La bendición de una mala reputación

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English: The Blessing of a Bad Reputation

© Desiring God

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Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Pamela Amaranti


¿Cuán importante es para ti la aprobación de los demás? ¿Cuán importante es para ti obedecer fielmente a Dios? A veces nos vemos obligados a sacrificar uno por tener o hacer lo otro.

La última vez que te enfrentaste a esta decisión, ¿cuál escogiste? ¿Fue tu elección algo excepcional o siguió un patrón de decisiones anteriores?

Una buena reputación es algo muy bueno –vale más que la plata y el oro, afirma la Biblia (Proverbios 22:1, LBLA). Los apóstoles pidieron que otras personas aprobaran a los siete hombres elegidos para garantizar que las viudas helenistas no siguieran siendo desatendidas (Hechos 6:3). Pedían una buena reputación de los obispos, tanto dentro como fuera de la iglesia (1 Timoteo 3:2, 7), y también de las viudas que recibían apoyo de la iglesia (1 Timoteo 5:9-10). En las Escrituras se dejó registro de Cornelio (Hechos 10:22), Timoteo (Hechos 16:1-2) y Ananías de Damasco (Hechos 22:12) como hombres que tenían buena reputación.

Deberíamos desear que otros piensen bien de nosotros por nuestra integridad y por la pureza de nuestra conducta. Pero es malo desear tanto que otros piensen bien de nosotros que, a la hora de la verdad, comprometamos la integridad y la pureza de nuestra conducta para lograrlo.

Y ahí radica nuestra importante batalla, esa que debemos librar contra nuestro orgullo. Para seguir fielmente a Jesús, debemos morir una y otra vez a nuestro deseo de recibir la aprobación de los demás para ser fieles y obedecer a Dios.

Cuando lo bueno es muy malo

Piensa en esto: el mismo Dios que pide tener una buena reputación, también dijo lo siguiente:

“¡Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, porque de la misma manera trataban sus padres a los falsos profetas” (Lucas 6:26, LBLA).

¿Exactamente qué quiso decir Jesús? Se refería a lo que afirmó el Espíritu a través del profeta Jeremías:

“Desde el más pequeño hasta el más grande, todos codician ganancias injustas; desde el profeta hasta el sacerdote, todos practican el engaño. Curan por encima la herida de mi pueblo, y les desean: “¡Paz, paz!”, cuando en realidad no hay paz (Jeremías 6:13-14, NVI).

En los días del profeta Jeremías, así como en nuestros días, los profetas mentían para ganarse la aprobación de otros, especialmente de quienes estaban encargados de lo económico y lo social. Su objetivo era obtener “ganancias injustas” en lo económico y probablemente muchos otros beneficios. Todo lo que valoramos como beneficio, lo contamos como ganancia (Filipenses 3:4-8).

¿Cuándo la buena reputación se transforma en algo muy malo? Cuando es el resultado de manipular a otros con fines egoístas. Eso es lo que hizo que los falsos profetas fueran falsos.

A lo que Jesús se refería era a esto: cada vez que sacrificamos la verdad en pro de nuestra reputación, cada vez que sacrificamos la obediencia a Dios en pro de recibir la aprobación de los demás, lo hacemos por ganancias injustas –para obtener algún beneficio a través del engaño. Es una transacción peligrosa desde el punto de vista espiritual.

Jesús sabe que nos enfrentamos a esta tentación regularmente. Nuestro orgullo pecaminoso es “amante de ganancias deshonestas” (1 Timoteo 3:8, LBLA), y teme perder lo que hemos ganado. Es por esto que Jesús nos advierte que si todos hablan bien de nosotros, es muy probable que algo esté mal. Puede que no estemos siguiendo fielmente a Jesús. Puede que estemos valorando los beneficios que obtenemos al agradar a otros más que los que Jesús nos promete.

Cuando lo malo es muy bueno

Para ayudarnos a comprobar qué es lo que realmente valoramos, Jesús yuxtapone sus ayes por la buena reputación mala con sus bendiciones por la mala reputación buena:

“Bienaventurados sois cuando los hombres os aborrecen, cuando os apartan de sí, os colman de insultos y desechan vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre. Alegraos en ese día y saltad de gozo, porque he aquí, vuestra recompensa es grande en el cielo, pues sus padres trataban de la misma manera a los profetas” (Lucas 6:22-23, LBLA).

Felices somos cuando pisotean nuestro nombre por causa de Jesús. Es un tipo extraño de felicidad. Así es. Es una felicidad de otro mundo que valora la promesa de una recompensa celestial más que los beneficios que obtengamos al complacer a quienes no aman a Jesús.

¿Cuándo la mala reputación se transforma en algo muy bueno? Cuando la mala reputación es el resultado de ser fieles a la verdad y ser fielmente obedientes por amor a Cristo. Eso es lo que hizo que los verdaderos profetas fueran verdaderos.

Lo que ha distinguido al pueblo de Dios a través de la historia ha sido el amor a la promesa de obtener la recompensa de Dios más que a la aprobación de los demás. Es el testimonio de casi todos los que aparecen en el listado de “héroes de la fe” en Hebreos 11. Fueron personas que buscaron una patria mejor que la que existe en la tierra (Hebreos 11:16), que escogieron “antes ser maltratados con el pueblo de Dios que gozar de los placeres temporales del pecado” (Hebreos 11:25), y que consideraron “como mayores riquezas el oprobio de Cristo que los tesoros [del mundo]” (Hebreos 11:26).

Evalúate

Los ayes y las bendiciones son formas de evaluarse. Esta es una manera de evaluarse: ¿Estamos felices, incluso cuando nuestra reputación se destruye y nuestro capital social y tal vez financiero se devalúa, porque escogemos la verdad (Juan 14:6) y demostramos nuestro amor por él obedeciéndole (Juan 14:15)?

Esta es otra: ¿Alguna vez experimentamos esto?

La manera en que respondemos estas preguntas revela en cierto grado lo que atesoramos. Y si nuestras respuestas no son lo que deseamos que sean, lo que sabemos que Jesús quiere para nosotros, pueden transformarse no en acusaciones, sino en invitaciones, si respondemos en fe. Se puede tener alegrías mucho más abundantes y más profundas que las míseras y vacías ganancias injustas que recibimos por mantener una buena reputación mala. Jesús quiere darnos la eterna bendición de una mala reputación buena y nos invita a recibirla. Quiere decirnos, de todo corazón: “¡Alegraos y saltad de gozo, porque he aquí, vuestra recompensa es grande en el cielo!” (Lucas 6:23, LBLA)



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