Las Demostraciones de la Justicia de Dios, Parte 1

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English: The Demonstration of God's Righteousness, Part 1

© Desiring God

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Por John Piper sobre Justificación
Una parte de la serie Romans: The Greatest Letter Ever Written

Traducción por Desiring God

Romanos 3:21-26
 Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; 22la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, 23por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, 26con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.

Contenido

¿Quién se siente justo?

Hay un vínculo entre la doctrina de la justificación que es solo por fe y el Día de las madres. Hace unos años, prediqué una serie de mensajes llamada, “El justo está confiado como un león”. Esta serie estaba basada en proverbios 28:1 que dice, “Huye el impío sin que nadie lo persiga; mas el justo está confiado como un león”. Hay algo en ser justo que lo hace sentirse confiado. “el justo está confiado como un león”.

Pero allí está el problema ¿Quién de nosotros se siente justo? Nuestra conciencia nos dice que somos pecadores. Y la Biblia nos dice que somos pecadores. Hace exactamente cinco semanas que terminamos de examinar Romanos 1:18-3:20, y el mensaje principal de esos capítulos era: Todos estamos “bajo pecado...No hay justo, ni aún uno” (Romanos 3:9-10). Y aquí en Romanos 3:23, Pablo lo dice de nuevo: “todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios”.

Esta es una de las razones por las que no hay mucha confianza en el mundo —por la que hay tantas personas que son tímidas, o introvertidas, o indecisas, o irresueltas, o cobardes, o asustadizas, o simplemente indiferentes, incapaces de asumir una posición en medio de la oposición. No nos sentimos justos. Nuestra conciencia nos condena y la Biblia nos inculpa, y nos deja sin aliento. Así, simplemente deambulamos por la vida, clavando la vista en el suelo frente a nosotros, sin mirar jamás a alguien a los ojos, sin sentir jamás pasión por algo, siempre ansiosos por el futuro, sintiéndonos inadecuados e inseguros

Entonces, ¿de quién se habla cuando se dice, “el justo está confiado como un león”? ¿Qué hay de las madres? Hoy es el Día de las Madres ¿Hay aquí alguna madre que se sienta confiada como un León? Las hay. Y en proverbios 31:25: hay una descripción de esa clase de madre: “Fuerza y honor son su vestidura, y se ríe de lo por venir” ¿Se da cuenta de lo que esto significa? La mayoría de las personas están ansiosas por el futuro. Ella se ríe de lo por venir, mira a la cara del futuro y dice confiada, « ¿piensas que puedes asustarme? ¿Piensas que puedes mostrarme todos tus terrores, enfermedades, calamidades, enemigos, miserias, y todas las pérdidas, y todos los infartos que me depara el futuro; y hacer que me arrincone en una esquina como un ratón en el suelo de la cocina? No, fuerza y dignidad son mis vestiduras, y me río de tus amenazas».

La mujer justa está confiada como un león. Ella oye las palabras de 1ra de Pedro 3:5-6 y dice, « ¡Sí! “Así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios... de la cual vosotras habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza”». Las mujeres que esperan en Dios están tan confiadas como un león.

¿Existe alguna justicia a pesar de nuestros pecados?

Esta confianza nos enfrenta a nuestro texto de esta mañana: ¿podemos apropiarnos de alguna justicia que no sea la nuestra? ¿Existe una justicia que sea regalada? ¿Hay alguna justicia que podamos tener a pesar de nuestro pecado, a pesar de que nuestras conciencias nos condenan? Las mujeres de otro tiempo “esperaban en Dios”, no en ellas mismas. Y estaban confiadas como león, y no temían a nada. Entonces, este “esperaban en Dios” ¿significaba que en el Antiguo Testamento Dios las consideraba como justas? Es el justo quien está confiado como un león.

Vean Romanos 3:21, “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas”. Aquí Pablo da un giro importantísimo en la redacción de su carta. Desde Romanos 1:18 ha estado demostrando que no tenemos justicia, y por lo tanto estamos bajo pecado, bajo juicio, destinados a la ira final y a la furia de Dios. En aquel día toda boca se cerrará y todos seremos responsables sin excusa alguna. La ley de Dios se ha encontrado con la rebelión del hombre y el resultado es condenación, no justificación. Nadie se pone justifica delante de Dios mediante el cumplimiento de la ley. Eso es lo que dice el versículo 20: “Por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él”. Así que, al parecer, no hay posibilidad de que podamos sentirnos confiados moralmente. No hay nadie justo —ni madres, ni padres, ni adolescentes, ni hijos. Y nadie puede justificarse ante Dios con las obras de la ley.

Pero ahora llega este giro mayor en la carta de Pablo. Versículo 21-22: “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; 22la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él”. ¡Ah! Entonces hay una justicia divina—una enviada por Dios, la que Dios ha dado, que no es por las obras de la ley, sino (lo dice en el versículo 22), sino por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen el él. En otros términos, la solución que Dios da al problema del pecado y la condenación en Romanos 1:18-3:20, es enviar a su Hijo Jesús a morir por el pecado (lo cual veremos en el versículo 24 la próxima semana) y darnos su propia justicia si creemos en su Hijo. Esto se llama justificación por fe: Que Dios reconozca su justicia como nuestra, si creemos en su Hijo.

Esto es lo que vimos en 1:16:17—el gran tema de los primeros ocho capítulos de esta carta. “Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. 17Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”. La idea que Pablo comenzó en 1:17, ahora la retoma en el 3:21 —para desarrollar, explicar, y aplicar la justicia que es por la fe.

“¡No quiero la muerte del impío!”

Me pregunto si esta verdad es preciosa para usted. Alguna vez—quizás tarde en la noche, o temprano en la mañana— ha sentido el peso aterrador y la fealdad de su propia pecaminosidad, y ha sentido una sensación de hundimiento en su estómago. ¿Sabe que si muere en ese preciso lugar y en ese preciso momento, y no está seguro de ir al cielo, pudiera ser arrojado, por un Dios justo y santo, al fuego eterno, fuera de la presencia de su gloria? Si usted llega a ese punto—y todos llegarán —no habrá palabras más dulces a escuchar en todo el universo, que las de Dios: “yo no quiero la muerte del impío” (Ezequiel 33:11) « ¡Crean en mí, crean en mi Hijo! Aférrense a nosotros como su única esperanza. Y, por amor a mi Hijo, Yo eliminaré los pecados de todos ustedes y les daré mi justicia — ¡Yo te daré mi justicia como regalo, y te aceptaré y te salvaré!”».

¿Qué podemos decir de ustedes madres? Este es su día ¿Es preciosa la justificación por fe? Yo quisiera que así fuera. Quiero que las madres de Belem estén tan confiadas como un león —por siempre. ¡Que las madres de Belem estrechen en sus pechos la verdad de la justificación por fe, más estrechamente que lo que abrazan a sus amados hijos! Porque entonces se convertirán en un modelo confiado y poderoso para sus hijos, un ejemplo que les mostrará cómo permanecer inquebrantable y reírse del futuro.

Regresando a donde nos quedamos con las mujeres de antaño. Recuerdan que dije hace solo unos minutos, basándome en 1ra de Pedro 3:6, que las santas mujeres de antaño esperaban en Dios y no temían a nada. Que estaban confiadas como un león porque esperaban en Dios. Y pregunté que si este “esperaban en Dios” en el Antiguo Testamento, significaba que Dios las consideraba justas. Porque según Proverbios 28:1, es el justo el que está confiado como un león.

¿Enseñaba el Antiguo Testamento la justificación por fe?

Otra forma de hacer esta pregunta es: ¿Estaba la enseñanza de la justificación que es por la fe en el Antiguo Testamento? ¿Llegaron estas mujeres, por su confianza, a ser diferentes? ¿Era la justicia que tenían un don de Dios? ¿Fueron justificadas por fe—por la fe que espera en Dios (Hebreos 11:1)? Esta pregunta no es ajena a nuestro texto. Se basa en nuestro texto.

Examinen Romanos 3:21 de nuevo. “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas” ¿Ven las últimas palabras del versículo? ¿Para qué decirlas? El regalo de la justicia de Dios llega a nosotros “aparte de la ley”, pero “testificada por la ley”. En otras palabras, Dios trae esta justicia gratuita sin usar para ello las obras de la ley. Dios la trajo en la vida y la muerte de Jesús. Pero esa misma ley enseñaba así sucedería, y llamaba a las personas a esperar en la misericordia de Dios.

Entonces ¿Para qué decir que la justicia era testificada por la ley y los profetas? Se dice por que aquellas mujeres del Antiguo Testamento “esperaban en Dios”—aunque no sabían de qué manera Dios olvidaría sus pecados, o cómo podría considerarlas justas y aceptables —no obstante, fueron, de hecho, justificadas por su fe en Dios y en sus promesas. La idea fundamental de Romanos 3:22b “...testificada por la ley y por los profetas”, es que el mensaje de la justificación por fe ya estaba en el Antiguo Testamento, y apuntaba hacia un tiempo futuro, en el cual de alguna manera Dios demostraría su justicia al pasar por alto los pecados anteriores —incluyendo los cometidos por estas esperanzadas mujeres y por todos los demás creyentes del Antiguo Testamento (ver versículos 25-26).

Ahora bien, la manera más fácil de demostrar esta afirmación es adelantándonos unos versículos hasta el capítulo cuatro. Aquí vemos dos ejemplos de cómo el Antiguo Testamento daba testimonio de la justificación que es por fe. En Romanos 4:3 Pablo se refiere a Abraham y cita Génesis 15:6: “¿qué dice la Escritura? Creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia”. Esta es la primera ilustración que Pablo utiliza en el Antiguo Testamento. Luego en el versículo 6 hace referencia a David y dice: “Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, [y entonces cita el Salmo 32:1]: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos”.

Así que Abraham y David (o Génesis y Salmos) dan testimonio de la justicia que es por fe, aún cuando todavía no conocían a plenitud que sería por medio de la vida y la muerte de Cristo. Para poner otro ejemplo regresemos a Romanos 1:17, donde Pablo cita a Habacuc 2:4: “Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”. Entonces tenemos Génesis, Salmos, y Habacuc todos dando testimonio de esta gran verdad: la justicia que Dios acepta es por fe y no por obras. Ellos aun no podían saber a plenitud cómo Dios puede ser justo al justificar a los pecadores por fe, pero confiaban.

Isaías probablemente lo vio más claramente que cualquier otro escritor del Antiguo Testamento. En Isaías 53, predice la vida sufrida, la muerte sustituta, y la resurrección corporal del Siervo del Señor (Jesús) y dice en el versículo 11, “Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho; por su conocimiento justificará mi siervo justo a muchos, y llevará las iniquidades de ellos”.

Así, doy respuesta a mi pregunta concerniente a estas mujeres de antaño que esperaban en Dios: Sí, cuando esperaron en Dios, Dios reconoció esa espera como justicia. Esas mujeres fueron justificadas por fe. Y veremos, en la próxima semana, que fue Jesús, cientos de años más tarde, quien cargó con sus pecados y vindicó la justicia de Dios al pasar por alto los pecados de ellas.

Es por esto que tantas no temían y vivían confiadas. El justo está confiado como un león. La mujer justa se ríe del futuro con todas sus amenazas. Pero, ¿quién es una mujer justa —o un hombre justo, o un adolescente justo, o un hijo justo ante Dios? La respuesta del Antiguo Testamento: aquellos que esperan en Dios. La respuesta del Nuevo Testamento: aquellos que esperan en Cristo quién es Dios.

Dios Es Quien Justifica

Entonces, madres, he aquí un regalo —yo pienso que sea el regalo más grandioso de todos— cuando ustedes llegan al final del día sintiéndose miserablemente culpables, porque han estado malhumoradas todo el día y le han hablado descuidadamente a sus hijos, o porque ha contaminado su mente con telenovelas, o porque han comido demasiado a hurtadillas para aliviar su tristeza, o porque han flirteado con la idea del abandono, o por que su ira es como una caldera en reposo, o porque sus recuerdos de una desafiante juventud juegan condenándolas en sus mentes; arrójense indefensas y llenas de esperanzas a la misericordia de Jesús como su única esperanza, y Dios le considerará la confianza como justicia. Entonces, serán capaces de dormir sumidas en la pureza y despertarse tan confiadas como un león. “¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica” (Romanos 8:33).

Reciban este regalo de Dios, y regocíjense en el día de las madres más feliz de sus vidas ¿Y es resto de ustedes? Hagan lo mismo. Romanos 3:22 dice que “la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, [es] para todos los que creen en él”.


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