Enseñando doctrina a una niña de seis años

De Libros y Sermones Bíblicos

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English: Teaching Doctrine to a Six-Year-Old

© Desiring God

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Traducción por Carina Alejandra Rojas


Acabo de escribir un pequeño libro sobre la justificación. Dios mediante, será publicado este año por Crossway bajo el título de Counted Righteous in Christ(Considerados Justos en Cristo). En una sección del mismo hago esta pregunta, “¿Porqué un atareado pastor con una familia a su cuidado…habría de dedicar tanto tiempo y energía a la controversia sobre la imputación de la justicia de Cristo? Pues bien, precisamente porque tengo una familia que cuidar, como también lo hacen cientos en mi pueblo.“ Aquí está parte de la respuesta que escribí en el Capítulo uno del nuevo libro:

Si, tengo una familia que cuidar. Cuatro hijos grandes que ya se han ido del hogar. Pero que siguen siendo parte de nuestras vidas. Cada semana, en forma personal y telefónica debo tratar con temas personales, relacionales, vocacionales y teológicos. En cada caso la raíz del asunto vuelve a: ¿Cuáles son las grandes verdades reveladas en la Escritura que pueden dar estabilidad y orientación en este asunto? El saber escuchar y el afecto son cruciales. Pero si falta sustancia bíblica mi consejo es hueco. El afecto emocional no será suficiente. Estos jóvenes hombres quieren tener una base firme bajo sus pies.

Talita, mi hija, tiene seis años de edad. Hace poco mi esposa, ella y yo leíamos juntos el libro de Romanos. Esta fue su elección después de haber terminado con Hechos. Ella estaba aprendiendo a leer así que yo iba colocando mi dedo sobre cada palabra. Me detuvo en medio de una oración cuando comenzábamos el capítulo cinco y me preguntó, “¿Qué significa ‘justificado’?” ¿Qué le responderías a una niña de seis años? ¿Le dirías: Hay cosas más importantes en las que pensar así que confía en Jesús y sé una buena niña? ¿O bien dirías que es un tema muy complejo y que incluso los adultos no llegan a comprenderlo totalmente, por lo que puede esperar y tratar con él cuando sea mayor? ¿O debemos decir que simplemente significa que Jesús murió en nuestro lugar para que todos nuestros pecados pudieran ser perdonados?

¿O le contaríamos una historia (que es lo que yo hice), hecha sobre la marcha, sobre dos criminales acusados, uno culpable y uno inocente (uno hizo algo malo, y el otro no hizo nada)? Aquel que no hizo lo malo demuestra, por todos aquellos que presenciaron el crimen, que es inocente. Así que el juez lo “justifica”, es decir, le dice que el es una persona obediente a la ley y que no cometió el crimen y por lo tanto puede salir libre. Pero el otro criminal acusado, quien realmente hizo lo malo, demuestra ser culpable, porque todos aquellos que vieron el crimen también lo vieron a el cometiéndolo. Pero entonces, ¡adivinen que! El juez lo “justifica” también a el y le dice: “Considero que usted es un ciudadano obediente a la ley con plenos derechos en nuestro país (no sólo un criminal perdonado que no puede ser de confianza ni totalmente libre en el país).” A este punto Talita me mira un tanto perpleja.

Ella no sabe cómo poner su dedo en la llaga, pero siente que algo anda mal aquí. Digo, pues: Parece que aquí tenemos un problema ¿no? ¿Cómo puede ser que una persona que realmente violó la ley y que hizo algo malo sea declarada por el juez como persona justa, respetuosa de la ley, con plenos derechos a las libertades del país y exenta de ir a la cárcel o de ser castigada? Ella menea su cabeza mientras yo vuelvo a Romanos 4:5 y le muestro que Dios “justifica al impío.” Su ceño se frunce. Le indico que tanto ella como yo hemos pecado y todos nosotros somos como este segundo criminal. Y cuando Dios nos "justifica" El sabe que somos pecadores e "impíos" y "violadores de la ley." Y le pregunto. “¿Qué habrá hecho Dios para que estuviera bien para El decirnos a nosotros, pecadores: eres inocente; te considero respetuoso de la ley; eres justo; y eres libre de disfrutar todo lo que este país tiene para ofrecer?”

Ella sabe que la respuesta tiene que ver con Jesús, su venida y su muerte en lugar nuestro. Cuanto ha aprendido. Pero ¿Qué más puedo decirle ahora? La respuesta a esta pregunta depende de si mamá y papá le han enseñado fielmente sobre la imputación de la justicia de Cristo. ¿Le dirán ellos que Jesús fue quién guardó la ley a la perfección y que nunca pecó, sino que hizo todo lo que el juez y su país demandaban de El? ¿Y le dirán que cuando El vivió y murió, no sólo tomó su lugar al recibir su castigo por el pecado sino también se puso en su lugar como cumplidor de la ley? ¿Le explicarán que El fue castigado en su lugar y que El fue obediente por ella? Y que si ella confía en El, el Juez, Dios, hará que el castigo y la justicia de Jesús cuenten a favor de ella. Para que cuando Dios la “justifique”─ cuando declare que ella es perdonada y echa justa (aún cuando no haya recibido su castigo y no haya guardado la ley) ─ lo haga por los méritos de Jesús. El es su justicia, y El mismo es su castigo. Confiar en Jesús hace que El sea su Señor y Salvador a tal punto que El llega a ser la perfecta bondad y el perfecto castigo para ella.

Existen cientos de familias cristianas en el mundo que nunca han tenido conversaciones como ésta. Ni a los seis ni a los dieciséis. No creo que tengamos que ir muy lejos cuando vemos la debilidad de la iglesia y los tantos ministerios juveniles orientados a la diversión superficial así como la llamativa pérdida del interés después del secundario. Pero ¿Cómo enseñarán los padres a sus hijos si el mensaje que reciben semana tras semana desde el púlpito es que la doctrina no es importante? Así que, si, tengo una familia a la que cuidar. Y, por ende, debo entender las doctrinas centrales de mi fe ─ entenderlas tan bien que puedan ser traducidas para las diferentes edades de mis hijos.


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