Jesús no te dejará solo

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English: Jesus Will Not Leave You Alone

© Desiring God

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Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Laura Coloma


Tú y Jesús comparten el deseo de tu comodidad. Pero tú y Jesús no siempre están de acuerdo sobre la clase de comodidad que es mejor para ti.

De hecho, en este momento puedes estar pensando que si Jesús se preocupara tanto por ti, no estarías lidiando con esta pena. Pero eso no es cierto. Lo que es cierto es que seguramente prefieres la comodidad que viene de la ausencia de incomodidad, mientras que Jesús prefiere que tengas la comodidad máxima de su santidad.

Aun cuando puedas sentir frustración por una situación incómoda con la cual estás obligado a lidiar, Jesús realmente está buscando tu comodidad a largo plazo a través de esa misma situación.

Estas situaciones en donde Jesús promete estar siempre contigo (Mateo 28:20) y nunca abandonarte (Hebreos 13:5) son las que pudieran ser poco reconfortantes, pues son molestas o hasta dolorosas. Estas son las situaciones en las cuales pudieras desear que Jesús te dejara solo.

Pero es misericordioso que no lo haga, porque a menos que seas santo como lo es él, no tendrás la comodidad que más necesitas (Levítico 11:44; 1 Pedro 1:16).

El entrenamiento es siempre incómodo

Si eres cristiano eres discípulo de Jesús. Y por necesidad, un discípulo experimenta la disciplina. Si un discípulo es un estudiante, entonces la disciplina es entrenamiento. La disciplina de Jesús para ti, aunque sea severa (y es severa en ocasiones), no es la ira de Dios contra ti. Si estás tentado a creer eso, no lo hagas. Es tu lado no creyente o tu Enemigo los que te hablan. Cuando Jesús se convirtió en pecador por ti, eliminó de ti toda la condenación del pecado (Romanos 8:1).

No, la disciplina es entrenamiento. ¿Entrenamiento en qué? Entrenamiento en justicia (2 Timoteo 3:16). El curso especial de entrenamiento que Jesús ha diseñado para ti (él diseña un curso especial para cada discípulo) tiene una meta importante: enseñarte a confiar en él para todo. Esa es su meta para ti. Jesús quiere que aprendas a confiar en él en todo momento. Porque mientras más confíes en Jesús, más santo serás.

Ahora, la justificación solo por la fe es una verdad gloriosa. Cuando confiamos por primera vez en la persona de Jesús y en su trabajo por el perdón de todos nuestros pecados y la promesa de la vida eterna, Dios nos da el crédito de la justicia de Cristo, en unión con Cristo por medio de la fe. Estamos salvados de la ira de Dios (Romanos 5:9) y en ese momento somos considerados santos, como Cristo es santo – porque estamos en Cristo. Es un momento de gran comodidad.

Luego viene la escuela de la santificación. Los caminos de Dios no son nuestros caminos (Isaías 55:8). Primero, nos otorga el título y luego nos envía a la escuela. Es un sistema educativo excelente, ya que nos garantiza la graduación (Filipenses 1:6).

Sin embargo, en esta escuela las cosas se vuelven incómodas para nosotros. Jesús comienza a entrenarnos para vivir por la fe en él (Gálatas 2:20). Nos enseña a vivir la justicia que hemos recibido a través de la fe; él quiere que crezcamos en la experiencia de la santidad que nos ha dado; nos transforma en su imagen mediante la renovación de nuestra mente (Romanos 8:29; 12:2).

Jesús es un instructor amable – e implacable

Jesús es un instructor amable, pero también implacable. No estamos tan ansiosos por el crecimiento de nuestra santidad como lo está él. Tendemos a pensar que nuestros avances, por ahora, son suficientes. Podemos sentirnos tentados a pensar que Jesús es cruel por la cantidad de dolor al que nos somete. Pero la verdad es, que no sabemos realmente lo que es bueno para nosotros.

Piensa en las experiencias de entrenamiento que te han brindado mayores beneficios. ¿Cuántas de estas experiencias han sido cómodas? Ninguna. Y mientras buscabas alcanzar más excelencia (o fuiste forzado) en una disciplina, más riguroso fue el entrenamiento ¿cierto?

¿Cuántas veces quisiste rendirte? ¿Cuántas veces te preguntaste si valió la pena? ¿Cuántas veces te enojaste con tu entrenador o instructor o padre o jefe por exigirte más de lo que considerabas necesario? Si te rendiste, no porque el entrenamiento fuese malo, sino porque no quisiste trabajar en eso ¿cómo te sentiste? Cuando recuerdas hoy en día a un entrenador o instructor o padre o jefe que no dejó que renunciaras a lo que era mejor para ti ¿qué piensas de ellos?

Jesús es mucho mejor instructor que cualquiera de ellos. Todos nuestros instructores terrenales nos disciplinaban “como les parecía,” pero Jesús nos disciplina “para que participemos de su santidad” (Hebreos 12:10).

Jesús realmente quiere tu comodidad. La desea más que tú. Desea tanto tu comodidad absoluta que te hará sentir muy incómodo para ofrecértela.

Quiere darte la comodidad verdadera de aprender a temer únicamente a Dios, así que te brindará la incomodidad de enfrentar tus falsos temores.

Quiere darte la comodidad verdadera de descansar seguro en las promesas de Dios, así que te brindará la incomodidad de vivir en aparente incertidumbre.

Quiere darte la comodidad verdadera de compartir su humildad (Filipenses 2:3-5), así que te brindará la incomodidad de contrariar a tu orgullo.

Quiere darte la comodidad verdadera y la alegría de adorar solo a Dios, así que utilizará el látigo doloroso de la disciplina en el templo de tu corazón para eliminar a los mercaderes idólatras. Por lo tanto, esta es tu experiencia: “Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza; sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, les da después fruto apacible de justicia” (Hebreos 12:11).

Por favor Jesús, no me dejes solo

Por lo tanto, si hoy te sientes cansado y desanimado “en vuestro corazón” (Hebreos 12:3) por el entrenamiento que Jesús creó para ti, únete a mí en esta oración:

Señor Jesús, perdóname por mi falta de visión y por la frecuencia con que, de forma pecaminosa, prefiero mi comodidad terrenal a la comodidad de mi santidad. Perdona la insignificancia de mi fe. Pese a las ansias de mi carne, mi espíritu ansía más tu voluntad para mí. Quiero compartir tu santidad y llevar el fruto apacible de tu justicia. Así que haz lo que sea necesario hasta completar tu trabajo en mí. Porque nada deseo más que confiar en ti en todas las cosas y en todo momento. ¡Por favor, Señor, hagas lo que hagas, no me dejes solo! Rezo esto en tu nombre y en nombre de tu gloria. Amén.

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