La Semilla de la Palabra y el Fruto del Amor

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English: The Seed of the Word and the Fruit of Love

© Desiring God

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Por John Piper sobre La Biblia
Una parte de la serie 1 Peter: Grow in the Grace & Knowledge of Christ

Traducción por Maria del Carmen Zanassi


1 Pedro 1:22-25 (LBLA)
Puesto que en obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas para un amor sincero de hermanos, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro. Pues habéis nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece. ´Porque: Toda carne es como la hierba, y toda su gloria como la flor de la hierba. Sécase la hierba, cáese la flor, mas la palabra del Señor permanece para siempre.´ Y esta es la palabra que os fue predicada.

Después de un interludio de cuatro domingos, volvemos a este gran libro de 1 Pedro. Hoy nos centraremos en 1:22-25. En la mitad de este texto se encuentra el mandato de “amaos unos a otros entrañablemente, de corazón”. Lo más importante que encontramos en este texto es que el poder para amar llega a través de la esperanza en Dios.

Para percibir la fuerza de esta verdad sobre la esperanza y el amor, tenemos que volver atrás y tener un panorama general del capítulo 1 y luego examinar cuidadosamente lo que Pedro dice en los versículos 22-25.

Contenido

Un Capítulo Completo Sobre la Esperanza

El capítulo 1 se refiere abrumadoramente a la esperanza. El versículo 3 advierte: “Dios nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos”. Nacer de nuevo por el poder de Dios significa convertirse en una persona con esperanza viva. Voy a ir más lejos aún respecto a lo que vamos a ver, al decir que la esencia de la novedad de la persona nueva, que se origina en el nuevo nacimiento, es que la persona nacida de nuevo espera incansablemente en lo que Dios puede hacer y no en lo que puede hacer el hombre. Lo que el versículo 3 dice es que Dios resucitó a Jesús de entre los muertos para darnos esa clase de esperanza. Ahora la muerte no significa terror. El peor enemigo de nuestro futuro está destruido.

En el versículo 4, Pedro resalta la certeza y grandeza de nuestro futuro al decirnos que como hijos recién nacidos tenemos una herencia con cuatro características llenas de esperanza: “incorruptible”, “inmaculada”, “que no se marchitará” y “reservada” en el cielo. El futuro que Dios ha guardado para nosotros estará allí. No se corromperá, arruinará o perecerá. Está "custodiado" por Dios.

El versículo 5 refuerza nuestra esperanza al decirnos que no sólo nuestra herencia está reservada para nosotros, sino que estamos protegidos para poder recibirla: estamos “protegidos por el poder de Dios mediante la fe”. Dios se ocupa, con poder omnipotente, de que no perdamos nuestra fe.

Él lo confirma en el versículo 7 al comparar al oro que perece con nuestra fe que no muere. Si el oro se purifica a través del fuego aunque es perecedero, cuanto más algo tan valioso como la fe, que se purificará por medio del sufrimiento – pero no es perecedera. Esa es la explicación de la esperanza. Redundará en alabanza, gloria y honor en la venida de Cristo.

El versículo 9 pone más énfasis en la esperanza al decirnos nuevamente (como el v. 5) que el resultado de nuestra fe será la salvación de nuestras almas. No pereceremos. Seremos salvados, para siempre.

Luego, los versículos 10-12 están para incrementar nuestra anticipación a ese futuro, al decirnos que los grandes profetas antiguos querían ver la verdad llena de esperanza que nosotros vemos, pero no pudieron verla, y que incluso a los ángeles les encanta mirar en el evangelio de nuestra salvación.

Cuatro Mandatos

Luego, después de 12 versículos dedicados a exultar lo que Dios ha hecho para otorgarnos la esperanza, Pedro nos da cuatro mandatos en el resto del capítulo. El primero se encuentra en el versículo 13: “poned vuestra esperanza completamente en la gracia que se os traerá en la revelación de Jesucristo”. En otras palabras, todos han visto estas razones para tener esperanza; por lo tanto, ¡TENGAN ESPERANZA! ¡Y tengan esperanza plena! Tengan esperanza en la gracia de Dios.

El segundo mandato está en el versículo 15: “Así como Aquel que os llamó es santo, así también sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir”. El primer mandato es: “Tened esperanza en Dios” y el segundo es: “Sed santos como Dios”. Si realmente tienen esperanza en Dios, no pueden ser indiferentes a amar lo que Dios ama - es decir, sean santos porque Él es santo (ver 1 Tesalonicenses 3:12 y siguientes).

El tercer mandato es discordante. Pero realmente se basa en la esperanza. Versículo 17b: “Conducíos en temor durante el tiempo de vuestra peregrinación”. ¿Temor? ¿Cómo se relaciona con la esperanza? Pero observen las bases de este temor en el versículo 18: conducíos en el temor “sabiendo que no fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir heredada de vuestros padres con cosas perecederas como oro o plata”. . .sino (como dice el v.19) con la sangre preciosa de Cristo. Extraña lógica: ¡Teman!, porque el rescate que se pagó para redimirlos no es perecedero. Es la sangre eterna y preciosa de Cristo. El punto es este: no traten con desprecio el rescate que se pagó por sus almas. Es algo atemorizante tratar con desprecio el rescate de sangre de Dios. Es decir, es atemorizante actuar como si el futuro que Dios está preparando para nosotros no fuese seguro ni gratificante. Es atemorizante no tener esperanza en Dios. Tan extraño como suena, el punto de este tercer mandato es: teman no tener esperanza en Dios.

Finalmente, llegamos al cuarto mandato del texto de hoy, versículo 22b: “Amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro”. Lo que dije al comienzo es que lo más importante que vamos a ver en este texto es que el poder para amar llega a través de la esperanza en Dios. Y lo que hemos visto es que, virtualmente, en el capítulo 1 todo se refiere a la esperanza. Pedro se regocija en todo lo que Dios ha hecho y está haciendo para hacer que el futuro de su pueblo sea infinitamente e infaliblemente feliz. Describe como vive la gente que se siente capturada por esta verdad y realmente cree en ella.

Por lo tanto, no es sorprendente que este cuarto mandato – amarse unos a otros – está en medio de dos razones para amar que son la descripción del nacimiento de la esperanza. El amor está encerrado en la esperanza. Obtiene vida de la esperanza. Si no somos personas llenas de esperanza, no vamos a ser personas afectuosas.

Veamos esto juntos en los versículos 22-25.

El Poder para Amar Proviene de la Esperanza en Dios

Noten que antes del mandato de amar se expresa una razón para amar (v.22 a) y después de este mismo mandato se manifiesta otra razón para amar (v.23) Asegurémonos de entenderlo claramente.

Dos Razones para Amar

Versículo 22 a: “Puesto que en obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas para un amor sincero de hermanos” – aquí está la primera razón. Han purificado sus almas al obedecer a la verdad. . . POR LO TANTO, (v.22 b) “amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro”.

Luego se encuentra la segunda razón para amar: “amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro . . . PUES (v.23) habéis nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece”. Ámense unos a otros porque han nacido de nuevo por medio de la Palabra de Dios.

Una Lámpara Sostenida por Dos Columnas

El mandato de amar se encuentra entre dos razones para amar. Imagínenlo como una lámpara que está en la ventana de la iglesia. Dos columnas grandes sostienen la lámpara para que no se caiga y se rompa, y para que esté lo suficientemente alta para que el mundo la pueda ver. La lámpara representa el amor entre los cristianos. (“Así brille vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas acciones”). Hay dos columnas que sostienen la lámpara. Una es la obediencia a la verdad, que purifica el alma (v.22 a) – obediencia a la verdad, purificadora del alma. La otra columna que sostiene la lámpara del amor es el versículo 23, el nuevo nacimiento a través de la Palabra de Dios.

Por lo tanto, si va a haber amor entre nosotros en Bethlehem (o en cualquier otra iglesia) tenemos que experimentar estas dos cosas: tenemos que volver a nacer por medio de la Palabra de Dios y nuestros corazones tienen que purificarse mediante la obediencia a la verdad.

Deben estar preguntándose ahora: ¿Dónde está la esperanza que usted dijo que era tan importante en este texto? Dijo que el poder del amor proviene de tener esperanza en Dios. ¿Dónde ve esto?

Nacer de Nuevo Mediante la Palabra de Dios, que Vive y Permanece

Tomemos la segunda columna primero y veamos lo que significa realmente nacer de nuevo por medio de la Palabra de Dios, que vive y permanece. Examinen lo que dice Pedro en los versículos 23-25. No sólo enfatiza el nuevo nacimiento a través de la Palabra. Enfatiza también algo específico respecto a esa Palabra. Lo expone aún con una cita del Antiguo Testamento que lo apoya (Isaías 40:6-8). ¿Qué es lo que enfatiza de la Palabra?

En Cada Paso lo Principal es la Esperanza

Versículo 23: “Pues habéis nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible”. A Pedro le encanta esta verdad: Nuestra herencia no es perecedera (v.4); nuestra fe no es perecedera (v.7); nuestro rescate no es perecedero (vs. 18,19); la Palabra de Dios no es perecedera (v. 23). ¿Qué es lo principal?: que es perpetua. Nadie va a demostrar que no es cierto. Va a perdurar mientras Dios exista. Y aquellos que permanezcan en ella no van a caer- nunca. ¡Lo principal es la Esperanza!

Sigan leyendo el versículo 23. Pedro define a la semilla imperecedera como” la Palabra de Dios, que vive y permanece” (o convierte a la Palabra en instrumento de la semilla). Otra vez aparece el punto. No es sólo imperecedera, sino que también está viva y permanece. Es decir, que es perpetua. No va a fallar. Si esta simiente – esta Palabra – nos ha hecho nacer de nuevo, vamos a permanecer vivos. Nuevamente lo sustancial es la Esperanza.

Continúen leyendo. Lo va a volver a decir con la autoridad del Antiguo Testamento. Versículo 24:

“Porque: ´Toda carne es como la hierba, y toda su gloria como la flor de la hierba. Sécase la hierba, cáese la flor, 25 mas la palabra del Señor permanece para siempre´. Y esta es la palabra que os fue predicada.”

Es la forma más simple en la que puede hacerlo. La Palabra de Dios de la cual él está hablando es el Evangelio que les ha sido predicado a ellos – la buena nueva sobre la que estuvimos leyendo en este capítulo – el rescate de la sangre de Cristo (vs.18-19), la Resurrección de Cristo (vs. 3, 21), el poder protector de Dios (v.5) y la herencia de Dios. Todas estas buenas nuevas les fueron predicadas a ellos. En el versículo 25, el punto es que no es como la hierba y las flores: no se va a secar y caer; permanece para siempre. Si sus vidas son esta Palabra, vivirán para siempre. Lo importante es la esperanza.

Allí está la columna, sosteniendo la lámpara del amor en la iglesia – ámense unos a otros entrañablemente con el corazón, pues han nacido de nuevo mediante una simiente, una Palabra que es imperecedera, que vive y permanece y que no es como la hierba, sino que permanece para siempre.

La Permanencia de la Palabra

Pero, ¿cuál es el objetivo de darle tanta importancia a la permanencia de la Palabra? El objetivo es que cuando uno nace de la simiente de alguien, adquiere las características de esa simiente. Constituye su naturaleza. Lo que Pedro quiere que entendamos es que la simiente que nos creó, que hizo que naciéramos de nuevo, fue la Palabra de Dios que es eterna, está viva, permanece y perdura para siempre. Eso es quienes somos. Somos eternos. ¿Qué es eso para que lo creamos? Es esperanza.

La Esperanza nos Libera para Amar

Lo cual significa que la columna que sostiene la lámpara del amor es el corazón de ESPERANZA, nacido de nuevo, creado por la Palabra. Una esperanza que se establece libre de toda la hierba y flores del mundo. Algo que nos priva de amar es el temor de que si pagamos el precio del amor vamos a perder las cosas deslumbrantes que, supuestamente. el mundo nos ofrece. “Toda su gloria es como la flor de la hierba” (v.24).

  • Si soportamos lo injusto mansamente;
  • si renunciamos a presumir y a llamar la atención;
  • si dedicamos tiempo y energía en satisfacer las necesidades de los otros sin inquietarnos por las propias;
  • si nos arriesgamos a hacer las reprobaciones necesarias, que casi seguramente se van a interpretar como algo diferente al amor;
  • si recibimos reprensiones sin animosidad y sin actitud defensiva;
  • si cubrimos una multitud de pecados y descartamos nuestra lista de quejas;
  • si nos regocijamos cuando alguien prospera, mientras que nosotros no lo hacemos;
  • si bendecimos a aquellos que nos maldicen y hacemos el bien a los que nos desprecian . . .

Si “nos amamos unos a otros entrañablemente, de corazón puro”, va a resultarnos costoso y el precio será que perdamos algo de la apreciada gloria de la hierba y de las flores, para lo cual vive la gente de este mundo. El poder para superar este temor es el poder de la ESPERANZA – para que la gloria de este mundo perezca y nosotros, que hemos vuelto a nacer mediante la Palabra de Dios, y tenemos esperanza en la Palabra de Dios, perduremos para siempre.

Obediencia a la Verdad, que Purifica el Alma

Vamos a ocuparnos solo brevemente de la otra columna que sostiene la lámpara del amor. Versículo 22: “Puesto que en obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas para un amor sincero de hermanos- (esa es la columna - obediencia a la verdad, que purifica el alma), amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro” (esa es la lámpara).

La verdad que se considera aquí es la Palabra de Dios, el evangelio del versículo 23 – toda la verdad que genera esperanza, sobre la cual estuvimos reflexionando en esta carta. La obediencia a esta verdad es la fe. Fe es lo que nos demanda el evangelio. Por lo tanto, la fe es obediencia al evangelio. Pedro lo confirma en Hechos 15:9 donde dice que Dios “purificó sus corazones (de los Gentiles) por la fe” (ver 1 Pedro 3:1; 4:17). Allí se refería a que lo que purifica es la obediencia a la verdad; aquí es la fe la que purifica. Por consiguiente, la obediencia a la verdad es probablemente la fe. Pero, la fe es inseparable de la esperanza. Si tienen fe en que la Palabra de Dios permanecerá eternamente, están teniendo esperanza en la Palabra, además de creer en ella.

Por lo tanto, en el versículo 22a, la columna que sostiene la lámpara del amor es la esperanza, purificadora del alma, en la Palabra de Dios. ¿Cuál es la suciedad del corazón que limpia esta esperanza? La respuesta es que tener esperanza en Dios quita la esperanza en la gloria de la hierba y de las flores. Tener esperanza en Dios elimina las esperanzas fútiles y vacías de la carne. Nos convence de que si vivimos por las flores deslumbradoras del dinero, del confort, de la fama, del sexo y del ocio vamos a decaer y morir. Cuando esta esperanza nueva limpie por completo estas esperanzas viejas, fútiles y confíe en la promesa eterna de Dios, que vive y permanece, entonces, y sólo entonces, podremos amarnos unos a otros entrañablemente con el corazón.

La Imagen Completa

Así que la imagen queda completa: La lámpara del amor se sostiene y es hecha posible por las dos columnas. Una columna es el acto soberano de Dios - el hacer que seamos nacidos de nuevo a través de la Palabra de Dios que vive y permanece. La otra columna es nuestra respuesta a ese acto divino: como niños recién nacidos escuchamos la Palabra de nuestro Padre y la obedecemos poniendo nuestra esperanza en Él. Y cuando esperamos en Él - en que el futuro que planea para nosotros es mayor que toda la gloria que el mundo puede ofrecer - entonces nuestros corazones serán limpios, y seremos libres de amarnos unos a otros profundamente, desde el corazón.


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