La pregunta

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English: The Question

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Por Jonathan Parnell sobre Santificación y Crecimiento

Traducción por Susana Belvedere

Cada cristiano hace el trabajo de ministro. Ya sea en algo grande o pequeño, experimentado o novato, con o sin vocación-- cada cristiano tiene una clase de ministerio dado por Dios.

Todos tenemos un llamado en la vida, con una variedad de capacidades para testificar acerca de la gracia de Jesús y para seguir su ejemplo en el servicio a los demás (Juan 13:15). Algunos están inseguros acerca de lo específico; otros lo saben sin duda alguna. Algunos presionan para descubrir la guía de Dios; otros ya se están preparando para dar el sigueinte gran paso. Ya sea que nos encontremos como los "algunos" o los "otros", hay una pregunta que debemos escuchar por encima del resto.

Mas Allá de Nuestra Sabiduría Moderna

Reconozco que hay muchas preguntas. Existe un sinfin de detalles acerca de nuestros talentos y habilidades. Si calzamos para la posición o no; si los resultados de los Buscadores de Habilidades acerca de nuestras calificaciones coinciden con la descripcion del trabajo proyectado. Hoy en día existe todo un negocio entero para ayudarnos a saber qué preguntas hacer y qué cualidades evaluar, pero ninguna de estas cosas es la más importante.

Para esta pregunta importante tenemos que mirar más alla de nuestra moderna sabiduría, hacia el mundo de la antiguedad, más allá de las estrategias de los gurus del Mar de Galilea--hacia las costas de Tiberio donde una vez se encontró un líder que estaba a días de participar en el despegue del ministerio más efectivo en la historia del mundo.

El día de Pentecostés estaba muy cerca. Estaba por llegar el día cuando el Espiritu Santo descendería, y un hombre imperfecto, por el Espíritu, se levantaría (Hechos 2:24; 1:15). Fue cuando cuando un torpe pecador emergía como un santo tremendo, sobre el cual la iglesia sería edificada (Mateo 16:18).

Pero primero, la pregunta.

Cómo Se Prepararía?

Volviendo a aquella costa, los discípulos se reunieron alrededor del fuego--otra especie de fuego--estaban desayunando con el Señor resucitado (Juan 21). De ese grupo reunido quién hubiese dicho que Pedro sería el líder candidato para ser el apóstol mensajero por excelencia?

Quién le hubiese dado ese papel en Hechos despues de su historial en los Evangelios?

Quiero decir, ese es Pedro. El ordinario, mal hablado Pedro--bocón y lento para escuchar.

Contrariamente a lo que podríamos pensar, cabe suponer y no relacionado a Meyer-Briggs (Evaluación de personalidad), que ninguno en ese desayuno podría saber (excepto Jesús) cómo Pedro muy pronto daría el paso hacia adelante para asumir el liderazgo de la joven misión de extender el evangelio. A él le esperaban los días más duros--confrontaciones las cuales jamás hubiese imaginado, dificultades que nunca hubiese deseado, fruto que no podría comprender. Cómo se prepararía? Pedro no sabía lo que le esperaba a la vuelta de la esquina. Qué cosa lo podría preparar?

La respuesta es la pregunta.

Mucho Más Central

No es una pregunta acerca de las cinco metas del año, aunque metas de esa clase son positivas. Ni es una pregunta acerca de las estrategias para recaudar los fondos, o las expectativas de los viajes, o el presupuesto de las horas de trabajo de una semana típica--de gran ayuda como son éstas. No es una pregunta acerca de la experiencia en el manejo de un negocio, aunque estoy seguro que en la industria de la pesca Pedro procuró una perspicacia bastante buena. No es una prueba de sus habilidades en comunicaciones a pesar de que él hablaría mucho. No se trata de una sesión informativa sobre inminentes desafíos a pesar de que él experimentaría muchísimos.

La pregunta es mucho más central. Es esa clase que cambia las cosas, esa pregunta que deja el paisaje en nuestros corazones dado vueltas de manera positiva. Es una brisa suave con un despertar feroz, una pregunta que dobla las estructuras y desmenuza las raíces de nuestras humanas maneras de calcular. Es la pregunta sin la cual, aunque tuvieramos el resto del planeta a disposición, estaríamos perdidos. Aunque nos desempeñemos con exquisita habilidad, si nos ganaramos el respeto del mundo, al dejar esta pregunta fuera del cuadro, todo sería en vano.

Es la pregunta que todos sabemos que es importante pero todavía la ponemos a un costado. Es tan crucial que, de hecho, podría ser tranquilamente considerada como el simple permiso para ejecutar. Sí, sí claro que importa pero avancemos. No, no podemos. No deberíamos. Cuando esta pregunta es empujada a la periferia, es necesario que abandonemos nuestra preparación. Cuando la presencia de esta pregunta se da por sentada encontramos otras cosas que ocupan nuestro tiempo. Pero nada debería ocupar nuestro tiempo más que esta pregunta. Nada debería significar más que el vivir en esa realidad, compartiendo el milagro.

Dios nos ha llamado a todos a algo--a ser alguien, algun ministerio, algun trabajo--y ésta es la pregunta que necesitamos escuchar, por encima de todas las otras, alrededor de la cual nuestra vida se debería acomodar, sin importar las empresas que se presenten en el camino. Es la pregunta que deberíamos dejar resonar y dejar que descongestione las complejidades de nuestras vidas. Es la pregunta que jamás deberíamos dejar a un costado. La cual si se dejara de considerar o de aplicar-- si nos dejara de afectar-- significaría el golpe final para nuestra ruina espiritual. Es la pregunta que se debe hacer profundo al corazón, afiladamente a nuestra mente, por arriba de nuestros afectos. Es la pregunta cuyas palabras las dejamos caer frescas en nuestro corazón mientras las escuchamos como si Jesús mismo nos preguntara, como si estuvieramos en esa misma costa también, de la misma manera que Jesus le preguntó a Pedro nos preguntara a nosotros

"Me amas?"


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