La sonrisa de Dios en el rostro de sus santos

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English: The Smile of God in the Face of His Saints

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Por Bryce Young sobre La Naturaleza de la Iglesia

Traducción por Susana Belvedere

Permaneciendo juntos en el día de la oposición. ====

Mis dedos se alejaron del teclado. Un sentimiento dominó sobre el resto: soledad. El email que ahora descansa en el casillero de “enviados” fue la razón de mi inquietud.

Un amigo cercano me pidió que le diera mis razones por aferrarme a la “visión tradicional” del matrimonio. Inmediatamente mi naturaleza carnal se levantó a susurrar. El temor humano es principio de la comodidad. Yo podría “haberme olvidado” de mandar mi respuesta, o haberla suavizado detrás de ideas antropológicas o de las leyes naturales al punto de que mi fidelidad como cristiana no se notara. Yo era Jonás huyendo de ser fiel y por consecuencia, de la presencia del Señor.

Gracias que esta situación fue corta. Hice lo mejor que pude para exponer honestamente y sabiamente el punto de vista cristiano del matrimonio y la familia. Pero también, a medida que me acercaba al momento de mandarlo fui más consciente de la relación entre la obediencia y el sufrimiento.

Contemplé la posibilidad de perder el respeto de mi amigo, mi buena persona frente a sus ojos, quizás aún la amistad misma. Es, verdaderamente, mejor sufrir haciendo el bien que el mal (1Pedro 3:17), pero el sentimiento interno de soledad comprueba que el sufrimiento que acompaña el camino de la obediencia es real y puede tomar diferentes formas.

Cuando obedecer cuesta

La fidelidad a Cristo siempre involucra sufrir en alguna forma, “Cristo sufrió por nuestros pecados” en su gran acto de obediencia (1 Pedro 3:18). Obediencer requiere una muerte de alguna clase: muerte a la auto seguridad, muerte al orgullo, muerte a nuestra reverencia a ser exaltados por los humanos, y por sobre todo, muerte a nuestro ego. Mientras deseamos muchísimo que las áreas pecaminosas de nuestra carne sean destruidas como un cáncer, muy a menudo nos olvidamos de cuán doloroso es el tratamiento. Nos sorprendemos de que la obediencia a Cristo requiera tanto sufrimiento como, por ejemplo, arrancarse el ojo o cortarse una mano (Mateo 5:29-30).

Y en medio de un innegable cambio de moral en nuestra sociedad, el sufrimiento por obedecer será cada vez más visible entre cristianos y no cristianos. Porque los cristianos comprometidos a mantenerse fiel a Cristo por sobre todo, deja por sentada la pregunta: ¿La obediencia cristiana comprueba ser una derrota inevitablemente?

A no ser que de nuestras gargantas salga un fuerte “¡No!” lleno de gozo, podríamos comprobar ser buenos nada más que para ser arrojados y pisoteados (Mateo 5:13). La fidelidad cristiana es completamente digna del sufrimiento que implica y, asombrosamente, las promesas de Dios lo comprueban, no solo en la vida por venir sino aún en esta presente era (Marcos 10:30).

Cuando ser bíblicamente fiel significa perder el trabajo, cuando la sociedad decide que tu ministerio de los pobres no vale los principios evangélicos que te empujan a hacerlo, cuando tu amigo más íntimo reacciona hostil, molesto, y con burla ante tus creencias cristianas, ¿cómo dirás que esa fidelidad vale la pena?

Dios te recogerá

Tenemos un gran respaldo para estas preguntas difíciles, una promesa suprema que pone la mano sobre la boca de la preocupación y la duda: “Aunque mi padre y mi madre me hayan abandonado, el Señor me recogerá.” (Salmo 27:10)

Dios no dejará que sufras soledad y aislamiento por ser fiel. Al contrario, es ahí donde nos promete gran comunión, compañía y validación. La promesa de la afirmación de Dios nos permite llevar la carga con gozo aún ante la obediencia más drástica.

Por lo tanto el salmista nos extiende su plegaria: Cuando tu fidelidad a Dios y a su palabra hace que tus amigos te abandonen, aún los más cercanos, considéralo ganancia, porque Dios mismo te recogerá.

Con eso solo tenemos más que suficiente para perseverar en obediencia, pero las Escrituras revelan aún más acerca de cómo Él “nos recogerá”.

Su pueblo nos recoge

Jesús mismo nos promete: “No hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre, o hijos, o tierras por causa de mí y por causa del evangelio que no reciba cien veces más ahora en este tiempo: casa, y hermanos, y hermanas, y madres, e hijos y tierras junto a persecuciones.”(Marcos 10:29-30).

El dolor de la pérdida en el que incurrimos por obedecer es recompensado “ahora en este tiempo” al recibir una nueva familia y una nueva vida de comunión con otros cristianos. En el día de la angustia el Dios que me esconde en su tabernáculo (Salmo 27:5) lo hace también a través de su iglesia donde habita su Espíritu.

C.S. Lewis explica el punto en su segundo libro de su Space Trilogy:

Cuando Eva cayó, Dios no era Hombre. Él no había hecho todavía a los hombres miembros de Su cuerpo: y desde entonces, y a partir de ahora través de ellos Él salva y sufre. Uno de los propósitos por el cual Él ha hecho todo esto fue para salvar…no a través de Él mismo sino a través de Él en los hombres.

En este lado de la encarnación, Dios cumple su promesa de refugiar no solo por su directa presencia a través del Espíritu sino también a través de su cuerpo, la iglesia.

Por lo tanto, entonces, no es difícil darse cuenta de algunas de las muchas implicancias prácticas de tal verdad. No fue demasiado duro en mi grupo íntimo explicar acerca de mi amigo y el reciente email. Mientras sentía en rechazo y la pérdida de una relación, escuchaba de la boca de mis hermanos cristianos “bien hecho siervo fiel”. Recibí amor a cambio, aceptación, y validación a través de la comunidad cristiana que Cristo ha provisto. Yo podía sentir la sonrisa de Dios en la sonrisa de mis hermanos.

Es bueno estar cerca de la iglesia

Como miembros del cuerpo de Cristo; ambas verdades nos proveen y demandan de manera muy práctica. Para el cristiano fiel que sufre el refugio de Cristo mismo través de su cuerpo provee gran gracia y alivio; y para los miembros de ese cuerpo que son de apoyo, nos inspira a dar gran gracia y alivio a aquellos que están sufriendo.

Por lo tanto le decimos al que sufre por ser fiel: Aunque la sociedad, los amigos, los clientes, padre, madre, te abandonen, el Señor te recogerá. No busques la alabanza que viene de los hombres sino aquella que viene de Dios. Sufrirás la pérdida, sí, pérdida real, pero en esa pérdida, mira los medios que Dios ha provisto en su iglesia para refugio, afirmación y validación de tu fidelidad.

Y al que reconforta fielmente le decimos: ¡Desempeña tu papel! Tú eres el medio por el cual Dios edifica y refugia a tu hermano en el día de la aflicción. En tu adoración semanal, vida comunitaria, grupos de hogar, y reuniones de grupos íntimos, sé un instrumento de Dios, levantando al fiel sobre una roca, sus cabezas por encima de sus enemigos que lo rodean (Salmo 27:5-6).

Dios le ha dado a su iglesia esta gran dignidad ahora, y en los días por venir: somos la sonrisa de Dios los unos para con los otros, que deberíamos conocer, y que el mundo debería ver, que aún en el sufrimiento y el dolor “es bueno es estar cerca de Dios.” (Salmo 73:28).


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