La pereza arruina la felicidad

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English: Laziness Ruins Happiness

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Por Jon Bloom sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Harrington Lackey


Contenido

Lo que hace que la diligencia sea una virtud

La mayoría de las personas no quieren ser consideradas perezosas, como una persona reacia al trabajo duro. Todos sabemos que la pereza es un vicio, un uso corruptor y adictivo de un buen regalo: descansar. El ocio en dosis adecuadas es un don maravilloso y refrescante de Dios. Pero la indulgencia habitual en el ocio al descuido de las responsabilidades dadas por Dios trae destrucción, tanto a nosotros mismos como a los demás.

Pero es destructivo por una razón más profunda que el impacto perjudicial obvio del trabajo realizado negligentemente, o no hecho en absoluto. En los niveles más profundos, la pereza nos roba la felicidad al disminuir nuestra capacidad de disfrutar de las delicias más profundas. Y además de esto, nos deja sin amar como deberíamos.

Dado que todos nosotros somos tentados de diferentes maneras al pecado de la pereza, es útil tener en cuenta todo lo que está en juego, y por qué, una y otra vez a lo largo de la Biblia, Dios nos ordena buscar la virtud de la diligencia.

Virtudes y vicios

Para los cristianos, una virtud es la excelencia moral que, si se cultiva en un hábito, se convierte en un rasgo de carácter moralmente excelente. Nos conformamos más a la imagen de Cristo (Romanos 8:29) y experimentamos una mayor capacidad para deleitarnos en lo que Dios ha hecho bueno, verdadero y hermoso. Vemos ejemplos de las Escrituras en 2 Pedro 1:5–8:

<<Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadid a vuestra fe, virtud, [aretē en griego, refiriéndose a todas las virtudes] y a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio, al dominio propio, perseverancia, y a la perseverancia, piedad, a la piedad, fraternidad y a la fraternidad, amor. Pues estas virtudes, al estar en vosotros y al abundar, no os dejarán ociosos ni estériles en el verdadero conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.>>

Por el contrario, un vicio es la corrupción moral que, si se cultiva en un hábito, se convierte en un rasgo de carácter moralmente corrupto. Nos conformamos más al modelo de este mundo caído (Romanos 12:2) y experimentamos una capacidad disminuida para deleitarnos en lo que Dios ha hecho bueno, verdadero y hermoso. Vemos ejemplos de las Escrituras en Gálatas 5:19–21:

Ahora bien, las obras de la carne son evidentes, las cuales son: inmoralidad, impureza, sensualidad, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, enojos, rivalidades, disensiones, sectarismos, envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes, contra las cuales os advierto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican [prassontes en griego, que significa "hacer una práctica de hacer"] tales cosas no heredarán el reino de Dios.

Por qué la diligencia es una "virtud celestial"

En el siglo V o VI, muchos en la iglesia incluyeron la diligencia en la lista de las siete virtudes celestiales para contrarrestar la pereza (la antigua palabra inglesa para pereza), que tenía en su lista de siete pecados capitales. Pero los santos a lo largo de la historia redentora siempre han considerado la diligencia como una virtud necesaria. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento ordenan constantemente a los santos que sean diligentes y adviertan contra los peligros de ser perezosos.

Aquí hay una muestra:

<<Por tanto, cuídate y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, y no se aparten de tu corazón todos los días de tu vida. (Deuteronomio 4:9)>>
<<El alma del perezoso desea, pero nada consigue, mas el alma de los diligentes queda satisfecha. (Proverbios 13:4)>>
<<Tú has ordenado tus preceptos, para que los guardemos con diligencia. (Salmos 119:4)>>
<<No seáis perezosos en lo que requiere diligencia; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor, (Romanos 12:11)>>
<<Porque aun cuando estábamos con vosotros os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. Porque oímos que algunos entre vosotros andan desordenadamente, sin trabajar, pero andan metiéndose en todo. (2 Tesalonicenses 3:10–11)>>
<<Así que, hermanos, sed tanto más diligentes para hacer firme vuestro llamado y elección de parte de Dios; porque mientras hagáis estas cosas nunca tropezaréis. (2 Pedro 1:10)>>

Como muestran estos pasajes, la diligencia es una "virtud celestial" porque es un medio para cultivar la piedad: mayores capacidades para deleitarse profundamente en Dios y sus dones. Cultivar el "pecado capital" (o vicio) de la pereza, por otro lado, es un medio para cultivar la impiedad: capacidades disminuidas para deleitarse profundamente en Dios y sus dones.

Llevando nuestro amor en la manga

Pero cuando hablamos de buscar la diligencia como una forma de cultivar la piedad, hay una dimensión adicional además de desarrollar una fuerte ética de trabajo en aras de experimentar mayores alegrías. Ya que "Dios es amor" (1 Juan 4:8), y dado que el amor cumple su ley (Romanos 13:10; Gálatas 5:14), crecer en piedad significa que crecemos en algún aspecto de lo que significa amar. Lo que hace que la virtud de la diligencia sea claramente cristiana es que es una de las formas en que amamos a Dios supremamente y amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Mateo 22:37-39).

Dios nos diseñó de tal manera que nuestras acciones ponen a la vista los afectos reales de nuestro ser interior. Para decirlo de manera muy simple (y ciertamente simplista): cómo nos comportamos, con el tiempo, refleja lo que creemos; lo que hacemos refleja lo que deseamos; nuestros trabajos reflejan nuestros amores.

Ahora, me doy cuenta de que estoy tocando un tema complejo. Nuestras creencias motivadoras, deseos y amores no son simples, ni tampoco lo son los contextos en los que nos comportamos, hacemos y trabajamos. Tampoco lo son los trastornos neurológicos y las enfermedades que a veces arrojan llaves inglesas a estos engranajes ya complejos.

Dicho esto, sigue siendo cierto que nuestros comportamientos consistentes a lo largo del tiempo revelan lo que realmente creemos, deseamos y amamos. Esto es lo que Jesús quiso decir al decir que podemos distinguir entre un árbol sano (virtuoso) y un árbol enfermo (corrupto) por su fruto (Mateo 7:17-20).

Y por supuesto, el "fruto" se ve no solo en lo que hacemos, sino en cómo lo hacemos. Y aquí es donde nuestra diligencia o pereza a menudo revela qué o a quién amamos realmente. Dado que buscamos cuidar lo que valoramos mucho, generalmente es evidente cuando otros ponen su corazón en lo que están haciendo y cuando no lo hacen. O como Pablo dijo de algunos que eran "glotones perezosos" en Creta, <<Profesan conocer a Dios, pero lo niegan por sus obras>> (Tito 1:12, 16).

En lo que hacemos y cómo lo hacemos, en nuestra diligencia o pereza, llegamos a llevar nuestros amores en nuestras mangas, ya sea que amemos a Dios (Juan 14:15) y a nuestro prójimo (1 Juan 3:18), o nos amemos egoístamente a nosotros mismos (2 Timoteo 3:2).

Sé aún más diligente

Por lo tanto, hay más en juego en nuestra diligencia o pereza de lo que podríamos haber pensado anteriormente.

Sí, la diligencia es importante por el bien de hacer un trabajo de alta calidad, lo cual es beneficioso de muchas maneras. Pero el trabajo duro, por sí mismo, no es igual a la virtud de la diligencia. Como señala Tony Reinke, <<la adicción al trabajo es perezosa porque utiliza el trabajo de una manera egocéntrica para centrarse en el avance personal o los elogios acumulados>> (Killjoys, 50).

Cuando la Escritura nos ordena <<ser aún más diligentes>> (2 Pedro 1:10), Dios nos está llamando a trabajar duro hacia los fines correctos (creciendo en piedad), en los caminos correctos (lo que Dios ordena), por las razones correctas (amor). Cuanto más este tipo de diligencia se vuelve característica de nosotros, más nos volvemos como Jesús: nos deleitamos cada vez más en lo que le da deleite, y cada vez más amamos como él ama, que es la verdadera virtud.


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