Esfuérzate: construyes más de lo que ves

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English: Take Courage: You Build More Than You See

© Desiring God

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Por John Piper sobre Asuntos de Iglesia
Una parte de la serie The Minor Prophets

Traducción por Karla Alvarado


Construyes más de lo que ves

Hageo
En el año 586 a.C., los babilonios saquearon Jerusalén, destruyeron el templo y exiliaron a la mayoría de los judíos. Unos cincuenta años más tarde, Ciro, el persa, tomó a Babilonia, y puso fin al Imperio babilónico. Al año siguiente (538 a.C.) permitió que los judíos volvieran a su patria y reedificaran el templo en Jerusalén. Todo esto se debía a la soberana mano de Dios que cumplía las profecías de Jeremías (Esdras 1:1).

Contenido

El regreso a la Tierra

Entre los exiliados que regresaron estaban (probablemente) los profetas Hageo y Zacarías. Esdras 5:1, 2 nos resume lo que ellos lograron:

Cuando los profetas Hageo y Zacarías, hijo de Iddo, profetizaron a los judíos que estaban en Judá y en Jerusalén, en el nombre del Dios de Israel que estaba sobre ellos, Zorobabel, hijo de Salatiel, y Josué, hijo de Josadac, se levantaron entonces y comenzaron a reedificar la casa de Dios en Jerusalén; y los profetas de Dios estaban con ellos apoyándolos.

Así que Dios envió a Hageo y Zacarías para ayudar con la reedificación del templo. Esta obra inició, según Hageo 1:15, el día 24 del sexto mes del segundo año del reinado de Darío, que en nuestro calendario es el 21 de setiembre del año 520 a.C. Así que pueden ver que pasaron alrededor de 18 años entre el regreso de los exiliados y la reedificación del templo. Este retraso es lo que trae el mensaje de Hageo.

La forma en que Hageo motiva a los judíos a edificar el templo de Dios tiene una aplicación poderosa a nuestros propios esfuerzos de edificar la Iglesia de Dios. Quiero enfocarme principalmente en el mensaje que Hageo da en el versículo 2:1-9. Pero ya que este es un libro pequeño, podemos repasar rápidamente los dos capítulos para ver cómo el versículo 2:1-9 encaja con el terreno.

Estructura de Hageo

El libro está claramente dividido en cuatro mensajes distintos del Señor, cada uno de los cuales tiene una fecha específica. El primer mensaje, entregado por Hageo a Zorobabel, el gobernador, y a Josué, el sacerdote, tiene por fecha (según el versículo 1:1) el segundo año de Darío (rey de Persia), el primer día del sexto mes, (29 de agosto del año 520 a.C.). Este mensaje se extiende hasta el final del capítulo 1. El segundo mensaje se encuentra en el versículo 2:1-9 y tiene por fecha (versículo 2:1) el día 21 del séptimo mes (17 de octubre del año 520 a.C.). El tercer mensaje se encuentra en el versículo 2:10-19 y tiene por fecha (versículo 2:10) el día 24 del noveno mes (18 de diciembre del año 520 a.C.). Finalmente, el cuarto mensaje en el versículo 2:20-23 tiene por fecha el mismo día que el tercer mensaje. Una de las cosas que vemos cuando analizamos este pequeño libro es que el primer y el tercer mensaje son similares y los mensajes segundo y cuarto son similares. Esta mañana sólo tendremos tiempo de examinar el primero y el tercero para que entendamos el contexto del segundo mensaje (versículo 2:1-9).

Descuido del Templo de Dios

El primer mensaje en el capítulo 1 le revela al gobernador, al sacerdote y al pueblo que la razón por la que todos están frustrados es porque han tratado de tener vidas cómodas mientras descuidan el templo de Dios. Los versículos 4-6 dicen:

¿Es acaso tiempo para que vosotros habitéis en vuestras casas artesonadas mientras esta casa está desolada? Ahora pues, así dice el Señor de los ejércitos: Considerad bien vuestros caminos. Sembráis mucho, pero recogéis poco; coméis, pero no hay suficiente para que os saciéis; bebéis, pero no hay suficiente para que os embriaguéis; os vestís, pero nadie se calienta; y el que recibe salario, recibe salario en bolsa rota.

Así que vivieron en perpetua frustración y descontento. Insatisfechos. No podemos dejar pasar esta lección así de fácil. Es una lección para nosotros también. Si ustedes se dedican a sembrar, comer, beber, vestirse y ganar salarios, pero descuidan su ministerio en el cuerpo de Cristo (el templo de Dios, 1 Corintios 3:16, 17), vivirán en constante frustración. Si pasan su tiempo y energía buscando consuelo y seguridad en el mundo, y no se dan para la gloria de Dios, cada placer dejará su sabor amargo de depresión, culpa y frustración.

La razón por la que menciono la gloria de Dios es a causa del versículo 8. El remedio de Hageo para la frustración es el siguiente: “Subid al monte, traed madera y reedificad el templo, para que me agrade de él y yo sea glorificado —dice el Señor”. Tanto en aquel entonces como en nuestros días, el verdadero problema no es el descuido de un edificio sino la indiferencia a la gloria de Dios. El templo del Antiguo Testamento existía para la gloria de Dios. Y la Iglesia hoy existe para la gloria de Dios (Efesios 1:6, 12, 14). La indiferencia al crecimiento, a la prosperidad espiritual de la Iglesia y a su misión es siempre un signo de fracaso a amar la gloria de Dios. Y el fruto amargo de este fracaso es una vida de frustración crónica. Aquel que busca salvar su vida la perderá en continua frustración, mas el que pierde su vida por la gloria de Dios y el bien de su causa hallará vida, a profundidad y de manera satisfactoria. El versículo 9 resume la situación en Jerusalén: “Esperáis mucho, pero he aquí, hay poco; y lo que traéis a casa, yo lo aviento. ¿Por qué? —declara el Señor de los ejércitos—”. Por causa de mi casa que está desolada, mientras cada uno de vosotros corre a su casa”.

Luego, en los versículos 12-15, Hageo indica que Zorobabel, Josué y el pueblo obedecen y comienzan a trabajar en el templo, el día 24 del sexto mes. Así que después de 18 años de abandono y frustración, el pueblo comienza a aprender su lección: “Pero buscad primero su reino y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33).

Obediencia a medias

Ahora, omitiendo el versículo 2:1-9 (el segundo mensaje), veamos el versículo 2:10-19, que es el tercer mensaje. El versículo 10 tiene por fecha el día 24 del mes noveno, tres meses después de que comenzó la obra en el templo. Las cosas no van bien. Evidentemente, la actitud del pueblo es que tan solo el contacto con el templo los hace limpios ante los ojos de Dios, aunque de hecho estén viviendo en pecado. La santidad del templo no se contagia. Por el contrario, su pecado profana el templo. Este es el significado de los versículos 11-14, un tipo de parábola en el versículo 14 que se aplica al pueblo de esta manera: “Así es este pueblo y así es esta nación delante de mí” —declara el Señor— “y así es toda obra de sus manos; y lo que aquí ofrecen, inmundo es”. Así que, aunque han comenzado a obedecer al Señor trabajando en el templo, su obra es inmunda debido al pecado en sus vidas.

Así que, lo que Hageo hace en respuesta a esta obediencia a medias es dirigir al pueblo hacia el momento clave en su experiencia cuando comenzaron a trabajar en el templo. Los versículos 15-17 le dicen al pueblo que consideren lo que deberían hacer ahora, en vista de cómo era su vida antes de iniciar a edificar el templo. “Ahora pues, considerad bien esto de hoy en adelante (es decir, cómo deberían vivir ahora, recordando) … Os herí con viento abrasador, con añublo y con granizo en toda obra de vuestras manos; pero ninguno de vosotros se volvió a mí —declara el Señor”. En otras palabras, recuerden lo miserables y frustrados que estaban en su desobediencia antes de empezar a poner piedra sobre piedra en el templo. La implicación es: ciertamente es una locura continuar en pecado ahora, si fue tan difícil entonces. Así que los versículos 15-17 llaman al pueblo a considerar lo que deberían hacer ahora, en vista de cómo era su vida antes de iniciar a edificar el templo.

Los versículos 18-19 son más positivos: llaman al pueblo a considerar cómo deberían vivir ahora, en vista de cómo ha sido su vida (no antes, pero) desde que comenzaron a edificar el templo. Dice el profeta en el versículo 19, “¿Está todavía la semilla en el granero? Todavía la vid, la higuera, el granado y el olivo no han dado fruto; pero desde hoy yo os bendeciré”. Creo que lo que él quiere decir es esto: tan sólo han pasado tres meses desde que empezaron a construir. La semilla no está en el granero sino en el suelo. El tiempo de cosechar se acerca. No estoy en contra de ustedes. Yo estoy por ustedes y les ayudaré. Así que consideren sus caminos. Limpien sus manos y sigan trabajando en mi casa. Prometo bendecirlos.

Así que hemos escuchado el primer y tercer mensaje de Hageo. Son similares en el sentido de que ambos buscan motivar a los judíos a edificar el templo al mostrarles lo frustrados que estaban antes de comenzar a obedecer, y cuánta bendición pueden esperar de Dios si continúan su trabajo con manos limpias. Lo que está en juego es la manifestación de la gloria de Dios, no sólo ladrillos, morteros y madera.

¿Una imitación insignificante?

Ahora bien, volvamos y analicemos más de cerca el segundo mensaje en el versículo 2:1-9. Según el versículo 1, el mensaje llega el día 21 del séptimo mes, un poco menos de un mes después de que el pueblo iniciara la edificación. Parece que la obra se ha ralentizado o detenido completamente, pues el mensaje de Hageo es que recobren valor y continúen con la obra (v.4). Lo que hace que este mensaje sea tan práctico y relevante es que nos podemos identificar muy fácilmente en los trabajadores. Y las palabras alentadoras de Dios se convierten en palabras de fortaleza para nosotros también.

El versículo 3 muestra por qué el pueblo se ha debilitado y desalentado en sus labores. Hageo pregunta: “¿Quién ha quedado entre vosotros que haya visto este templo en su gloria primera? ¿Y cómo lo veis ahora? Tal como está, ¿no es como nada a vuestros ojos?” Los trabajadores están desalentados pues recuerdan lo glorioso que solía ser el templo. Hace menos de 70 años estaba en este mismo lugar, la niña de los ojos de Dios, el gran logro de Salomón, y durante siglos el lugar del santo culto. Pero en vez de inspirar al pueblo, este recuerdo hizo que miraran al deplorable edificio que estaban construyendo y se sintieran desesperanzados. “¿Y cómo lo veis ahora? Tal como está, ¿no es como nada a vuestros ojos?” De qué sirve, dicen. No podemos igualarlo a la gloria del templo de Salomón. Estamos perdiendo nuestro tiempo. Nada bello o valioso saldrá de él. Estábamos bien sin él en Babilonia; podemos prescindir de él aquí. Es mejor tener una bella memoria que una imitación insignificante. Así que sus manos eran lentas para el trabajo.

¿Les suena a algo parecido en su experiencia? Creo que cualquier persona que haya emprendido una obra a causa de Cristo ha sentido ese tipo de desánimo: el sentimiento de que trabaja y trabaja y el resultado parece tan insignificante. Dedica su ser a algo semana tras semana y mes tras mes y la cosecha es tan pequeña. Entonces miramos hacia atrás en el pasado y vemos el gran logro de otros, y nuestros templos parecen tan triviales. Y nos desanimamos y nos sentimos tentados a renunciar, a dejar de lado nuestras aspiraciones, a dejar ir nuestros sueños y a sentarnos a ver la televisión y dejarse llevar. ¿Quién quiere dedicar su vida a un templo de pacotilla?

Belén es un blanco primordial para desalientos como estos. Esta iglesia es el templo de Salomón de la Asociación General Bautista. Se presenció tal gloria aquí alguna vez, que en la Asociación todavía se piensa de Belén en el pasado: una vez la gran iglesia; alguna vez la iglesia que daba el 50% de sus ingresos a las misiones; solían llegar mil personas a la Escuela Dominical; el lugar de reunión de los grandes líderes espirituales. A lo mejor algunos maestros de la Escuela Dominical recuerden los días dorados de Belén y se desaniman por su pequeño ministerio. La mayoría de ustedes han conocido el desaliento por sentir que lo que están haciendo para Cristo tiene tan poca importancia que igual podrían renunciar.

Esfuérzate, trabaja, no temas

Si ese es usted, este mensaje de Hageo el día de hoy es para su corazón. Dios confronta el desaliento del pueblo, en primer lugar, con un mandamiento alentador en el versículo 4: “Pero ahora, esfuérzate, Zorobabel” —declara el Señor— “esfuérzate tú también, Josué, hijo de Josadac, sumo sacerdote, y esforzaos todos vosotros, pueblo de la tierra” —declara el Señor— “y trabajad…” Claramente, Dios no está de acuerdo con su evaluación de la situación. Si piensan que su trabajo en el templo es de tan poca importancia que pueden renunciar, están muy equivocados, pues Dios dice: “¡Esforzaos, ... y trabajad!”

Él da dos argumentos del por qué deben esforzarse y trabajar con entusiasmo. Y ambos argumentos son cruciales para nosotros también. El texto continúa en los versículos 4 y 5: “y trabajad, porque yo estoy con vosotros” —declara el Señor de los ejércitos. “Conforme a la promesa que os hice cuando salisteis de Egipto, mi Espíritu permanece en medio de vosotros; no temáis”. El primer argumento de Dios del por qué deben “esforzarse”, “trabajar” y “no temer” es que él está con ellos. Para la mayoría de nosotros, el valor de un trabajo aumenta con la dignidad y el prestigio de las personas que están dispuestas a hacerlo. ¿Cómo podríamos, entonces, menospreciar una obra cuando Dios dice que está con nosotros en ella? Cuando Dios está trabajando a su lado, nada es trivial.

Pero la promesa no es sólo que él estará a su lado; Él también estará en su corazón animándole. Veamos de nuevo el final del versículo 1:13: “Yo estoy con vosotros —declara el Señor. Y despertó el Señor el espíritu de Zorobabel, hijo de Salatiel, gobernador de Judá, y el espíritu del sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac, y el espíritu de todo el remanente del pueblo. Y vinieron y comenzaron la obra en la casa del Señor de los ejércitos…” Si se lo pedimos y confiamos en él, Dios no sólo trabajará con nosotros, sino que se mueve y despierta nuestro espíritu y nos da un corazón para la obra. Él no quiere intransigentes malhumorados en su obra, sino que él quiere obreros libres y gozosos. Y así él promete estar con ellos y animarlos a amar la obra.

Pero no sólo eso. Cuando en el versículo 2:5 se refiere a la promesa o alianza (literalmente: palabra) hecha en el Éxodo, muestra que su presencia es la misma presencia poderosa que dividió el Mar Rojo. Éxodo 19:4 dice: “Vosotros habéis visto lo que he hecho a los egipcios, y cómo os he tomado sobre alas de águilas y os he traído a mí”. Así que cuando promete estar con el pueblo en la obra, él quiere decir: Usaré todo mi poder divino como lo hice en el Éxodo para ayudarte, fortalecerte y protegerte. Por lo tanto, esfuérzate, trabaja, no temas.

Pero hay otra cosa alentadora sobre esta promesa. Para aquellos judíos asombrados por la gloria del templo de Salomón, esta promesa pudo haber tenido un impacto muy especial. Justo antes de la muerte de David, él alentó a su hijo Salomón con palabras muy parecidas a las de Hageo en el versículo 2:4 y 5: “Entonces David dijo a su hijo Salomón: Esfuérzate, sé valiente y haz la obra; no temas ni te acobardes, porque el Señor Dios, mi Dios, está contigo. Él no te fallará ni te abandonará, hasta que toda la obra del servicio de la casa del Señor sea acabada” (1 Crónicas 28:20). La implicación de esta similitud es que el mismo Dios que trabajó con Salomón para edificar su gran templo, también está trabajando con ustedes ahora. Por lo tanto, esfuércense, trabajen, no teman.

El segundo argumento que Dios usa para alentar a aquellos que piensan que su trabajo sólo produce resultados insignificantes se encuentra en los versículos 6-9:

Porque así dice el Señor de los ejércitos: “Una vez más, dentro de poco, yo haré temblar los cielos y la tierra, el mar y la tierra firme. “Y haré temblar a todas las naciones; vendrán entonces los tesoros de todas las naciones, y yo llenaré de gloria esta casa” —dice el Señor de los ejércitos. “Mía es la plata y mío es el oro” —declara el Señor de los ejércitos. “La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera” —dice el Señor de los ejércitos— “y en este lugar daré paz” —declara el Señor de los ejércitos.

En otras palabras, esfuércense, trabajen y no teman, porque construyes más de lo que ves. Todo lo que ves es un templo insignificante. Pero Dios promete tomar tu trabajo, llenarlo de su gloria y transformarlo un millón de veces más de lo que jamás hubieras imaginado.

Cumplimiento de la profecía

¿Cómo se cumplió esta profecía? Como con la mayoría de las profecías, ésta se cumplió por etapas, y el cumplimiento final está por venir. En el momento en que Cristo comenzó su ministerio, Herodes había reconstruido el templo de Zorobabel para que fuera realmente magnífico. El templo se destruyó en el año 70 d.C., pero Jesús había dicho en Juan 2:19, 20, “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré… Pero Él hablaba del templo de su cuerpo”. Jesús dijo que hay una continuidad directa entre el templo del Antiguo Testamento y él mismo. En aquél entonces Dios se reunía con su pueblo en el templo, ahora Dios se reúne con nosotros por medio de Jesucristo. Algunos intérpretes creen que un templo glorioso se edificará nuevamente en Jerusalén y permanecerá a través del milenio mientras Cristo gobierna en la tierra (Ezequiel 41: 2, Tesalonicenses 2:4). Podría ser, pero el estado final de la eternidad se describe en Apocalipsis 21:22. Cuando la nueva Jerusalén descienda, Juan dice: “Y no vi en ella templo alguno, porque su templo es el Señor, el Dios Todopoderoso, y el Cordero”.

El punto es este: Dios tenía un propósito para un templo. Los judíos de los días de Hageo no podían verlo, y lo que veían parecía muy insignificante. Así que Dios vino a ellos con una palabra de promesa: Esfuércense, construyen más de lo que ven. Los cielos y la tierra y el mar y todos los tesoros son míos. Tomaré el fruto de su pequeña labor y lo glorificaré sin medida, por trivial e insignificante que pueda parecerles ahora.

Hay un principio que aplica para usted y para mí: Dios toma pequeñas e imperfectas cosas y las convierte en una morada para su gloria. ¡Oh, cómo debemos esforzarnos en nuestras pequeñas esferas de influencia! ¿Y no es este el mensaje de Adviento y Navidad? Qué palabra más apropiada podría haberle dicho Dios a María cuando Jesús crecía: esfuérzate, madre joven, construyes más de lo que ves. Y así es con cada uno de nosotros. Nada de lo que hagas es poco si lo haces en el nombre de Dios. El sacudirá el cielo y la tierra para llenar tu trabajo de esplendor. Esfuérzate, construyes más de lo que ves.



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