Existe una manera de ser feliz, incluso en la tristeza

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English: There is a Way to Be Happy, Even in Sadness

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Por John Piper sobre Hedonismo Cristiano
Una parte de la serie Taste & See

Traducción por Yenis Figuereo

La tristeza piadosa: La de Jesús y la nuestra

Hedonistas cristianos abrazan tristezas que son necesarias para la gloria de Dios. Por un lado, estamos totalmente comprometidos con la búsqueda del gozo en Dios en todo momento. Pero, por otro lado, sabemos que existe más en la vida emocional de las personas de Dios, que gozo. El goce no es la única buena emoción. Pero sin el deleite en Dios, ninguna emoción sería buena. Ya sea como un componente o como la simultaneidad de todas las emociones divinas, el gozo en Dios es lo que las hace buenas.

Considere la tristeza. Ni Jesús ni el Espíritu Santo pecaron nunca. Pero ambos fueron avergonzados. Ambos han estado afligidos. Por tanto, la tristeza piadosa es posible.

No sólo eso, la tristeza piadosa es posible también para los pecadores. Es posible precisamente debido a nuestro pecado. Una forma de tristeza es la tristeza por haber hecho algo mal. Así que Pablo escribe a los Corintios:

Porque si bien os causé tristeza con mi carta, no me pesa … pero ahora me regocijo, no de que fuisteis entristecidos, sino de que fuisteis entristecidos para arrepentimiento; porque fuisteis entristecidos conforme a la voluntad de Dios, para que no sufrierais pérdida alguna de parte nuestra. 10 Porque la tristeza que es conforme a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la salvación, sin dejar pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte.. (2 Corintios 7:8-10)

Por lo menos nos guía a dos cosas que hacen de la tristeza algo bueno. Una de ellas es la causa, la otra es el resultado. La causa de la tristeza de Dios por nuestro propio pecado es la percepción espiritual de su fealdad moral (del pecado), y no sólo sus consecuencias negativas. Lo vemos como moralmente repugnante. Esta repugnancia es debido a nuestra preferencia espiritual por el sabor de la verdad y la belleza de Dios. Por tanto, nuestra tristeza por el pecado está arraigada en nuestro gusto por Dios. El pecado es un sabor repulsivo dentro del festín de una vida fuera de Dios. Por consiguiente, la tristeza sobre esto es una señal de que nos deleitamos en Dios. Eso es lo que hace de la tristeza algo bueno.

El resultado de una buena tristeza por el pecado, es el arrepentimiento y la santidad. De hecho, el arrepentimiento comprende la tristeza por el pecado y la extiende a una experiencia más duradera de una vida de deleite en Dios por encima de todo pecado. Por lo tanto deleitarse en Dios es lo que hace de la tristeza y del arrepentimiento algo bueno.

Pero ¿qué pasa con aquella tristeza que no es por causa de nuestro propio pecado, sino para con la manera en que hemos pecado o la forma en que nos sentimos heridos por la calamidad y la pérdida? Jesús entristeció así. Por ejemplo, al ver que los fariseos murmuraban acerca de su curación en el día del sábado, " Y mirándolos en torno con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones" (Marcos 03:05). Y en el jardín de Getsemaní, él dijo: " Mi alma está muy afligida, hasta el punto de la muerte; quedaos aquí y velad "(Marcos 14:34).

La tristeza de Jesús no fue por causa de su propio pecado, sino por los pecados de los demás. Esto ocurre así también con el Espíritu Santo. Pablo nos llama a sacar el pecado de nuestras vidas para que nosotros no entristezcamos al Espíritu: "No salga de vuestra boca ninguna palabra mala, sino sólo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan. Y no entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, por el cual fuisteis sellados para el día de la redención. "(Efesios 4:29-30).

De la misma manera los creyentes asumen una tristeza piadosa no sólo por nuestros propios pecados, sino también por los pecados de los demás y por la tristeza que la pérdida nos trae. Por ejemplo, Pedro habla de nuestras aflicciones en las pruebas: "En lo cual os regocijáis grandemente, aunque ahora, por un poco de tiempo si es necesario, seáis afligidos con diversas pruebas" (1 Pedro 1:6). Pablo habla de nuestra aflicción por la pérdida de un ser querido: "Pero no queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como lo hacen los demás que no tienen esperanza." (1 Tesalonicenses 4:13). Y Pablo se refiere a su propio dolor por la pérdida de sus parientes: " Digo la verdad en Cristo, no miento, dándome testimonio mi conciencia en el Espíritu Santo- de que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón (Romanos 9:1-2).

Sin embargo, Pablo hace una declaración sorprendente en 2 Corintios 6:10 de que lo que marca su vida y debería marcar la nuestra es "entristecerse, mas siempre gozosos." Esto es lo que hace a nuestra tristeza piadosa. No pretendo que esta experiencia sea sencilla o que incluso la podamos poner dentro de las palabras adecuadas-lo que significa ser feliz en la tristeza. Llorar ante la pérdida de un ser querido no luce como gozo. En realidad no es gozo en toda su plenitud, como sabremos cuando " El enjuague toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado" (Apocalipsis 21: 4).

Más bien, el gozo que perdura a través de la tristeza es el anticipo de ese futuro gozo en Dios, el cual esperamos en el futuro. Cuando Jesús estaba "muy afligido, hasta el punto de la muerte" en Getsemaní, fue sostenido por "el gozo puesto delante de Él" (Hebreos 12:2). Esto no quiere decir que sintió en el jardín o en la cruz todo lo que sentiría en la resurrección. Pero sí quiere decir que Él lo esperaba y que esta esperanza era un anticipo de la alegría que experimentaría.

Por lo tanto, gemimos en nuestro interior, aguardando por la redención de nuestro cuerpo y la eliminación de todos nuestros pecados (Romanos 8:23). Este gemido y crujir es piadoso si está moldeado por nuestro deleite en la esperanza de gloria. (Romanos 5:2-3). El placer es amortiguado por el dolor. Pero esta allí en forma de semilla. Un día crecerán en una gran viña que producirá vinos de puro deleite.

Por eso, abracemos cualquier tristeza que Dios designe para nosotros. No nos avergoncemos de llorar. Deje que la promesa de que la alegría viene con la mañana (Salmo 30:5) nos sostenga y moldee nuestra tristeza con el poder y la bondad de Dios.


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