La Ira es un llamado

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English: Anger Is a Calling

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Por Paul Tripp sobre Ministerio Pastoral

Traducción por Yenis Figuereo


El profeta Miqueas escribe: "Él te ha declarado, oh hombre, lo que es bueno. ¿Y qué es lo que demanda el Señor de ti, sino practicar la justicia, amar la misericordia, y andar humildemente con tu Dios" (Miqueas 6:8, LBLA). Este pasaje nos llama a la ira justa. Pregúntese: ¿Qué me hará actuar justamente? ¿No es correcto indignarse ante la perversión de la justicia, que permite que la gente inocente sufra y que los culpables sean libres? ¿Qué es lo que me hace responder a los demás con misericordia? ¿No es ira lo que sentimos, contra el sufrimiento que nos rodea en este mundo caído? Si usted quiere ser parte de lo que Dios hace, ¿no odiará usted lo que el odia?

El sufrimiento no debe, ni puede estar bien con nosotros. La injusticia no debe, ni puede estar bien con nosotros. La inmoralidad de la cultura a nuestro alrededor no debe, ni puede estar bien con nosotros. El engaño de la cosmovisión del mundo ateo --- el paradigma filosófico de muchas instituciones que conforman la cultura-- no debe, ni puede estar bien con nosotros. La ira justa debe sacarnos de la pasividad egoísta. La ira justa debe llamarnos a unirnos a la revolución de la gracia de Dios. Esta debería impulsarnos a hacer todo lo que podamos para levantar la carga de sufrimiento de la gente, a través del ministerio entusiasta del Evangelio de Jesucristo, y traerles a la libertad de la verdad de Dios.

Llamado a la Guerra

¿Qué aspecto tiene esta ira santa? Es amable y compasiva. Es tierna y generosa. Es paciente y perseverante. Le permitirá abrir su corazón y tener una conciencia sensible. Aunque esté ocupado, provocará que disminuya la velocidad y preste atención. Expandirá las fronteras de su preocupación más allá de usted y de los suyos. Le costará dinero, tiempo, energía y fuerza. Llenará su tiempo y complicara su vida. Significará sacrificio y sufrimiento. Cuando usted es bueno y está al mismo tiempo enojado, no se sentirá contento con la comodidad y la facilidad. Cuando usted es bueno y al mismo tiempo está enojado, su vida no se va a llenar con la satisfacción de sus propias necesidades o con la realización de los sueños de su propio ministerio, dejando poco tiempo para ser utilizado como un instrumento de Dios para la satisfacción de las necesidades de los demás.

Pero, todo esto requiere de guerra. No es la guerra contra las personas o instituciones. No, esto es una guerra interna. Es una guerra del corazón. El pecado nos vuelve a todos hacia nosotros mismos. Puede incluso hacer que aquellos de nosotros en el ministerio nos volvamos exigentes, críticos, fríos, y auto-centrados. El pecado es egocéntrico y anti-social. Incluso en el ministerio, si nos abandonaramos a nosotros mismos, la bondad, la compasión, la dulzura, la misericordia, el amor, la paciencia y la gracia, no vendrían naturalmente. Sólo vienen cuando la poderosa gracia transformadora gana progresivamente la guerra por nuestros corazones. Sólo la gracia puede ganar la guerra entre la voluntad de Dios y nuestra voluntad, entre el plan de Dios y nuestro plan, entre el deseo de Dios y nuestro deseo, y entre la soberanía de Dios y nuestra búsqueda por nuestra propia autonomía. Esta guerra rugirá en cada situación y lugar de nuestras vidas, mientras el pecado viva todavía en nuestros corazones.

Es difícil admitirlo, pero a nivel de nuestros corazones, no buscamos ayudar a los necesitados porque simplemente no nos importa. Incluso aquellos en el ministerio tienen la capacidad de ver los problemas de los demás y no ser movidos. En lugar de servir a los demás con las realidades de sus luchas, tratamos de hacer cooperar a otros para que sirvan en nuestros propios pequeños reinos ministeriales ¿Le parece todo esto demasiado negativo y severo? Yo le preguntaría: "¿En las últimas semanas, qué parte de su enojo tenía algo que ver con el reino de Dios?" Esta pregunta, a mí, me condena, ¿no lo condena a usted?

Rescatados por la Gracia

Así que, si alguna vez vamos a ser los instrumentos de la graciosa ira de un Dios justo y amoroso, debemos empezar admitiendo la frialdad y el egoísmo de nuestros propios corazones. Debemos pedir a gritos el rescate que sólo su gracia nos puede dar. Debemos orar para ver ojos y corazones dispuestos. Tenemos que tomar decisiones estratégicas para estar donde exista la necesidad. Debemos determinar disminuir la velocidad, de modo que cuando las oportunidades de misericordia se presenten, no estemos demasiado distraídos o demasiado ocupados.

Sobre todo, aquellos de nosotros que hemos sido llamados para representar el carácter y el llamado de Dios en el ministerio de la iglesia local, necesitamos orar para que nos enojemos justamente. Debemos orar para que un celo santo por lo que es justo y bueno, llene nuestros corazones, de manera que los males que nos saludan diariamente no esten bien con nosotros. Deberíamos orar para que estemos enojados de esta manera hasta que no haya ninguna razón para estar enojados. Y hemos de estar atentos, en busca de cualquier oportunidad para expresar la recta indignación de la justicia, la misericordia, la sabiduría, la gracia, la compasión, la paciencia, la perseverancia y el amor. Debemos estar agitados e inquietos, hasta que por fin venga el reino de Dios y finalmente sea su voluntad hecha tanto en la tierra como en el cielo. Por el bien del honor de Dios y su reino, debemos determinar ser buenos y estar enojados al mismo tiempo.

Es inevitable: usted se va a enojar esta semana. Todo el mundo lo estará de alguna manera. Cuándo mire hacia atrás sobre su ira de esta semana, ¿verá usted la ira como resultado de la construcción de su reino temporal o como la búsqueda del reino eterno de Dios? ¿Su ira le impulsa a ser un sanador, un restaurador, un rescatador, y un reconciliador? ¿O su ira deja un legado de miedo, dolor, decepción y división? Dios le llama a ser bueno, y a enojarse al mismo tiempo. Este mundo caído necesita desesperadamente personas que respondan a su llamado.


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