Inconmovibles en la Esperanza

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Por Charles H. Spurgeon sobre Perseverancia de los Santos
Una parte de la serie Metropolitan Tabernacle Pulpit

Traducción por Allan Aviles


"Sin moveros de la esperanza del evangelio." -- Colosenses 1:23

Creo que esta mañana hemos demostrado con sencillez que muchas almas tienen grandes problemas para alcanzar la esperanza del evangelio. No es sino mediante una lucha cuerpo a cuerpo que muchos corazones se pueden aferrar a Cristo y a la vida eterna. La conciencia a menudo pone obstáculos difíciles (chevaux de frise) alrededor de la colina del Calvario, y así impide que el pecador convicto se acerque a su Salvador. Las dudas y los temores (el Guardia Negro del mal) rechazan a los que llegan, y plagan de problemas a quienes anhelan protegerse en la Roca de las Edades. Satanás convoca a todos sus ejércitos para hacerlos retroceder ante la cruz, para que no puedan venir a Cristo y vivir.

Pero, hermanos, la batalla no termina cuando en un arrebato desesperado el hombre ha venido a Cristo. En muchas personas esa batalla asume una nueva forma; el enemigo intenta ahora arrastrar al hombre tembloroso fuera de su refugio, y expulsarlo de su fortaleza. Es difícil llegar a la esperanza del Evangelio; pero es igualmente difícil conservarla y no ser apartado de ella. Si Satanás utiliza un gran poder para mantenernos lejos de la esperanza, usa una fuerza igual cuando intenta arrastrarnos para alejarnos de ella, y también una astucia igual para seducirnos lejos de ella.

Por eso el apóstol nos dice que permanezcamos inconmovibles en la esperanza del Evangelio: la exhortación es necesaria ante la presencia de un peligro inminente. No piensen que en el instante que crean en Cristo ya terminó el conflicto, pues se desengañarán amargamente. En ese momento precisamente la batalla se renueva, y cada pulgada del camino está saturada de las filas enemigas.

Entre la tierra y el cielo ustedes siempre tendrán que luchar, ya sea mucho, ya sea poco, y frecuentemente la lucha más severa se dará en el momento que estén menos preparados para la batalla. Pueden existir tramos parejos en tu camino, y por un momento puedes estar como el Salvador en el desierto, de quien se dijo: "El diablo entonces le dejó; y he aquí vinieron ángeles y le servían." Pero no por eso puedes exclamar: "Me afirmaste como monte fuerte. No seré jamás conmovido," pues puede ser que el buen tiempo no dure ni siquiera un día.

No se confíen, ni sean carnalmente presuntuosos. En este mundo, no hay sino un corto espacio entre una batalla y la otra. Se trata de una serie de escaramuzas, aun cuando no asuman la forma de una batalla encarnizada. El que quiera ganar el cielo debe luchar por él. El que quiera tomar la nueva Jerusalén debe escalarla, y si tiene el ingenio de usar la escala de Jacob y colocarla contra el muro y subir por ese camino, tomará la ciudad. "El reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan."

En este momento nuestro tema no es la victoria, sino el desgaste; no es tomar el fuerte sino sostenerlo: "Sin moveros," ustedes que han llegado a él, "sin moveros de la esperanza del evangelio."

I. Primero, NO SE APARTEN DEL TEMA DE ESA ESPERANZA para no renunciar a ninguna porción de la esperanza revelada a ustedes por el Evangelio. ¿Cuál es su esperanza?

Primero, es la esperanza de la salvación plena, la esperanza que, al haber creído en Jesucristo, ustedes están libres de toda condenación en este momento presente, y estarán libres de toda condenación en el futuro en relación a todos sus pecados; y que, además de esto, quien quita la condena del pecado también destruirá el poder de ese pecado sobre ustedes. Ustedes tienen esta esperanza: que al ser llevados a amar la justicia, recibirán la capacidad de caminar en la obediencia, "perfeccionando la santidad en el temor de Dios."

La esperanza de ustedes es que un día serán presentados santos, irreprochables y sin mancha ante la presencia del grandioso Padre. Serán presentados un día "sin mancha ni arruga ni cosa semejante," limpios de toda culpa y de toda tendencia al pecado y a la corrupción, y hechos como la perfecta criatura de Dios cuando salió de Sus manos. ¡Oh, ésta es una bendita esperanza! "Todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro."

Tenemos la esperanza que seremos como Cristo mismo, de tal manera que la gloria de Su santidad será nuestra gloria, y veremos Su rostro, y Su nombre estará en nuestras frentes, y estaremos sin mancha ante el trono de Dios. Ahora pues, nunca se rindan: nunca permitan que ni una sola partícula de esa esperanza se reduzca. Dios en verdad quiso decir todo lo que ha dicho y aún más, en vez de menos. Que nadie devalúe los billetes del cielo ni quite valor a la moneda que circula en los dominios del Gran Rey.

Deben aferrarse a la primera parte de esto: que el Señor Jesucristo los ha limpiado de toda la culpa y del castigo del pecado, de manera que no queda ni una sola mancha que los acuse o que los condene. Además deben sostener que si Él los ha lavado una vez, no necesitarán ser lavados otra vez en esa fuente repleta de sangre, pues "el que está lavado, no necesita sino lavarse los pies" y esa limpieza le será dada por las condescendientes manos de Cristo. El agua será una segunda cura para aquello que ya ha sido limpiado y quitado por la sangre. El lavamiento con sangre ha quitado toda la culpa e impide toda posibilidad que el pecado tenga dominio sobre ustedes. El perdón total y la justificación plena son pruebas de que, debido a que su Señor sufrió la pena de muerte, ya no están ustedes bajo la ley, sino bajo la gracia.

Mi alma se goza esta noche en el perdón perfecto. No le quitaré ni una arista, para evitar aun la más leve acusación en contra nuestra. Estamos completos en Cristo. El que cree en Él es justificado de todas las cosas.

"Aquí hay perdón por las transgresiones pasadas,
No importa cuán negro su color;
Y, ¡oh!, mi alma con asombro observa:
¡Para los pecados futuros también hay perdón!

Todo perdón es proporcionado por el gran sacrificio ofrecido por nuestro Señor sangrante, que ahora se ha ido a los cielos para interceder por el mérito de Su sangre. Nunca quitemos ni una sola fracción de esa otra parte de la salvación plena, a saber, la posibilidad y la absoluta certeza que toda tendencia pecaminosa que ahora está en sus naturalezas, será destruida totalmente.

No permanecerá en ustedes ninguna raíz de amargura, ninguna cicatriz de mal, ninguna huella de iniquidad. No habrá material inflamable en el alma de ustedes en el que puedan caer las chispas de la tentación, causando un incendio; y cuando el Príncipe de este mundo venga no hallará nada en ustedes. Entonces entrarán en su descanso eterno; pues Dios no conserva Su trigo maduro en el campo, sino que lo lleva a casa cuando ya está listo para ser recolectado en el granero. Esta es la esperanza de ustedes por medio del Evangelio: no se aparten de ella.

En conexión con esto está la esperanza de la perseverancia final. Confieso que para mí es una de las doctrinas más atractivas de la palabra de Dios, que "proseguirá el justo su camino, y el limpio de manos aumentará su fuerza." Pues yo "estoy persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo." "Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano." "Aquel que en él cree, no se pierde." "Aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente." Hay pues muchas seguridades para tal efecto, y si hay algo categórico enseñado por la Escritura, estoy seguro que esta es una de sus más evidentes enseñanzas.

Yo les suplico que no evadan esta doctrina como si los condujera a la más pequeña presunción. Si es entendida adecuadamente, su efecto legítimo es precisamente todo lo contrario del descuido. Si es cierto que, una vez alistado en este ejército del Señor, tú debes y tienes que luchar hasta que seas un conquistador, entonces no existe la tentación de hacer a un lado la espada por algún tiempo con la esperanza de tomarla de nuevo en una época más conveniente.

Algunos dicen que puedes ser soldado de Cristo el día de hoy y desertar mañana, y luego ser incorporado otra vez; creen que un hombre puede ser regenerado y después perder la vida divina, y, si se arrepiente, ser re-regenerado y re-re-re-re-re-regenerado no sé cuántas veces. Pero yo no estoy enterado que esta novedad esté ni siquiera insinuada en mi Nuevo Testamento que no ha sufrido revisiones.

Allí leo acerca de "nacer de nuevo," pero no de nacer de nuevo y de nuevo y de nuevo y de nuevo y de nuevo y de nuevo. Yo digo que no puedo encontrar ni un rastro de esto en la Biblia. Por otro lado, encuentro que, si una regeneración falla, lo cual es imposible, no quedaría nada más que hacer. El mejor trabajo de Dios está trunco, y nunca lo volverá a intentar de nuevo.

Él dijo, "Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada."

No puedes re-salar la sal una vez que ha perdido su sabor. Si, entonces, la gracia se aleja totalmente, lo cual considero imposible, no le queda esperanza a tal persona. El supremo esfuerzo de Dios, de acuerdo a esa teoría, se ha realizado y ha fracasado. Ahora, la tierra que ha recibido el rocío del cielo, y no ha producido fruto está próxima a ser maldecida y su fin es ser quemada. "Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así."

Tan solo hicimos esa suposición para mostrarles el peligro, en cuyo borde están, y en el que se pueden deslizar si no lo previene la gracia. Si realmente creen en Jesucristo, tengan la plena convicción que Él los conservará hasta el final. No importa qué suceda, "Por lo cual estoy seguro de que, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro." Por lo que más quieran, no suelten la esperanza de la preservación final; pues hay un poder purificador, alentador y estimulante en esa preciosa verdad. "Él guarda los pies de sus santos." "Sin moveros de la esperanza del evangelio."

Tenemos una esperanza más allá de esto, porque creemos que experimentaremos la resurrección. Aunque ellos caigan y los hombres los llamen cadáveres, son preciosos a la vista del Señor. La tumba será una vasija de refinación de la cual saldrá el metal puro de nuestro cuerpo purificado. A la voz del Señor, vivirán los huesos secos; serán revestidos de carne, y la piel los cubrirá, si es que de esta manera debe resucitar el cuerpo. Pero si no, si el cuerpo debe asumir otra forma y debemos ser hechos de conformidad a una gloria que todavía no podemos comprender; entonces estaremos seguros de esto, que nos levantaremos de modo que lo mortal será inmortal y la corrupción dará lugar a la incorrupción.

En cualquier caso, nuestros cuerpos se levantarán de nuevo. La gracia de Dios protege los cuerpos así como las almas de los santos. Cristo compró no solamente la mitad de un hombre, sino que la total trinidad de nuestra condición humana es Su herencia redimida: espíritu, alma y cuerpo habitarán por siempre con Él. Pues Él ha redimido nuestra humanidad sin divisiones.

Nunca renuncien a esa esperanza, en relación a ustedes o a sus amigos. Que nada sacuda la confianza de ustedes en la resurrección. No dejen que ninguna explicación filosófica la malgaste. Ningún otro hecho histórico está tan bien autenticado como la resurrección de Cristo, y esa es la piedra angular de nuestra confianza. "Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron. Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres. Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho."

A menudo y muy a menudo, cuando estoy muy asediado por tentaciones e insinuaciones diabólicas acerca de la esperanza eterna de mi alma y mi cuerpo, vuelo a esto: Jesucristo se levantó de entre los muertos, y así como se levantó de los muertos, Él ha regresado para decirnos que hay otro mundo y que no sólo nuestras almas, sino que también nuestros cuerpos heredarán una condición mucho más bendita que ésta presente. Abracen esta esperanza del Evangelio, y nunca la dejen ir,

"El Señor se ha levantado. Él vive,
El Primogénito de entre los muertos,
A Él el Padre le da
Ser Cabeza de la creación.
Reinará por siempre sobre todos,
Él tiene las llaves de la muerte;
Y el Infierno, frenado por Su poder,
Obedece Sus altos decretos.
Ahora vuela la tristeza que ensombreció
El valle de la muerte para mí;
Los terrores que me invadieron
Están perdidos, ¡oh Cristo, en Ti!
La tumba, ya no más terrífica,
Me invita al reposo;
Quedando dormido en Jesús,
Para levantarme como Jesús se levantó."

Entonces recuerden, tienen la esperanza dela segunda venida; si Jesús llegara antes de que mueras, gozosamente te reunirás con Él y le darás la bienvenida al Hijo de Dios en esta tierra. Serás cambiado de manera que podrás heredar las glorias incorruptibles de los cielos. Verás a tu Redentor cuando Él venga a la tierra en el último día. Como dijo Job, "En mi carne he de ver a Dios; Al cual veré por mí mismo, y mis ojos lo verán, y no otro."

Alégrense, entonces, en cada pensamiento relativo a la llegada de su Señor. No lo coloquen en medio de oscuras profecías o dudosos sueños. Es una verdad claramente revelada que Jesús vendrá de nuevo y llevará a Su pueblo a su hogar eterno, "Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras," y no se alejen de esa esperanza del Evangelio que descansa tan dulcemente en la segunda venida de nuestro Señor Jesucristo.

Y, además, tenemos esta esperanza: que cuando hayamos pasado a través de todo lo relativo al tiempo y estemos en la eternidad, ese mar sin límites y sin fondo, ya no tendremos ni temor ni miedo, sino que estaremos "por siempre con el Señor." Observo que algunos de los que niegan la eternidad del castigo futuro están listos, a causa de esa misma idea, a derribar las murallas del cielo mismo, y a hacer que la alegría de los santos sea tan corta como la desdicha de los pecadores.

En cuanto a mí, no empeñaré al Cielo de esa manera, abaratando el pecado para el impenitente obstinado. Una vez desembarcado en esa playa eterna, no hay que temer ni tormentas ni huracanes para nuestras frágiles embarcaciones. No habrá ni una sola ola de tribulación que azote nuestros espíritus apaciguados cuando hayamos echado nuestra ancla en los "Buenos Puertos," en el puerto de la paz eterna.

No se desalienten como si hubiera una prueba posterior, o un "purgatorio" o un limbo de los padres, o cualquiera de esos lindos lugares que durante tanto tiempo han llenado los bolsillos de los sacerdotes, y que ahora están siendo remodelados y producidos por nuestros orgullosos pensadores como una ayuda para sus bellas especulaciones. No tendremos "purgatorio" bajo ninguna forma, eso alimenta la despensa de los sacerdotes y es refugio de los traficantes de herejías; pero no hay ni una sola palabra sobre eso en la Biblia de Dios.

Nos apegamos al texto: "Así estaremos siempre con el Señor." "Los justos irán a la vida eterna." Hay "una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros." "Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá de allí; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo." "Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos." "Sin moveros de la esperanza del evangelio," ni de los objetos de esa esperanza.

II. Pero ahora, en segundo lugar, les suplico, amados, ante Dios, que NO PERMITAN SER APARTADOS DE LA ESPERANZA DEL EVANGELIO, EN CUANTO A LA BASE DE ESA ESPERANZA.

¿Y cuál es la base de esa esperanza? La base de esa esperanza es, primero, la rica e inmerecida gracia soberana de Dios porque Él ha dicho, "Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca." El Señor se reserva para Él mismo la prerrogativa de la misericordia, y como Él puede ejercerla sin violación a Su justicia mediante el Sacrificio de expiación de Cristo, nos gozamos y nos regocijamos ya que los hombres no son salvos por ninguna disposición natural de bondad, o por nada que hayan hecho, o que vayan a hacer alguna vez.

Los hijos no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal, sin embargo el decreto divino permaneció fijo en la voluntad soberana y los consejos inmutables de Jehová. Y esto es un buen terreno de esperanza para el primero de los pecadores. Si Él ha salvado al ladrón que agonizaba, si Él ha salvado a la mujer adúltera, si Él ha salvado hasta al asesino, ¿por qué no me salvaría a mí? Él puede si quiere, y Él es sumamente misericordioso, infinito en compasión y no quiere la muerte de nadie, sino que todos vengan al arrepentimiento. En la misericordia de nuestro Dios comienzan nuestras esperanzas y la causa de esa misericordia es ella misma. La causa del amor Divino es el amor divino. Puesto que Dios es misericordioso, Él concede Su gracia a quienes no la merecen y a los perdidos. No permitan ser apartados de esto.

La base de nuestra salvación es el mérito de Cristo, lo que Cristo es; lo que Cristo ha hecho, lo que Cristo ha sufrido. Esta es la base sobre la cual Dios salva a los hijos de los hombres. Hasta el Cardenal Bellarmino, el poderoso oponente de Lutero, tal vez su mejor oponente, cuyos ojos vieron mucho de la luz del Evangelio, una vez dijo esto: "Aunque las buenas obras son necesarias para la salvación, sin embargo, como ningún hombre puede estar seguro de haber hecho todas las buenas obras requeridas para su salvación, considerando todo esto, lo más seguro es confiar solamente en los méritos y los sufrimientos de Cristo." ¡Señor Cardenal, ese modo más seguro me satisface! Si es el mejor y el más seguro, ¿qué otra cosa mejor necesitamos?

¿Dónde está el descanso de nuestra alma si la base de nuestra esperanza es ser lo que nosotros somos, o lo que nosotros hacemos, o lo que nosotros sentimos? Pero cuando descansamos en la obra terminada de Jesucristo y creemos en Él, a quien Dios ha establecido para que sea una propiciación por el pecado, y no sólo por nosotros, sino por los pecados de todo Su pueblo, digo, cuando descansamos en Él, entonces tenemos algo sólido donde descansar.

Nuestros ojos no pueden soportar ver hacia la eternidad mientras nos aferramos al mérito humano, aunque sea en grado mínimo. Pero cuando todo se hace a un lado y miramos hacia Él sangrante allá en la cruz, entonces hay una "paz que sobrepasa todo entendimiento," que llena nuestros corazones por Jesucristo. Hermanos, si un hombre viviera haciendo buenas obras y sin cometer un solo pecado durante 10,000 años, sería suficientemente bien recompensado por todo eso, con una media hora en el cielo. ¿Cómo, pues, podemos esperar la dicha eterna mediante cualquiera de nuestras obras? Ah, no; esa esperanza sería vanidad. El cielo es algo demasiado precioso para ser comprado por algo que nosotros podamos hacer de alguna manera, pero no es demasiado grande para ser comprado por la sangre de Cristo. Y cuando llegamos a Su expiación, nuestra ancla se aferra eternamente. "Sin moveros de la esperanza del Evangelio."

Otra base para nuestra esperanza es que Dios ha prometido solemnemente que "todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." Si entonces, en realidad y verdaderamente creemos en Jesucristo y descansamos en Él, no podemos perecer, pues Dios no se contradice. Así está escrito: óyelo y acéptalo: "El que creyere y fuere bautizado será salvo."

Entonces, quienes confiamos en el Salvador, y solamente en Él, y hemos hecho confesión de esa confianza en Su propio camino señalado, sabemos con certeza que la veracidad eterna de Dios está comprometida en nuestra salvación. No es posible que el Señor rechace a un creyente. ¿No está escrito, "mas el justo por la fe vivirá"? Vivimos porque creemos en el Dios eterno. "Todo aquel que en él cree, tiene vida eterna." No pierdan la esperanza de este Evangelio que Dios, que no puede mentir, ha fijado ante nosotros:

"El pacto del Rey de Reyes
Permanecerá firme por siempre;
Bajo la sombra de Sus alas
Sus santos reposan seguros."

Otra base de nuestra esperanza es la inmutabilidad de Dios. Dios no cambia y, por eso, los hijos de Jacob no son consumidos. La inmutabilidad de Cristo también confirma nuestra esperanza, pues Él es, "el mismo ayer, y hoy, y por los siglos." El poder incambiable de Su sangre es una torre de fuerza para nuestra fe:

"Amado Cordero agonizante, Tu sangre preciosa
Nunca perderá Su poder,
Hasta que toda la iglesia de Dios rescatada
Sea salvada para no pecar más."

Si Dios es inmutable, entonces aquellos que creen en Él tienen una esperanza inmutable. Asegúrense de no echarla lejos.

Pero, además, nuestra esperanza en el Evangelio está fundada en la infalibilidad de la Escritura. Los seguidores del Papa consideran que tienen un Papa infalible, pero nosotros tenemos una Biblia infalible. Si lo que este Libro dice no es verdadero, tampoco nuestra esperanza es segura. Si estas cosas son cuestionables, nuestra confianza es cuestionable; pero si esta palabra de Dios permanece firme eternamente, aunque el cielo y la tierra pasen, el que cree y construye sobre esta verdad infalible puede gozarse y permanecer firme. Yo les suplico, "Sin moveros de la esperanza del evangelio."

III. Hasta aquí he hablado con todo mi corazón y con toda mi alma, y yo creo que ustedes, queridos amigos, los miembros de esta iglesia en todo caso, me han acompañado en esa entrega. Ahora consideremos CÓMO PODEMOS SER MOVIDOS LEJOS DE LA ESPERANZA DEL EVANGELIO a menos que recibamos gracia para prevenir eso.

Podemos perder la esperanza del Evangelio de la siguiente manera. Algunas veces por una orgullosa opinión de nosotros. Ustedes pueden apartarse de la base de confianza en la gracia inmerecida si piensan, "Yo soy alguien. ¿No he orado en la reunión de oración? ¿No dijeron mis amigos que fueron edificados por ello? ¿Acaso no he predicado un sermón maravilloso? ¿No soy generoso? ¿No le he dado grandes sumas de dinero a la iglesia y a los pobres? ¿No soy alguien?"

¡Ah! Ustedes y el diablo juntos, pueden construir una buena historia al respecto y no tengo duda que todo lo que él les diga lo absorberán con ansias, porque nos gusta ser alabados, y, aunque la alabanza venga del propio Satanás, es bien recibida por nuestra carne orgullosa.

Bien, cada vez que nos ponemos a pensar que somos alguien, nos apartamos de la esperanza del Evangelio. Jesucristo vino al mundo para salvar a los pecadores. Alguien dirá: "pero yo no lo soy." ¡Ah! Entonces Él no vino a salvarte. "Tú dices que yo fui pecador alguna vez, pero yo he llegado a ser tan perfecto que ya no peco ahora." ¿Ya no pecas? Entonces estás fuera de la esperanza de aquellos que confiesan y lamentan sus pecados.

Tú te descristianizas tú mismo tan pronto como borras tu nombre de la lista de los pecadores que son salvados por la gracia del Salvador. Tú eres un pecador y Cristo murió para salvarte, pero no te alejes de la esperanza del Evangelio por una vana noción de que ya no pecas más. Cristo no vino a sanar al sano sino a aquellos que están enfermos.

Por otro lado, no se dejen llevar por el desaliento. A Satanás no le importa de qué manera te aleja de la Roca, ya sea saltando hacia arriba o saltando hacia abajo. Para él da lo mismo, siempre que abandones la Roca de tu salvación. Hay muchos que se elevan en un globo de orgullo, mientras que hay otros que están listos para despeñarse en los acantilados del desaliento y la desesperanza. Pero no se dejen mover de la esperanza del Evangelio, ni hacia un lado ni hacia el otro.

El menor pecado debe humillarte, pero aun el pecado más grande no debe hacerte perder la esperanza. Si tú eres, ahora mismo, tan gran pecador como cincuenta hombres amontonados en uno, Cristo te puede salvar de inmediato, mejor dicho, te ha salvado si pones tu confianza en Él. Pero, por otro lado, si presumes que no eres culpable, o con desesperanza dices, "soy culpable pero no me atrevo a pensar que Él me pueda perdonar," en cualquiera de ambos casos te has alejado de la esperanza del Evangelio. Que la misericordia eterna te conserve penitente y creyente cada hora, pues el arrepentimiento y la fe caminan a cada lado del cristiano hasta que entre por las puertas de perlas.

También pueden ser alejados de la esperanza del Evangelio, por falsas enseñanzas. Si, por ejemplo, no creen que Cristo sea, "Luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero," se han alejado de nuestra esperanza que depende de Su Divinidad. Si creen que el sacerdote los puede salvar, son apartados del único Sacerdote ante el cual todos los demás sacerdotes deben dejar que sus incensarios se apaguen en la oscuridad. Sólo Jesucristo puede salvarlos. Si escuchan cualquier enseñanza que ponga sus obras o sus hechos en el lugar de Cristo, están bebiendo del error y serán removidos de la esperanza de su llamamiento, que es la gracia inmerecida, recibida por la fe que es en Cristo Jesús nuestro Señor.

Pueden ser apartados de la esperanza de su llamamiento si esperan vivir por sus sentimientos. ¡Ah!, hay muchos cristianos que son tentados de esa manera. Se sienten muy felices y esa es la razón por la cual creen que son salvos. Esa no es la razón por la que yo creo ser salvo. Yo soy salvo porque confío en Cristo, y si yo fuera tan miserable como la miseria misma, yo sería tan verdaderamente salvo como si fuera tan feliz como el cielo mismo. Es la fe la que lo logra, no el sentimiento. La fe es preciosa, el sentimiento es inconstante. Creyendo estamos firmes; pero por el sentimiento somos empujados de un lado al otro. El verdadero sentimiento sigue a la fe y, como tal es valioso, pero la fe es la raíz, y la vida del árbol descansa allí, no en las ramas ni en las hojas, que se pueden quitar y sin embargo el árbol sobrevive.

Algunos tienen sentimientos muy gozosos. Nadan en trances y delirios y sin embargo todos están equivocados. Descansen en Cristo, ya sea en un día brillante o en una noche oscura para ustedes. Aunque Él los mate confíen en Él como si los estrechara contra Su pecho. La fe debe permanecer aunque el gozo desaparezca. Si tus sentimientos están caídos en el polvo, si te sientes como si no pudieras levantar tu cabeza para mirar al cielo, no te preocupes, agárrate de la promesa, no importa lo que sientas. Cree en el Señor Jesucristo, quien vino al mundo a salvar a los pecadores, y brotarán muy rápido los buenos sentimientos. Pero por lo pronto tu primer negocio es este: "el que en él cree, no es condenado." "El que cree en el Hijo tiene vida eterna." Permanezcan firmes en esa esperanza del Evangelio.

Muchos son alejados de la esperanza de su llamamiento por un deslumbramiento del intelecto. Están contentos en creer simplemente en Jesús hasta que encuentran a un hombre excelente, un pensador con amplia frente y un gran cráneo que debería estar lleno de sesos. No nos hemos metido para ver qué contiene, pero el predicador habla mucho de su pensamiento y su cultura. Les dice que ustedes están atrasados, que una fe que cree en Dios estuvo bien para los tiempos de Cromwell y para los puritanos con sus cabellos sumamente recortados, pero que ahora estamos muy por encima de ese tipo de cosas. Siempre que un hermano quiera deslumbrarlos así, déjenlo que lo haga. Dejen que brille tanto como le dé la gana. Pero, en cuanto a ustedes, díganle que quien ha visto al sol de frente una vez, no va a ser deslumbrado por una luciérnaga. Vete a tu vecindario y deslumbra a tus hermanos gusanos, pero tú no puedes deslumbrarme.

Un hombre que ha experimentado el conocimiento de Cristo y vive por la fe en el Hijo de Dios, puede leer todos esos ensayos y críticas, y todos los artículos publicados en las revistas trimestrales que ridiculizan el poder de la fe para nuestra vida o nuestra muerte, y dirá cuando haya leído todo: "Esto es todo lo que saben acerca de eso." Me atrevo a decir que, si un caballo fuera a escribir un libro, nos diría que la carne de res es una comida sumamente mala para comer. "Bien," diríamos, "esa es una opinión muy natural para un caballo. Que siga comiendo su avena y su heno." Y cuando un hombre afirma que no hay poder en la oración, muestra que no sabe nada acerca de la oración. Que se quede con lo que sabe y contenga su lengua acerca de lo que no sabe. Él dice que eso no puede ser. "Ah," respondemos nosotros, "pero así es." Y cuando lo hemos probado y manejado y conocido, no nos deslumbra el sentido de superioridad de mente de ese gran hombre.

He pensado a menudo que aquellos que proclaman su propio conocimiento muestran precisamente que tienen muy poco, pues yo he anotado en mi cuaderno de notas que nunca he visto al Banco de Inglaterra enviar sus lingotes de oro acompañados de un buen número de campanas en el carro anunciando: "aquí van pasando los lingotes." Pero he observado que todos los recolectores de basura sí lo hacen.

Cuando oigo que suenan tanto las campanas acerca de la "cultura," yo me digo, "¡basura!" Si transportaran diamantes reales a bordo, se cuidarían mucho de proclamarlo. De cualquier manera, basura o diamantes, la carga de esos carros humanos no es nada para nosotros, tenemos una palabra de testimonio más segura, a la que nuestra experiencia ha fijado su sello. Hemos creído en Cristo Jesús y hemos encontrado la salvación y, por la gracia de Dios, no seremos movidos de la esperanza de nuestro llamamiento.

Por último, no se dejen mover por la persecución, ni por los escarnios, ni por el ridículo. La persecución del tiempo presente es una cosa pequeña comparada con la que sufrieron nuestros antepasados. Miren ese cuadro del anfiteatro, de Doré. Todo pasó. Todos los asientos están vacíos. Las estrellas, como los ojos de Dios, están mirando hacia la arena. Allí yacen los cuerpos de los santos y allí están los tigres y los leones acechando sobre el piso de arena, destrozando los esqueletos de los hombres que mataron. Pero el pintor pinta una visión de ángeles descendiendo desde el parapeto superior del anfiteatro, están vigilando tiernamente a esos cuerpos preciosos, pues han triunfado, y de las trompas de las bestias se han ido a los tronos de los ángeles.

Solamente manténganse firmes allí donde los santos se mantuvieron firmes al principio, "en nada intimidados por los que se oponen." Que no les preocupe el avance del conocimiento más de lo que ellos temían la universalidad de la ignorancia. Tenemos que luchar tanto con la ignorancia de este mundo como con su sabiduría, también; "Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres." Cuán pronto la sabiduría y el poder divinos pondrán fin a esa erudita charlatanería.

No se alejen de la esperanza de su llamamiento. "No arrojen a un lado su confianza," que tiene una gran recompensa de premio. Sean como el joven griego que llevaba su escudo a la batalla; dejen que sea su gloria y su defensa. Queremos decirles a ustedes lo que la madre espartana le decía a su hijo: "Regresa con tu escudo, o sobre él."

Regresen con el Evangelio bien atado a sus brazos como un escudo de oro, o, si mueren, que se convierta en su féretro, y que sean llevados a sus hogares sobre él como firmes creyentes en Cristo; pero nunca se aparten de la esperanza de su llamamiento, pues entonces su escudo sería vilmente abandonado.

IV. Por último, ¿POR QUÉ ES QUE NO NOS PODEMOS APARTAR DE LA ESPERANZA DEL EVANGELIO? ¿Qué sucedería si fuéramos apartados de él?

Bien, primero, no nos apartaremos de la esperanza de nuestro llamamiento, porque no hay nada mejor que ocupe su lugar. Un hombre no pensaría en irse a Australia si oye que los salarios son menores que en Inglaterra, y que el costo de vida es mayor, y que la gente es más pobre. "No," diría, "no voy a saltar de la cacerola al fuego. Mejor me quedo donde estoy en vez de irme lejos para que me vaya peor."

Bien, así pensamos también nosotros. No, no vemos cómo podríamos mejorarnos a nosotros mismos. Jonathan Edwards, en uno de sus tratados, habla algo a este efecto: "Si algún hombre puede probar que esta forma del Evangelio no es verídica y es un mero sueño, la mejor cosa que podría hacer es sentarse a llorar para siempre al pensar que ha probado que es falsa la esperanza más brillante que alguna vez haya brillado en los ojos de los hombres." Y eso es así. Tener la gloriosa esperanza que al creer en Cristo somos salvos, es tal bendición y tal gozo que nada se puede comparar con eso.

¿Dónde están los campos que pueden atraer lejos a las ovejas de Cristo? ¿Dónde está el pastor que puede rivalizar con Él? ¿Dónde está la luz que es más brillante que este sol eterno? ¡Oh, ustedes nos tientan con sonajas para niños, pero habiéndonos convertido en hombres adultos, las despreciamos. ¿Qué tienen ustedes que puedan ofrecer de esperanza, de consuelo, de gozo que sean iguales a los que poseemos? Cantemos todos nosotros una respuesta al tentador:

"Tú, eres único Soberano de mi corazón,
Mi refugio, mi Amigo todopoderoso,
¿Puede separarse de Ti mi alma,
De quien sólo dependen mis esperanzas?
Que se junten los tentadores gozos de la tierra,
Mientras Tú estés cerca, llaman en vano;
Una sonrisa, una bendita sonrisa de Ti,
Mi amado Señor, los supera a todos.
Mis potencias más íntimas, adoran Tu nombre,
Tú eres mi vida, mi gozo, mi cuidado.
¿Apartarme de Ti? Es muerte, es más,
¡Es ruina sin fin, profunda desesperanza!"

También recuerden, que si somos apartados de la esperanza de nuestro llamamiento, pronto estaremos en la esclavitud. Un hombre puede estar tan contento como una alondra si cree en Cristo para su salvación; pero si abandona eso, muy pronto estará tan apagado como un búho. ¿Qué cosa puede darnos gozo aparte de Cristo? ¿No estamos atados en cadenas de duda cuando abandonamos el camino de la gracia soberana mediante la fe en Cristo? Si nos apartamos de la esperanza de nuestro llamamiento no podremos crecer.

Un árbol que es movido frecuentemente muere usualmente; no puede tener crecimiento; y un hombre que comienza en el espíritu, y espera ser hecho perfecto por la carne, comienza en la gracia inmerecida y luego empieza a añadir sus propias obras, comienza confiando en Cristo y luego se confiesa con un sacerdote, descansa en la sangre preciosa y luego se zambulle en los sacramentos esperando encontrar la salvación allí: nunca podrá crecer en la gracia. Anda a la deriva. Cada marea de doctrina lo coloca corriente arriba o corriente abajo. No puede progresar. ¿Y qué bien puede hacer un hombre así? El no puede influenciar benéficamente a otros, pues hoy enseña una cosa y mañana otra. Él dice que Dios lo ha salvado, y al día siguiente lo duda. Él dice que la expiación es completa y gratuita, y mañana dice que debe hacerse penitencia. Él no puede bendecir a otros, él mismo no conoce el camino de la bendición.

Además, si fuéramos movidos de la esperanza de nuestro llamamiento, qué bajos, qué miserables e infelices seríamos, pues habríamos desertado de nuestro Salvador. Me pregunto dónde podría esconder mi deshonrosa cabeza si alguna vez viniera aquí a predicarles la salvación por las obras de la carne y no por la gracia de Dios. Espero que ustedes me sacarían del púlpito con sus silbidos y espero que traten de la misma manera a cualquiera que me sucediera cuando me haya ido y que quiera predicarles otro evangelio que el que ustedes han recibido. Aférrense solemnemente con toda su fuerza a la grandiosa fe antigua, pues si no lo hacen, al rechazar ese camino de salvación se rechazan a ustedes mismos.

¿Por qué murió Cristo, si podemos ser salvos de otra manera? ¿Por qué vertió su sangre si hay un método más barato para ganar los cielos? ¿Por qué bajó a las profundidades de la sombra de muerte, si ustedes pueden forzar su camino al cielo mediante sus propios esfuerzos, sin Él? No, no: permaneceremos firmes donde estamos ahora, descansando sólo y únicamente en Jesucristo nuestro Salvador.

Si abandonáramos el plan de salvación, y con esto termino, es algo como si un soldado atrincherado en una impenetrable fortaleza, aceptara una invitación para salir de ella. Ustedes recuerdan cómo el monarca negro que ha sido tan perseguido por Inglaterra, dijo que nuestros soldados deberían salir de sus trincheras. Ellos eran ratas, decía, por esconderse detrás de la tierra. Si tan solo salieran, él los destruiría; pero nuestros soldados fueron lo suficientemente sabios para no aventurarse en lo abierto hasta el momento adecuado.

Así el mundo, la carne, el diablo, y el error dicen, "¡salgan! salgan: ustedes hablan acerca de una Escritura infalible y de un todopoderoso Salvador, y, una sencilla fe en Él. Salgan y luchemos parejamente al mismo nivel." Sí, pero nosotros no lo vemos así y nunca lo intentaremos. Somos como el conejito del que habla Salomón. Se escondió entre las rocas, y el cazador no dudó y dijo, "¿Por qué no sales, conejito? Ven y déjame ser tu amigo." Pero el conejito, aunque era débil, era sabio y se escondió más profundamente en la roca, pues un extraño era el que lo invitaba a salir. Hagan ustedes lo mismo cuando Satanás exclame, "sal y sé libre. Sé un hombre. No estés confiando siempre en la autoridad." "No," dices, "me quedaré donde estoy."

Cuando yo viajaba un día por el sur de Francia, vi un par de hermosas aves volando sobre mi cabeza. El conductor del vehículo exclamó en francés: "¡águilas!" Sí; y estaba allí un hombre con un rifle, ansioso de tener a su alcance a esas águilas, pero ellas no descendieron para darle gusto. Las apuntó con su rifle, pero sus disparos no llegaron ni a la mitad del trayecto, pues las aves reales permanecieron arriba. El aire de las alturas es el dominio adecuado para las águilas. Allá arriba es el lugar de esparcimiento del águila, donde juega con los nacientes rayos. Habita sobre las nubes y el humo. ¡Águilas, quédense allí! ¡Quédense allí! Si los hombres pueden tenerlas a su alcance, no tienen buenas intenciones para con ustedes. Adelante, cristianos. Manténganse en las alturas, descansando en Jesucristo, y no bajen para encontrar un asidero para ustedes entre los árboles de la filosofía.

En todo lo que hagamos nunca nos apartemos del camino de la verdad, de la paz, de la seguridad. Vamos por el camino real del rey, y los ladrones junto al camino dicen: "salgan del camino real: es tan pesado y monótono. Vengan a los bosques; les mostraremos bellas flores, y valles cubiertos de helechos, y cuevas tranquilas. Vengan, vengan, escuchen a los pájaros que cantan todo el día y también toda la noche. Vengan pronto con nosotros." No les hacemos caso: quien camina por el camino real está bajo la protección del rey; pero el que se desvía en las montañas oscuras y en los bosques solitarios que se cuide a sí mismo. Haremos lo que hemos hecho, seguir el camino que nos conduce fuera del destierro, el camino de confiar en el Salvador y únicamente en Él.

Conforme se mantengan en la fe, que Dios los bendiga y los enriquezca. Si con corazón sencillo caminan a lo largo del camino que conduce al cielo por la justicia del Hijo de Dios, que el Señor esté con ustedes y los consuele. Pero si se regresan, ¡ay de ustedes! ¡Una maldición caerá sobre ustedes en ese día de vergüenza y crimen!

Que el Señor los conserve para que conserven la fe. Amén.


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