Hedonismo Por el Día de Descanso

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English: Sabbath Hedonism

© Desiring God

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Por John Piper sobre El Día del Señor
Una parte de la serie Taste & See

Traducción por Christina Henderson

Isaías 58:13-14

Si retrajeres del día de reposo tu pie,
de hacer tu voluntad en mi dia santo,
y lo llamares delicia,
santo, glorioso del Señor;
Y lo venerares, no andando en tus propios caminos,
ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras;
entonces , te deleitarás en el Señor,
y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra;
Y te haré comer la heredad de Jacobo tu padre,
porque la boca del Señor lo ha hablado.

¿Cómo es posible “deleitarnos” en el día de descanso y al mismo tiempo no buscar nuestro propio “placer” en él? En un sentido, no es posible hacerlo. Es lo mismo que decir: “Deléitate en esta comida, pero no experimentes placer alguno en sus sabores.” O, “Deléitate en este concierto, pero no experimentes ningún placer en la música.”

¿Por qué, entonces, dice Dios que buscar nuestro propio placer en el día de descanso y deleitarnos en ese día son cosas opuestas? No se debe a que la palabra “placer” sea un vocablo de menos importancia que la palabra “deleite.” Esa misma palabra “deleite” (en Hebreo hẽphes) se usa en el Salmo 1:2 (“la ley es su deleite”), en el Salmo 16:3 (“los santos son Su deleite”), y en Isaías 46:10 (“Dios hace todo Su placer”). “Deleite” y “placer” son prácticamente sinónimos.

Así pues, ¿por qué Dios contrasta entre “buscar el placer propio” y “deleitarse en el día de descanso”? Evidentemente se debe a que “tu placer” no es el día de reposo. Cuando lo que representa el día de descanso no es “nuestro placer,” entonces, existe un enorme contraste entre buscar el hedonismo personal y deleitarnos en el día de descanso. Por el contrario, si somos de las personas que aman la santidad de Dios, no existirá la menor incongruencia entre buscar nuestro propio placer y deleitarnos en el día santo del Señor.

Los Cristianos, por lo general, separan un día de los siete de la semana para honrar al Creador. Lo celebran el primer día y no en el séptimo y de esta manera rinden honor al Redentor resucitado. Hemos perdido casi en su totalidad la rigurosidad de guardar el día de descanso. En parte esto está bien, puesto que ese día ha de ser un “deleite” y no algo que infunda temor.

Ahora bien, ¿estamos nosotros hambrientos por experimentar la santidad? ¿Podría ser que parte de nuestra búsqueda de placer los fines de semana sea más bien un débil eco de una profunda búsqueda por la reverencia? Ayn Rand dijo que la admiración por algo grande es el más raro de los placeres. Sin embargo, gran parte de aquello que nos estimula a nosotros es trivial.

Dios eligió un día de los siete de la semana como “santo para el Señor.” Ese día está diseñado para ofrecer a nuestras almas anquilosadas alimento semanal de reverencia. El Domingo no debería ser algo trivial. Debería ser santo—separado para Dios. Un día en el que nos deleitamos en el Señor de una forma en que no podemos hacerlo en otros días dónde estamos más ocupados. Probablemente muchas cosas buenas e inocentes deberían ser reemplazadas con cosas más profundas durante el día del Señor.

¡No como una carga! El texto dice: “Si llamares el día de descanso un deleite.” Cuando nos convertimos en la clase de personas que se deleitan en encuentros semanales con un día de reverencia, entonces será cuando nosotros “subiremos sobre las alturas de la tierra . . . porque así lo ha hablado el Señor.”

Enamorado del Domingo,

Pastor John


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