La forma en que quiero sufrir

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English: The Sufferer I Want to Be

© Desiring God

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Por John Piper sobre Sufrimiento

Traducción por Belén Mariel Goñi


Contenido

Por qué amo al apóstol Pablo

El apóstol Pablo no dejó que su sufrimiento por Jesucristo lo pusiera en contra de Él o lo alejara de su misión.

Eso no significa que haya sufrido poco o ligeramente. De hecho sufrió mucho y fuertemente. “Cinco veces he recibido de los judíos treinta y nueve azotes. Tres veces he sido golpeado con varas, una vez fui apedreado” (2 Corintios 11:24–25, LBLA). Pensemos en cómo funcionaría nuestra propia mente si atravesáramos frecuentemente esa clase de sufrimiento.

Pablo se ha dedicado solamente a obedecer a Jesucristo. El resultado de su fidelidad al Cristo resucitado y todopoderoso fue que lo lastimasen una y otra vez en el camino de la obediencia ¿Cómo responderías tu? He conocido a cristianos profesos que se amargaron tanto por las dificultades en sus vidas que se terminaron alejando de la fe cristiana.

¿Quién es la causa decisiva?

Algunos pueden estar pensando: esa gente necesita que les enseñen que Dios no les causó esas miserias y que no deben alejarse de Él como si lo hubiera hecho. Pero Pablo no estaba de acuerdo con eso. Estaba muy empapado del Antiguo Testamento. Sabía como eran las cosas en realidad, sabía lo que pasó, por ejemplo, con Job.

A buen seguro Satanás fue el autor principal de las miserias de Job. Fue él quien se presentó ante Dios y desató las muertes de sus hijos y la miseria de sus llagas (ver Job 1:6–19; 2:7). Pero cuando Job expresó su propio entendimiento de lo que le había pasado, le atribuyó la causa decisiva a Dios: “El Señor dio y el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor” (Job 1:21, LBLA). “¿Aceptaremos el bien de Dios y no aceptaremos el mal?” (Job 2:10). Y en ambos casos, en la muerte de sus hijos y en las horribles llagas, el escritor del libro dijo: “Job no pecó con sus labios” (Job 1:22; 2:10).

Cuando todo estuvo dicho y hecho, en el último capítulo del libro de Job, el inspirado escritor dice de la familia de Job: “se condolieron de él y lo consolaron por todo el mal que el Señor había traído sobre él” (Job 42:11). Así que podemos hacer a un lado la idea de que Pablo pensaba que todos sus sufrimientos eran fortuitos, demoníacos o causados por la mano del hombre. Él sabía que provenían de Jesucristo mismo, quién le había avisado que vendrían (en Hechos 9:16).

Cuando surgen los problemas

Volvamos a mi sugerencia de ponernos en el lugar de Pablo y tratemos de imaginar cómo nos sentiríamos si pasáramos por sus despiadados sufrimientos, y cómo funcionaría nuestra mente.

Puedo imaginar a alguien en el lugar de Pablo decir “mira, Jesús, te he dedicado mi vida. Te he escuchado decir que tu yugo es fácil y tu carga ligera (en Mateo 11:30). Me has prometido paz y contentamiento (en Filipenses 4:7, 11-13). Pero casi cada vez que intento dar testimonio de ti ¿qué obtengo? Dolor. Esta no es la recompensa que espero de un líder fuerte y bondadoso. Esta no es la forma en que pensé que tratarías a tus fieles seguidores. Así que, a menos que utilices tu poder para hacer mi vida más fácil y no más difícil, habré terminado con esto del cristianismo”.

Jesús predijo que habría conversos en apariencia que responderían así. Dijo que “no tienen raíz profunda en sí mismos, sino que sólo son temporales; entonces, cuando viene la aflicción o la persecución por causa de la palabra, enseguida tropiezan y caen” (Marcos 4:17).

Jesús les dijo a sus seguidores que el abuso era de esperar: “Seréis entregados aun por padres, hermanos, parientes y amigos; y matarán a algunos de vosotros” (Lucas 21:16). “Les enviaré profetas y apóstoles, y de ellos, matarán a algunos y perseguirán a otros” (Lucas 11:49). Y cuando Jesús transformó por completo la vida de Pablo en el camino de Damasco y le dio una misión de vida, lo dijo explícitamente: “Porque yo le mostraré cuánto debe padecer por mi nombre” (Hechos 9:16).

Así que cuando Pablo sufrió en el camino de la fiel obediencia a Jesús, no lo acusó de haberlo estafado, no criticó sus formas o murmuró en contra de su sabiduría soberana. Sin embargo, si pidió liberación. A veces llegó (en Hechos 22:25-29), a veces no.

La pasión por Jesucristo durante el sufrimiento

Una vez en particular, cuando la liberación del sufrimiento no llegó y Pablo estaba pasando por un momento duro, lo llamó “una espina en la carne” (2 Corintios 12:7) y dijo:

“Tres veces he rogado al Señor para que lo quitara de mí. Y Él me ha dicho: Te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12:8-9).

¿Qué te parece esto? Es una respuesta sorprendente de Jesús ¿Cómo hubieras reaccionado a estas palabras? ¿Dirías “¡Tu poder! ¡Tu poder se perfecciona en mi debilidad! Jesús, por amor de Dios, ¡es mi cuerpo el que está sufriendo! ¿Y tu poder obtiene la gloria? ¿Qué tal algo de gracia y liberación?”?

Es aterrador pensar en cuántos cristianos en el rico oeste responden de esta manera al sufrimiento en sus vidas. Se enojan con Dios. Y si supieran que el diseño de Dios es magnificar la gloria de su gracia en el sufrimiento de ellos, estarían furiosos con Dios y con quien sugiriera tal cosa.

Complacerse en la angustia

Esa misma furia arroja el mayor alivio en la respuesta que Pablo le dio a Jesús cuando le dijo que no iba a quitar su espina. Él dijo:

Por tanto, muy gustosamente me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí. Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. (2 Corintios 12:9-10)

¿Podemos imaginar ese sentimiento? ¡Gustosamente! después de haber rogado liberación tres veces y que te digan que no, decir “muy gustosamente me gloriaré” en las debilidades que me trajo esta espina.

Eso es lo mucho que Pablo amaba a Jesucristo. Eso es lo mucho que vivió por la gloria de Jesucristo. Si Jesucristo dice que su gloria brillará aún mas a través del sufrimiento de Pablo, entonces Pablo, increíblemente, se regocija en su sufrimiento. Así funciona su corazón. Su valor supremo es aumentar la gloria de Cristo, por eso se complace en persecuciones y angustias.

Esta es la clase de persona que más admiro, la clase de persona que quiero ser, la clase de persona que amo.


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