no para que nos revele nada que no esté en las Escrituras, sino para hacernos sentir sus maravillas. «Abre mis ojos y miraré las maravillas de tu Ley» (Salmos 119:18). Deberíamos rezar por nosotros mismos de igual manera en que Pablo rezó por los efesios: «que Él alumbre los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos» (1:18).

3. Orientemos nuestros corazones hacia la esperanza guardada para nosotros en el cielo.

La tercera cosa que el texto nos invita a hacer, si queremos ofrecer el fruto del amor, es orientar nuestros corazones hacia la esperanza guardada para nosotros en el cielo. En Colosenses 3:1-2 se dice: «Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la Tierra».

Es decir, cuando lee o escucha la Palabra de Dios, y cuando confía en la obra sobrenatural del Espíritu Santo, debería querer transferir de forma consciente sus afectos fuera del mundo y hacia la esperanza guardada para usted en el cielo. Creo que es a lo que se refiere Filipenses 2:12 cuando dice, "Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor… porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad».

El fruto visible del amor

En resumen, concentre su atención mental día y noche hacia las promesas de la Palabra de Dios, busque con toda humildad la ayuda del Espíritu Santo para ver la maravilla de lo realmente hay, y como dice San Pedro: «Esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado» (1 Pedro 1:13).

Y por la gracia de Dios, el resultado será el fruto visible del amor.

Y este amor le transformará, y también a su familia y a la iglesia, y, como dice Jesús, el mundo verá sus buenas obras y glorificará al Padre que está en los cielos (Mateo 5:16). No hay mejor evangelización en todo el mundo que una iglesia cuya esperanza en Dios es tan sólida que ellos se niegan a sí mismos con gusto para satisfacer las necesidades de los demás.

Ya hemos presentado nuestras cuatro observaciones sobre el amor que aparecen en el texto: se trata de un fruto público, es un fruto de la esperanza; es un fruto del evangelio; y es un fruto del Espíritu. Y lo hemos juntado como una guía práctica para nuestras vidas: preste atención a las promesas de la Palabra de Dios; confíe devotamente en el Espíritu Santo; oriente sus afectos hacia la esperanza guardada en el cielo para usted; y en el poder de esa esperanza, camine en el amor.

Dos ejemplos bíblicos del amor como fruto de la esperanza

Ahora déjenme cerrar mi exposición con dos ejemplos bíblicos de personas que han llevado a cabo actos de amor por el poder de la esperanza. Pido a Dios que estos ejemplos ilustraciones les despierten la esperanza y el amor de la manera en que lo hicieron.

1. Hebreos 10:34

La situación es que algunos de los miembros de la iglesia han sido encarcelados y el resto se enfrenta al dilema moral de si esconderse y salvarse, o visitar a los prisioneros y correr el riesgo de perder su vida y sus posesiones. El versículo 34 describe lo que hicieron y por qué.

«Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos».

¿Cuál fue la fuerza que los llevó en el amor a las puertas de la prisión sabiendo que sus casas serían saqueadas? «Porque sabíais que teníais una mejor e inquebrantable posesión». Fue la esperanza la que les dirigió hacia el amor. O para decirlo de otra manera, fue la mentalidad celestial la que rompió el poder del amor mundano hacia el mobiliario y las casas y la seguridad, y la que liberó a los santos de arriesgar sus vidas en el amor. Por lo tanto, repito, no es la mentalidad celestial la que obstaculiza al amor. Cuando las personas religiosas se enamoran, no es porque se hayan enamorado del cielo, sino porque se han enamorado del mundo.

2. Hebreos 11:24-26

¿Qué poder movió a Moisés a dejar las comodidades de la corte del faraón y a convertirse en el líder de un refunfuñón y testarudo pueblo, y serles fiel durante los cuarenta años de la tribulación?

«Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón».

Aquí hay un ejemplo de cómo la esperanza por una gran recompensa realmente cambia nuestros valores. Moisés realmente consideró que el abuso y la reprobación por causa del Mesías era una riqueza mayor que todos los tesoros de Egipto. Estaba totalmente fuera de lugar respecto al mundo que le rodeaba. Se había transformado por la renovación de su mente. ¿Cómo? Se dice al final del versículo 26, «porque tenía puesta la mirada en el galardón». Había orientado su mente hacia las grandes promesas de Dios.

Y así lo voy a decir una vez más, no es la mentalidad celestial la que ata las manos del amor. Por el contrario, es el deseo mundano por los placeres de Egipto y el temor mundano al sufrimiento lo que ata las manos del amor. Pero cuando una persona mira fuera del mundo buscando la enorme recompensa de las promesas de Dios, y vive con una profunda confianza en la gloria que llegará para los hijos de Dios, las cadenas de mundanalidad se quiebran y se liberan las manos del amor.

Oh, ese Dios podría bajar incluso hoy,
en el poder de su Espíritu Santo,
por el honor de su único hijo,
y llenarnos con la esperanza de la gloria,
y romper las cadenas de la mundanalidad
que atan las manos del amor!
Amén.

(Para otros ejemplos de esperanza que da lugar al amor ver Hebreos 12:1-2; 13:5-6; Lucas 14:12-14; Mateo 6:7-12, observe la relación entre los versículos 7 -11 y 12).


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